El Movimiento Rastafari y el Tercer Milenio Etíope 

David González López

 

English translation

 

El 17 de septiembre de 2007 tuvo lugar en Etiopía el estreno mundial de Africa Unite (“Únete, África”), documental de largo metraje sobre los festejos por el LX aniversario del nacimiento del legendario músico jamaicano, Bob Marley, transcurridos en la propia Etiopía dos años antes. La proyección en el Palacio Nacional, en presencia del Presidente Girma W. Giorgis, subraya la importancia que el gobierno de la República Federal Democrática de Etiopía le atribuyó, en el marco de las celebraciones Africa Unite organizadas por la Fundación Bob y Rita Marley.[1]

Seis días antes de la proyección, el 11 de septiembre, la nación etíope celebró su entrada al tercer milenio, casi ocho años después que casi todo el resto del mundo, porque el país se sigue rigiendo por su antiguo calendario nacional. Ese calendario, atesorado por su autóctona Iglesia Ortodoxa Etíope, es un compendio de antiguos cálculos astronómicos egipcios, del calendario hebreo y del juliano, adoptado desde tiempos de los Césares. Sin embargo, en 1582 Europa optó por el Gregoriano, aceptado después poco a poco por  la mayor parte del mundo y que hoy sigue en vigor.

Aquí nos proponemos abordar, de un lado, las singulares y muy sorprendentes historia y cultura etíopes y, de otro, el modo en que estas influyeron en la emergencia de los rastafari en nuestra región del mundo. Pero hay que advertir que, como el movimiento rastafari carece de un centro, de escrituras propias y de prácticas idénticas en todas las casas o grupos, excepto las más generales, cada individuo goza de bastante autonomía, y así lo que se diga sobre ellos no será necesariamente de general aplicación.

 

El atractivo de Etiopía

 

Ya vimos que Etiopía, como otras tantas veces en su historia, se negó a abandonar su tradición, tomó un curso a contrapelo de los acontecimientos mundiales y optó por conservar su calendario de trece meses, doce de treinta días y un mes intercalado al final del año, de cinco o seis días según sea año bisiesto o no. Los cálculos de ese calendario se entrecruzan con las creencias de su Iglesia Ortodoxa, según las cuales Dios creó la tierra 5 500 años antes del nacimiento de Jesucristo, así que ahora el mundo estaría entrando a su año 7 500. Pero el calendario solar copto –hoy día el más antiguo en vigor— habría tenido su origen en fecha desconocida, unos 3 000 años antes de Jesucristo, pues su Año Nuevo debía señalar el final de la gran inundación del Arca de Noé.[2]

Para añadir al atractivo casi mágico que Etiopía ejerce sobre el que estudie su historia o su cultura, de su subsuelo han surgido algunos de los más antiguos fósiles de nuestros antepasados prehumanos y humanos junto a sus más antiguas herramientas de piedra. Fue allí, además, donde los primeros homo sapiens evolucionaron y perfeccionaron sus primeras técnicas de subsistencia, incluidas las agrícolas; desde su territorio, cruzando el Mar Rojo, partieron los hombres primitivos en su largo periplo para reproducir la humanidad en otras partes del mundo, y, milenios después, hasta su territorio se extendieron algunas de las primeras grandes civilizaciones. Tierra de comercio y de paso, Etiopía aparece desde hace milenios en historias y relatos de viajeros europeos y asiáticos.

También aparece y vuelve a aparecer en los libros sagrados del Judaísmo, el Cristianismo y el Islam, pues su suelo albergó a fieles de esas tres grandes religiones desde sus orígenes. De un romance entre la Reina de Saba, pagana sabea, y  el Rey hebreo Salomón habría nacido Menelik I, primer emperador etíope que, tras peregrinar a Jerusalén, habría regresado a casa con el Arca de la Alianza y las tablas de los Diez Mandamientos recibidas por Moisés en el Monte Sinaí. Hoy se hallaría oculta en la Catedral de Nuestra Señora Santa María de Sion, custodiada perennemente por un monje, único autorizado, hasta su muerte, a acceder a ella.

Dicha catedral se halla en Axum, dos veces milenaria capital del que fuera uno de los grandes estados antiguos, fundado alrededor del nacimiento de Cristo y primer eslabón bien documentado en la larga cadena de la cultura etíope hasta hoy. Etiopía fue, después de Armenia, el segundo país del mundo en adoptar el cristianismo,[3] cuando el Rey de Axum, Ezana, lo proclamó religión de Estado por los años 330-350 d.n.e.

Precisamente por la antigüedad de la irrupción de Etiopía en la historia, en ese país resulta más difícil que en otras partes deslindar mito, leyenda, religión e historia. La propia historia etíope resulta difícil de explicar debido a que no siempre responde a las “lógicas” de los historiadores; ello, en lugar de incitar al estudio, ha tendido a fomentar un relativo desinterés de la academia universal, que ya solía atribuir poca atención a la historia africana en general. Esa “diferencia” de la historia etíope ha sido conceptualizada por David Phillipson como lo que llama “la proverbial autonomía de los acontecimientos etíopes respecto a los del resto del mundo.”[4] Dicho de otro modo, pocas cosas ocurrirían allí tal como uno esperaría comparando lo que pasa en otras partes, y ello porque todo es mediado y reprocesado por su muy peculiar, cultura. Por ejemplo, del riquísimo arte religioso etíope se ha dicho que subraya una característica conservada por la nación etíope en sus siglos de existencia: su facultad para refundir tradiciones antiguas e influencias exteriores, no copiando, sino siempre imprimiéndoles una expresión original adaptada a sus condiciones nacionales.[5]

Valga esta larga tirada para explicar por qué muchos de los acontecimientos etíopes hasta tiempos recientes tienden a sorprender y a llenar de admiración a las personas en muchas partes del mundo. El paradigma de esos momentos fue el que transcurrió durante la segunda mitad del Siglo XIX y que, al cabo, le permitió convertirse, contra todo cálculo exterior, en el único país africano que resistió el incontenible empuje europeo por subyugar y someter a todo el universo afroasiático.[6] Para las primeras décadas del siglo XX, entonces, Etiopía permanecía como el caso singular, casi inexplicable, de una nación africana jamás conquistada por el colonialismo europeo.

 

Marcus Garvey: renuente impulsor del mito etíope

 

Tres factores convergieron para fomentar el surgimiento de los rastafari hacia principios del tercer decenio del siglo XX. Primero, las tensas relaciones raciales debido al colour bar en Jamaica, complicadas por la difícil situación económica de la mayoría pobre. Segundo, las ideas de Marcus Mosiah Garvey (1887-1940), elaboradas ya fuera en la propia Jamaica o en Nueva York. Tercero, un hecho absolutamente fortuito y desconectado de los dos anteriores: la coronación de un nuevo soberano en Etiopía el 2 de noviembre de 1930. Este último elemento resultó crucial para toda la articulación del imaginario rastafari.   

En el decenio 1920-1929, Garvey había estado elaborando sus ideas panafricanistas, distinguidas por lo que se ha dado en llamar su separatismo: contrario al criterio de otros líderes negros de su tiempo, Garvey creía que los negros de la diáspora jamás podrían prosperar en países dominados por blancos y por ello los instaba a migrar al África para contribuir a crear una nación fuerte, gobernada por negros y capaz, a su vez, de defender el bienestar de los negros del mundo entero. Sin embargo, de las dos únicas naciones africanas independientes, en manos de gobiernos negros a aquella altura, Etiopía y Liberia, Garvey escogió a la segunda para sus proyectos de migración y colonización, pues, por experiencias históricas negativas, Etiopía solía ser refractaria al contacto exterior. No obstante, en sus discursos, llenos de misteriosos vaticinios apoyados en pasajes bíblicos, Garvey dijo cosas que luego parecieron apuntar a Etiopía. Alertó que los negros entonces oprimidos “darían una sorpresa al mundo”[7] y dijo: “Mirad hacia el África, a la coronación de un rey negro que será el Redentor.”[8] Y, mirando hacia allá, poco después, muchos creyeron cumplida la profecía al ser coronado, el 2 de noviembre de 1930, un emperador en Addis Abeba con el nombre de Haile Selassie I.  

Garvey proveyó buena parte del corpus ideológico rastafari, movimiento que muchos ven como extensión del garveyismo. También muchos rastafari creen a Garvey un nuevo San Juan Bautista, y en la estima del movimiento solo es superado por Haile Selassie”:[9] los rastafari celebran los cumpleaños de ambos. Sin embargo, no hay prueba documental alguna de que Garvey se identificara con los rastafari, e indirectamente marcó diferencias con ellos respecto a la figura de Selassie: la organización que fundara, la Asociación Universal para el Mejoramiento de los Negros (UNIA, según sus siglas en ingles), se opuso a la tendencia del llamado primer predicador rasta, el jamaicano Leonard P. Howell, de divinizar a Selassie.[10] En sus escritos, Garvey también criticó a Selassie por huir de Etiopía durante la invasión fascista italiana, y hasta a los etíopes por lo que llamó “fanatismo”.[11] Pero tampoco a los escasos líderes de países africanos independientes a aquella altura habría hecho mucha gracia la autoproclamación, más simbólica que otra cosa, de Garvey como Presidente de África.

 

Haile Selassie y Etiopía en el imaginario rastafari

 

En sus primeros años de existencia, los rastafari parecían, en efecto, concentrarse sobre todo en la “vuelta al África” y en la adoración de la figura de Selassie: hasta el nombre del movimiento viene del título y nombre precoronación del Negus: Ras Tafari Makonen. Es más: la divinización del Emperador etíope está entre los factores básicos del movimiento y es de los pocos puntos comunes entre todos sus afiliados. Uno de los seis principios fundamentales enunciados en sus inicios por Howell (los otros cinco principios, por cierto, perdieron ya toda vigencia) era reconocer a Selassie “como Ser Supremo y único gobernante de los negros.”[12]

Se ha observado que los cuatro grupos rastafari reconocibles en Jamaica en los años 1930-1939 diferían en su estilo de culto y en cuanto al énfasis en este o aquel punto doctrinario, y solo tenían en común cuatro aspectos: condenaban la sociedad colonial jamaicana, propugnaban la vuelta a África, abogaban por la no violencia y rendían culto a la divinidad de Selassie.[13]  

El movimiento rastafari ha sido clasificado como una religión muy sincrética que rastrea sus orígenes hasta el profeta Abraham y busca explicaciones en la Biblia. Precisamente, sus seguidores interpretan pasajes tales como el Salmo 87:4-6 y el 5:5 del Libro de la Revelación del Nuevo Testamento como una profecía de la coronación de Selassie y la sustentación de su carácter divino.[14] Al Negus a menudo lo llaman Jah, Selassie Jah o Jah Rastafari, nombres a los que atribuyen gran poder.[15] Sin embargo, es difícil precisar la esencia que los rastafari atribuyen a Selassie, pues las ideas varían de grupo a grupo e incluso entre individuos. Unos lo veían y veneraban como a un Dios Todopoderoso, vivo, de carne y hueso, o –según sus interpretaciones de la Biblia— un espíritu divino manifiesto y representado en Selassie; para otros, es el Mesías, el Hijo del Salmo Segundo, o una reencarnación de Jesús (en su segunda venida a la tierra profetizada por la Biblia), o al menos afín a Él, de su mismo linaje, cuyo arribo vaticinara el primer Jesucristo.[16] Otros más lo contemplan a la vez como el Dios Padre y el Dios Hijo de la Santísima Trinidad, a los cuales estarían vinculados potencialmente todos los seres humanos en la forma de Espíritu Santo, para completar así la Santísima Trinidad:[17] al considerarse en comunión con Selassie y por vivir este dentro de ellos, también ellos serían reyes y príncipes.[18] Algunos rastafari cuentan a Selassie como “el cuarto avatar” y “climax de la revelación de Dios”, luego de Moisés, Elías y Jesucristo.[19] De modo más general, los rastafari veían en Selassie “el Mesías negro aparecido en carne y hueso para redimir a todos los negros exiliados en el mundo de los opresores blancos,”[20] llevándoselos al África, la tierra prometida. Muchos creían que Selassie fijaría el Día del Juicio Final, cuando los justos regresarán a su hogar del Monte Sión  donde por siempre vivirán en paz, amor y armonía.[21]

Al margen de las coincidencias con los enunciados bíblicos y de los efectos del insólito ascenso al poder de un soberano negro en un territorio africano independiente, ciertas circunstancias que rodearon la coronación de Selassie contribuyeron a impulsar su divinización.  El documento considerado convencionalmente como el primero de inspiración verdaderamente rastafari, The Promised Key (La llave prometida), publicado por Howell con un seudónimo a principios del decenio de 1930-1939, nos brinda una perspectiva del impacto de la coronación de Selassie entre los negros caribeños. Howell asegura haber presenciado la coronación el 2 de noviembre de 1930 en Addis Abeba, y a partir de entonces proclama la doctrina que ubica a Selassie como “verdadero jefe de la Creación”.[22] En el estremecimiento de las consciencias no puede descartarse el efecto que tuvo, de un lado, la pompa del ceremonial, abundantemente reportado por los medios mundiales de comunicación, que excitarían la imaginación de los interesados en todo el mundo.[23] De otro lado, especial impacto tendría, en la mente de los negros en busca de un Mesías, la información de que Selassie era descendiente directo del Rey David y 225to soberano de una lista continuada de reyes desde Menelik I, hijo de Salomón. También captaron las mentes caribeñas el orgullo racial manifiesto en el porte del monarca, el significado de su nombre (Haile Selassie sería “Poder de la Trinidad” en el antiguo idioma guez) y sus títulos de “Elegido de Dios”, “León Conquistador de la Tribu de Judea”[24], “Rey de Reyes y Amo de Amos de Etiopía,” porque desconocían que eran los títulos normales de un monarca etíope. Por ello, en el imaginario rastafari, su trono debía representar el de Dios en la tierra, establecido por la Alianza entre Dios y el Rey David mencionada en el Antiguo Testamento (2 Samuel 7).[25]

Aun buscando sobre todo en el Nuevo Testamento las profecías que justificarían la divinidad de Selassie, los rastafari ponen –como la Iglesia Ortodoxa Etíope— un énfasis mucho mayor en el Antiguo Testamento que otras iglesias cristianas. De ahí vendría la asociación, de un lado, de Sion con Etiopía, África, la Tierra Prometida, el Paraíso escatimado que habría que restaurarles, y, del otro, de Babilonia con el sufrimiento en la tierra en medio de la cultura blanca occidental, y por eso abrazaron con fervor las propuestas de Garvey de migrar al África.[26] Cuatro de las ocho fechas que los rastafari suelen celebrar se relacionan con Selassie (su cumpleaños real y su cumpleaños ceremonial, así como los aniversarios de su coronación y de su visita a Jamaica), y una quinta, con Etiopía: la Navidad Ortodoxa Etíope.[27]

En el origen de la cultura etíope están los pueblos sabeos, de origen semítico, que llegaron al país con su lengua guez y su escritura, provenientes de Arabia, alrededor del último milenio a.n.e., y allí se mezclaron con los negroafricanos kushitas. En Etiopía también existen falasha o “judíos negros”, cuyas prácticas debieron ingresar al país en fecha remota, teniendo en cuenta el tipo antiguo de judaísmo que siguen y su utilización de lenguas vernáculas etíopes, y no del hebreo, en la liturgia.[28] De otro lado, muchos rastafari dicen ser los legítimos israelitas, descendientes de una de las doce tribus de Israel luego convertidos en esclavos. Por ello tienden a observar una dieta ital según las normas del Antiguo Testamento (como los Ortodoxos etíopes), que excluye el cerdo. Por demás, algunos rastafari, aparte de la Biblia, valoran el Kebra Negast, “Libro de la Gloria de los Reyes,” escrito a fines del Siglo XIII para argumentar el origen salomónico de las dinastías gobernantes.[29] Fue justamente esa obra la que permitió a Selassie presentarse –exageradamente, hasta donde la historia ha podido demostrar— como rey número 225 de una lista ininterrumpida que comenzara, según la tradición, con Menelik I en el año 980 a.n.e.[30]

 

Repercusiones en África y el Caribe

 

La popularidad –más allá, la deificación— de Haile Selassie entre los negros de Jamaica y de otros puntos de la diáspora estalló en el instante de su coronación y debió sorprender al monarca: de hecho, a lo largo de los más de 40 años de la vida de Selassie como emperador –cual Dios distante— no existe ningún testimonio de sus opiniones sobre el movimiento rastafari.[31]

Como ocurría en los países europeos del Medioevo, el Negus estaba investido de la autoridad religiosa suprema, a la cabeza de la Iglesia Ortodoxa Etíope, por encima del Abuna, su máxima jerarquía nacional, subrayando la unión de los poderes religioso y político en una misma figura. Pero en los momentos de su coronación, como desde los inicios de la cristianización de Etiopía, a mediados del siglo IV d.n.e., la ortodoxia etíope era regida por el Papa Copto Ortodoxo de Alejandría, Patriarca de Toda el África,  situación a la que se puso fin en 1959. A partir de ese año, la Iglesia Ortodoxa Etíope se independizó, y entonces la autoridad religiosa de Selassie fue absoluta. No obstante, el Patriarca de la Iglesia Ortodoxa Etíope advirtió, en determinado momento, contra la excesiva “divinización” de Selassie y, según se dice, su iglesia ha bautizado y convertido a muchos rastafari al cristianismo Ortodoxo.

En Jamaica, la lealtad de los rastafari a quien era también jefe de estado de una nación extranjera tuvo grandes repercusiones. Al depositar toda su fe en Selassie en los inicios del movimiento, los rastafari se proclamaron ciudadanos libres de Etiopía, subordinados a su Emperador y devotos a su bandera: hasta los colores adoptados por los rastafari son los nacionales etíopes –rojo, amarillo o dorado y verde—, a los que Garvey agregó el negro. Esto condujo a una férrea represión del colonialismo británico en Jamaica, que causó muertes y el encarcelamiento de Leonard Howell en 1934, acusado de sedición[32] por calificar de impostor, en The Promised Key, al Rey de Inglaterra.[33] En los decenios siguientes el movimiento creció y la intranquilidad política fue en aumento, debido también a la agitación independentista. Aunque en el decenio de 1950-1959 Selassie había recibido a varios mayores rastafari e incluso permitió a algunos negros de la diáspora asentarse en tierras de su propiedad, en 1960 una delegación rastafari regresó de Etiopía, al parecer, disuadida de la posibilidad de emigraciones de negros caribeños en gran escala hacia aquel país.[34] En 1963, poco después del establecimiento de la sede de Organización de la Unidad Africana en Addis Abeba, lo cual realzó el prestigio de Etiopía en el mundo, Haile Selassie pronunció un memorable discurso en la sede de las Naciones Unidas que repercutió entre los rastafari por sus llamamientos a la paz, y que incluso sirvió de inspiración a una canción de Bob Marley. Posteriormente, en abril de 1966, Selassie visitó Jamaica y disfrutó de una acogida popular multitudinaria: muchos –como Rita, la que luego sería esposa de Bob Marley— creyeron ver señales de la divinidad de Selassie (es cierto que una prolongada sequía concluyó justo a su llegada) que los indujeron a afiliarse a los rastafari. Sin embargo, Selassie también aconsejó que antes de intentar emigrar a Etiopía, debían liberar al pueblo de Jamaica.[35] Pero Selassie siguió siendo un factor central en la ideología rastafari y, a menudo, en la política nacional jamaicana, como evidenciaría el líder del Partido Nacional Popular, Michael Manley, al aparecer durante la campaña electoral de 1972 con un bastón, regalo del Negus, con el que apelaba al apoyo rastafari.[36]

El derrocamiento de Haile Selassie en 1974 y sobre todo su muerte al año siguiente estremecieron la fe rastafari. Muchos seguidores se negaron a aceptar la muerte de un “Dios”, otros de nuevo buscaron explicaciones  en la Biblia y creyeron hallarlas en las profecías del Apocalipsis 2 Esdras 7:28; otros más lo creyeron un asunto normal y arguyeron que su espíritu permanecía omnipresente[37] y su divinidad no perecía, pues reencarnaría y seguiría además viviendo en cada rastafari.[38] Pero de todas formas la desaparición física de Selassie afectó al movimiento.

A pesar de ello, los rastafari siguieron operando en distintas direcciones. Muchos rastafari se han ido aproximando a la Iglesia Ortodoxa Etíope, y ya hay quienes asocian el movimiento  a esa Iglesia. Hay quienes alegan que hay inexactitudes deliberadas en las traducciones de la Biblia a los idiomas europeos y por ello se interesan en la versión al amárico que Haile Selassie autorizara en el decenio de 1950-1959, pues hasta entonces todos los ejemplares estaban escritos en el antiguo guez. Por ello, y por el deseo de aproximarse a la cultura etíope, hoy en día es frecuente hallar rastafari que estudian amárico.

Por último, y a pesar de que algunos rastafari critican el reggae como un producto comercial afín a Babilonia, la música, y más particularmente la figura de Bob Marley, han tenido una enorme importancia en la difusión de las ideas rastafari. Inspirado en el discurso mencionado de Haile Selassie, Marley compuso el siguiente texto de una canción:  

      

“Hasta que la filosofía que mantiene a una raza

       Superior y a otra inferior

       Se desacredite al fin y por siempre se abandone

       En todas partes hay guerra, yo digo guerra

       Que hasta que deje de haber ciudadanos

       De primera y de segunda de cualquier nación

       Hasta que el color de la piel de un hombre

No signifique más que el color de sus ojos,

Yo digo Guerra

Que hasta que los derechos humanos esenciales por igual

Se garanticen a todos, sin importar la raza

Esto es guerra

Que hasta ese día

El sueño de paz duradera, de ciudadanía mundial

Que impere la moralidad en el mundo

No serán sino ilusión que pasa

A perseguir sin alcanzar jamás

Ahora por todas partes hay guerra, guerra

Y hasta que los innobles e infelices regímenes

Que tienen a nuestros hermanos en Angola, en Mozambique

Sudáfrica en el cautiverio subhumano

Sean derrocados, totalmente destruidos

Bien, en todas partes hay guerra, yo digo guerra,

Guerra en el este, guerra en el oeste       

Guerra arriba en el norte, guerra abajo en el sur

Guerra, guerra, rumores de guerra

Y hasta ese día, el continente africano

No sabrá de paz, nosotros los africanos pelearemos

Nos es necesario y sabemos que hemos de vencer

Pues tenemos confianza en la Victoria

Del bien sobre el mal, bien sobre el mal, bien sobre el mal

Bien sobre el mal, bien sobre el mal, bien sobre el mal”[39]

 

En febrero de 2005, decenas de miles de personas convergieron en Addis Abeba, sede elegida por su viuda e hijos para conmemorar el LX aniversario del nacimiento de Bob Marley, fallecido en 1981, que proveyó el material para el documental Únete, África. Con su obra de humanidad y de paz, Marley encarna lo mejor del movimiento rastafari y su vínculo genético con la cultura etíope que sigue rehaciéndose e irradiando, vigorosa, en su tercer milenio.  

 

 

 


 

[1] Daily Monitor (Addis Ababa): “Ethiopia: Marley Documentary Film Premiered at National Palace”, 17 de septiembre 2007. Los festejos se realizaron con la colaboración con la Unión Africana, el gobierno etíope, la Comisión de la ONU para África, el Banco Mundial y UNICEF. (Ibíd.)

[2] Molla, Dr. A.: “Ethiopian Millenium Project”, http://www.millenniumethiopia.com/calendar.html

[3] Phillipson, D. W.: Ancient Ethiopia: Aksum: Its Antecedents and Successors, Frome & London, The British Museum Press , 1998, p. 145

[4] Phillipson, o.c., p. 9

[5] Pager, O.: Éthiopie: Manuscrits à peintures, Collection UNESCO de l’Art mondial, Paris, 1961, p. 15

[6] Para la explicación en detalle de los motivos que permitieron la conservación de la independencia etíope en esa crucial coyuntura, véase Rubenson, S.: The Survival of Ethiopian Independence, Londres, Heinemann, 1976, o su resumen en González López, D.: Etiopía, la oposición contrarrevolucionaria, La Habana, Ed. Ciencias Sociales, 1987, p. 21-59.

[7] Discurso de Garvey el 6 de junio de 1928 en el Royal Albert Hall de Londres.

[8] Discurso de 1927 citado en Barret, L. E.: The Rastafarians: Sounds of Cultural Dissonance, 1998, Library of Congress Cataloging in Publications Data, p. 67; también en “Rastafarians”,

http://www.africana.com/tt_010.htm, p. 2

[9] Ibid., p. 67

[10] Por cierto, aunque se habla convencionalmente de Howell como el “primer rasta”, se ha observado que varios otros predicadores callejeros en Jamaica y otras partes del Caribe ya habían llegado por su cuenta, hacia 1930, a la misma conclusión que él en lo referido a contemplar al soberano recién coronado en Etiopía como el ansiado Salvador de los negros –otros serían Joseph Hibbert, Archibald Dunkley, Leanord Howell and Robert Hind—, y de modo que se recomienda no dar a Howell todo el crédito de la fundación del movimiento. Véase “Rastafari movement”, Wikipedia, the free encyclopedia in http://en.wikipedia.org/wiki/Rastafari_movement)

[11] King, S.: “International Reggae, Democratic Socialism, and the Secularization of the Rastafarian Movement, 1972-1980”, Popular Music and Society, 22 (3), 1998, p. 51-52

[12] Patterson, O. "Ras Tafari: The Cult of Outcasts." New Society(1), 1964, p. 16. Los otros cinco principios eran “el odio hacia la raza blanca, la total superioridad de la raza negra, la venganza contra los blancos por su maldad y la negación, persecución y humillación sufridas a manos del gobierno (y) las entidades legales jamaicanas” (Ibíd.)

[13] Ibid., p. 16

[14] “Rastafari movement”, Wikipedia, o.c.,

[15] Ibid.

[16] Branch, R.: “Rastafarianism”, in The Watchman Expositor: Rastafarianism Profile http://www.watchman.org/profile/rastapro.htm

[17] Ibid.

[18] “Rastafari movement”, Wikipedia, o.c.

[19] Branch, o.c.

[20] Pettiford, E. T.: “Rastafarianism”,  in http://saxakali.com/caribbean/EdP.htm

[21] “Rastafari movement”, Wikipedia, o.c.

[22] Ibid.

[23] Entre la fecha de la coronación (1930) y la invasión italiana (1935), cuando Selassie realizó extraordinarios pero inútiles esfuerzos diplomáticos para evitarla, sus fotos aparecieron abundantemente en la prensa mundial: de hecho, fue el primer rostro negro en la portada de Time Magazine (el 3 de noviembre de 1935), que lo nombró “personaje del año” en 1935 y ya había publicado, al igual que la National Geographic, dos artículos en números consecutivos sobre la coronación. Pero también en países del Caribe la prensa local estuvo muy al tanto del joven monarca. Véase “Rastafari movement”, Wikipedia, o.c.

[24] Los dreadlocks rastafari, inspirados en los combatientes kikuyu de Kenya de principios del decenio de 1950-1959, imitarían la melena del león.

[25] Pettiford, o.c.

[26] Ibid..

[27] Las otras tres son los cumpleaños de Marcus Garvey y Bob Marley y el aniversario de la abolición de la esclavitud.

[28] Phillipson, o.c., p. 20, observa que por ello “no son judíos en el sentido que habitualmente se atribuye al término hoy día,” si bien “comparten un ancestro común con el judaísmo moderno”.

[29] Ibid., p. 140

[30] “Rastafari movement”, in Wikipedia, o.c.

[31] “A Sketch of Rastafari History”: http://www.cc.utah.edu/~jmr08860/rasta1.html, p. 2

[32] “Rastafari movement”, in Wikipedia, o.c.

[33] Ibid.

[34] Barret, o.c., p. 100-101

[35] Barret, o.c., p. 158-160

[36] “Rastafari movement”, Wikipedia, o.c.

[37] Cashmore, E.: “Rastaman: The Rastafarian Movement in England”, London, 1979, G. Allen and Unwin, p. 59-60

[38] Branch, o.c.

[39] Pettiford, o.c.