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Mamá ¿te quiero?

Norges Martínez Montero
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Aquella fue una historia triste. De las que solo es bueno hablar para que no se repitan. La noticia corrió como pólvora por toda la oriental provincia de Guantánamo: Una madre prendió en llamas a su hijo porque este cada vez que se emborrachaba le pegaba sin piedad.

Por esos días el estado del paciente era secundario. Cuentan que en medio de su agonía juró que se vengaría. Mas el debate principal versó acerca de si era justo o no llevar a la mujer a los tribunales por lo que había hecho.

No recuerdo cómo terminó ese amargo episodio, pero lo que jamás olvidé fue la imagen degradante de aquel borrachín golpeando a quien le dio la vida, tal vez hasta a riesgo de la suya.

Cuento esto porque en los últimos tiempos está de moda que algunos hijos, principalmente niños y jóvenes, maltraten a su madre aunque sea con palabras. La escena pasa de las pantallas de los cines y la televisión a la vida real, y viceversa.

Cuando veo el placer con que Reginaldo y su novia tejen las marañas para amargar la vida de su madre en la telenovela brasileña que ahora exhibe la televisión cubana, me gustaría pensar que solo es cuestión de guiones para «enganchar» mejor a los espectadores. Sin embargo, y por desgracia, no es así.

Se ha hecho bastante común que haya quienes griten, desobedezcan, digan oprobios, y hasta le deseen lo peor a su madre, porque sencillamente esta comete el gran «pecado» de exigirles el cumplimiento de sus deberes.

Es cierto que cada uno ama a su manera, pero también lo es que hay «amores que matan». Como el de aquel recluso, quien en su brazo izquierdo lleva tatuado: Madre como tú ninguna. Te amo como a nadie.

Pero pocos creen que de veras la ame. Lo que se tatuó es más por agradecimiento que por amor. Ella es la única persona que jamás ha dejado de ir a verlo en las cuatro ocasiones en que ha estado tras las rejas.

Ella no recuerda el último Día de las Madres que pasó junto a su hijo. Cuando llega el segundo domingo de mayo llora mucho, y piensa en las veces que él le juró no meterse en más problemas, y al otro día encontrarlo condenado nuevamente a varios años más de cárcel.

«Mi hijo me quiere con palabras, pero con acciones me mata lentamente», se lamenta con tristeza.

Quien ame realmente a su madre lo primero que debe evitar es su sufrimiento, y para eso solo hay que hacer lo correcto, decía frecuentemente un maestro de primaria, quien siempre dedicaba tres minutos de la clase para inculcar a sus alumnos el amor por ese ser sagrado.

Hoy, mientras millones de personas en el mundo festejan el Día de las Madres habrá quienes acudirán a los cementerios para poner flores, y de paso arrepentirse por los sinsabores que les hicieron padecer.

Es cierto que todos hemos hecho de las nuestras, y algunas travesuras han arrancado hasta lágrimas de mamá, pero, lo que cuenta ahora es decir basta. Entenderse con ellas no cuesta tanto: Un beso en la mejilla, un te quiero sincero, y el compromiso de respeto eterno, seguramente arreglarán viejos roces. Sobre todo, cuando con nuestras acciones estemos dispuestos a levantarles ese inmenso altar de cariño que merecen.