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05-02-2006 |
En Siria, Palestina, Marruecos, Túnez y Yemen han ocurrido manifestaciones públicas. En Indonesia se atacó la embajada danesa y se asaltó el centro cultural francés de Nablus, en Libia se acometió a pedradas el consulado de Dinamarca. En las calles de muchas ciudades árabes se están quemando productos daneses en las calles. Irán pidió una reunión de emergencia de los ministros de relaciones exteriores de los países de la Conferencia Islámica. El director del diario France Soir, Jacques Lefranc, fue despedido. El Secretario General de la ONU, Koffi Anan, intervino censurando la potestad de insultar las religiones.
Han ocurrido otros agravios que han desatado, igualmente, una respuesta airada de los musulmanes. Salman Rushdie recibió una condena a muerte (fatwa) por su libro Los versos satánicos La escritora Salima Nasreen fue igualmente execrada por su libro Vergüenza, donde incitaba al amor libre. El cineasta holandés Theo Van Gogh fue abatido a tiros por su filme Sumisión, donde censura la violencia contra las mujeres en las sociedades islámicas. La Tate Gallery de Londres vetó de sus colecciones un cuadro del pintor británico John Latham por considerarlo ofensivo a la sensibilidad musulmana.
En 1996 el profesor Samuel Huntington, profesor de
Ciencias Políticas y director del Instituto de Estudios Estratégicos de
la Universidad de Harvard, publicó un libro "El choque de las
civilizaciones y la configuración del orden mundial", donde planteó otra
tesis. La fuerza dominante en los conflictos del presente es la cultura,
afirmó. Política, ideologías, intereses nacionales y economía siguen
siendo importantes pero la cultura es el factor determinante que mueve
la historia porque es esencial para la identidad humana y va más allá de
las fronteras regionales. Las tesis de Huntington han sido criticadas
por su monolitismo, por su descuido de los matices y las fracciones
dentro del Islam. Huntington prevee en su texto que los frentes de
batalla del futuro estarían determinados por las líneas divisorias entre
civilizaciones. Los conceptos esgrimidos por Occidente como la
democracia y la libertad, los derechos humanos y la soberanía de los
Estados, se enfrentarán a civilizaciones no occidentales que los
rechazarán. Aunque esas tesis son falsas y racistas no cabe duda de que
existe un desprecio en Occidente hacia el mundo del Oriente y su cultura.
Las diferencias entre las naciones ya no serán ideológicas, políticas ni
económicas, sino culturales. El siglo XXI verá la creciente pérdida de
influencia de Occidente. Las civilizaciones asiáticas están aumentando
su fuerza económica, militar y política. El Islam está experimentando
una explosión demográfica que va a potenciar sus capacidades. Las
pretensiones universalistas de Occidente (léase la aspiración de
gendarme internacional de Estados Unidos), lo harán entrar en conflicto
con otras civilizaciones.
El siglo que comienza está viendo un drástico cambio en el balance de
fuerzas mundiales. El Estado-nación ya no tiene el peso y la
consistencia que tuvo en la pasada centuria. Las fuerzas emergentes son
las grandes corporaciones transnacionales, el capital globalizado, las
mafias del narcotráfico, las cofradías del terrorismo, los nacionalismos
fanáticos, la fraternidad islámica. Ninguna de esas potencias tiene
fronteras, ni capital, ni ejércitos, operan con anonimato impreciso y
por tanto son más difíciles de acordar.
Las civilizaciones son realidades culturales y no políticas porque no
mantienen el orden, ni imparten justicia, ni recaudan impuestos, ni
sostienen guerras, ni negocian tratados, por tanto una civilización
puede contener más de una unidad política. Los gobiernos, y hasta los
imperios, crecen y se derrumban pero las civilizaciones son muy longevas
y se definen por una identidad, son el plano más amplio de
identificación en que se desenvuelve el ser humano. Hay algo más: en
Occidente existe una frontera entre la vida espiritual y la vida pública,
entre el credo y la acción política, para el Islam tal frontera no
existe. Un musulmán cree y actúa en concordancia. Para el Islam no hay
límites entre el Estado y la religión.
La confrontación entre la cruz y la media luna anuncia una era de inestabilidad e incertidumbres. Y no sólo hay petróleo en el conflicto, están en pugna dos grandes religiones, dos filosofías, dos concepciones del mundo, dos culturas. Este incidente provocado por una blasfemia contra Mahoma lo veremos repetirse en el futuro en la medida en que Occidente profundice su hostilidad hacia el mundo islámico que se resiste a dejarse dominar.