La primera no está en el calendario
Muchas
adolescentes se preguntan cuál es la edad
perfecta para iniciar su vida sexual. La
experiencia demuestra que es mejor escuchar al
cuerpo y los sentimientos propios antes que
seguir una moda o aceptar las presiones del
grupo de amigos
Aloyma Ravelo y Mileyda Menéndez
Maira se siente un «bicho raro». Tiene 20 años y
es virgen. Intenta no desesperarse mientras las
amigas cuentan sus experiencias y ella debe
permanecer en silencio. Cuando la presionan para
que diga su historia, se sonroja y evade las
interrogantes.
«No me gusta hablar de mis cosas», dice, pero en
su interior piensa: «Todo, menos decir la verdad».
¿Y por qué Maira se siente tan incómoda? ¿Es
acaso una meta, o una moda, perder la virginidad
antes de una edad preformulada?
A juzgar por los resultados de algunos estudios
sobre comportamiento sexual, realizados en Cuba
en la última década, la tendencia entre las
muchachas es a iniciarse en el sexo poco después
de celebrar los «quince». Como si un álbum de
fotografías satinadas marcara el «antes» y el «después»
de este importante paso.
Adolescentes de uno y otro sexos nos escriben
preguntando por la edad ideal para que ellas «empiecen»,
como buscando algo que avale esa costumbre. La
respuesta a esta inquietud es simple: no existe
tal fecha.
LA VIDA NO ES UN NÚMERO
Cada individuo madura física y psicológicamente
a su tiempo. Forzar ese ritmo no trae placer,
sino disgustos y, a largo plazo, algunas
disfunciones sexuales.
Médicos, especialistas en adolescentes,
cientistas sociales y otros expertos en la
materia reconocen, internacionalmente, los daños
que implican las relaciones precoces para las
muchachas, entendidas estas como las prácticas
coitales (con penetración) llevadas a cabo
dentro de los tres primeros años posteriores a
la menarquia, es decir, a la primera
menstruación.
Si una chica tiene su primera regla a los 13
años y se inicia sexualmente a los 15, una
simple cuenta da a entender que ni su organismo
ni su psiquis están preparados para un encuentro
de esa naturaleza.
¿Quiere esto decir que pasados los tres años ya
está apta para la vida sexual activa? Pudiera
ser, pero la vida no son solo números o años en
el almanaque.
Las experiencias eróticas deben seguir —como
sugiere José Martí a su hermana Amelia en una
hermosa carta— un camino pausado y de naturales
progresos: de flor a fruto, a semilla, a
arbolillo…
Por ejemplo: una chica que nunca ha tenido
novio, aunque tenga 16 o 17 años, no tiene por
qué debutar en su vida amorosa con una relación
sexual completa, y mucho menos si lo hace por
cumplir un «programa» que trazaron para ella sus
amistades o por satisfacer el ego de algún
pretendiente, tal vez presionado también por el
grupo.
Tal salto afecta, cuando menos, su equilibrio
emocional, y niega la evolución sana de su
sexualidad. Es normal entonces que sienta miedo
o se muestre insegura, porque no estaba
preparada para algo así.
Quienes hoy andan por los 15 bien pueden hablar
de las incertidumbres que provoca el desarrollo
puberal, las transformaciones del cuerpo y hasta
el cambio psicológico fundamental que significa
la búsqueda de una identidad adulta.
Convertirse en una persona sexualmente activa,
con los riesgos que eso implica, despierta un
lógico temor: no hay por qué avergonzarse de
ello. Lo preocupante es que a veces se toma a la
ligera, como si fuera un simple cambio de
peinado o de distracción.
UNA DECISIÓN PERSONAL
Es cierto que algunas chicas siguen la
trayectoria que marca el grupo o ceden a la
presión de su pareja, creyéndose obligadas a
darle la archiconocida «prueba de amor», que
solo sirve para demostrar que en las relaciones
humanas no se ha inventado mucho en los últimos
tiempos, por más que algunos lo crean.
Iniciarse en el sexo, como elegir estudios,
aficiones, amigos o modos de vida, debe ser una
decisión propia, meditada: un acto consciente
del que se espera algo bueno, que va a aportarle
a la vida alguna riqueza espiritual y
sentimental, además de resultar placentero para
el cuerpo.
Este acto merece una actitud reflexiva, que
tiene como elemento imprescindible el estar
dispuestas a negociar el uso del condón para
evitar posibles embarazos o ITS.
Ninguna adolescente debe sentirse compulsada por
los demás ni violentarse a sí misma en esa
decisión, solo para estar a tono con las
amistades, la moda o el «qué dirán». Tras el
baile, o las fotos, no tiene por qué venir la
cama.
El sentirse «rezagada» a veces lleva a pensar
que algo malo ocurre. La joven se cuestiona por
qué no tiene los mismos intereses sexuales que
otras, pero tal preocupación no tiene
fundamento. Lo más importante es estar bien
consigo misma, sin hacer caso de alardes ajenos,
que a veces son falsos, para quedar bien con la
presión social.
A juzgar por las cartas y conversaciones con
adolescentes que nos cuentan su primera vez, se
puede sacar al vuelo una conclusión: mientras
más edad, mejor ha sido. Y viceversa.
Aquellas que han tenido una iniciación sexual
como la soñaron, que tuvieron la paciencia de
aguardar a la persona «ideal» y el momento en
que ellas se consideraban con esa necesidad, sin
dejarse presionar por otros, son más dueñas de
hacer que su vida sexual sea fructífera y feliz,
de principio a fin, y por tanto están menos
expuestas a fracasos y disfunciones.
No importa la edad —siempre que
hayan pasado tres años al menos de la primera
menstruación— lo que sí interesa es que esa
iniciación tenga su encanto, no traiga
consecuencias nocivas para la salud y sea un
momento para recordar con agrado por el resto de
nuestra vida. |