http://www.lajiribilla.co.cu/2006/n260_04/260_10.html

Cuatro apostillas sobre
la telenovela cubana de turno

Pedro de la Hoz La Habana


1.

Cuando una telenovela como La cara oculta de la luna origina tantas opiniones encontradas, se suele centrar el debate en torno a la pertinencia o impertinencia del tema, la incandescencia de la manera de abordarlo, la efectividad o inefectividad de sus planteos y, en última o quizá primera instancia, alrededor de su aceptación o rechazo en el tejido social.

Me gustaría, sin embargo, desplazar esos ejes de discusión hacia otra zona, la que tiene que ver con el carácter mismo de la telenovela como construcción cultural en el imaginario colectivo.

En el caso particular que nos ocupa deben tenerse en cuenta algunas coordenadas antes de adelantar otras inquietudes: la ubicación temporal y espacial de las tramas, las referencias del telespectador como sujeto que cuenta entre sus prácticas de consumo cultural el hábito de ver telenovelas, y la propia naturaleza del género.

El espectador de La cara oculta de la luna vive prácticamente en tiempo real las horas, los trabajos y los días de los personajes. Los ve como iguales, de modo que compara taxativamente sus problemas, actitudes, desafíos y reacciones desde una perspectiva demasiado cercana como para tomar debida distancia ante esa exposición.

Según han confesado los directivos de la División de Programas Dramatizados de la Televisión Cubana, uno de los más insistentes reclamos de los televidentes exige el tratamiento de temas contemporáneos en la pantalla doméstica, con mayoría estadística en las encuestas sobre los que prefieren las llamadas novelas de época.

Habría que analizar cuáles son los presupuestos estéticos más favorecidos en esa elección: si la problematización compleja de la contemporaneidad o si el edulcoramiento de la realidad para que los conflictos no pasen de ser de baja intensidad.

Dos investigadoras del lenguaje de las telenovelas, las costarricenses Ligia Carvajal y Xinia Molina, han observado que “en la telenovela se entrelaza un mundo de situaciones secretas, donde los personajes ocupan situaciones y posiciones invertidas, que deben ser ajustadas, una especie de justicia poética”.

Evidentemente este mecanismo infaltable, en sus más inimaginables variantes, en la composición convencional del género, no se cumple en sentido estricto en La cara oculta de la luna. También habría que analizar hasta qué punto esta descolocación influye en la recepción de los enunciados dramáticos de la telenovela de marras.

2.

Una de las más interesantes aristas que inciden en la recepción de La cara oculta de la luna pasa por la relación que establece el telespectador que apuesta por un discurso realista y problematizado, y la realidad. Es posible notar, no solo en este caso, cómo muchas veces el cubano exige que las historias sean totalizadoras y cosmovisivas. La realidad debe ser total, la sociedad que se refleje en la pantalla debe estar estructurada equilibradamente, con todos los estratos exhaustivamente definidos y razonados.

Es un tipo de espectador que no quiere preguntas, sino respuestas; que se molesta ante la incertidumbre, pues solo admite soluciones. Que considera una traición al realismo si la realidad está incompleta. Que exige, más que una narración ficcional, un tratado de sociología. Por ese camino cuestionará las conductas de personajes que no encajan en su esquema, negará actitudes que no respondan a sus preconceptos establecidos. Querrá reducir la verosimilitud del arte a la conquista de la Verdad Absoluta. 

En el otro extremo, el telespectador que exige una lectura light de la realidad, un atisbo débil de sus ángulos más crudos, se sentirá molesto ante lo que considera una transgresión del cauce tranquilo que espera en cada episodio. Dirá que la vida es bastante fea como para que le recuerden esa fealdad en la pantalla. Querrá reducir la verosimilitud del arte a la conquista de la Verdad Mutilada.

3.

También deben ponderarse las intromisiones utilitaristas a la hora de valorar la telenovela y, por parte de los propios realizadores, a la hora de concebirla. Quienes pretenden encasillar La cara oculta de la luna  como una producción destinada a la educación de los telespectadores y la constriñen a mera fábula moralizante y preventiva, le hacen un flaco favor a la ficción televisual. Los propios realizadores empobrecen la narración cada vez que cargan la mano hacia el disciplinado cumplimiento de ese propósito. Se alejan del arte y traicionan las mismas leyes de la didáctica.

Por otro lado, no faltan los que piensan que mostrar ciertos conflictos y situaciones de una manera tan evidente (aunque, a decir verdad, las más veces han sido puestas en pantalla elusivamente y hasta con remilgos victorianos), induce al mal ejemplo y a la reproducción de esas actitudes y conflictos por la vía de la imitación. Se trata de un fatal reduccionismo, de una lectura dogmática de la influencia de la televisión en el horizonte espiritual de las personas.

4.

Los dimes y diretes en torno a La cara oculta de la luna se sobredimensionan además por el lugar que ocupa la televisión y, dentro de esta, la telenovela en el empleo del tiempo libre.

Es en Cuba el único material seriado para adultos de producción nacional. Tres veces por semana, y durante largo tiempo, apenas compite con el béisbol y las películas, las otras dos opciones preferentes de la teleaudiencia. 

La dinámica de su recepción pasa por un contrapunto metafísico entre su aceptación o su rechazo. La tomas o la dejas. La sufres o la gozas. La discutes en la calle, el trabajo o el aula, o la niegas. No hay término medio. Si alguien logra hallarlo, entonces podrá ser posible una aproximación dialéctica a La cara oculta de la luna.