Revista Ilustrada de Análisis General
FUNDADA EN 1908.
March 5, 2006

   
   

Ilegalidades

Las consecuencias del descontrol

El robo fallido de seis sacos de dipirona confirma que en Santiago de Cuba también se estrecha el cerco en torno al delito

Por: DIXIE EDITH
nacionales@bohemia.co.cu
Fotos: JOSÉ OSCAR CASTAÑEDA
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http://www.bohemia.cubasi.cu/2006/mar/05/sumarios/nacionales/ilegalidades.html

Micaela se fue y solo vive llorando/ dicen que la conga es lo que está extrañando... Caminando por la calle Garzón rumbo a la Plaza de Marte, la conga de la agrupación Sur Caribe escolta el paso del visitante. La rara mezcla de violines y corneta china zumba desde una ventana y se repica unas cuadras más allá, desde un balcón abierto a la populosa avenida. ...una pa’ la conga y otra pa’l camino... Salta desde la cabina de un camión abierta al fresco del tímido invierno caribeño y se cuela en los portales de la Sala Dolores. También suena, herética, frente a la catedral, en el mismísimo centro de Santiago de Cuba, para llegar de intrusa a la sede de la Fiscalía Provincial. ...oigan, santiagueros, sigan adelante... La añoranza por la conga taladra el alma de los fiscales. Pero no pueden salir a bailar. Fichas muy serias se mueven tras las paredes de ese edificio.

Santiago de Cuba mantiene su paso mientras los malhechores pierden terreno

Además...

Las sentencias
Un día en la vida de un fiscal

Los periodistas de BOHEMIA lo comprobaron. Tocaron a esas puertas siguiendo el rastro de unas tabletas de dipirona salvadas de unos ladrones.

Noche en la fábrica

Un invierno atrás, la noche del 26 de enero de 2005, Fernando Segura Bermúdez se levantó de la cama porque sintió un ruido en el pasillo lateral de su vivienda, que colinda con el Establecimiento de Tabletas de la Empresa Laboratorio Farmacéutico Oriente, en Santiago de Cuba. "Pensé que estaban trasteando en el garaje, pero cuando me asomé a la ventana distinguí a un muchacho vestido de civil, sentado arriba de seis sacos."

A Fernando le resultó muy extraño que el joven dijera estar trabajando, y más aún, que los compañeros de SEPSA de la fábrica no lo apoyaran cuando él los convocó, en busca de ayuda para detener lo que a todas luces era un robo. A menos de una cuadra, un Moskovich rojo esperaba para llevarse el botín del delito. Los seis sacos estaban llenos de pastillas de dipirona y los ladrones habían actuado en complicidad con los agentes de seguridad del centro.

Bajando desde la azotea de la fábrica hasta ese pasillo –que colinda con la vivienda de Fernando– intentaron los ladrones llevarse los sacos de pastillas

"Después pensaba –contó a los reporteros– en qué situación tan difícil me había encontrado: me estaba cuidando del muchacho que detuve y del que esperaba en el carro y resulta que todos allí estaban involucrados. Yo los mantuve a distancia. Es doloroso que compañeros de estos, que han pasado por una prueba y que tienen una misión de protección, estén complicados en un delito."

Las investigaciones confirmaron que Ruslan Álvarez y Yoannis Venzant, que habían trabajado en el establecimiento hasta diciembre de 2004, junto a Damián Zamora, se pusieron de acuerdo con Yenier Vargas Bell, agente de seguridad de SEPSA encargado de la protección de la fábrica, para robar de allí las pastillas. Pretendían venderlas en el mercado negro. Al ser un medicamento de amplia demanda, los cacos pensaron que saldrían de la "mercancía" como de pan caliente.

Con Yenier, los otros negociaron entregarle 600 pesos para que los distribuyera entre él, Jorge Luis Yaque Ross y Osmín Velazco Núñez, los agentes de vigilancia del turno de la noche escogida para el delito: tocaban apenas a 200 pesos para cada uno.

Nunca les importó, aunque por trabajar en el lugar debían saberlo bien, que las dipironas de la discordia se guardaban en un almacén de productos retenidos, por sospecha de alteración en su composición química. ¿Cuánto daño se habría causado si, de estar realmente adulteradas, las pastillas hubieran llegado a manos de la población?

 La investigación de la tentativa de delito evidenció que la falta de controles en la fábrica permitió a uno de los sancionados robar sistemáticamente durante sus turnos de trabajo

"Yo me sorprendí muchísimo cuando fui a la fábrica en medio de las investigaciones –contó José Antonio Castro Galán, fiscal principal del caso– y me enseñaron lo que son seis sacos de tabletas. Es una cantidad descomunal, cerca de medio millón de pastillas. Y lo que hace el hecho mucho más grave es que los culpables sabían lo que iban a robar y que podían haber puesto en peligro la vida de muchísimas personas. Eso habla de pocos escrúpulos; solo pensaron en el dinero que podían sacar."

Investigadores y fiscales siguieron indagando hasta llegar a un expediente radicado en el territorio de Camagüey y trasladado luego a Santiago. Por allá, en un tren proveniente de la zona oriental, se había ocupado semanas atrás un maletín con más de 300 tabletas de dipirona –algunas envasadas en sus pomitos–, más otros frascos y etiquetas.

Tras el hilo, las fuerzas del orden llegaron a la madeja. Otra vez apareció Ruslan en escena, sospechoso esta vez de hurto continuado. Según declaró, cuando trabajaba en la fábrica se echaba pomos y tabletas en los bolsillos, en cualquier momento del día, y así los sacaba de la entidad. Luego le vendió todo lo sustraído a Osmar Callamo Soto, quien lo guardó en el maletín ocupado en el tren, donde embarcó con la intención, probablemente, de revender las pastillas en otro territorio.

Interrogantes que vuelven

La oportuna intervención de Fernando Segura Bermúdez impidió que se concretara un delito que podía haber causado daño a muchas personas

Las preguntas se repiten, caso tras caso, ante los ojos de los fiscales y de los periodistas que se asoman al mundo oscuro del delito, el mercado negro y la corrupción: ¿Adónde fueron a parar los controles? ¿Cómo se pueden sustraer de manera continuada, guardados entre ropas o en bolsillos, cientos de tabletas y decenas de frascos de una fábrica sin que nadie lo descubra? ¿No se hacían allí registros a la salida? ¿Nadie detectó incongruencias en facturas y papeles? ¿Se hicieron auditorias allí?

"Yo hice mucho hincapié durante el juicio en el tema de los controles económicos de la unidad", asevera José Antonio. "Allí falló todo el mecanismo de control de la fábrica y eso fue lo que propició, al final, que se pudiera robar de manera continuada."

La vista oral del proceso penal se convirtió en un acto ejemplarizante en la fábrica. Semanas después, cuando este equipo los visitó, se respiraba un ambiente de colectivo, de trabajo.

El doctor Juan Ernesto Rodríguez Rodríguez, director desde hace pocos meses, explicó que se ha fortalecido todo el cuerpo de seguridad y protección del establecimiento a partir de un cuerpo de seguridad propio. Si antes había un guardia en cada posición, ahora hay tres.

 Después del lamentable incidente se revisaron y renovaron los controles de seguridad en el Establecimiento de Tabletas

El almacén de productos retenidos ya tiene sellos en ventanas y puertas y se le da un tratamiento especial: lo almacenado allí se controla por tipo de producto, pero también por el peso, que se debe chequear frecuentemente. Ahora está muy bien definido el personal autorizado a entrar allí.

"Nuestros trabajadores son, en general, gente responsable y ese fue un hecho muy repudiado aquí. En los últimos meses de 2005 registramos un récord productivo y la gente lo ha visto, de alguna manera, como una respuesta combativa", explicó el doctor Rodríguez.

Caridad Boubaire Vinent, tecnóloga de procesos químicos y secretaria del núcleo del Partido Comunista de Cuba en el centro, lo confirma. "Los trabajadores siempre se han pronunciado porque hechos como estos no se repitan. Ellos están muy vigilantes, incluso las mermas en los productos han disminuido considerablemente."

Lecciones

Las circunstancias de edad y ausencia de antecedentes penales, de haber tenido el delito menor repercusión social, quizás hubieran recibido otro tratamiento en el Tribunal. Pero ninguno de los culpables calculó las consecuencias de su delito. Con la salud y la vida de las personas no se juega. Eso le otorgó al caso mayor nivel de peligrosidad.

"Al final –reflexiona José Antonio– la justicia tiene que ir a lo justo. Yo creo que en ese momento, lo que ellos necesitaban era esa sanción, para que cumplan un castigo por la gravedad de su acción, pero a la vez puedan reinsertarse luego a la sociedad."

(31 de marzo de 2006)

Un día en la vida de un fiscal

José Antonio Castro Galán, además del fiscal principal del Caso Pastillas, así se le conoce  en la provincia, es el vicefiscal de Santiago de Cuba.

Como muchos de sus colegas alguna vez quiso ser abogado porque le gustaba aquello de "poder defender a un inocente y ganar; sacarlo libre", pero estando aún en la universidad se encontró en la disyuntiva de la necesidad de fiscales que tenía el país en esos momentos. "Levanté la mano y hoy creo que habrá que darme candela para sacarme de la fiscalía."

–¿Cómo es un día en la vida de un fiscal?

–Normal, aunque muy agitado. Te levantas por la mañana y te acuestas por la noche pensando en la Fiscalía. Cuando llegas a la oficina te caen cien asuntos, unos arriba de los otros y vas priorizando temas, resolviendo cosas. Terminas agotado, muerto. El fiscal penalista acaba el día después de resolver varios expedientes o hacer un número de juicios; el verificador fiscal, luego de enfrentarse a una empresa, revisar miles de papeles y tratar de descubrir qué cosa están haciendo mal allí y otros fiscales, en las prisiones, cuidando que todo funcione bien.

"Nosotros representamos la acción pública, llevamos a la cárcel a los comisores de delitos y después estamos en la obligación, por mandato legal, de cuidar también que se respeten sus derechos."

–¿Cómo, con apenas 30 años, se es vicefiscal de una provincia como Santiago de Cuba?

–Eso tiene que ver con la personalidad y la manera en que uno enfrenta el trabajo. Un fiscal sale de la universidad con veintipoquitos años, aprende sobre los procesos penales y a las pocas semanas empieza a decidir sobre lo que después de la vida se convierte en lo más importante para un ser humano: su libertad.

"Y determinas, basado en la ley, quién va preso y quién no; a quién se le pone una prisión provisional. Decisiones de tanta importancia y envergadura que te obligan a madurar rápido para no equivocarte. Siempre tienes que estar pensando qué es lo más justo y lo que más le conviene y necesita la Revolución. Estoy tratando de hacerlo lo mejor que puedo pero sé que me falta muchísima experiencia, muchísimo por aprender."

–¿Te sientes el malo de la película?

–A veces hay coyunturas en las que alguien te obliga a sentirte así, sobre todo cuando hay delitos de esos que no tienen una mayor repulsión social porque se desconocen sus consecuencias. Pero en el fondo creo que todo el mundo agradece este trabajo. El pueblo sabe que uno tiene una misión que cumplir.

Las sentencias

El 24 de octubre de 2005 se efectuó la vista oral del juicio público y ejemplarizante en la fábrica de Tabletas de Santiago de Cuba, presidido por el juez Nelson Delgado Rodríguez.

El tribunal sancionó a Ruslan Álvarez Barbado a siete años de privación de libertad por los delitos de robo con fuerza en las cosas en grado de tentativa; cohecho y hurto de carácter continuado.

Yoannis Venzant Rojas y Damián Zamora Danger fueron condenados a seis años de privación de libertad por robo con fuerza en las cosas en grado de tentativa y cohecho.

Yenier Vargas Bell, por su parte, fue condenado a cinco años de privación de libertad por cohecho y por el mismo delito Jorge Luis Yaque Ross y Osmín Velazco Núñez, los otros dos custodios, recibieron privación de libertad de cuatro años.

Para Osmar Callamo Soto se dictó una condena de tres años de privación de libertad por el delito de receptación, sustituida subsidiariamente por limitación de libertad y multa de 800 cuotas de cuatro pesos cada una.

A todos los acusados se les impuso la sanción accesoria de privación de derechos, prevista en el artículo 37, apartados uno y dos del Código Penal.