Corona para una gran pantalla
La filmografía
china, a diez décadas de su origen,
se ha vuelto un reconocido arte mayor

Por: MARÍA VICTORIA VALDÉS-RODDA
inter@bohemia.co.cu
17 de marzo de 2006
http://www.bohemia.cubasi.cu/2006/mar/03/sumarios/CULTURA/cine-chino.html

De solo verlo revitaliza. El rojo es así; provocativo y seductor de emociones internas. Años atrás, a finales de los 80, ese mismo color nos trajo también cuestionamientos y placer en el orden cinematográfico.

Zhang Yimou explica una secuencia a los actores de Sorgo rojo

Hubo quien entonces le asignara al sagrado rojo de los chinos destellos de irrealidad a partir de la talentosa propuesta de un joven creador. A la palestra cromática conocida se le adicionaba un nuevo tono. Pero mejor aún, Sorgo rojo, de Zhang Yimou alteraba cualquier concepto hasta ese momento concebido erróneamente sobre la filmografía del gigante asiático.

De inicios y creaciones

El hecho de que el pasado año, la Administración Estatal de Radio, Cine y Televisión (SARFT, por sus siglas en inglés) contribuyera a las arcas nacionales con 250 millones de dólares, evidencia la magnífica aceptación de ese espectáculo, conocido en China como "sombras eléctricas". El 60 por ciento de esos ingresos le corresponde a las 212 ofertas de 2005 de un cine renovado, no obstante heredero legítimo de Ren Fengingtai.

A pesar de desempeñarse como farmacéutico, Fengingtai dedicaba buena parte de su tiempo libre a la fotografía, de manera que de esta a las 24 imágenes por segundo mediaban pocos pasos. En brevísimo recuento vale un insoslayable tributo a su ingenio comercial y artístico.

Su primer filme, de 30 minutos de duración y 14 rollos de película, A la conquista del monte Dingjun, viene a demostrar desde 1905 dos verdades todavía vigentes en el mundo entero. De un lado, la necesidad de un público ávido de verse reflejado de forma inmediata, y del otro, la posteridad asegurada por el celuloide, a partir de ser testimonio documental de la historia.

Una película que impactó al público europeo

Tratándose de la aplaudida y milenaria Ópera de Beijing, la película pionera abrió, de par en par, un portón estilístico, patriótico y humanista que ya nunca dejaría sin argumentos en China a sus cineastas. Es vox populi que la sexta generación, la de ahora, tiene mucha osadía.

Con el soporte tecnológico de los Lumiéres, la pantalla grande de esa nación de Asia ha logrado renovarse, de manera sostenida, al combinar elementos de la tradición oriental con el lenguaje de las mejores escuelas occidentales del séptimo arte.

Con una fotografía preponderante, quizá tal vez en homenaje inconsciente a aquella primigenia entrega, las propuestas chinas de los años 20, 30 y 40 del siglo XX abordaron conflictos de todo tipo.

El enfrentamiento entre explotadores y explotados fue captado con aguzado ojo milimétrico por El canto al crepúsculo de los pescadores. Anticipándose incluso al boyante cine europeo y estadounidense de entretenimiento, su novedad radicó en la investigación social, pues el guión utilizó vivencias diarias. Esto, más una antológica banda sonora, lo mantuvieron en cartelera por espacio de 90 días, mutándolo de "tremenda acogida nacional" a primer lauro internacional en el Festival de Cine de Moscú, 1935.

Aupada por estos antecedentes, la ininterrumpida corriente del quehacer cinematográfico chino ha rebasado su centuria con excelencia, dejando tras de sí olas significativas de distintos períodos, a cual de ellas más sobresaliente pese contradicciones derivadas de todo proceso social, cultural y económico.

Sombras eléctricas, un homenaje al séptimo arte chino

La constitución en 1949 de la República Popular China marca indeleblemente la línea divisoria para una nueva etapa de los Estudios fílmicos. Cantos épicos y llamamientos en defensa de la Revolución predominan en los venideros años. La muchacha de la cabellera gris, Héroes hijos de la Patria, o Manos a los remos son de sus exponentes más fieles.

A raíz del suceso de Sorgo rojo (Oso de Oro del Festival de Cine de Berlín y candidato al Oscar en 1989), la crítica especializada mundial se lanzó a ponderar o enterrar al plató local. Algunos sentenciaron incluso que este podía únicamente, con mucho esfuerzo, rozar en lo teórico al ruso Tarkovsky y en lo imaginativo a Buñuel, y aunque el cine chino se toma muy en serio cualquier análisis foráneo, el criterio aprobatorio lo sigue dando, como en sus inicios, sus sencillas gentes.

Se trabaja por ende bajo la premisa de reflejar la contemporaneidad en contrapunteo armónico con códigos estéticos más depurados, pero sin descuidar en ningún momento preferencias de taquilla, la cual agradece en igual proporción; risa y llanto.

Liu Xiuwen, subdirectora de la Asociación de Actores y Directores de China, avala la preponderancia de los estudios de mercado a la hora de definir y presupuestar un proyecto: "Necesitamos saber si ese algo a rodar va a tener futuro’’, declaró.

Reconocimiento al más alto nivel

En la sede del Parlamento Nacional, el Palacio del Pueblo, y en homenaje a los cien años de su cine, el 28 de diciembre de 2005, el presidente chino, Hu Jintao, recibió con hermosas palabras a los notables directores Zhang Yimou, Chen Kaige, Jiang Wen y Feng Xiaogang. No faltaron tampoco los experimentados maestros de Taiwán y Hong Kong, pilares creativos de "una sola China", donde el último ha sentado pautas en el mismísimo Hollywood desde las espectaculares, y en exceso caricaturizadas, danzas de Kung Fú de Jackie Chan o Bruce Lee.

Chow Yunfat y Zhang Ziyi en Tigre y Dragón, el filme chino más popular en Occidente

En estos momentos, la influencia internacional del cine chino (tercero en el orbe por magnitud) es tanta, que el director honkonés, Wong Karwai (Felices juntos, 2046) fue seleccionado para liderar este año 2006 el prestigioso Jurado del Festival de Cannes. Los decenios de manipulación cultural de las transnacionales han quedado solo como un triste vestigio.

De dudarlo, basta con revivir la última escena de Sorgo rojo, donde colapsado por la muerte de Gong Li, su pequeño hijo recita enardecido unos versos a contraluz de un eclipse de sol. Perplejidad y admiración. Visto siempre en rojo esta ópera prima deja un profundo deleite en materia de ética, estética y cine.

La suerte está echada. La indiferencia universal se trocó, por la magia de la consagración artística china, en palmas batientes del auditorio globalizado. La República Popular China finalmente se ciñe la merecida corona.

(17 de marzo de 2006)