Autoerotismo
Existe un rechazo generalizado a hablar sobre la
autosatisfacción. ¿Qué lo ha motivado? ¿Por qué
se condena y silencia tanto esta práctica? Una
breve historia del autoerotismo puede brindar
algunas respuestas
Aloyma Ravelo*
EXISTE aún un sentimiento de culpa y vergüenza
tan grande que el tema de la autosatisfacción es
casi vedado entre las mujeres. En las encuestas
realizadas el porcentaje de féminas que dice
masturbarse es inferior con relación a los
hombres. ¿Acaso nosotras realmente realizamos
menos esta práctica, o nos cuesta más verbalizar
que disfrutamos de ella?
«Nadie pregunta si un hombre se ha masturbado
alguna vez en la vida. Se da por hecho. No
ocurre igual con las mujeres. Ellas guardan
silencio. Es un tabú. Las mujeres piensan que
este asunto debe permanecer en secreto y si
alguien les pregunta prefieren negarlo. Desde
niñas, entre las amigas, no hay secretos. Se
habla de amores, de odios, de encuentros y
desencuentros e intimidades de familia... cuando
han tenido sus primeras relaciones sexuales
comentan cada encuentro con lujo de detalles.
Pero lo que no dicen, en general, es que
practican el autoerotismo o tienen deseos de
hacerlo».
Este comentario, extraído de la página Gineweb,
de España, relata una realidad que parece común
allá, en el Viejo Continente y acá, en nuestra
América.
¿Qué ha motivado tal rechazo? ¿Por qué tanta
condena? ¿A qué se deben nuestros silencios?
Tales respuestas se hallan en la historia del
autoerotismo, práctica que no ha llegado a
nosotras, precisamente, sobre un lecho de rosas.
Por siglos fue confinado al mundo de lo
prohibido y era perseguido por la iglesia
judeocristiana como un acto «contra natura» al
que atribuían enfermedades y padecimientos.
Según las creencias provocaba idiotez, ceguera,
caída del pelo, debilidad mental y muscular,
trastornos intestinales, dolores de cabeza... y
en no pocos casos, se decía que los
padecimientos llevaban a la muerte.
En los siglos XVIII y XIX, circularon una gran
cantidad de manuales y libros médicos contra
este «mal», llamado también «vicio nocturno» o
«acto morboso», que sembraron pánico en la
población.
Se inventaron aparatos y se puso en boga el uso
de camisas de fuerza para impedir que, en las
noches, los jóvenes pudieran realizarla. Todo
ese andamiaje estaba montado especialmente para
evitar la masturbación masculina pues se pensaba
que las mujeres carecían de deseos sexuales.
Aunque ellas también padecieron el peso de
aquella persecución con saña.
En la Inglaterra de la revolución industrial se
llegó a advertir que los movimientos de las
máquinas de coser a pedales podían conducir a
excitación sexual en las muchachas, por lo que
se supervisaba que ellas estuvieran bien
sentadas, según ordenaban los estrictos
manuales.
Incluso en varios países de Europa y en Estados
Unidos, se practicó la extirpación del clítoris
(clitoridectomía) que, según los galenos, servía
para aliviar la epilepsia y otras afectaciones
nerviosas como la histeria.
Con esos truenos...
Tiempo costó a la sexología abrirse espacio en
esa maraña de injurias y calumnias sinfín. Solo
a principios del siglo pasado comenzó a hacerse
la luz sobre esta práctica —una de las más
viejas prácticas sexuales humanas— que llegó a
ser incluso catalogada como «elemento destructor
de la sociedad civilizada».
Después de aquellos truenos que duraron varios
siglos no todo se resuelve diciendo ahora lo
contrario. Asimilar las ventajas del
autoerotismo que enuncian hoy psicólogos y
sexólogos, sobre todo en la población femenina,
es una labor de educación sexual y
convencimiento que lleva su tiempo.
La autosatisfacción es para muchas adolescentes
la primera actividad sexual. Por medio de ella
se descubren los sentimientos eróticos y, al
acariciarse en soledad, se aprende la forma que
más nos acomoda para lograr la excitación y el
orgasmo. Muchos expertos señalan que conocer el
propio cuerpo, sus reacciones y vivencias
eróticas es una gran ventaja para el encuentro
sexual con la pareja.
Hay mujeres que se suman a la opinión de que es
el hombre quien debe enseñarlas a sentir placer
sexual. Sin embargo, este criterio podría
redefinirse en aras de lograr un encuentro donde
ambos van con un adiestramiento inicial que les
proporciona mayor confianza, soltura y una
comunicación sin miedos, ante la seguridad de
que somos capaces de sentir el orgasmo, porque
ya lo hemos vivenciado en nuestras caricias en
soledad.
Otros sexólogos consideran el autoerotismo
durante la adolescencia como parte importante
del desarrollo psicosexual pues ayuda a las
personas a identificar los patrones de su
respuesta sexual.
Además, se dice que proporciona satisfacción a
las mujeres que no tienen pareja o que, por
períodos de tiempo, están separadas o tienen al
compañero enfermo, en tanto que resulta ciento
por ciento seguro: no transmite infecciones de
transmisión sexual y no existe el riesgo de
embarazo.
Según algunos criterios permite el aprendizaje
de la actividad erótica en un ambiente relajado,
alivia la tensión sexual, resulta efectiva para
fortalecer la musculatura pélvica, e incluso se
ha demostrado que proporciona una vida sexual
más larga.
Sin camisa de fuerza
Hoy es bien reconocido, incluso por la
Organización Mundial de la Salud, que el
autoerotismo no causa daño físico o psicológico
alguno.
Sin embargo, todavía circulan mitos en las
mujeres, los cuales lo responsabilizan de la
presencia de «granitos en la cara», disminución
del deseo sexual y crecimiento del clítoris.
Uno de los más escuchados es que, al acudir con
frecuencia a esta práctica, las adolescentes
vírgenes no pueden sentir con un hombre, cuando
realmente ocurre lo contrario.
Otra falsa creencia plantea que en exceso
resulta dañino. Habría que definir entonces qué
es excesivo, pues lo que es «normal» para una
mujer, puede ser «demasiado» para otra. Solo
cuando existe una conducta obsesiva y compulsiva,
se debe consultar con un especialista para
conocer las causas de un comportamiento que
interfiere la vida cotidiana o cuando sustituye
la actividad sexual con la pareja.
Tales beneficios y ventajas citadas no son una
camisa de fuerza ni deben tomarse como
recomendaciones obligadas. Me he remitido a la
información más actual y científica que existe
del tema.
Quien no está convencida o siente que es algo
que la incomoda, no tiene porqué violentarse ni
sentir que es «anormal»: las mujeres diferimos
en cuanto a apetencias sexuales y practicar el
autoerotismo respondiendo a esas necesidades se
considera tan correcto como no practicarlo. En
el sexo, como en tantas cosas de la vida, no se
debe hacer nada que no se desee.
(Fragmentos tomados de Infomed)
* Máster en Sexualidad, periodista y guionista
de Radio y Televisión. |