Del adulterio, del matrimonio y otros delitos
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De acuerdo con los cuadros estadísticos ha habido en la República 31 maridos
que no han querido seguir aguantando que su mujer los engañe... hay que
saber leer entre líneas estas cifras mínimas, porque también existen los
«con-sen-ti-do-res».
(Diálogo Trascendental)
PERSONAJES: DON SUNTUOSO Y DR. ALTIGA
Don Suntuoso –¡Cuánto me alegro verle, Dr. Altiga! Hace días que estoy
por ir a su consulta a hacerle una visita.
Dr. Altiga –¿Qué? ¿Se siente usted malo, Don Suntuoso?
– A Dios gracias, no. Es que deseaba departir con usted sobre algo que desde que
lo leí, me retoza dentro y es necesario que salga afuera, si no voy a reventar.
– ¿De qué se trata? ¿Del cómico cambio de forma del Gobierno que el Primo
q. los dirige a ustedes ha dado a la dictadura de la Península? ¿De la Ley del
75 por ciento? ¿De las elecciones del Centro Asturiano, que han servido entre
otras cosas para demostrar que ustedes los peninsulares gozan de Cuba de muchos
más derechos y libertades que los que pueden disfrutar hoy en su propia patria?
– No, Doctor. No se trata de ninguna cuestión española, sino por el contrario
cubana y muy cubana y más que todo una cuestión de orden moral, que atañe a los
principios básicos de nuestra sociedad, a lo sagrado del hogar y la familia, y
que viene a disipar por completo las pesimistas y disolventes opiniones que a
usted y otros bolcheviques por el estilo, les he oído exponer frecuentemente.
– ¿Qué? ¿Un nuevo milagro? ¿Algún cojo que camina? Eso el Dr. Colle.
– No se burle Doctor. La cosa es demasiado seria para que la tire a chacota.
Se trata de que la otra noche, en la Biblioteca del Centro, después de haber
leído el artículo de Aznar y la Glosa de Mañach, que son hoy mis credos
periodísticos, ya que Pekín no escribe con tanta frecuencia como antes, tropecé
con un folleto que se titulaba Memoria leída por el Fiscal de su Majestad,
digo del Tribunal Supremo (nunca puedo olvidar las cosas de mi tierra), y
me puse a hojearlo pensando para mi caletre: Vamos a ver qué dicen estos señores
de la curia. Al principio, realmente se lo confieso, la lectura me aburrió, pues
casi todo se refería a datos y consideraciones judiciales, que si las vistas,
que si los juicios, que si el artículo tal o el artículo cual... Y empecé a
saltar hojas y hojas, hasta el final. Pero en el final, estaba lo bueno, porque
en el final había una hoja larga doblada, como una factura o conocimiento, con
muchos números. ¿Qué será esto? Y leí: «Relación de causas y delitos sobre que
versan, radicadas en el territorio de la República durante el año 1924-1925».
¡Hombre, está interesante!, pensé, y, efectivamente, allí estaban todos los
delitos habidos y por haber, con el número de veces que se habían cometido en la
Isla, durante el año pasado. Era algo así como eso que ustedes los modernistas
llaman cuadros estadísticos.
– Justamente.
– Pues bien, como es natural me puse a buscar los que más se habían cometido, y
me encontré con que ocupaban el primer puesto los robos, con 3878; después
venían los raptos, con 3188; en tercero, los hurtos, con 3143; y en cuarto, las
lesiones, con 2400, y así sucesivamente. Deduje enseguida la consecuencia de que
en esa cantidad enorme de robos y de hurtos, nosotros los comerciantes seríamos
los más perjudicados, pues como propietarios y hombres de solvencia somos los
más robables, sobre todo con esas ideas comunistas y bolcheviques que ahora
imperan. De las lesiones, me dije, ¡bueno! eso es por el calor y ese carácter
nervioso que tienen ustedes los criollos. En cuanto a los raptos, eso fue lo que
más me sublevó, porque es consecuencia de la libertad exagerada que se ha dado a
la mujer, y de la confianza que tienen las muchachas con sus novios y sus
amigos, ese tu por tú, chico vá y chica viene, y toca que toca, para hablar,
constante; y, ¡dígame Ud! con los trajes que ahora se usan, el más tranquilo se
estrepita, y, claro, termina la cosa en rapto, pues los pobres padres, velando
por el honor de la familia y el prestigio y la tranquilidad del hogar, no pueden
permitir eso, y hacen la denuncia para que los chicos se casen.
– ¡Ay, amigo Don Suntuoso! Parece mentira, que con los años que lleva usted en
Cuba sea todavía tan ingenuo. ¿No se da cuenta usted que los raptos no son otra
cosa que una combinación que hacen los padres de familia, en complicidad con la
niña, para casar a sus hijas, y que la única víctima es el infeliz novio?
– No lo creo. Habrá algún caso, pero, un padre, ¿hacer eso con su hija?, ¡qué vá!
Usted siempre ha sido muy mal intencionado, Dr. Altiga; y después, ese grupo de
escritorzuelos con los que usted se reúne, con el pretexto de hablar de
literatura, pero en el fondo, a arrancarle la tira del pellejo a todo bicho
viviente.
– ¡Mire, que su sobrino está entre ellos!
– Si, ya lo sé, y ya lo he reprendido; pero él es un muchacho de sólidos
principios religiosos y morales...
– Pues óigame, Don Suntuoso: eso que le digo del rapto es lo cierto: timo y nada
más que timo. ¿Quiere usted la prueba? ¿A que no se comería un rapto si
condenaran también a la muchacha? Ya de esto he hablado con mi amigo el Dr.
Ortiz...
– ¿El médico del Centro?
– No; el Dr. Fernando Ortiz, nuestro ilustre antropólogo, sociólogo e
historiador.
–¿Me ha dicho que es también espiritista como usted? ¿Creo que, tiene un libro
sobre esas boberías?
– Don Suntuoso: No hable usted de lo que no entiende. Ese libro, notable, por
cierto, del Dr. Ortiz, se titula Filosofía Penal de los Espiritistas...
Pero, déjeme terminar lo que le decía. El Dr. Ortiz, está redactando la Ponencia
del nuevo Código Penal, y en ella ha de modificar completamente la legislación
sobre el rapto; ya usted verá.
– Pues bien, Dr. Altiga, esa abundancia de raptos me produjo pena y hasta
indignación, porque veía en ello un síntoma fatal del desquiciamiento de la
familia cubana. Pero ¡Dios es grande! Seguí leyendo esa estadística y me
encontré con el renglón de los adulterios. Le confieso, que me dio un revuelco
el corazón, porque le había oído a Ud. decir tantas cosas sobre esto, que me
habían impresionado. Pero... ¡ahora lo quiero ver a usted! ¿Sabe cuantos
adulterios se han cometido en toda la Isla durante el año pasado?
– ¡Hombre! ¿Quién podría sacar la cuenta? Quedándose corto, yo calculo que un 75
por ciento, en relación con los matrimonios.
– ¿Lo ve usted? ¡Está usted cogido! Oiga, y asómbrese y no blasfeme: en toda la
Isla no ha habido más, durante el año último, más que 31 adulterios.
– Pero...
– No me interrumpa ¿Ve usted como la familia conserva toda su pureza, su unión,
su espíritu religioso, su base moral, la fidelidad y el amor que los esposos se
juraron al pie de los altares?
– Pero...
– No me interrumpa. Lo más hermoso es que descompuestos esos 31 adulterios por
provincias, hay dos provincias Pinar del Río y Santa Clara, en las que no se ha
cometido ningún adulterio.
–¿Qué no se ha cometido ninguno? Pues yo conozco, le voy a decir, en Pinar del
Río más de diez o doce mujeres que se le corren al marido; y en las Villas,
pasan de 15 ó 20, esto en las capitales, y eso que apenas las visito...
– Le he suplicado que no me interrumpa. En Matanzas, 2; en Camagüey 6.
– ¿En Camagüey, la tierra del Comandante Zayas Bazán, 6 adulterios? ¡Qué
inmoralidad!...
– En Oriente, siete. Y hasta en La Habana, que dicen que es tan corrompida,
solamente hay 16 adulterios.
– No siga, Don Suntuoso. ¿En La Habana 16 adulterios?
– Sí, y no en la ciudad, sino en toda la provincia.
– ¡No sea cándido, Don Suntuoso! ¡Si hay barrios de La Habana y hasta calle
donde los adulterios pasan de 16! Le han tomado el pelo. Pida que le devuelvan
el dinero.
– Pues lo dice el Fiscal de Su Majestad, digo, del Tribunal Supremo...
– Sí, hombre; pero hay que saber leer entre líneas. Lo que quiere decir esa
estadística es todo lo contrario: que solamente ha habido en la República 31
maridos que no han querido seguir aguantando que su mujer los engañe. Todos los
demás, y su número infinitus est, «tienen ojos y no ven, oídos y no
oyen», y «todo el mundo lo sabía, todo el mundo menos él». Todos los demás,
elevados, a la raíz cúbica, son con-sen-ti-do-res... Lo mismo que Ud. decía,
pero al revés. ¿Me comprende?
Emilio Roig de Leuchsenring
Historiador de la Ciudad desde 1935 hasta su deceso
en 1964.