No tan oculta,
y sí ineludible
La cara oculta de la Luna,
serie que transmite
actualmente la Televisión Cubana,
es una valiente
iniciativa que aborda temáticas
sociales de gran
complejidad desde una
mirada frontal
José Luis Estrada Betancourt
y Randol Peresalas
Fotos: Geni
joselestrada@jrebelde.cip.cu
¡Que las sorpresas no acaban, caballero! ¿Quién
diría que una novela cubana de actualidad
levantaría
ronchas a estas alturas, y no precisamente por
su insuficiencia estética? Desde que comenzara a
transmitirse La cara oculta de la Luna,
dirigida por Cheíto González, Virgen Tabares y
Roberto Puldón, los teléfonos y correos de JR
no dan abasto para las quejas sobre la “excesiva
crudeza” de esta valiente iniciativa de la
Televisión Cubana. Ya en el capítulo de
presentación, los criterios allí expresados
dejaban entrever que estaríamos ante una serie
polémica.
Un médico de 54 años de la provincia de
Camagüey, y quien habló en nombre de sus colegas,
decía sentirse preocupado por el “desviado”
patrón de conducta que este serial le brinda a
sus dos hijas adolescentes. “¿Es para que una
muchacha como Amanda sea la protagonista de la
telenovela?”, nos preguntaba.
Amanda (Saily Cabezas, izq) es
resultado de la falta de
comunicación y la sobreprotección.
Ella, Néstor y Yamina (Kelvin
Espinosa y Ariana Álvarez, abajo),
no son solo obra de la fértil
imaginación del guionista. |
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Otra doctora, esta vez en Ciencias Sociales, se
comunicaba asimismo alarmada. “Esa no es nuestra
juventud. Nuestros jóvenes no son así: tan
promiscuos y con tan escaso sentido de la
lealtad y la amistad. ¿No va a escribir JR
al respecto?”, exigía.
Por suerte, no todos los criterios andan por esa
cuerda. Una vecina de Cojímar, muy campechana
ella, se lamentaba mientras esperaba por una
pizza, porque no iba a poder ver el capítulo de
esa noche: “A mí me gusta. La veo muy
instructiva (usó esa palabra, lo juramos). Es
una pena que los muchachos no la sigan, pero yo
siento a mi hija conmigo y le suelto toda una
conferencia”.
Es curioso ver las reacciones de algunos ante
las supuestas escenitas “fuertes” de la fiesta.
¿Alguien puede explicarnos de dónde proviene
semejante mojigatería? Se sabe que los tabúes no
se extinguen de golpe y porrazo, pero de ahí a
lecturas como esa de que la conducta de Amanda
incita a las “niñas” a escaparse de sus hogares,
¡por favor!
La cara...
es una serie oportuna, necesaria, en la cual,
lejos de maquillajes e idealismos, los
individuos pueden constatarse, y rectificarse.
No nos engañemos: los conflictos allí esbozados
no son obra de la fantasía de su autor: están en
la calle, en nuestros hogares... Darles la
espalda, lejos de protegernos, lo que nos hace
es más daño.
La actitud de la señora de la pizza debería
multiplicarse. El médico, en lugar de
sonrojarse, debería actuar, dialogar,
reflexionar con sus hijas, mostrarles lo bueno y
malo de la vida, decirles: “mira, eso que está
haciendo Amanda, es lo que ustedes deben
evitar”. Ah, y no encasquillarse con la
muchacha: Amanda es producto de una situación
lamentable cuya base es fácil de percibir en la
sobreprotección.
NO ES PERFECTA, MAS...
La cara oculta de la Luna
no es una telenovela, es una serie. Y no es lo
primero en tanto no maneja los códigos propios
del género y su nivel de idealización con
respecto a la realidad es casi nulo. Esa
particularidad le permite a La cara...
abordar temáticas de gran complejidad, no desde
una mirada lateral, sino frontal.
No obstante, y amén de que consideramos que
cumple exitosamente su función social, es bueno
apreciarla en toda su dimensión, y, tratándose
de un producto dramático, la estética es
fundamental.
Sus logros en este sentido son parciales.
Evidentemente La cara... no apostó, en lo
formal, ni por lo vanguardista —estilo Doble
juego—, ni por lo clásico, que es igualmente
defendible: se quedó en un punto medio algo
difuso. Tanto la musicalización, como el montaje
y la fotografía, por poner tres ejemplos, están
lejos de mostrar la sutileza que exigen los
mensajes allí manejados. Sin embargo, otros dos
aspectos salvan la propuesta: el guión y la
sorprendente respuesta del elenco.
La labor de Freddy Domínguez es plausible, sobre
todo, en el diseño de personajes y la elocuencia
de los diálogos —incluso aquellos que demandan
su cuota de didactismo: los de la profesora de
Amanda, digamos—. Estos dan la justa medida de
los protagonistas y abren la brecha a sus
acertadas improvisaciones.
En cuanto a la estructura, para optar entre el
paralelismo de las historias y el desarrollo de
estas por separado, es muy pronto para opinar.
De momento, las entradas y salidas de los
personajes centrales en este primer relato están
bastante dosificadas.
Cuando decimos que el reparto respondió
adecuadamente, no pensamos solo en el balance
general —que dicho sea de paso, es muy
favorable—, sino también en los desempeños
particulares, donde los más jóvenes entonan con
los más experimentados de modo encomiable.
Ariana Álvarez (Yamina) y Ketty de la Iglesia
(Margarita), quienes tuvieron a su cargo, quizá,
los roles más próximos a la exageración,
supieron dotarlos de matices suficientes como
para que esta no se convirtiera en un defecto.
María Esther Monteluz (la madre de Léster) no
solo ajustó bien a su personaje, sino que,
especialmente en los primeros capítulos, remontó
una altura francamente envidiable. Lo mismo
consiguieron Alejandro Cuervo (Léster), Kelvin
Espinosa (Néstor), Fernando Echevarría, Tamara
Castellanos, Aramís Delgado, Aimee Despaigne,
Mirtha Lilia Pérez, y, por supuesto, Saily
Cabezas (Amanda), quien singularizó a su tímida
adolescente con una sobriedad típica de actrices
maduras.
¿MIEDO A QUÉ?
Sería iluso creer que nuestros jóvenes,
protagonistas de tiempos distintos a los de sus
padres, viven en una urna de cristal. El mundo
ha cambiado. Ahora son más independientes, les
encanta probarse, experimentar, descubrir, y eso
tiene sus riesgos. Mas no por ello dejan de ser
estudiosos, entregados, fieles y capaces de
ofrecer amor con igual arrojo.
La cara oculta de la Luna
no es para nada un mal ejemplo. Al contrario, es
profilaxis a pulso, en tanto desenmascara las
actitudes negativas mediante su reflejo directo,
con valentía; no con miedos y prejuicios que no
conducen a ninguna parte.
Desde Doble juego, la Televisión Cubana
no proponía un acercamiento tan agudo al mundo
de los jóvenes —por cierto, uno de los sectores
menos atendidos en los dramatizados—. Y es una
lástima que teniendo en la mano una herramienta
tan eficaz para comunicarse con ellos, como lo
es La cara oculta de la Luna, haya
decidido cambiar su frecuencia, y ubicarla los
sábados, justo cuando la juventud aprovecha para
abrirse a la vida nocturna. Aunque parezca
mentira, Señora del destino, una
propuesta también estimable, ha salido
favorecida, cuando debió ocurrir lo contrario.
Y hay otro punto. La televisión tiene el deber
de escuchar a su público, de satisfacer sus
necesidades, pero ello no implica que se amarre
de pies y manos cuando también existen otros
intereses de alcance social y político.
El VIH/SIDA es una realidad, y es deber
afrontarlo con todas las armas disponibles. Si
con la primera de las historias se ha creado tal
algarabía, es bueno saber que las próximas serán
igual de “crudas”, pero ineludibles.
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