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(13 de febrero del 2006)

Cuba: una visión más "rica" que la de AP

ORLANDO ORAMAS LEÓN

Bajo el título de Campaña contra los nuevos "ricos" afecta al cubano promedio, la periodista Vanessa Arrington de la agencia de noticias Associated Press, publica desde La Habana un despacho que, entre cal y arena, resulta cuando menos simplista y engañoso.

Su autora refiere desde esa óptica la batalla contra la corrupción, desvío de recursos y otras ilegalidades que se combaten en la Isla con el protagonismo de miles de jóvenes y el concurso de nuestro pueblo.

A primera vista pareciera que Arrington busca algún tipo de balance en su despacho, pero la idea queda desechada desde el propio titular y la idea fundamental que suscribe: "muchos de los blancos de Castro son sencillamente los cubanos pobres que roban al Estado para sufragar sus necesidades".

Antes afirma que la palabra rico es muy subjetiva en Cuba. Aunque mucho más lo es la de pobre, en un país, sí, del Tercer Mundo, pero que resulta ejemplo a la hora de distribuir con un sentido de justicia social, del que tanto se adolece hoy en muchas latitudes.

Con esta óptica están encaminadas las medidas de control y enfrentamiento a las lacras ya mencionadas, y que el propio Fidel ha calificado como el principal peligro para la Revolución.

Vale la pena recordar que tales manifestaciones tuvieron caldo de cultivo en las penurias y dificultades derivadas de la caída del campo socialista, en particular la desintegración de la Unión Soviética, seguidas del reforzamiento del bloqueo de Washington.

En similares circunstancias, en muchos otros países millones de personas habrían quedado desamparados, sin empleo, seguro médico, con miles de niños de la calle, entre otras secuelas de medidas de ajuste repetidas en Latinoamérica.

Cuba no solo resistió a pie firme, a despecho de augurios derrotistas, sino que desbrozó el camino por el cual hoy transitamos hacia metas superiores.

Tales propósitos altruistas implican la satisfacción creciente de necesidades materiales y espirituales, pero bien lejos del parangón consumista impuesto desde el llamado Primer Mundo. Eso lo consigna Arrington.

Ella afirma que los salarios no alcanzan y por ello sustenta su imagen de "cubanos pobres que roban al Estado para sufragar sus necesidades", a todas luces insatisfechas según sus conclusiones.

Digamos que olvidó mencionar que millones de personas, trabajadores, jubilados y pensionados vieron aumentar sus ingresos, aunque en Cuba no es esta la única vía de repartir la riqueza.

Los "pobres cubanos" tienen una esperanza de vida de más de 75 años, el país posee una de las mayores tasas per cápita de médicos, científicos y maestros del mundo, y sus índices de mortalidad infantil y materna son menores que los de la capital de Estados Unidos.

El sistema educacional se perfecciona y no por gusto Naciones Unidas reconoce que los niveles de conocimiento de los niños cubanos superan los de varios países desarrollados, cual otra variable para medir la prosperidad de una nación.

La matrícula de estudiantes universitarios es todo un récord y las sedes de la Educación Superior están abiertas a nivel municipal. Aquí, incluso, estudiar resulta una forma novedosa de empleo.

"Prácticamente nadie puede vivir en Cuba trabajando honestamente". La frase resulta ofensiva y sirve a la corresponsal de AP para validar la tesis. Su fuente: un connotado contrarrevolucionario que está en la nómina de la SINA.

Le sigue luego una descripción apocalíptica de la cual prácticamente no escapa ningún cubano, sin siquiera alguna referencia al trabajo honesto por el cual el país creció el pasado año en el 11,8%, bajo el impulso de importantes programas económicos y sociales de la Batalla de Ideas.

Dificultades, lacras, carencias tenemos y no ocultamos. Pero de eso a la imagen de un país de "candonga" es como mirar al Sol y solo ver sus manchas, por más que todas las mañanas nos iluminen victorias y sacrificios que aseguran otro despertar.