Prensa Latina
Orbe

6/20/2006 2:10:26 PM

El cine del
"peligro rojo"?
Por Rodolfo Santovenia,
cultura@prensa-latina.cu

En 1948, unos pocos meses después del comienzo de las audiencias del Comité de Actividades Antiamericanas del Congreso de Estados Unidos, y en el ambiente antisoviético posterior a la Segunda Guerra Mundial, se estrenó en Nueva York la cinta La cortina de hierro, del realizador William Wellman.

Si en ese momento existía alguna duda acerca de la "lealtad" de Hollywood para con el establishment, esta película hizo todo lo posible para disiparla y dio inicio a una era en la que el cine norteamericano se preocupó por mostrar al mundo que no estaba lleno de simpatizantes comunistas.

El filme, interpretado por Dana Andrews y Gene Tierney, era la historia de un desertor, un empleado que trabajaba en la sección de claves de la embajada soviética en Canadá. Su estreno provocó que James Agee, columnista de The Nation, considerado por muchos como uno de los más brillantes críticos de cine de su tiempo, escribiera:

?Se trata de un eficaz melodrama, razonablemente comedido a la hora de transmitir su apocalíptico mensaje. Pero esto no es más que la vieja historia de siempre. Si se pudiera demostrar que existe alguna nación en la tierra que no emplea espías sería toda un noticia.?

Siete años después, el propio Wellman hizo otra cinta anticomunista titulada Callejón sangriento, ahora con John Wayne y Lauren Bacall. Peor que la anterior, absurda e inverosímil en su desarrollo ?en la que los comunistas chinos no desempeñan un papel distinto al de los indios de un western?, hizo exclamar al director:

?Este tipo de cine está desprestigiado. No sé por qué insisten en él. Yo soy republicano, pero detesto a todos los políticos.?

No le faltaba razón a Wellman. El torrente de películas que se hizo con un claro mensaje anticomunista resultó de lo peor que había hecho Hollywood en muchos años. Baste mencionar La amenaza roja, Danubio rojo, Acusado de alta traición, Me casé con un comunista, y Fui comunista para el FBI, entre otras de similar ralea.

Al respecto, el director Joseph Losey, en la lista negra durante los años 50, dijo al escritor Tom Milne que la cinta  Me casé con un comunista se convirtió en la piedra de toque literaria para determinar quién era o no era ?rojo?. Todo consistía en ofrecer el guión a un realizador sospechoso de ser ?radical? y si lo rechazaba quería decir que lo era.
Trece cineastas rehusaron rodar el guión y uno de ellos fue el propio Losey. Finalmente se hizo cargo del engendro el realizador Robert Stevenson.

El cine del ?peligro rojo? no se inició, por supuesto, con la Guerra Fría. No era la primera vez que Hollywood se veía envuelto en estos trajines. El comienzo hay que buscarlo desde el estallido mismo de la Gran Revolución de Octubre. Es decir, 30 años atrás.

Las motivaciones pueden ser varias. Sea porque Adolph Zukor, Jesse Lasky y Carl Laemmle y otros magnates del cine apoyaran decididamente la política del Gobierno de persecución a los ?rojos?, a quienes se culpaba de la intranquilidad laboral surgida en la posguerra.

DESDE LA SATIRA HASTA
LA ACUSACION VIOLENTA
O sea porque quisieran sacarle partido a los acontecimientos que aparecían cada día en la prensa, como el arresto de miles de comunistas a raíz de la colocación de una bomba en la casa del fiscal del Estado, lo cierto es que se estrenaron numerosas películas anticomunistas, que iban desde la sátira a todos los elementos progresistas hasta la acusación violenta.

La del más fogoso mensaje antirrojo fue, sin duda, Horas peligrosas, de Fred Niblo, historia de un joven idealista (Lloyd Hughes), un graduado universitario que cree firmemente en la libertad expuesta en los libros de los revolucionarios rusos.

Impulsado por su fervor, apoya la huelga de los trabajadores de una fábrica de tejidos y es reclutado por un grupo de espionaje bolchevique resuelto a sabotear la industria norteamericana. Boris Blotchi (Jack Richardson), cabecilla de los conspiradores y oficial del Ejército Rojo, quiere hacer realidad, como nos informa uno de los subtítulos del filme, ?el sueño descabellado de plantar la semilla escarlata del Terrorismo en suelo norteamericano?.

Al final, el joven héroe reconoce que fue engañado y denuncia a los conspiradores. De esta manera, el cine norteamericano había descubierto un nuevo tipo de villano que utilizaría hasta que le hiciera falta. O que retomaría cuando hubiera necesidad.

Como detalle curioso y para dar idea de que no se perdía oportunidad alguna al respecto, está la cinta Huérfanas de la tempestad, de David Wark Griffith, con interpretaciones de las hermanas Lillian y Dorothy Gish, obra que se desarrolla durante la Revolución Francesa.

Es un extenso subtítulo (el cine era silente todavía), el realizador hacía una comparación entre los excesos de los jacobinos y los revolucionarios de la década del 20 y advertía al público que ?no cambiara su buen gobierno norteamericano por el bolchevismo y el libertinaje?.

Para terminar, una nota irónica poco conocida. En 1934, por iniciativa de un diputado de origen judío, se creó el Comité de Actividades Antiamericanas del Congreso para investigar las actividades nazis y la propaganda nazi en Estados Unidos.

La iniciativa provocó entre la derecha fuertes reacciones de rechazo. Pero años después, sin embargo, conquistó todo su apoyo. Y es que el Comité se había convertido, como quien dice, en todo lo contrario.

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