Miguel tiene 16 años. Su vida sexual activa
comenzó hace varios meses, con una muchacha de
21 años, bajo una gran incertidumbre: ¿Sería él
“bueno” en la cama?
En aquel momento optó por contar su dilema a los
amigos, quienes le sugirieron acudir a la perla.
¿Cuántos jóvenes como él por desconocimiento e
incorrecta educación sexual, acuden a tan
agresiva práctica para paliar la inseguridad que
esa “primera vez” provoca?
Miguel soportó, como todo un “hombre”, el dolor
de la cortada, y se introdujo el objeto. La
incisión en la piel no cerró como debía, la
infección se extendió y cogió fuerza.
En una investigación de Sexo Sentido en esta
ciudad, afloró como principal móvil que conduce
a los muchachos a utilizar tal proceder, la
seguridad engañosa de que la “perla” garantiza
un buen desempeño sexual y mayor placer a su
pareja, sin descartar otros como el embullo y la
imitación.
La muestra se nutrió mayoritariamente de jóvenes
entre 16 y 23 años de edad. El sondeo mostró,
además, otros hechos preocupantes, como la falta
de higiene al cortar la piel del pene, o que su
colocación se ha extendido al barrio, las becas
estudiantiles y otros espacios donde
generalmente pasan una etapa corta de sus vidas,
los varones.
También se exploró el criterio de algunas
muchachas, quienes confesaron no encontrarse a
gusto con esta práctica porque causaba dolor,
ardor y otras molestias en su clítoris, y por
tanto, renuncian a repetir el coito.
Muchas coincidieron en que sus compañeros
llegaban a ellas ya con la “perla” y después que
se estabilizaban como pareja se la retiraban, a
pesar del dolor físico que esto ocasiona.
Todos los encuestados (de los cuales un 60 por
ciento la ha usado por varios años) manifestaron
desconocer las secuelas que ocasiona, lo que
obligó a un reanálisis multidisciplinario de
dicha problemática.
EL PENE IDEAL
Desde que el niño nace, la familia construye su
identidad y lo “presiona” con gustos y
preferencias que deberá asumir en
correspondencia con su sexo.
Tendrá que ser, a toda costa, el “macho” que se
espera de él, y para esto han creado en su mente
un ideal de pene que responda a esa educación
sexista.
Para el doctor Raúl Hernández, máster en
Sexualidad, la “perla” es otra consecuencia de
estereotipos que “forman” al adolescente varón
en la creencia de que solo el tamaño del pene y
la penetración son señales válidas de buen sexo.
La principal alarma que causa entre los
especialistas es el riesgo que asumen quienes la
practican, al desconocer los daños físicos que
ocasiona.
“Si traumático es tener relaciones vaginales o
anales —sin excluir ninguna orientación sexual—
con un pene modificado, también lo es el trauma
psicológico en que pueden verse envueltos cuando
aparezcan los primeros síntomas”, opina el
doctor Hernández
Lesbia Palacios, especialista de primer grado en
Ginecobstetricia del Hospital Materno de esta
ciudad, asegura que las féminas no permanecen
al margen de daños, pues se observan lesiones en
toda la zona del introito vaginal, del clítoris
y de los labios mayores y menores.
Aseveró la ginecobstetra que “indiscutiblemente,
es el clítoris quien lleva la peor parte, por
recibir un roce para el que no está preparado”.
Y añadió, que este órgano femenino tiende a
ponerse áspero, con llagas a nivel del epitelio
que luego dificultan la penetración.
“A veces son heridas que no se ven, pero que
pueden sentirse por el ardor antes, durante y
después de la penetración”, aclara. “Tales
lesiones pueden causar prurito, disuria (dolor
al orinar) u otros trastornos, y de mantenerse
no demorarían en aparecer callosidades y
vulvitis (inflamación), incapacidad para
experimentar el orgasmo, pérdida de la libido o
deseo, y la infección se extendería hacia la
vejiga y el recto”.
¡Y NO BRILLA!
¿Qué ocurre mientras la “perla” está colocada
entre la piel flexible de la cara dorsal o
superior del pene y los cuerpos cavernosos que
se extienden desde el prepucio hasta el tronco?
La respuesta la obtuvimos en la consulta del
especialista de primer grado en Urología, Ranfis
Humberto Rodríguez, del Hospital Oncológico de
Camagüey, quien en los últimos años ha retirado
varios de estos objetos.
“Desde el mismo momento de la incisión aparecen
las primeras complicaciones locales y sistémicas:
sangramientos, infecciones, inflamación
alrededor de la herida… además de ser una puerta
de entrada a gérmenes externos y las ITS”.
Advierte él que la falta de atención inmediata
origina complicaciones, incluida la Gangrena de
Fournier (gangrena de los genitales) que aparece
después de una sepsis local en abandono. En ese
caso hay que eliminar todo el tejido necrótico
de los cuerpos cavernosos y esponjosos, o sea,
cortar parte del pene.
Este abandono ocasiona también abscesos locales
que influyen en la erección pues conducen a la
enfermedad del Peyrone o fibrosis que encorva el
miembro, dificultando la penetración, que se
acompaña de dolor.
Otro trastorno es la parafímosis (el prepucio no
puede desplazarse), susceptible de aparecer ante
cualquier estímulo traumático del exterior, lo
cual ocasiona un edema crónico y progresivo en
los genitales, y requiere tratamiento quirúrgico.
Y mientras ese cuerpo extraño se encuentre
alojado en el organismo, el peligro sigue
latente: los golpes externos y el propio roce
del objeto en los tejidos vascularizados del
pene traen, a la larga, más angustia que placer.