http://www.bohemia.cubasi.cu/2006/mar/05/SUMARIOS/encuba/familia.html

Metamorfosis de la familia cubana

De manera callada pero firme, las mujeres en Cuba toman las riendas en territorios estratégicos del hogar. Muchos hombres lo aceptan, mientras otros se resisten. Los expertos observan un reordenamiento de roles puertas adentro y sueñan con un espacio de liderazgos compartidos. Si en los años 90 se estancó el proceso de democratización en la familia cubana, pasado el peor momento de la crisis, ha retomado el paso aunque por cauces diferentes

Por: DIXIE EDITH, ARIEL TERRERO y TONI PRADAS, con la colaboración de VIVIAN MYRIE
nacionales@bohemia.co.cu


Además...

 . El mundo ante la crisis de la masculinidad

"Por ética, quien debe llevar las riendas en la casa es el hombre", respondió, tajante, un cartero, el primero en intervenir en el encuentro con representantes del llamado sexo fuerte del municipio de Ceballos, en la provincia de Ciego de Ávila. Le secundó la mayoría de los reunidos aquella tarde, aunque hubo algunos discrepantes y otros trataron de introducir matices. "Debe mandar el hombre, aunque las tareas se lleven de manera conjunta en la pareja", opinó un administrador de almacén, de mediana edad.

Más radical, un joven campesino sentenció: "Adoro a mi mujer, la aprecio, le doy todo lo que esté a mi alcance y trabajamos a la par. Pero lo que sí está clarísimo –e hizo una pausa plena de dramatismo– es que en mi casa, sin machismo, mando yo". Después cruzó los brazos, para que nadie dudara.

Las dinámicas de grupo, técnica empleada esta vez por BOHEMIA en colectivos de hombres y mujeres por separado, tienen muchos ribetes atractivos: permiten comparar tendencias de opinión entre colectivos humanos diferentes y muestran la evolución del pensamiento de los participantes desde un ideal preliminar hacia la constatación de la realidad desnuda de fantasías.

En el encuentro con hombres de la localidad agrícola de Ceballos, esa mutación del discurso se tornó casi cruel, al extremo de que un constructor algo callado, de 45 años, terminó pidiendo, entre risas, "multar a todas las mujeres por abusadoras", cuando detectó que "nos tienen controlada la vida y nosotros nos creemos que mandamos".

¿Qué pasó? ¿Qué descubrieron, mediante la interacción espontánea de sus propias opiniones, para llegar a tal conclusión?

Matriarcado disfrazado

Muchas mujeres llevan las riendas, aunque algunos se creen los cocheros (Foto JOSÉ O. CASTAÑEDA)

En la capital, los participantes en una dinámica masculina similar aceptaron más rápida y abiertamente que la mujer goza hoy de mayor poder en el hogar y la familia. Incluso, un especialista en energía, de 47 años, aceptó que en su matrimonio las decisiones se consultan. "Pero el 90 por ciento de las órdenes las da mi mujer y no me pongo bravo. Manda ella y yo me siento cómodo."

La investigación de BOHEMIA indica no solo que las mujeres han tomado las riendas en muchos hogares. También hay una creciente aceptación de esa tendencia por parte de los hombres entrevistados, más marcadamente en las ciudades que en el campo, aunque algunos lo reconocieron a regañadientes.

Un joven informático capitalino defendió tener él "la última palabra en la casa", pero admitió que negociaba las decisiones con la suegra y la esposa. La variante del poder compartido recibió respaldo de una parte de los hombres. "Yo pienso que el término mandar es un poco rudo o un poco esquemático –dijo un agricultor de Ceballos, de 30 años–. Para que funcione bien la familia y todas las cosas salgan bien tiene que haber una identificación de objetivos, tolerancia y consenso en la toma de decisiones."

¿Y qué piensan las mujeres?

La atención y crianza de los hijos va siendo, poco a poco, un espacio compartido, aunque las mamás llevan aún la mayor parte (Foto GILBERTO RABASSA)

El criterio predominante entre las participantes en las dinámicas grupales organizadas por esta revista le asigna al mal llamado sexo débil un papel de liderazgo creciente al frente del hogar, ya sea como esposas o madres. Una parte defendió ejercerlo de manera conjunta con el hombre, con cargas y responsabilidades compartidas. "Lo ideal es que en la casa debe haber igualdad, conllevar las tareas hombre y mujer", afirmó una modista habanera de 68 años.

Sin embargo, algunas, más en el campo, aceptaron al hombre como figura principal. "En la familia, por lo menos en la mía, mi esposo manda un poquito más. A veces mis opiniones, siempre que son positivas, son válidas", declaró una recepcionista de 44 años.

En contraste, no faltaron, sobre todo en Ciudad de La Habana, burlas femeninas a cuenta de hombres que se creen jefes de la familia, "cuando en realidad somos nosotras las que tomamos las decisiones principales".

Desde la experiencia de sus 51 años, un operador de montacargas, de la capital, les da la razón: "A la larga o a la corta, la mujer es la que manda. Es un matriarcado disfrazado".

El poder del dinero

Silenciosamente, la mujer ha ocupado los mismos espacios sociales del hombre y se ha hecho económicamente independiente

Al conversar sobre las áreas de la vida doméstica en que las mujeres llevan las riendas emergieron coincidencias entre los entrevistados de uno y otro sexo. Para muchos, la cocina –y por carambola, la estratégica función de la alimentación– es una suerte de feudo femenino, pero no el único territorio que dominan. Entre las funciones que controlan, o civilizadamente comparten, se encuentran las finanzas del hogar. "En el dinero mandamos nosotras", afirmó una habanera de 57 años, ama de casa, aunque cuando se trata de inversiones mayores, suele negociarse.

Un economista de 25 años, participante en la dinámica de la capital, no se ha casado todavía ("y pienso demorarlo un buen tiempo"), quizás porque tiene conciencia de que "el mando moral y efectivo lo posee la mujer por sus responsabilidades en la casa. Vivo con mis padres y es mi mamá quien decide, quien administra el dinero que le llevamos".

El asunto es complejo. Una maestra jubilada, con 62 años, de Ciudad de La Habana, observa que la tradición otorga al hombre el papel de figura principal "porque era quien traía el dinero, pero ya eso ha cambiado; la mujer hoy también aporta". Y de manera creciente contribuye en similar medida o más que el hombre, lo cual los coloca a ambos en igualdad de condiciones a la hora de tomar decisiones y compartir tareas.

"Yo no tengo alternativas", reconoce un entrevistado de la provincia de Santiago de Cuba. "Mi esposa es carpetera de un hotel en Baconao y trabaja turnos corridos, muchas veces hasta de noche. Yo me ocupo de los niños, dos varones, y de la mayoría de las cosas de la casa. Ella adelanta lo que puede en los días libres. Pero es la que trae el dinero gordo y eso hay que cuidarlo. El machismo se queda para otra historia."

"La mujer ya no depende económicamente del hombre", sentenció un mecánico de Ciudad de La Habana.

Saber es poder

Ya no cierra la puerta por temor al qué dirán (Foto JOSÉ O. CASTAÑEDA)

No solo el poder del dinero determina la fuerza con que están cambiando los roles dentro de la familia. Un factor vital es la educación. "Las mujeres hemos aprendido mucho", opinó una modista habanera, quien señaló una diferencia brutal con la época en que eran fundamentalmente amas de casa y las destinadas para las labores domésticas. "Ahora sabemos que todos pueden hacer cualquier tarea."

"Las mujeres son universitarias, técnicas, tienen cultura; no se las puede someter como antes", advirtió un economista.

Tal afirmación vale para todos los terrenos. Incluso para el resbaladizo de las relaciones sexuales, condenado a ser de exclusiva iniciativa del hombre durante siglos, por obra y gracia de una pacatería heredada, también, de la tradición patriarcal.

"Cuando ella no quiere sexo, no hay", aseveró, lapidario, el energético participante en la dinámica capitalina. Y todos –en La Ciudad de La Habana y en Ceballos–, coincidieron con más o menos efusividad.

Otra cosa se hizo evidente en estos encuentros: la aceptación de los hombres a asumir roles que tradicionalmente correspondían a sus parejas, incluso, entre recalcitrantes defensores del papel del macho. Cocinan, lavan, van de compras al mercado, intervienen en la educación de los hijos; "y lo hago sin esconderme detrás de la puerta para que no me vean", dijo, orgulloso, uno de los agricultores residente en la provincia de Ciego de Ávila.

La pugna continúa, pero la partida debe terminar tablas (Foto GILBERTO RABASSA)

Sin embargo, en las dinámicas masculinas se observó una tendencia a enfrentar esas tareas como ayuda a la mujer y no como deber compartido. De manera más acentuada en Ceballos, pero también en Ciudad de La Habana, tendió a verse la educación de los hijos, por ejemplo, principalmente como una función femenina.

En ocasiones, asomó también cierto enfoque de subordinación del hombre, confirmado por las entrevistas grupales femeninas. Una maestra jubilada reconoció que "muchas responsabilidades nos las tomamos y no dejamos que las haga el hombre, para acabar más rápido. El hombre nunca tiene la iniciativa de cocinar; hace lo que una le manda".

El mundo ante la crisis de la masculinidad

Según la periodista norteamericana Susan Faludi, "los hombres están viviendo una seria crisis de masculinidad producida por el creciente poder femenino y por ir gradualmente perdiendo el control que siempre ejercieron".

La colega grafica su tesis con una serie de síntomas que ha observado en sus coterráneos: "Aumento de señales de estrés y angustia, demostrados en depresión, suicidios y comportamientos violentos; la fuerte demanda de cirugías plásticas de hombres, que cada vez son más aceptadas; el abuso de esteroides; y las propias ventas del Viagra".

En la desarrollada Europa, los debates caminan por senderos bastante parecidos. Es la globalización, ¿no? Y en América Latina, a pesar de que quedan fuertes rasgos de una moral conservadora y machista, la cacareada crisis también está dando de qué hablar.

Para la socióloga chilena Elvira Chadwick, "el principal cambio es que el hombre pasó de ser el único proveedor a tener que compartir ese rol con la mujer que sale a trabajar igual que él".

La mujer, cada vez más incorporada al mundo laboral, ahora no sólo es su compañera de trabajo, sino que muchas veces es su jefa.

María Luisa Rojas, socióloga del departamento de planificación y estudios del también chileno Servicio Nacional de la Mujer (Sernam), agrega que a los varones "les cuesta asumir completamente los nuevos roles de la mujer. Es un avance gradual tomando en cuenta que todavía existen resabios machistas".

Estas premisas han provocado que muchos hombres vuelquen sus fuerzas y habilidades hacia el aspecto emocional, en tareas como el cuidado de los hijos o el desempeño de tareas domésticas antes solo a cargo de las damas.

 

El machismo se tambalea

http://www.bohemia.cubasi.cu/2006/mar/05/SUMARIOS/encuba/familia1.html

La familia cubana camina hacia una jefatura femenina, según la doctora en Ciencias Psicológicas Patricia Arés Muzio

En los hogares de la Isla ya no está muy claro quién lleva los pantalones. Para empezar, pantalones se pone cualquiera. Y la confusión se agudiza cuando el poder patriarcal parece quedar, a veces, en un discurso de dientes para fuera.

La doctora Patricia Arés ha observado una tendencia clara hacia la jefatura femenina en los hogares cubanos

Para la doctora Patricia Arés Muzio, experta en temas de familia de la Facultad de Psicología de la Universidad de La Habana, la tendencia apunta a una matricentralidad de la familia cubana.

–¿Qué quiere decir?

–La mujer ha mantenido sus tareas tradicionales y ha asumido otras nuevas directamente relacionadas con el control del hogar. Hay un evidente empoderamiento femenino que se manifiesta de diferentes maneras: mantiene el liderazgo emocional, media en los conflictos familiares, aplaca los malos ánimos, conversa en privado. Ese es un rol atribuido desde lo cultural, pero como la mujer ha alcanzado mayor nivel educacional, ahora lo hace mejor.

"Ella también lleva la educación de los hijos y se ocupa de la escuela, la tarea… acude al hombre cuando se siente sin fuerzas, pero es quien conduce ese proceso. Por otro lado, sigue teniendo la mayor cantidad de actividades domésticas a su cargo aunque el hombre ofrece, poco a poco, más ayuda.

"Y por si fuera poco, se está ocupando de la distribución del presupuesto familiar, aunque hemos observado que a veces suele dejarle al hombre las decisiones de las grandes inversiones o las relacionadas con los gastos en moneda libremente convertible.

"Yo siento que hay un proceso de reordenamiento en la familia hacia la jefatura femenina y una reestructuración de las relaciones de poder que tiene que ver con el nivel educacional alcanzado por las cubanas, el protagonismo conseguido en la vida social y un incremento de su poder adquisitivo."

–¿Y cómo se explica que hombres y mujeres sigan declarando que es el hombre quien manda en la familia?

–Hay que diferenciar entre la atribución del poder y el poder real. El discurso mantiene un modelo patriarcal, de respeto al poder masculino, que se manifiesta de diferentes maneras: cuando al hombre se le deja la cabecera de la mesa, siempre es más alto que la mujer, o le pasa el brazo por los hombros a la pareja. Pero en el fondo, los hombres están sintiendo un proceso de desvalorización. Se les está desdibujando el modelo cultural.

–¿Se puede hablar de una crisis de la masculinidad, a partir de un concepto machista?

–Sí, ellos se sienten retados a moverse de lugar. Eso trae varias reacciones: un cambio para bien, a favor del progreso, que produce un reequilibrio del poder en la familia: el hombre participa más, asume la paternidad de una manera más responsable.

"También puede entrar en crisis, cuando siente amenazado el poder patriarcal y eso refuerza su machismo. Entonces suele atrincherarse en posiciones extremas y muy cerradas.

"Y otra salida es que se produzca un acomodamiento del hombre. En apariencia hay un discurso de cambio, pero en el fondo ocurre la llamada victimización secundaria de la mujer: ella se cree liberada, con las riendas en la mano, pero en realidad está altamente exigida, agobiada, exhausta, portadora de todas las cargas físicas y mentales de la familia."

–¿En Cuba conviven los tres comportamientos?

–Sí, yo he observado los tres comportamientos y las investigaciones los refieren.

–¿Cuál es el ideal?

–La familia como un espacio de liderazgos múltiples, liderazgos reemplazables. Si yo no puedo, tú te ocupas. Se van alternando las riendas de esa manera. Nuestra aspiración está en el camino hacia ese reequilibrio.


El mundo ante la crisis de la masculinidad

Según la periodista norteamericana Susan Faludi, "los hombres están viviendo una seria crisis de masculinidad producida por el creciente poder femenino y por ir gradualmente perdiendo el control que siempre ejercieron".

La colega grafica su tesis con una serie de síntomas que ha observado en sus coterráneos: "Aumento de señales de estrés y angustia, demostrados en depresión, suicidios y comportamientos violentos; la fuerte demanda de cirugías plásticas de hombres, que cada vez son más aceptadas; el abuso de esteroides; y las propias ventas del Viagra".

En la desarrollada Europa, los debates caminan por senderos bastante parecidos. Es la globalización, ¿no? Y en América Latina, a pesar de que quedan fuertes rasgos de una moral conservadora y machista, la cacareada crisis también está dando de qué hablar.

Para la socióloga chilena Elvira Chadwick, "el principal cambio es que el hombre pasó de ser el único proveedor a tener que compartir ese rol con la mujer que sale a trabajar igual que él".

La mujer, cada vez más incorporada al mundo laboral, ahora no sólo es su compañera de trabajo, sino que muchas veces es su jefa.

María Luisa Rojas, socióloga del departamento de planificación y estudios del también chileno Servicio Nacional de la Mujer (Sernam), agrega que a los varones "les cuesta asumir completamente los nuevos roles de la mujer. Es un avance gradual tomando en cuenta que todavía existen resabios machistas".

Estas premisas han provocado que muchos hombres vuelquen sus fuerzas y habilidades hacia el aspecto emocional, en tareas como el cuidado de los hijos o el desempeño de tareas domésticas antes solo a cargo de las damas.

 

¿Quién lleva las riendas en el hogar?
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La metamorfosis de las mujeres sabotea las reglas del patriarcado, pero no las ha liberado del exceso de cargas domésticas

"El mundo de la mujer es la casa y la casa del hombre es el mundo." Con esa sentencia un humano de hace apenas un siglo definiría las reglas de un hogar. Pero tal orden social, claro, preciso y de contornos bien definidos, va quedando en las brumas de la nostalgia machista.

La cocina continúa siendo un trono que no discuten muchos hombres (Foto: RAFAEL TORRES)

Mientras el siglo XX ratificó las tradiciones patriarcales, el nuevo milenio ha atrapado al mundo debatiéndose entre muchas confusiones. Preguntarse quién manda en la familia resulta hoy una interrogante traicionera que muchos no se atreven a contestar. Al menos, no de manera absoluta.

¿Cuál familia?

La llamada célula esencial de la sociedad, transmisora de la lengua, valores, costumbres, creencias, conocimientos, habilidades y nociones de género, ya no se parece a la de hace apenas un siglo.

Fuentes de Naciones Unidas aseveran que hoy la familia está marcada por la reducción de su tamaño, el aumento de las uniones consensuales y las rupturas conyugales. Otras investigaciones empiezan a referir como tendencia, cada vez más, una resistencia hacia el compromiso y la convivencia familiar estable en edades tempranas. El momento de tener hijos está cada vez más lejano en los almanaques personales de las mujeres. Los herederos de padres divorciados, con pobres referentes hogareños, cruzan los dedos y se niegan a reproducir el desarraigo familiar donde se criaron.

La Isla no escapa a esas tendencias. Pero los cambios, como sus habitantes, no se tiñen solo de blanco o de negro. Una verdad, a lo Galileo, queda bien clara: la familia se mueve.

Muchos especialistas asocian ese cambio a las transformaciones ocurridas en la segunda mitad del siglo XX: la integración de la mujer al trabajo y su entrada al espacio público, el fortalecimiento de su independencia económica, y su libertad para elegir el divorcio y el número de hijos. Cultura, alfabetización y atención médica gratuita para todos completaron una revolución de patrones sociales que cambió la vida a hombres y mujeres por igual.

Hoy las damas suman más del 45 por ciento de la fuerza laboral en el sector estatal y dos tercios de la fuerza técnica y profesional del país. Son alrededor del 60 por ciento de los graduados universitarios, y poco más de una tercera parte de los dirigentes y de los diputados, respectivamente.

La metamorfosis de las mujeres, no es un secreto, sacudió los patrones del patriarcado y tiñó de otro color las relaciones de poder al interior de la familia.

¿La última palabra?

Llevar las cargas de la casa "otorga moral" para ejercer el mando, opinaron los participantes en las dinámicas grupales (Foto: JOSÉ OSCAR CASTAÑEDA)

Una encuesta periodística levantada por BOHEMIA en el año 2000, para definir cómo se veían a sí mismos hombres y mujeres, detectó cierto anquilosamiento del machismo. "Vivir en el siglo XXI, con todos los privilegios de ser un mortal de la era de la informática y las comunicaciones a distancia, parece no tener mucha importancia para nuestros entrevistados", decía la revista entonces. "En el fondo, los códigos ancestrales no han variado tanto. Mujeres y hombres se identificaron a sí mismos como si vivieran con un siglo de atraso."

Ambas partes dibujaron un hogar al estilo de Pedro Picapiedras: ellos se definieron por su función de sostén económico y ellas como dueñas de la cocina y los hijos. El 96 por ciento de los encuestados definió a la mujer por la maternidad y para los varones fueron reconocidas la capacidad, la integridad, la entrega, la honestidad, y sobre todo la fuerza.

Una investigación sobre la familia cubana emprendida en la misma época por el Centro de Estudios Psicológicos y Sociológicos (CIPS), del Ministerio de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente, coincidió con el hallazgo anterior. El estudio reconoció que en la década de los 90, la crisis económica trajo consigo un cierto retroceso en la distribución de los roles dentro de muchos hogares en Cuba.

"Sería engañosamente simplista considerar al Período Especial solo una aguda y prolongada crisis económica; en realidad significa eso y mucho más: junto a las multiplicadas limitaciones materiales, se trata también de una crisis de nuestros antiguos paradigmas, valores, estrategias y esperanzas", señaló el estudio entonces.

¿Cómo entender que las dinámicas grupales realizadas ahora, apenas seis años después, mostraran un panorama tan diferente?

Los expertos compiten con Einstein: aquel retroceso era relativo. Tuvo mucho que ver con las estrategias particulares que cada familia encontró para sortear los retos económicos de los años 90. En muchos hogares donde el hombre tenía ingresos importantes, la mujer prefirió quedarse en casa para capear con más holgura las consecuencias de apagones y carencias. Volvió a su rol más tradicional.

Como en las contingencias de huracanes, la cotidianidad se desordenó. Pero apenas pasados los vientos huracanados, el orden doméstico volvió a su cauce normal. ¿Un elemento más para sospechar el entierro del Período Especial?

De vuelta al cauce

A estas alturas, todavía él se piensa que la enamoró

A juicio de los expertos, durante la década pasada se estancó, de alguna manera, el proceso de democratización por el que venía transitando la familia cubana. Y como en la economía, pasados los peores años, la situación en familia no volvió exactamente al punto de referencia de los 80, sino que continuó evolucionando por otros caminos.

Si en el escenario económico anterior al Período Especial una mujer podía llegar a una paridad de ingresos con su media naranja, o ligeramente mayor, hoy algunas alternativas laborales han posibilitado hogares donde las doñas se han convertido, por amplio margen, en el principal sostén financiero de la familia. Bien lo sabe el mecánico Carlos García, recién divorciado de una cuentapropista. "Si te casas con una mujer que gana más que tú, vas a saber lo que es eso es."

Una reciente encuesta sobre el uso del tiempo realizada por la Oficina Nacional de Estadísticas (ONE), en 2002, demostró que los avances hacia la equidad de géneros son tortuosos. El trabajo doméstico aún es una actividad esencialmente femenina. Tanto en zonas urbanas como rurales, las mujeres continúan teniendo la mayor carga.

Datos citados por la doctora Mayda Álvarez, directora del Centro de Estudios de la Mujer, evidencian una evolución. En una investigación, más de un cuarto de las parejas escogidas identificó a ambos miembros como jefes del hogar. Y más allá. El 63,6 por ciento de los hombres y el 66,2 por ciento de las mujeres consideraron que las decisiones más importantes en su familia las toman en conjunto.

Las estadísticas apoyan la tendencia. Si en 1953 las mujeres eran el 14 por ciento de los jefes de hogar; en el Censo de Población de 1981 esta cifra se elevó al 28 por ciento y en el de 2002 ya alcanzaba el 40,6.

En el mundo, los números viajan por el mismo camino. Sin embargo, a juicio de Juan Carlos Alfonso Fraga, director del Centro de Estudios de Población y Desarrollo de la ONE, Cuba enseña una peculiaridad: de ese casi 41 por ciento, el 34,6 tiene un esposo que está reconociendo la jefatura femenina.

Todas las investigaciones sobre familia en la Isla coinciden: en aquellos hogares donde la mujer ocupa puestos de dirección en diferentes ámbitos de la sociedad, la distribución de tareas domésticas en su hogar es más equitativa.

Los roles tradicionales de hombres y mujeres se desdibujan y, algunos, incluso, quedan relegados apenas al discurso. Un concepto se ha puesto en boga en el mundo y tiene al borde un ataque de nervios a muchos hombres: la crisis de la masculinidad. Pero los especialistas del patio prefieren hablar de un resquebrajamiento de los patrones machistas.