Juventud Rebelde
April 22, 2006

 

Aurora Basnuevo: ¿El cine? ¡Me encanta!

El Festival Internacional de Cine Pobre dedica esta cuarta edición a la popular actriz, protagonista del cortometraje Adela, de Humberto Solás

José Luis Estrada Betancourt
joselestrada@jrebelde.cip.cu
Foto: Yuro López

http://www.jrebelde.cu/2006/abril_junio/abril-22/index-aurora-cultura.html

¿Existirá en esta tierra, tan abundante en actores y actrices de renombre, alguien que no conozca a Aurora Basnuevo? ¿O a Estelvina, la mulatísima? Medio siglo haciendo reír —los cumple el próximo año— la hicieron merecedora del Premio Nacional del Humor, pero ahora, con su notable desempeño en el cortometraje de Humberto Solás, Adela, ha demostrado que su histrionismo puede también hacernos llorar. Por eso, por su calidad como ser humano y artista, es que se le rinde homenaje en el 4to. Festival Internacional de Cine Pobre, de Gibara.

¿Qué se siente al saberse el centro del Festival?

—Una satisfacción indescriptible. Sinceramente, me siento realizada. Pero también muy agradecida a Humberto Solás, porque confió en mí y me entregó un personaje dramático y desgarrador. Al mismo tiempo, en Holguín me he sentido como en mi casa. Y la inauguración del Festival de Gibara fue inolvidable. En fin, que me siento feliz con todo lo que ha sucedido.

Cuénteme de su experiencia en Adela...     

—Adela pertenecía a Barrio Cuba, era uno de sus cuentos, pero faltaba presupuesto y «sobraban» 15 minutos, así que Humberto decidió, atendiendo a que mi historia era muy monotemática, hacer un cortometraje.

Este es un personaje que exigió de mí una trasformación completa. Cuando Solás me lo propuso, pensé que no podría con él, porque era muy fuerte. No es fácil interpretar a una madre que pierde a su hijo en una guerra y que está convencida de que aún vive.

Es una mujer muy mayor, así que me dejé las canas, me agobié, sufrí, me metí muy dentro de Adela, lo cual me costó un derrame en un ojo, porque lloré tanto, tanto... No hizo falta glicerina ni nada de eso. Fueron tres meses a lágrima viva desde que empecé a preparar el personaje, al punto de que en el Cardiovascular me dijeron: «Sigue haciendo reír, porque te vas a ir del aire». Fue tal la transformación física que yo andaba por las calles de Regla, donde Estelvina es muy popular, y la gente no me reconocía. Adela me ha marcado mucho.

¿Por qué llegó tan tarde al cine?

—Eso mismo me pregunto yo (sonríe). Sin embargo te voy a contestar. Los directores ven en mí solo a Estelvina, la mulatísima, y no se arriesgan. No obstante, varios realizadores extranjeros me han invitado a sus proyectos. Por ejemplo, con Ruy Guerra rodé Estorvo (1999), película que solo se proyectó durante un Festival del Nuevo Cine Latinoamericano. Ahí interpreté un personaje muy dramático de las favelas de Brasil, y tuve que hablar en portugués. Lo mismo sucedió con Pierre Richard en Robinson Crusoe (2002), donde me defendí en francés para encarnar a su dama de compañía (otro rol distanciado de mi vis cómica). Representé asimismo a una italiana, y en italiano. Claro, no vayas a pensar que soy políglota, es que estos papeles han exigido de mí ese esfuerzo.

«Todos estos realizadores han conocido después que soy una actriz humorística. Pero quienes lo saben se atemorizan. Sin embargo, Humberto Solás, un director universal, se acordó de mí. Creo que no lo defraudé. De hecho, ha expresado en varias ocasiones que se siente satisfecho con mi labor. Ojalá y me convierta en una de sus musas, para poder participar en sus otros proyectos venideros».

No obstante, no se podría hablar de su trabajo sin referirnos a un espacio como Alegrías de sobremesa...

—Estoy muy orgullosa de hacer Estelvina y brindarle alegrías al pueblo. Es un personaje que nunca dejaré de hacer. Ella es un vacilón. A mí ¡me encanta!, y a la gente también. Creo que ya es un clásico del humor cubano, gracias a Luberta que es un escritor genial

—llevamos 41 años en el aire, un récord, porque ningún programa en el mundo dura tanto, entrando diariamente en las casas con tamaña aceptación—. Lo mismo me sucede con Fiesta guajira, otro programa de Radio Progreso de 30 años, donde asumo varios roles: canto, animo, actúo...

Otro espacio agradecido fue San Nicolás del Peladero...

—Figúrate que estuvo en pantalla 23 años. En él hacía pareja con Mario Limonta (mi esposo). Nunca tuve nombre, porque el Sargento Arencibia me absorbía. Sin embargo, ha transcurrido el tiempo, y cuando nos presentamos con esos personajes, las personas los disfrutan como si hubieran sido creados ayer.

¿Cómo descubrió Aurora que iba a ser actriz?

—Soy maestra normalista (digo soy porque uno nunca deja de ser maestro), pero existía por entonces El programa de José Antonio Alonso, que era para aficionados, en CMQ Televisión. Me presenté para competir en canto —como ves, soy una cantante que devino actriz— y gané el primer premio interpretando boleros, aunque nunca me invitan a Boleros de Oro. Después me hicieron Estrella naciente de esa cadena.

«¿Qué sucedió? Pues Cuqui Ponce de León, que me veía cantar en la televisión, estaba formando el grupo Rita Montaner, y me dijo: Aurora, si tú fueras actriz, te contratara, porque quiero hacer comedias musicales. Y entonces le pedí que me probara porque la idea me fascinaba. Me permitió que recibiera las clases de actuación como oyente. Así empezó mi historia con las tablas, gracias a ella y a Miguel Montesco (el primero que me dio esa oportunidad), quien, cuando se enfermó una actriz muy famosa, Idalia Andreu, que iba a protagonizar Habitación 406, me dio el papel. Habitación... fue el estreno del gran Héctor Quintero como dramaturgo. Después hice Los cuchillos de 23, Las Yaguas (comedia musical de Maité Vera, con música de Piloto y Vera), La mulata (entonces, estaba muy delgadita), La pérgola de las flores... Cuqui me decía que yo no tenía raza, que en el escenario hacía cualquier cosa. Me percaté de que era mulata en la Televisión, porque en el teatro hacía de todo. En la televisión fue donde me pusieron las chancletas, pero me han venido bien, porque las he sonado (vuelve a reír).

Más de cuatro décadas haciendo reír, y sin embargo, no pocos hablan de crisis en el humor criollo. ¿Cuál es su secreto?

—El humor es muy difícil. Esa es la verdad. Pero creo que el problema radica en que no pocos se someten a hacerlo sin ser actores, y para mí esa es una premisa fundamental. Por tanto, son hacedores de gracias, de cuentos «verdes» —a veces muy «verdes»—. Falta el humor situacional, de actores, lo cual es más complejo. A eso súmale que hay que tener una gracia especial. Cuando te digo esto pienso, por ejemplo, en San Nicolás del Peladero, cuyo elenco estaba integrado por grandes como Enrique Santiesteban, Carlos Paulín, Agustín Campos, Germán Pinelli, Armando Soler, Carlos Montezuma, la señora María de los Ángeles Santana... El secreto radica en buscar dentro de los actores quién tiene ese don. Y existen. Te podría mencionar, por ejemplo, a Osvaldo Doimeadiós, Churrisco, Carlos Ruiz de la Tejera, Omar Franco, Antolín el Pichón. Todos son magníficos y auténticos.

Usted fue la primera mujer en recibir el Premio Nacional de Humor...

—Efectivamente, y ese ha sido uno de los más grandes reconocimientos que he recibido en mi vida. Por eso estoy donde me necesiten, con la alegría o la tristeza. Recuerdo que una vez me fui a quejar a un importante periodista, de que solo me daban papeles humorísticos y que yo era actriz. Y él me dijo: «Alégrate, alégrate, porque el humor es más difícil que el drama. En la lista de talentos tenemos una cantidad de actrices dramáticas inmensa, pero aquí eres la única. ¿Qué prefieres: ser la única o una más?». Debes imaginar, que enseguida me convenció. Me ha venido muy bien alegrarle la vida a la gente, porque así también yo gozo. Más que gozón, ¡y mira que gozón gozó!

El próximo año cumplirán Mario y usted medio siglo de vida artística, y casi el mismo tiempo de casados. ¡Tremendo aguante!...

—(Otra vez su sonrisa se adueña del lobby del hotel Pernik de Holguín, donde tiene lugar la entrevista). A Mario, que nació en Guantánamo y se crió en Holguín, lo conocí en el programa de aficionados, donde ganó el primer premio recitando (él tiene una voz preciosa). Nos hicimos novios y nos casamos.

«Es mi pareja desde hace 45 años. Además de buen actor —tiene dos premios internacionales por Miel para Oshún y Barrio Cuba—, es el típico oriental: noble, hospitalario, entregado a su trabajo, pero ¡celosooo! Al principio era terrible: ¡machiiiista! Imagínate: artista él y yo la señora del artista. Pero bueno, se quedó en eso, con deseos de aquello y sin esperanzas de nada (sonríe nuevamente). Bueno, eso ya pasó. Somos una familia feliz, con un hijo, y el arte nos ha unido todavía más. Ahora Mario está grabando la telenovela Oh, La Habana, porque a él le encanta el «vidrio».

¿Le gustaría repetir la experiencia de verse nuevamente en una película?

—¿El cine? ¡Me encanta! En ese medio me siento cómoda, pero además, una película siempre queda. Es el legado que le puedes dejar a los que vienen detrás.