El contexto social, económico y político de la nación aflora en una narración lineal, fluida, que hace gala de un guión tan inteligente como sólido y atrevido: el director toma como pretexto el núcleo familiar para reflexionar con sinceridad sobre la realidad cubana contemporánea.

Sin simbolismos, cada uno, cada cual como es: los personajes son llave maestra que conduce a la identidad. Problemas de clase, raciales, generacionales..., la familia se convierte en síntesis de los conflictos actuales, coyunturales y raigales.

Hay un piso ético y una estética catalizadora de "lo espiritual cubano"; hay una mirada irónica, abarcadora, que significa de manera aguda, crítica y una madura, excelente dirección de actores que descansa en un reparto estelar, capaz de plasmar en pantalla con precisión, en palabras, movimientos, en detalles, toda una atmósfera, toda una experiencia interna tan vívida que termina por conmocionar a un espectador cómplice, víctima y testigo, tocado hasta el fondo de su intimidad por algo tan fuerte y sentido.

Los planos secuencias -ese riesgo-, la fragmentación de la imagen, movidas y barridos son obra de una cámara que más que narrar, contextualiza. La música de Carlos Varela es tuétano.

Video de familia, sin embargo, es una historia muy contenida, casi una metáfora de los tiempos que corren y es, sin lugar a dudas, una apertura desde adentro, un querer vernos con honestidad, en las virtudes y en los defectos, desacralizando, desmistificando.

Azucena Plasencia
Revista Bohemia, 22 de febrero de 2002.
 

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