La Ultima Ofensiva Revoluciónaria de Fidel Castro

por  Nelson P Valdés
Reforma (Mexico)
27 de enero 1998

 

ingles
 

Fidel Castro, líder histórico de la Revolución cubana, se ha caracterizado por tener un pensamiento y una visión política netamente estratégica. La visita del Papa a Cuba es necesaria entenderla en ese contexto, de lo contrario sería imposible explicar la razón fundamental de la invitación y el momento en que se realiza.

 

El proceso revolucionario cubano confronta tres grandes cuestiones: El primer problema es cómo mejorar la economía del país e integrarla de una manera aceptable al sistema capitalista mundial. Desde 1991 las medidas adoptadas por el gobierno cubano buscan ese modelo. Aunque todo no se ha hecho en esta esfera, se pueden observar algunos resultados, pero mucho queda por andar.

 

El segundo problema del gobierno cubano es cómo recupera su legitimidad política - perdida de manera dramática, particularmente después de la desaparición del bloque soviético. Esto en sí se convierte en un problema aún más complejo y profundo si se toma en consideración la salud de Fidel Castro. A las dificultades de la legitimidad se suma la necesidad de considerar seriamente el traspaso del poder revolucionario a otras manos; sea Raúl Castro u otro.

 

El tercer gran problema es la relación de Estados Unidos con Cuba, o como liquidar o reducir la presión norteamericana sobre el gobierno en La Habana. Es obvio que una crisis de traspaso del mando revolucionario, si sucediera en un futuro immediato, impone al sucesor de Fidel Castro gravísimos problemas al mismo tiempo. Si no se recupera la legitimidad y no se disminuye o termina la presión norteamericana, entonces el sucesor  tendria que gobernar con mano dura y posiblemente bajo el mando de las Fuerzas Armadas.

 

Fidel Castro busca encontrar la salida a estos problemas. La visita del Papa bien pudiera ser sugerente del pensamiento estratégico del comandante en jefe. La apertura religiosa es el método que la dirección revolucionaria ha escogido para aumentar su legitimidad interna y externa, pues la Iglesia Católica enfatiza que toda transicion debe ser pacífica aún cuando pide mayores libertades individuales y civiles. Una apertura religiosa bien puede tener impacto sobre la política de Washington hacia La Habana. La visita del Papa ocurrió como parte de una iniciativa estratégica y prágmatica cubana, posiblemente la visión mas original y osada en 37 años de experiencia revolucionaria.

 

Ya se puede observar una apertura religiosa en la isla.

 

Este proceso se inicia con el Congreso del Partido Comunista en 1991 al permitirsele a los creyentes la entrada en las filas del partido. Pero en esos momentos todavía no parecía existir una clara estrategia  del papel que bien pudiera jugar la Iglesia Católica cubana como un elemento estabilizador y de legitimidad. La apertura en esos momentos fué hacia los creyentes, y no con la institución de la iglesia.  La intencion era aumentar la base social del gobierno cubano. La Iglesia Católica, de su parte, no auspició la entrada de creyentes en las filas del Partido Comunista.

 

La iniciativa partidista sucedió en los precisos momentos (1991) en que aparece la encíclica papal  Centesimus Annus declarando que el capitalismo no constituia la respuesta absoluta a los problemas de la humanidad. El Papa anticomunista, para los observadores en La Habana, adoptaba una perspectiva de crítica al neoliberalismo capitalista. El enfasis en la justicia social, su oposición al embargo, y su denuncia del pago de la deuda externa fueron elementos que llamaron la atención de analistas en La Habana. El Papa hablaba un lenguaje muy parecido o coincidente con Fidel Castro. Pero el Vaticano y la Iglesia isleña no parecían hablar todavía el mismo lenguaje.

 

Comenzó entonces lo que dió en llamarse en Cuba “el destape” religioso, y comenzaron a aparecer en todos los sectores de la sociedad cubana gente religiosa - que lo decía públicamente y comenzaba a practicar sus creencias. Ya en Diciembre 1991 en una carta los obispos cubanos decían a los sacerdotes  que se podía constatar que se estaba dando en el mundo y en Cuba un proceso de tránsito de la confrontación al diálogo, del enfrentamiento a la colaboración.  Pero no estaba claro como se manifestaría dentro del país.

 

La reforma constitucional de 1992 ya marcaba una iniciativa estatal que aunque no abría explícitamente nuevos espacios a la iglesia, redefinía las funciones del Estado cubano. Ya no sería un Estado que auspiciara el ateismo, pues el Estado se definía como laico. No era una apertura, ni se ofrecían nuevos espacios; pero, al menos, el Estado creaba nuevos fundamentos para desarrollar sus relaciones con la iglesia.  Sin embargo, en la práctica hubieron numeros avances en la libertad religiosa.

 

La relación mejoró ostensiblemente durante Octubre 1992 cuando la conferencia de obispos declaró su “rechazo a todo lo que pueda aumentar las grandes dificultades económicas que sufre actualmente el pueblo cubano,” una referencia obvia a la entonces recién adoptada Ley Torricelli por el Congreso norteamericano.

 

Aún con el abandono del ateismo y la posibilidad de entrada de creyentes al Partido Comunista no era suficiente para la Iglesia, ella comenzó a demandar el cese de toda discriminación por motivos religiosos, presentes todavía en la vida cotidiana. La jerarquía pedía reformas constitucionales al artículo 2, 18 y 54 a fin de tener acceso al sistema educacional estatal, poder tener sus propias escuelas y ponerle fin a la educación en la concepción materialista del universo. Todavía en esos momentos no parece que estuviera claro para ninguna de las dos partes, la colaboración que pudiera desarrollarse o sus fines a largo plazo.

 

Ya en 1993 fueron mejorando las relaciones Estado-Iglesia, aunque la progresiva crisis de los balseros llevó a la jerarquía Católica a asumir una posición equidistante del proyecto revolucionario y de la oposición.  En 8 de Septiembre de 1993 los Obispos dieron a conocer el documento “El Amor Todo lo Espera,  que fue un llamamiento a los cubanos y a los “que ostentaban mayores responsabilidades”.

 

Los obispos declararon su apoyo al diálogo, argumentando que la crisis cubana era debido a la división entre cubanos. Al mismo tiempo el documento decía que en las graves circunstancias no se daban cambios reales en lo economico, ni en lo politico y social,  y que “los logros alcanzados podrían quedar dispersos tras años de sacrificios.”  La Iglesia se auto-definía como mediador pero a la vez prescribía que se debía hacer.  La reacción del gobierno, informalmente, no se hizo esperar - numerosas declaraciones aparecieron en la prensa contra el documento. La tensión pública entre el Estado y la Iglesia duró poco tiempo, en los dos años posteriores, la institución enfatizó su trabajo misionero, evangélico y asistencial así como  su crecimiento institucional. 

 

A finales de 1995 el Vaticano y el Estado cubano comenzaron intensos contactos y colaboraciones.  Y esto a su vez abrió nuevos espacios a la Iglesia cubana. Es entonces cuando parece que la dirección revolucionaria concibió su estrategia de incorporar a la Iglesia Católica a un proceso altamente complejo que permitiría que ésta jugara un papel mediador entre los cubanos de la isla y los exilados. Esto tendría consecuencias importantes pues significaría que una institución de importancia que no fuera el Estado o el partido Comunusta favorecería la conciliacion, y el tránsito pacífico, además de la integración de los católicos a un proyecto nacional. Siempre que los mismos aceptaran hacerlo. La incorporación de los católicos bien podría ser una  presión social y moral dentro y fuera de Cuba para cambiar a la comunidad cubana exilada y al gobierno norteamericano en sus respectivas  políticas hacia Cuba.

 

La importancia de la visita del Papa va mucho mas allá de ganar posiciones y espacios para la Iglesia Católica o aumentar las libertades religiosas de los cubanos. Aunque ambas cosas han estado sucediendo y continuaran. No podemos limitarnos a ver si el Papa hizo un llamamiento a favor de los derechos civiles y políticos o declaró injusta la política norteamericana hacia la Isla.

 

La visita del Papa es un momento espectacular congruente con la estrategia revolucionaria - que busca una eventual transición política en la isla sin tener que confrontar la  poderosa oposición norteamericana o la falta de legitimidad del proyecto revolucionario. Evitar la guerra civil es el gran riesgo que Fidel Castro ha aceptado tomar, pero para escapar de  ese peligro es necesario que el gobierno en Washington, los cubanos en Miami y en la isla, la propia Iglesia Católica y el Vaticano,  comprendan la razón real de esta apertura religiosa, en otras palabras, de la última ofensiva revolucionaria de Fidel Castro.

 

 

 

home