Juventud
Rebelde Marina
Menéndez Quintero Las reseñas que con alarma intentaban responsabilizar a Hugo Chávez con la «crisis» de la Comunidad Andina (CAN) han sido refutadas, argumentos sólidos mediante, por el propio Presidente de Venezuela durante su Aló Presidente del domingo: la firma de tratados de libre comercio de otros socios andinos con Estados Unidos, ya había herido de muerte al grupo subregional. Para muchos resultó sorpresiva la decisión venezolana de retirarse de la CAN, anunciada en Curitiba, Brasil, el miércoles pasado… Alguien pudo pensar que se trataba de una declaración hecha al calor de las provechosas discusiones sostenidas allí por Chávez y sus colegas de Bolivia, Uruguay y Paraguay. Pero la medida fue confirmada por el vicecanciller venezolano, Pavel Rondón: esta semana —dijo— Venezuela oficializa su salida. Por inesperada que parezca, siendo la CAN uno de los dos esquemas integracionistas existentes en el cono sur latinoamericano —el otro es el MERCOSUR—, la decisión no constituyó un «susto», sin embargo, para quienes habían tomado nota de los reiterados llamados de alerta formulados antes por el boliviano Evo Morales e, incluso, por el titular de la CAN, Allan Wagner, acerca de los insalvables obstáculos que los TLCs suscritos por Colombia y Perú estaban interponiendo ya al intercambio comercial. Las cuentas están claras, y Chávez sumó y restó para mostrarlas gráficamente, el domingo: las ventajas que Washington, en razón de los leoninos preceptos de los TLCs, ha obtenido para la entrada de sus productos en Colombia y Perú, desplaza y roba mercado a los de los países andinos. Venezuela está viendo los daños ya pero Bolivia ha sido, posiblemente, la primera nación afectada, con la pérdida casi total del mercado que tenía su soya en Colombia: esa cifra constituye casi el 20 por ciento del total de sus exportaciones. Con Perú ocurrirá otro tanto, aunque el Congreso apenas comienza a discutirlo, y un referendo deberá someter el TLC a la consideración del pueblo… Sin resignarse, Evo ha insistido en una posibilidad de retorno si Colombia y Perú reevalúan lo firmado con EE.UU., y Venezuela se queda en la CAN. Mas otras variantes comentadas por el mandatario de Bolivia —país que asume ahora la presidencia pro témpore de la CAN— resultan más plausibles, como valorizar los tratados de comercio entre los pueblos; o volcarse y priorizar el comercio regional, dando oportunidad a la Comunidad Sudamericana de Naciones. Sin embargo, tal variante —para establecer una gran zona de libre comercio entre los países del MERCOSUR (Brasil, Uruguay, Argentina, Paraguay, y ahora, además, Venezuela) y los de la CAN (Bolivia, Ecuador, Perú, y Colombia, pues Caracas se va)—, debería aún lograr acuerdos en torno al dificilísimo asunto de los aranceles, y las asimetrías que representan los distintos «tamaños» de esas economías. No pocos han cuestionado la validez de tantos esquemas integracionistas que jalonan a favor de la unidad pero en lo formal no cuajan, mientras iniciativas —digámosles «ad hoc»— centradas en asuntos contantes y sonantes como la construcción del gasoducto del sur, PETROCARIBE, TELESUR; la benefactora Operación Milagro o las campañas de alfabetización —promovidas ambas por Venezuela y Cuba en el marco del ALBA—, tienen ya resultados en el derrotero de enrumbar a nuestras naciones pobres en el difícil camino hacia el desarrollo, enseñarlas a convivir solidariamente y llevarlas a una integración efectiva, aunque no pase por el establecimiento de las llamadas «zonas libres…» Despachos cablegráficos anuncian que Venezuela explicará su «estrategia post CAN» durante el encuentro que sostendrá este martes con sus homólogos de Argentina y Brasil… Pero el asunto no está en la existencia formal de la CAN: lo realmente trascendente es que en todos los líderes latinoamericanos prime la voluntad política de integrar.
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