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Cantores cubanos en Islamabad

Música y Medicina no son incompatibles. Sandor y Yilena, descubrieron que la sensibilidad puede ser un puente entre ambas

Alina M. Lotti, especial para JR

Con una guitarra vieja, incluso rota por una de sus partes, Sandor Bertot se inició en la música, precisamente cuando también comenzaba los estudios de Medicina. Amaba este instrumento, pero sus padres nunca tomaron en serio tal aptitud. Ya en tercer año de la carrera, durante los recesos, se unía en un dúo ocasional con su actual esposa, la doctora Yilena Fernández.

Hoy, en Paquistán, integran la Brigada Médica y desde hace algún tiempo amenizan con sus canciones las actividades organizadas por la dirección de la Misión en Islamabad.

Así, entre el estudio y la música, nació el amor entre estos dos jóvenes camagüeyanos, recién graduados, que desde noviembre último laboraron en un hospital de campaña ubicado en Bakot, en la zona de la Cachemira. Allí,  por primera vez, iniciaron su vida profesional y descubrieron el bienestar que puede proporcionarse a personas que nunca antes habían tenido la posibilidad de ser asistidos por un médico.

«¿Paquistán? Llegamos el pasado 12 de noviembre. Yo pensaba encontrarme un país desolado y muy violento. Y no ha sido así. En el tránsito hacia Bakot disfruté mucho la belleza de la naturaleza. Nos cogió la noche y ahí fue cuando empezamos a preocuparnos. El camino se bloqueó y tuvimos que cambiar hasta de transporte».

Según contó Yilena lo más difícil fue la ida para el campamento. «El camino fue terrible, nunca había transitado por un lugar así y lo único que pensaba en esos momentos era en cómo iba a regresar. Esa noche dormimos en una estación de policía totalmente destruida, y comimos de las latas que llevábamos en la mochila para la sobrevivencia.

«Al otro día, cuando amaneció, nos dimos cuenta que la belleza del lugar era incomparable. Las casas de los pobres estaban en el piso, y las de los ricos apenas tenían rajaduras».

Para esta muchacha de 24 años de edad, graduada con Diploma de Oro, que aspira a formarse como especialista en Cardiología, en Paquistán le ha sorprendido su pueblo; la generosidad y amistad que hoy sienten por los cubanos.

«Me ha conmovido —expresó— lo agradecidos que son. En el hospital, la actividad en el cuerpo de guardia era incesante; diariamente asistían entre 200 y 300 pacientes de 12 aldeas vecinas. Muchos de los pobladores nunca antes habían recibido asistencia médica, por lo que cuando terminábamos las consultas nos besaban las manos y decían que iban a rezar por nosotros». 

Aunque ahora Sandor y Yilena permanecen en Islamabad, y ya en el hospital de Bakot solo quedan fuerzas del Ejército, el muchacho confiesa que en este lugar era más feliz.

«Allí organicé un terreno de voleibol y todas las tardes jugábamos, este y otros deportes, con los nativos de la zona. Bakot ha significado una gran experiencia en mi vida y dejo muchos amigos. Naveed, el periodista de la comunidad, es por quien más aprecio siento. 

«Nuestra amistad se selló al nacer su cuarto hijo. El pasado 1ro. de enero trajo a su esposa al hospital, estaba embarazada, pero ya tenía una rotura prematura de membrana, no había líquido. Por esta razón fue remitida hacia otra instalación cubana en Muzaffarabad, la capital de la Cachemira.

«El tiempo estaba muy malo, y los caminos peligrosos. Llovía y se esperaba la primera nevada. Cuando por fin un pariente se brindó para transportarla, le dije a Naveed que lo acompañaría. Ya allí la ginecobstetra aseguró que era necesario hacer una cesárea inmediatamente. Y en el mismo momento en que se anunció el nacimiento del bebé comenzó a nevar. Desde entonces somos grandes amigos. Nunca ha sabido cómo agradecer ese apoyo».

Convencidos de que la misión médica que han cumplido será inolvidable, no solo por ser la primera, sino por todas las enseñanzas aportadas, Sandor y Yilena no creen que la Medicina y la música sean incompatibles.

Él sueña con estudiar guitarra española, poder interpretar música flamenca, pero también prepararse como especialista en medicina Interna o Terapia Intensiva. A ella, en cambio, le gustaría recibir clases de canto para aprender la técnica, pues ninguno de los dos tiene una formación musical.

Sin embargo, confiesan que tanto la música como la Medicina necesitan de una gran sensibilidad, y esta quizá sea el puente que entrelaza lo humano de la profesión con el arte que llevan dentro.