Diálogo Inter-Cultural e Inter-Religioso.

Regla de Ocha e Iglesia Católico-Romana en Cuba.

 

Por: Msc. María I. Faguaga Iglesias

        Historiadora y Antropóloga

 

 

 

                                                                      (…) el derecho a ser iguales siempre que

                                                                      las diferencias nos disminuyan; tenemos

                                                                      el derecho a ser diferentes siempre que

                                                                      la igualdad nos reste características.

                                                                           

                                                                                 Boaventura de Sousa Santos[1]

 

 

 

INTRODUCCIÓN

   Cuando nos referimos al diálogo inter-cultural e inter-religioso en Cuba la experiencia indica que aparecen dos reacciones contrarias –con independencia de la gama de matices intermedios, de los cuales no haré mención-, estas son: una actitud de expectativa –ante la cual surgen interrogantes del tipo: ¿Diálogo? ¿De qué habla? ¿Cuál es su propuesta? ¿Intenta ser original?, y así, un largo etc.- y/o una actitud de incredulidad –entonces, estas interrogantes suelen ser más concentradas-: ¿A qué se refiere con inter-cultural? ¿A qué con inter-religioso?, en tal sentido se ha dicho: ¿Por qué el guión?, ¿Por qué el prefijo inter? interpretando que ambos –guión y prefijo- dividen;[2] servirme de estos, aclaro, me permite visualizar la idea que pretendo transmitir de interrelación entre los diferentes componentes de la cultura nacional cubana, específicamente entre las religiones.

 

   La expectativa generada suele acompañarse de la incredulidad y, generalmente, el rechazo no es al tema, sino al vocablo diálogo, que por razones múltiples en nuestro contexto ha dejado una estela de recelo, sugiriendo no muy buenas intenciones ocultas. La actitud de incredulidad frecuentemente va asociada al rechazo, justificándose en aquella vieja tesis –no del todo superada- que muchos consideran inamovible: tenemos una cultura nacional sólidamente monolítica, dicen, agregando que no hay, por tanto, necesidad de diálogo y, elemento relevante, para algunos esa cultura nacional tiene un basamento indiscutiblemente católico, para otros su cimiento es incuestionablemente afro, y, apenas tres lustros atrás, muchos otros se afanaban en buscar un fundamento ateo a esa, nuestra cultura.    

 

   En las actuales circunstancias internacionales, en que los conflictos violentos –bélicos o no- han pasado a formar parte de la cotidianidad y se han incorporado tan profundamente en la psiquis que pocas veces nos detenemos a preguntarnos por qué la prensa no siempre los refleja –conflictos que igualmente involucra a América Latina, donde frecuentemente resultan de sus inconclusos procesos independentistas y/o liberadores, con elevadas deudas en sus pactos sociales-, es imprescindible procurar y asirse a las opciones pacíficas, generadoras de enriquecimiento; oponer estas a las alternativas violentas, esencialmente empobrecedoras. El diálogo se halla en ese primer grupo de posibilidades. Consecuentemente destaca la necesidad de abrirnos (…) al diálogo intercultural como forma de cultura que el pluralismo cultural demanda.[3]

  

   Ante tan dispares criterios, conducentes a conductas que pueden tener –están teniendo- consecuencias negativas, frente a los crecientes signos de hostilidad y, paralelamente, de disposición para la tolerancia y para el acercamiento desde la apertura al entendimiento, el dialogar se impone como necesidad aunque, para conseguirlo, debamos vencer primero nuestros inconfesados temores. En el tránsito por el camino que conduzca al diálogo es necesario mirar a la historia –pasada y presente- mas sin utilizarla como escudo; vale la pena reconocer nuestros orígenes y nuestras herencias –positivas y negativas-, nuestras creaciones y/o recreaciones, y los modos en que nos proyectamos micro y macro socialmente hacia el futuro, modos en los que tendremos que continuar luchando –en perseverante resistencia- con las tentaciones a la homogeneidad, al absoluto y a lo definitivo. Traer del discurso poético a la subjetividad social –su lugar de origen- el Son número 6 de Guillén reconociendo elementos que contribuyan a despejar nuestra mirada sobre la realidad:

                                                            

                                                     

                                                      Estamos juntos desde muy lejos,                                                                                               

                                                      jóvenes, viejos,

                                                      negros y blancos, todo mezclado;

                                                      uno mandando y otro mandado,

                                                      todo mezclado;

                                                      San Benedito y otro mandando,

                                                      todo mezclado;

                                                      negros y blancos desde muy lejos,

                                                      todo mezclado (...)[4]

  

 

 

 

TRANSCULTURACIÓN Y ASIMETRÍAS

   La realidad de nuestra cotidiana transculturación, expresada biológicamente en una creciente tendencia al mestizaje y religiosamente en la tendencia al sincretismo, no nos libera de la conflictividad con que esta, en sus diversas expresiones, puede ser/es vivenciada. Si a todos enriquece, paradójicamente, unos la vivencian positivamente, experimentándola como goce y motivo de crecimiento, mientras otros la sienten como pesada carga de la que es preciso huir o que, al menos, se debe intentar ocultar, negar. Unos, la utilizan como fuente nutricia; otros, la resienten como trauma. Cuatro décadas de igualdad constitucional y del ya pareciera descontinuado igualitarismo no borran más de cuatro siglos de extremas y forzadas diferenciaciones económicas, políticas y consiguientemente sociológicas, enmascaradas en reales y visibles diferencias culturales y, digamos, raciales.[5] Los cubanos de hoy somos los herederos, para bien y para mal, de los criollos –convivimos todavía con personas que no han rebasado la fase del criollismo[6]- y de los cubanos de ayer, lo que halla expresión en los espacios culturales / religiosos.

   Afro-América fue pionera en el surgimiento y desarrollo de la Teología de la Liberación (TdL); en gran parte de esta región física-cultural existe una práctica –no sin obstáculos y conflictos- más o menos explícita de diálogo inter-religioso de más de una década; la región acogió con prontitud la Teología Negra, elaborada en África; el movimiento de teólogos negros es en esta zona una realidad vigorosa; desde el movimiento laico comprometido con la realización evangélica prístina también se hace escuchar con fuerza la voz de los cristianos negros y mestizos, que no piden la creación de Iglesias negras –lo que históricamente sucedió en Norteamérica-, sino que trabajan por acceder a un espacio en igualdad de condiciones que el resto de la población cristiana, pero atendiendo a sus necesidades diferenciadas (ej. valoraciones de sus culturas originarias, expresarse a través de estas en sus comunidades religiosas, no tomar en cuenta el color de la piel en la aceptaciones de vocaciones…); se han instituido los encuentros entre sacerdotes cristianos y sacerdotes de las religiones afro.

   Significativamente, nada similar sucede en Cuba… hasta el momento. Si en la ciudad brasilera de San Salvador de Bahía –tan similar culturalmente a nuestra sociedad-, en la Igreja do Rosario –popularmente conocida como Igreja dos Pretos- es cotidiana la realización de un culto de carácter inculturado, donde muchos laicos –con independencia de su nivel de participación en el mismo- lucen atributos que les identifican como fieles seguidores del Candomblé, y el coro interpreta sus canciones desbordándose emocionalmente al compás de instrumentos musicales de procedencia afro, sin que eso suscite preocupación para el sacerdote y, a pesar de no ser aprobado por la Santa Sede y de no contar con el beneplácito de toda la Conferencia Episcopal Brasileña ni de toda la comunidad católica del país, continúa su curso, estamos aquí muy distantes de estas manifestaciones de la realidad cultural / religiosa de aquella nación.

   En Cuba no tuvo igual suerte el único intento conocido de contar con una liturgia análoga. En los años ´90 (S. XX), en la ciudad de Matanzas, un joven sacerdote católico llevó al templo a sus amigos santeros y realizó un oficio religioso con cantos que, acompañados por tambores batá,  estos interpretaron. Curiosamente, la osadía no provino de un sacerdote cubano, sino español.[7]  La feligresía quedó desconcertada. Las autoridades eclesiales también. Breve tiempo después: traslado del sacerdote hacia otro país. La feligresía de la parroquia matancera apenas recuerda lo ocurrido. ¡Tan rápido pasó! dijo un feligrés, negro, abakua y santero, que apenas fue creíble. Él, dijo, hubiera deseado que se repitiera. Espera que alguna vez suceda, pero no sabe si lo vea. Edad: 44 años. Asiste de vez en cuando a misa y nunca creyó posible que algo así sucediera. Aseguró: Fue una sorpresa.[8]

   Cuba y Brasil… Afro-América: toda. Sociedades marcadas por las huellas de la violencia sobre las que se fundaron: CON LA CRUZ Y CON LA ESPADA fueron descubiertas o encontradas, conquistadas y evangelizadas. Evangelización funcionando como soporte ideológico de la conquista, de ayer y de hoy.[9] Poder político y religioso en connivencia, hermanados por un mismo cordón umbilical: poder económico, sustentado sobre la base de la riqueza del trabajo esclavo... el sujeto objetivado, enajenado, convertido en mercancía que produce mercancía y genera plusvalía. Trabajo esclavo como sustento para el despegue capitalista de Europa, a la que ideológicamente heredaron los blancos y hasta muchos mestizos criollos americanos; herencia ideológica que pervive como sustrato –consciente o no- en el accionar de muchos.

 

   De esas primeras realidades, generadoras de asimetrías mantenidas con o sin recreaciones por más de cuatro siglos, somos herederos todos: blancos, negros y mestizos; religiosos o no; cristianos, afro-religiosos y ateos. En esas primeras asimetrías, en que lo común era que, al menos en esta Isla, la mayoría de la población fuera inmigrante –unos por voluntad y otros por fuerza, lo que también deja huellas-, el Cristianismo, en su modalidad católico-romana, fue religión importada, auto erigida en hegemónica y hegemonizante; la Regla de Ocha fue la primera de nuestras religiones cubanas –la única, aseguran algunos estudiosos-, surgida en la clandestinidad y obligada a permanecer en la subalternidad, lo que le fortaleció y preparó para las adversidades. El Cristianismo fue la religión del poderoso; la Regla de Ocha lo fue del cautivo. Sus condiciones históricas, a tenor de las cuales se organizaron sus estructuras –para el Cristianismo vertical y marcada por el autoritarismo, para la Regla de Ocha horizontal y marcada por la tolerancia-, condicionan hasta la actualidad las actitudes de gran parte de sus miembros en tanto partícipes de la macro sociedad de la que formamos parte. Esa herencia se advierte en nuestras instituciones; el lenguaje utilizado –definido por excesos, descalificaciones y omisiones- y los sustratos que en estos se aprecia, lo confirman.

 

   La preocupaciones manifiestas de la jerarquía católica respecto a las afro-religiones y la utilización de términos anacrónicos y minimizadores para referirse a estas –sectas, supersticiones y cultos sincréticos, son los preferidos, por cierto, coincidiendo durante mucho tiempo con funcionarios y estudiosos oficialistas, llegando incluso más lejos al calificarlas de mediocridades-, influyen en las percepciones y en los discursos de una parte numéricamente importante de los miembros de su estructura eclesial, incluida la  feligresía. Según la religiosa católica Marta Lee –entre las pocas personas pertenecientes a la estructura eclesial católica en Cuba que estudian las afro-religiones- se trata de religiones que encierran temor, pues sus orishas no muestran bondad ni misericordia.[10] Recientemente aparecieron en una de las publicaciones de la Iglesia católica en Cuba de mayor circulación en el territorio nacional y en el exterior, estos versos… ¿ingenuos???:  

 

                                                      ¿Qué pueblo del interior

                                                      no lleva un santero a bordo?

                                                      de esos que si el lío es gordo,

                                                      resuelve más que un doctor.

                                                      Lo mismo alivia un dolor

                                                      que cualquier tipo de mal,

                                                      y hay en él confianza tal

                                                      en el pueblo y veguerío,

                                                      que la cola en su bohío

                                                      es más que en el hospital.

 

                                                      El santero atiende igual

                                                      al rico y al sin peseta;

                                                      el fármaco que el receta

                                                      se compra en el yerbazal.

                                                      Es hombre honrado y cabal,

                                                      y con cierta educación.

                                                      Yo no sé con precisión

                                                      si es con Dios o los demonios,

                                                      pero arregla matrimonios

                                                      o los lleva a perdición.

 

                                                      Alivia el mal del riñón,

                                                      y sus poderes son tales,

                                                      que también alivia males

                                                      del alma y del corazón.

                                                      Es un experto en cuestión

                                                      de frigidez e impotencia,

                                                      y es bien amplia la creencia,

                                                      en toda la vecindad,

                                                      que el mal de esterilidad

                                                      cura mejor que la ciencia.

 

                                                      Se sabe de la experiencia

                                                      de un hombre y una mujer,

                                                      impedidos de tener

                                                      una mutua descendencia.

                                                      El santero, con paciencia,

                                                      hizo al marido yerbero;

                                                      le enseñó el herbario entero,

                                                      y a nueve meses de trato,

                                                      la mujer parió un mulato

                                                      que era idéntico al santero.[11] 

 

   El Santero es el reflejo –consciente o no- de esquemas mentales profundamente enraizados en el mundo cristiano hacia la religiosidad popular, comprendiendo las afro-religiones. Temor y duda son dos reacciones visibles por parte de los cristianos cubanos hacia sus connacionales afro, sentimientos que experimentan hacia todo lo que consideran negro, como las propias afro-religiones. Demeritarlas por la vía de la demonización –algo de lo que sí entienden al ser una idea presente en su religión-; acusar a sus cultores de traidores y malvados –llegan algunos hasta a creerles posibles asesinos de niños, fundamentalmente blancos y rubios, lo que pudiera relacionarse con lo escasa que es la presencia de este tipo en el vitral fisonómico cubano-, es procedimiento habitual aunque no trascienda en el discurso público.

 

   Diplomáticos extranjeros han manifestado incredulidad y desorientación al resultar advertidos por figuras prominentes del clero cubano respecto a lo que sinceramente consideran necesidad de cuidarse de los negros. En trabajo de terreno por las provincias orientales, quien escribe recibió la misma advertencia, proveniente de una señora: blanca, profesional, de mediana edad, activa como militante comunista y como católica. Ten cuidado, m´ijita –dijo-, en andar por ahí con los negros. Ellos viven en barrios malos, como Los Hoyos, donde lo único que hacen es tomar ron, tocar cajones y bailar; porque ellos piensan todo el año en el carnaval. Yo no entiendo cómo es que hay personas inteligentes, hasta extranjeros, que vienen hasta aquí para ir a ese lugar. Allí nada bueno te puede pasar, hasta te pueden matar,[12] concluyó. Se torna secreto colectivo inconfesable: en la sociedad cubana la huella del color se filtra en todo, sin excluir el ambiente religioso.

 

   Sintomática y coherentemente, desde el púlpito y desde las publicaciones con que cuenta –muy variadas y en toda la Isla-, la Iglesia católica se esfuerza denodadamente en los últimos años por rescatar su lugar preferencial y, más visceral que teóricamente, afirma que la virtud el pueblo cubano la obtuvo de su raíz cristiana.[13] Recientemente, alguien tan conocedor de las interioridades de la cultura nacional cubana como Mons. Carlos Manuel de Céspedes –Vicario general de la Arquidiócesis de La Habana- ha insistido en que el tronco de la cultura cubana lo conforma(n) su(s) componente(s) hispano(s), en tanto su(s) componente(s) africanos(s) únicamente se simboliza(n) en una rama. Quizás a consecuencia de sus muy imaginativas metáforas –no necesariamente por el contenido que abarcan- el padre Céspedes fue hace pocos meses incorporado a la Academia Cubana de la Lengua Española y se le acaba de conferir el Premio de la Latinidad.

 

   El discurso neo-colonialista de la Iglesia católico-romana en Cuba halla respuesta en su contraparte religiosa[14], la Regla de Ocha. En la réplica, las propuestas suscitadas a manera de acción-reacción, causa-efecto, transitan entre la indiferencia –real o no- y la refutación. Quienes se adscriben a la corriente reafricanizadora –en este caso, yorubizadora- de las afro-religiones, pueden estar tentados por la necesidad de validarse identitariamente desde su religión, y, a la par procuran reforzar en esta los elementos que consideran auténticamente africanos; algo no siempre fácil de discernir, especialmente si nunca se tuvo contacto directo con África, y, aun de haberlo tenido, pues se necesita considerar dos presupuestos esenciales, siempre visibles, que quizás por eso les dejamos de lado: primero, que la Regla de Ocha es una religión de creación cubana; segundo, que siendo las culturas entes dinámicos, será cuasi imposible hallar hoy en tierras africanas, sin variaciones, los elementos originarios de sus religiones ancestrales.  Los que se muestran indiferentes al discurso católico, muchas veces desconocen los intentos yorubizadores de la pequeña élite de santeros que los ejecutan; en la mayoría de los casos, han incorporado el sincretismo a su realidad cotidiana, no sienten contradicción en llamar a los orichas y a las divinidades católicas inter-cambiando sus nombres, y tienen en sus altares las representaciones litográficas o esculturales de las divinidades católicas, conservando las representaciones de sus orichas en las soperas que para estos dispuso en su canastillero, mueble cuya presencia generalizada para estos menesteres igualmente es muestra de transculturación.

   Nosotros fuimos a la Iglesia –se refiere a la católica- porque nos obligaron. Pero nosotros no somos católicos. No tenemos nada que ver con ellos. Ya es hora de que nos dejemos de tanta ignorancia,[15] dice un santero, mestizo, estudioso autodidacta de las religiones. Por su  discurso se percibe tan fuerte como su oricha tutelar, Ogun. Él no quiere ir donde le consideran un trasgresor… prefiere su espacio: ¿Se atrinchera? ¿Se apalenca? Yo fui monaguillo. (…) pero soy babalawo y no quiero tener nada que ver con ellos. Aquello me lo impusieron. Pero la Iglesia católica nunca nos ha querido a nosotros; ellos piensan que nuestras creencias son brujería, cosas de negros, que esto es malo, aseguraba en los  años ’90 un conocido babalawo, quien comenzó el nuevo siglo –y tercer milenio del Cristianismo- con planteamientos más conciliadores al estilo de: Nosotros estamos abiertos al diálogo con todo el mundo, también con los católicos. Todos podemos trabajar y colaborar, sin faltarnos el respeto.[16] Este último, superada la fase de auto enclaustramiento comunitario,  tiende puentes; muestra su disposición a hacer –desde la cotidianidad- teología del pluralismo, la que asume el pluralismo religioso como bendición de Dios y lo articula con la resistencia y el camino de liberación de los oprimidos,[17] de todo tipo.

   Uno y otro, con recursos tácticos diferentes, resisten culturalmente, no transigen, no dejan de ser; la resistencia de aquel es defensiva, la de este es ofensiva. Teniendo igual fin estratégico: ser reconocidos en la valía de su cultura, difieren en la radicalidad de sus métodos. La radicalidad del primero le conduce al ghetto, auto aislándole –haciendo, en cierta medida, el juego a quienes le excluyen-; la del segundo sugiere una capacidad de resistencia liberadora, y, a la manera de Frank Fanon, procurando su liberación, contribuye a que el otro se fije en su propuesta de realización conjunta, advirtiendo de alguna manera su proceso de liberación.

 

DIÁLOGO Y CULTURA

   La Comisión Organizadora de la Letra del Año y la Asociación Cultural Yoruba de Cuba –agrupaciones de afro-religiosos con mayor repercusión entre las comunidades afro-religiosas en la Isla y el exterior-, han mostrado disposición para el diálogo con la Iglesia católica aunque este, desde sus estructuras jerárquicas, no se haya efectuado, ni han mostrado estas un real interés en su concreción. Factores múltiples lo obstaculizan[18] y, fundamental, pareciera que la inercia no permite detenerse a observar los elementos que lo facilitarían[19]. Casos de sacerdotes católicos y de afro-religiosos –excepcionales para ambos- que se encuentran y dialogan, a nivel privado, muy ocasionalmente se suscitan. La historia ha favorecido el monólogo y la descalificación que, peligrosamente, se manifiesta en algunos como vocación.        

   A menos que consiga imponerse el discurso neo-colonialista de la Iglesia católico-romana en Cuba –que no se ha convertido en una Iglesia cubana-, profundamente impregnado de fundamentalismo e integrismo, remanente y evocación de su vieja posición de poder y privilegio, el diálogo inter-religioso se irá gestando de manera natural. Tradicionalmente los cubanos han mostrado una tendencia más aguzada a la interrelación que al ghetto… las realidades culturales / religiosas, y hasta las políticas, en una sociedad en la que se impone la necesidad de la búsqueda de un nuevo consenso –más inclusivo-, apremian a discurrir en esa dirección, pero hay que trabajar para alcanzarlo, evitando que continúen siendo obstaculizadas las acciones en tal sentido.  

   Los cambios culturales precisan catalizadores para manifestarse.[20] El diálogo pudiera concretarse como la expresión de dichos cambios. Los cambios institucionales que se van generando en la Regla de Ocha –en reacomodo a nuevos contextos culturales / religiosos, económicos, políticos, sociológicos, dentro y fuera del país- pudieran actuar como uno de sus catalizadores. Los cambios culturales se imponen a las apreciaciones mecanicistas. Pretender paralizar el desenvolvimiento de ambas religiones –desde sí o desde fuera de sí- no las enriquecería como micro mundos ni favorecería el acercamiento entre estas –sintiéndose amenazadas por la convivencia, se resguardarían en plazas sitiadas-, sino que desvirtuaría los post modernistas principios fundantes de nuestras sociedades afro-americanas, en este caso, de la cultura nacional cubana.

   No hay una teología nacional en la Iglesia católico-romana en Cuba, reconoce  Mons. José Félix Riera, secretario del Secretariado de la Conferencia de Obispos Católicos de Cuba (COCC). Es decir, no existe una reflexión que derive en un discurso que sustente la acción, en un plan pastoral, a partir de la realidad contextual en que se desenvuelve esta Iglesia. De hecho, el recién anunciado Plan Pastoral 2006-2010 no se detiene en el tratamiento de la religiosidad popular, categoría tan amplia en la cual la Iglesia católica incluye a las afro-religiones. A pesar de asegurar Mons. Félix Riera que cualquier párroco, y cualquier obispo, donde primero miran es a la realidad cubana en la que están tratando de servir, reconoce que un diálogo así sistemático, institucionalizado, con este sector de religiosidad sincrética, yo diría que no existe.[21]

 

   Sería profesionalmente deshonesto obviar la existencia remota de una catequesis para los esclavos, elaborada por el padre Antonio Nicolás Duque (S. XVIII).[22] No obstante muy pobres y, por lo general, escasamente sustanciosos intentos de reflexión en torno a la población afro-religiosa tuvieron lugar desde entonces en el contexto católico-romano de la Isla.[23] Sorprende positivamente la obra del joven párroco Raúl Rodríguez Dago, cubano, que con el título   Sincretismo cubano. Santeros, ñáñigos, paleros y espiritistas[24] se acaba de publicar, a manera de breve pero panorámico y serio estudio etnológico de las mencionadas religiones, ofreciendo desde su identidad católica un tratamiento  desprejuiciado al mundo afro-religioso, exhortando a su comunidad al estudio de esos otros –que muchas veces son, a su vez, ellos, con esa propensión de los cubanos a la incorporación de elementos externos a su sistema religioso como a vivenciar simultáneamente varias prácticas-, y presentando una propuesta de pastoral para el tratamiento de estos.[25]  

   La religiosidad popular que fluye –desde lo hispano como desde lo africano- en la población cubana, las reflexiones teológicas, los intercambios entre líderes religiosos, las problemáticas de género y raza, la comprensión de los alcances y limitaciones de las maneras diversas de concebir la institucionalización, los conflictos intergeneracionales, la identidad nacional, entre otros, son elementos que pudieran conducir al diálogo y/o fructificar del diálogo  entre la Regla de Ocha y la Iglesia católico-romana en Cuba.

   De la capacidad que muestren estas religiones de reacondicionarse a las cambiantes circunstancias –para lo cual tendrán necesariamente que auto recrearse, lo que en la Iglesia católica tiene que ver con la reapropiación de sus planteamientos en el Encuentro Nacional Eclesial Cubano (ENEC)[26], y para la Santería pasa por saber controlar y beneficiarse de las tensiones teológicas que en esta tienen lugar- dependerán las dimensiones de su espacio social y, por tanto, de su futura repercusión nacional. No se trata sólo de sus posibilidades de sobrevivir, sino de poder producir un sentido que trascienda a la vida colectiva de las personas (...) organizar acciones que incidan sobre la vida de la sociedad mediante obras sociales y otras vías,[27] para lo cual: ¿Están listas?

   La dialéctica de generalidades y particularidades vivenciadas al interior de la cultura nacional cubana, es muestra del juego de las identidades al que se refiere el profesor jamaicano Stuart Hall. Los procesos de europeizaciónromanización-, yorubización y hasta de criollismo que actualmente se experimentan hacia su interior nos alertan a tener presente que: Las identidades nacionales no subordinan todas las otras formas de diferencia y no están libres del juego de poder, de divisiones y contradicciones internas, de lealtades y de diferencias superpuestas. En tanto la cultura nacional es también una estructura de poder cultural.[28]

 

   En el caso cubano no debemos ignorar que la Regla de Ocha ha representado, tradicionalmente, la cultura subversiva, marginal, la contra-cultura… fue la religión de la sobrevivencia, de la resistencia, en cambio, va en franco proceso de expansión, quizás, de universalización, pasando de la posición defensiva a asumir, además, expresiones de una postura ofensiva; la Iglesia católica fue la representante de la cultura oficial, la religión del poder –del que formaba parte-, hasta aquí traída ya con su carácter universalizador, y, actualmente, pareciera extinguirse hasta en sus focos de origen y de sostén, incluida España… y, curiosamente, en profundo declive en su centro de origen y en sus focos de sostén, se refugia en América Latina y en África, sin aportar muestras muy concretas de entender a estas regiones ni cultural ni sociológicamente.  

   Desde la comprensión y aprehensión de este segmento de su realidad, la sociedad cubana estará en condiciones de vivenciarla –reacomodándola, allí donde sea necesario, y liberándose de lo que ha dejado de serle valioso, relevante, funcional … aunque, tal vez, nunca lo fue- repitiendo con Juan Pablo II –el Pontífice polaco hijo del Socialismo real, el Papa viajero que visitó en la Isla, el teólogo y artista que criticó severamente al Capitalismo salvaje y mientras procuraba desarticular a la TdL, que fustigó al Primer Mundo pero no comprendió al Tercero- que: Debemos vencer nuestro miedo de futuro. Pero no podremos vencerlo del todo si no es juntos.[29] Complementando sus palabras con las que en herencia cultural/religiosa le reveló Orula –oricha de la adivinación; sincretiza con San Francisco-, quien alertó enseñando que: El saber está repartido. Repartido también deberá estar, entonces, el poder, en todas las esferas de la vida macro social cubana, sin excluir las religiones.

 

 

 

NOTA: El presente trabajo se distribuye como parte del programa de investigación sobre Diálogo Inter-Cultural e Inter-Religioso –con mas de 15 años; que ha obtenido entre sus resultados publicaciones, talleres, conferencia-, de CEHILA – Cuba (capítulo cubano de la Comisión para el Estudio de la Historia de la Iglesia), entidad ecuménica, no eclesial y no gubernamental, miembro del Consejo de Iglesias de Cuba. La autora CEHILA – Cuba y agradecerían cualquier reacción al mismo.

               Este trabajo debió ser presentado en el reciente Taller Internacional Rebla de Ocha. Culto a Ifa, una enseñanza cubana, efectuado en la Sociedad Cultural Yoruba de Cuba, entre los días 13 y 17 de julio de 2006. Al último momento la autora no pudo presentarlo por el rechazo injustificado –y sin argumentación, al menos no se le ofreció a la ponente- de la Dra. Lázara Menéndez, quien actuaba como moderadora del panel Cimarronaje y Espiritualidad, en el que estaba programada su participación.                

E-mail: mifi39@yahoo.es  / monitorhavana@enet.cu

 

 

  

  

  

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

  

 

  

 

 

                                                                                                                                                                

 

 


 

[1] De Sousa Santos, Boaventura. “Nuestra América. Reinventando un paradigma subalterno de

                              Reconocimiento y redistribución”. Internet.

[2] Desde la etapa de preparación de la primera etapa de la gesta independentista cubana (S. XIX) constante preocupación ha sido la consecución de la unidad nacional, lo que ha coadyuvado a la existencia de una hiper sensibilidad respecto al tema de la que se han servido algunos para imponer propuestas y atribuirle carácter de nacional a pesar de que no satisfagan los intereses de la mayoría de la población. Ha sido paradigmático lo sucedido con la población no blanca, a la cual casi invariablemente se le ha acusado de racista cuando ha pretendido hacer valer en la agenda de pacto nacional sus necesidades, contenido el hecho de hacer efectiva la no discriminación por color de la piel.

[3] Robles, Amado J. “Aporte de las tradiciones religiosas a las sociedades de conocimiento como proyecto

              humano”. En: Colectivo de autores ¿Qué pueden ofrecer las tradiciones religiosas a las

              sociedades del siglo XXI? 2005. Segundo Encuentro en Can Bordoi. 28 de junio-2 de julio/2005.

              CETR editorial. Barcelona (España). Pág. 33.

[4] Guillén, Nicolás. Son número 6. En: El libro de los sones. 2001. Editorial Letras Cubanas. Pág. 105.

[5] El término raza, no obstante haber quedado desfasado en el ambiente académico, continúa comunicando incluso dentro de este, de ahí que lo sigamos empleando.

[6] Criollismo expresado en una doble conciencia –concepto que introdujo a inicios del S. XX el sociólogo afro-estadounidense W.E.B. Du Bois-, forjada en al proceso de colonización, y, expresado, en la ambivalencia del discurso y de la acción. Ver:

Mignolo, Walter D. “La colonialidad a lo largo y ancho: el hemisferio occidental en el horizonte colonial

              de la modernidad”. En: Lander, Eduardo (compilador). La colonialidad del saber: eurocentrismo

              ciencias sociales. Perspectivas latinoamericanas. 2005. Editorial Ciencias Sociales. La Habana

              (Cuba). Págs. 64-65.

 

[7] Quien desconocía que seis décadas antes un joven intelectual cubano, educado en España, con el apoyo de sus colaboradores santeros había mostrado por vez primera en un sitio profano, en un medio cultural de tradición oficial, lo que era decir blanca, los sagrados tambores africanos. Año 1937. Teatro Campoamor. La Habana, Cuba. Fernando Ortiz dicta una conferencia sobre La Música Sagrada de los Negros Yorubas en Cuba, invitado por la Institución Hispanoamericana de Cultura. Allí presentó los bailes, cantos y toques yorubas, al compás de los tambores batá, por vez primera para el público profano de Cuba

[8] Trabajo de campo de la autora.

[9] Uno de los grandes dilemas y retos para la Latinoamérica contemporánea es resituarse lo más favorablemente posible en la estructura de atrofiadas relaciones de poder que prima mundialmente, impuesta por el Norte y ayudada a apuntalar por los criollos que generalmente dominan las esferas económicas y políticas en este continente. En ese panorama de contienda mundial continúan como activos partícipes, en ocasiones, las religiones y los religiosos. No olvidar que en el ámbito cultural / religioso persisten las campañas de conquista y de reconquista; la Nueva Evangelización emprendida por la Iglesia católico-romana, los esfuerzos de misioneros y tele predicadores, la mirada hacia el mundo afro-religioso de destacadas figuras de estas religiones en África y el resto del mundo, son algunos de los ámbitos en los que se libran esas batallas de conquistas y reconquistas culturales / religiosas.

[10] Lee H.S, Hermana Marta. “Algo más sobre nuestras raíces”. En: Colectivo de autores. Cuadernos del

                 Aula “Fray Bartolomé de las Casas”. 2000. Convento San Juan de Letrán. La Habana, Cuba.

                 Pág. 45.

[11] Pi Lago, Belisario Carlos (Charles). El santero. En: Revista Vitral. No. 72. Marzo-Abril/2006. Año

               XII. Pinar del Río (Cuba). Pág. 8.

[12] Trabajo de campo de la autora.

[13] Ortega Alamino, Cardenal Jaime. Homilía. Parroquia San Agustín.  28 de agosto de 1997. Trabajo de

                              campo de la autora.

[14] Consideramos a ambas comunidades religiosas como contrapartes, dada la análoga trascendencia que tienen en la sociedad cubana. Pretendiendo no ser arrastrada por la tentación –tan generalizada- de conceder mayor peso numérico a una u otra; prefiero considerar este aspecto desde la influencia en el legado cultural / religioso que las dos tienen en la sociedad cubana actual. Religiosos o no, los cubanos se expresan fundamentalmente a partir del legado aportado por ambos exponentes culturales / religiosos, más o menos transculturados, con independencia del color de la piel, si bien no todos lo reconocen. La Virgen de la Caridad del Cobre, patrona nacional, sincretizada con Ochun –oricha del amor y la sensualidad, protectora de las embarazadas y de los niños, que se dice solicitó a Olofi acompañar a los africanos en su viaje al Nuevo Mundo- tiene tanta importancia para los cubanos como la Letra del Año, y en esto no necesariamente cuenta el color de las personas.

[15] Trabajo de campo de la autora.

[16] Trabajo de campo de la autora.

[17] Barros, Marcelo. “Espiritualidad macroecuménica y sociedad globalizada”. En: ¿Qué pueden ofrecer

               las tradiciones religiosas a las sociedades del siglo XXI? Segundo Encuentro en Can Bordoi. 28

               de junio-2 de julio del 2005. 2005. CETR Editorial. Barcelona (España). Pág. 205. 

[18] Ver:

López Oliva, E. y Faguaga I., María I. ¿Qué es el Macro-Ecumenismo? Diálogos Inter-Cultural e Inter-

                    Religioso. 2001. Centro Cristiano de Reflexión y Diálogo. Cárdenas (Cuba). Págs. 30-32.

[19] Ver:

López Oliva, E. y Faguaga I., María I. Ob. Cit. Págs. 33-36.

[20] Las crecientes insatisfacciones espirituales de la población cubana, el desconocimiento por las nuevas generaciones del diferendo entre la Iglesia católico-romana y el gobierno durante las primeras tres décadas del gobierno castrista, así como la apertura a la posibilidad de militar en el Partido Comunista de Cuba de los creyentes religiosos (Cuarto Congreso del PCC, 1991) -con lo cual puede considerarse iniciado el periodo de superación de la extensa etapa en que se impuso la política atea y ateizante-, coincidente con la caída del Muro de Berlín, el fin del Socialismo Real y el inicio del llamado Periodo Especial en Tiempo de Paz  contribuyeron a facilitar ciertas transformaciones en el funcionamiento de las religiones en Cuba y en su accionar social, del que habían sido marginadas por la estatización de todos los programas sociales. Se esparcieron por la Isla las Casas de Oración (católicas), las Casas Culto (evangélicas); fueron apareciendo o visibilizándose diversas agrupaciones que han fungido como alternativas organizativas y hasta educativas -Ej. Centro Cívico de Formación (católico) y Templo Ifa Iran L´Owo (de la Regla Ocha-Ifa)-; nunca antes fue superior el número de publicaciones religiosas en el país. Todo lo cual opera como proyecciones de los cambios que se van gestando en ambas comunidades religiosas, que inciden quiérase o no en toda la sociedad.

[21] Todas las citas de este párrafo fueron transcritas de:

López Oliva, Enrique. Entrevista al padre José Félix Riera. 27 de febrero del 2006. (Grabación.)

[22] Duque Estrada, padre Nicolás. Explicación de la doctrina cristiana acomodada a la capacidad de los

                            Negros bozales. 1796. En: Cairo, Ana. Bembé para cimarrones. 2005. Centro Félix

                            Varela. La Habana (Cuba). Págs. 40-46.

[23] Los trabajos de Mons. Carlos Manuel de Céspedes, actual párroco de San Agustín, son en ese sentido excepcionales. El padre Céspedes ha alertado sobre el principal desafío que constituyen las afro-religiones para la Iglesia católica en Cuba y sobre la necesidad de conferirles un tratamiento pastoral particular. En:

De Céspedes, Mons, Mons. Carlos Manuel. “Desafío del sincretismo al pensamiento católico”. 1997. La

                     Habana (Cuba). Pág. 1. (Fotocopia.)

Tampoco ha sido usual que la Iglesia católica en Cuba se haga eco de las elaboraciones de pensamiento de sus laicos, a menos que sean coincidentes con las posturas de la vaticanista Iglesia cubana. La temprana obra del profesor Enrique López Oliva sobre las relaciones entre la comunidad católica y las revoluciones que se gestaban en el Latinoamérica,  y el estímulo al análisis crítico sobre las posturas de la Iglesia católica y de la vida social toda llevadas a cabo por el Grupo (de inspiración católica) de Reflexión y Diálogo Oscar Arnulfo Romero, no son difundidos en las publicaciones eclesiales.

Ver:

López Oliva, E. Los católicos y la revolución latinoamericana. 1970. Editorial Ciencias Sociales. La

                     Habana (Cuba).

Chaguaceda, Armando y Coderch, Gabriel (Compiladores.) Cultura, fe y solidaridad: perspectivas

                   Emancipadoras frente al neoliberalismo. 2005. Editorial Félix Varela. La Habana (Cuba). 

[24] Rodríguez Dago, padre Raúl. Sincretismo cubano. Santeros, ñáñigos, paleros y espiritistas. 2005.

                               Ediciones Emmanuel. Quemado de Güines (Cuba).

[25] Otra sorpresa -realmente grata- tuvimos al final de la lectura del libro del padre Raúl Rodríguez: por sus páginas supimos de la realización del I Taller de Religiosidad Afrocubana (Matanzas, 10-12/abril/2003, convocado por el Secretariado de Pastoral Afro Americana del CELAM y por la Comisión Nacional de Misiones y Obras Misionales Pontificias en Cuba. En el Taller fueron llevados a debate importantes temas como el reto de la relación con el mundo de las Religiones Afrocubanas, la ausencia del hombre de raza negra en la práctica religiosa y la preocupación de la Iglesia por llegar a todos en su misión evangelizadora. No obstante asegurarse que los participantes llevaron a sus diócesis las inquietudes allí vividas, dando lugar a talleres diocesanos para reflexionar sobre esta realidad pastoral, la vivencia comunitaria católica  en Ciudad de La Habana evidencia que, al menos en el contexto capitalino, el Taller no trascendió.

Ver:

Rodríguez Dago, padre Raúl. Ob. Cit. Pág. 114.

[26] Encuentro Nacional Eclesial Cubano. Efectuado en 1987. Primera reflexión de sí y del entorno hecha por la Iglesia católica en Cuba. Sus apreciaciones sobre la religiosidad popular cubana en ese momento, distan radicalmente de sus posiciones públicas al respecto. Coincido con los estudiosos que consideran que los planteamientos del ENEC están por realizarse en Cuba.

Ver:

ENEC. Documento final e instrucción pastoral de los obispos. S/F. Roma (Italia).

[27] Cárdenas, René. “Espacio social de la religión y la visita de JP II. Algo más”. En: Revista Reflexión y

                   Diálogo. No. 1. Abril-Junio/1998. Cárdenas, Cuba. Pág. 138.

[28] Hall, Stuart. A identidade cultural na pós-modernidade. 2003. DP&A Editora. Rio de Janeiro, Brasil.

           Pages. 19, 65 y 59.

[29] Juan Pablo II. Discurso en ocasión del 50 Aniversario de la Fundación de la ONU. En: L’Osservatore

           Romano. Santa Sede, Vaticana. No. 18. Octubre 13, 1995.