Ernesto Cardenal
Ante todo hay que decir que es una personalidad genial. Pero no es solamente
un genio, sino muchos genios. Se le conoció primero como un genio
guerrillero. Después se ha revelado ser también un genio como estadista: uno
de los más grandes estadistas de su tiempo, destacándose sobre todos ellos
por haber gobernado tantos años con gran habilidad, o si se quiere con mucho
éxito, enfrentándose al poder más grande del mundo en condiciones tan
desiguales.
Hay que agregar además que es un gran genio de la oratoria, yo diría que no
sólo es de los más grandes oradores de su tiempo sino de toda la historia.
Es asombroso ver cómo cautiva al auditorio, en Cuba y en cualquier otro país,
hablando horas y horas, sin tener los discursos escritos como lo hacía
Demóstenes, y a veces sin haberlos preparado siquiera, completamente
improvisados.
A diferencia de sus rivales los presidentes de Estados Unidos, que al decir
de Gore Vidal no pueden escribir sus propios discursos sino tienen alguien
que se los escriba, y a veces ni siquiera los pueden leer. Es un genio
también en una gran cantidad de conocimientos. Es profundo en temas de
agricultura, en temas de medicina, en economía (tal vez el más grande
experto mundial en cuanto a la deuda externa), en electrónica, recursos
energéticos, y muchas cosas más.
Gabriel García Márquez me ha contado del acierto y profundidad con que ha
analizado por la mañana una novela suya que acababa de leer la noche antes.
Hace unos pocos años decidió estudiar la Teología de la Liberación, de la
que no sabía nada, y algunos teólogos de esta teología me han contado cómo
había llegado a ser un experto en ella. Podría agregar también que es genial
en cuanto a la memoria: yo mismo soy testigo de cómo un tema inconcluso del
que había conversado conmigo hacía diez años lo retomó cuando me volvió a
ver diez años después (siendo tantas las personas que él ve). También es
famosa su facilidad para retener los números y para hacer operaciones
matemáticas instantáneas.
Como alguien que lo ha tratado personalmente algunas veces, puedo atestiguar
que es una personalidad fascinante: afectuoso, de voz muy suave, cortés, y
aun tierno. Familiariza con cualquiera desde el primer momento. Es ingenioso,
ocurrente, y siempre hace reír… Todo esto explica que para el pueblo de Cuba
haya sido un personaje indispensable, que haya gobernado por tanto tiempo
(no por las armas, pues no gobierna por las armas) y que tenga tan inmensa
popularidad. Y también que tenga los enemigos que tiene.