Yo me entrené para venir en el Granma

A 50 años de aquella epopeya, la Heroína del Moncada Melba Hernández narra vivencias de su estancia en México

ORFILIO PELÁEZ
pelaez@granma.cip.cu

http://www.granma.cubaweb.cu/2006/08/25/nacional/artic03.html

Ha transcurrido medio siglo y en la memoria de Melba Hernández Rodríguez del Rey, todavía perduran recuerdos muy profundos de aquellos meses de 1956 vividos en México, dedicados a preparar el destacamento de combatientes que luego vendría en la expedición del Granma.

"Para nosotros la estancia en ese querido país fue muy valiosa, estuvimos en una verdadera escuela de hermandad, de disciplina, vivíamos muy apretados económicamente, con mucho sacrificio. Sin embargo, nadie se quejaba, jamás perdimos la alegría, éramos muy cubanos, y todo esto sirvió para unirnos más alrededor de Fidel."

Cada día que pasaba, cuenta la Heroína del Moncada, era jornada de esperanza, de confianza de que pronto estaríamos de regreso en la Patria para iniciar la lucha armada contra la tiranía, y sobre todo, de agradecer a la vida la presencia de ese gran jefe que supimos seleccionar; yo todavía lo siento así. Por mi vida han pasado dos extraordinarios compañeros que siempre estarán ahí y aún me emociono cuando hablo de ellos: uno es Fidel, y el otro, Abel Santamaría.

Melba, leyenda viva en la historia de la Revolución cubana.

Melba habla con gran orgullo de sus padres, de los valores que supieron inculcarle y de la gran ayuda que recibió de ellos en México.

"Todos los lunes en el vuelo de Cubana de Aviación, mamaíta y papaíto mandaban algún dinero y alimentos, que Chucho Montané ( su esposo en aquella época ) y yo compartíamos con los demás compañeros del Movimiento."

A pesar de la juventud de la mayoría del grupo, enfatiza que casi nunca iban a fiestas. Más allá de la existencia de un estricto reglamento disciplinario que el propio Fidel redactó, "nosotros teníamos una sola fiesta : acabar de liberar a Cuba de la feroz tiranía que estaba padeciendo. Los jóvenes de hoy han oído hablar de tan terrible época, pero no la vivieron. Este pueblo sufrió mucho, nos asesinaron a infinidad de compañeros, no es posible olvidar la caída de Abel y de tantos otros".

Para esta mujer que a sus 85 años es una leyenda viva en la historia de la Revolución cubana, el momento más duro de su estancia en México ocurrió una fría noche del mes de noviembre de 1956, cuando Fidel le comunicó que no vendría en la expedición del Granma.

"Yo siempre tuve un carácter muy fuerte, y ni siquiera Chucho Montané, que era mi esposo, se atrevió a decirme nada sobre el asunto. Fue el propio Fidel el que habló a solas conmigo y me dijo que se trataba de una decisión suya."

Melba con Jesús Montané Oropesa en México.

Hace una pausa en la conversación, como si quisiera traer al presente todo lo que pasó por su cabeza en ese instante.

"Sentí una gran desilusión. Desde mi llegada a México había hecho todo el entrenamiento como cualquier otro compañero. Primero eran unas caminatas largas, bien largas, que comenzaban al amanecer por diferentes avenidas del Distrito Federal, la calle Insurgentes; luego las prácticas de tiro, la preparación física, era una más del destacamento y estaba segura de que vendría, pero ¡a quién no convence Fidel con la palabra!

"Recuerdo que me dijo: es una imprudencia inadmisible permitirte viajar en una pequeña embarcación llena de hombres, en condiciones de tanto hacinamiento. Mantente en tu puesto y no te desalientes porque jamás te dejaremos fuera de la lucha, y así fue."

En las primeras horas de la madrugada del 25 de noviembre de 1956, Melba Hernández tuvo el privilegio de estar entre las pocas personas que fueron testigos en el río Tuxpan de la histórica salida de los 82 expedicionarios hacia Cuba, a bordo del yate Granma.

Afirma que cuando lo vio así tan chiquito, comprendió mejor lo que Fidel le había dicho. Supo entonces que además de ir sobrecargada, la embarcación tenía algunas dificultades con los motores.

"Estuve allí hasta el último minuto y despedí al barco. Fue un momento inolvidable, de infinita emoción, recuerdo que también estaba el Cuate. Poco antes de la partida, Fidel encargó al ingeniero mexicano Fofó Gutiérrez enviar los telegramas para Cuba anunciando que el destacamento armado ya se dirigía a la Patria."

Afirma no haber sentido preocupación con el mal tiempo imperante. "Yo estaba segura que con Fidel al frente, el yate llegaba. Si venía Fidel, no podía fallar nada y el yate llegó".