GRANMA
March 11, 2006

Los Angeles
The problem of penitentiaries

By HUMBERTO CASPA, adjunct professor
California State University, Long Beach

http://www.granma.cubaweb.cu/secciones/comentarios/internac-119.htm
A CubaNews translation. Edited by Walter Lippmann


Poverty, criminality, gangs and social chaos reign in many metropolitan areas of the country. These are products of a process of economic marginalization that systematically punishes the poor and benefits the rich. Generalized squalor and the problem of penitentiaries in Los Angeles is a by-product of such a process.

It all started in early February, when a riot involving 2000 inmates in a North L.A. prison caused the death of a Black convict. This week another riot brought the death of a second Black prisoner.

According to media sources, there have been 58 homicides in the present year and many are gang-related. The same sources estimate that since 1st January three people die every day.

L.A. Police Department declared the problem started with an order from Latin gang leaders who had apparently suffered the loss of one of their own at the hands of a rival Black gang. Sheriff Lee Baca and other police leaders stressed it was a matter of revenge and racism. They have no idea of what is really happening!

The problem of prisons is far more serious than what is visible. Clearly, as some media sources report, the situation of penitentiaries is an extension of the social problems in Latin “barrios” and Black “hoods”. In these areas, gang wars, poverty, expanding underworlds and growing criminality are a result of the policy of neglect by local governments who have left the solution of these social conflicts in the “invisible hands” of the market or a business community that has never cared to solve them.

This instability in the streets of Latin and Black neighborhoods will continue until local governments intervene through economic support to special non-profit organizations, or directly through government agencies.

What is happening in L.A. reminds me a lot –even though I was not yet born- of what happened in New York in the twenties. At that time the economic disparities among the various social groups increased rapidly as a consequence of laissez faire or free market policies.

New York became polarized. Poverty spread widely in urban zones and criminality rates increased, together with other social evils that are generally associated to poverty. Meanwhile, a small group of people profited from the exploitation of New York masses. The disparities were so serious they finally exploded with the stock market crash in 1929 and the subsequent Great Depression.

Thus, it was no accident the mythological hero Batman was created at the end of the thirties. His maker, Bob Kane, witnessed the economic debacle during his teenage years and suffered in the flesh the Great Depression and the preceding years of social disparity.

Franklin D. Roosevelt’s interventionist policies put an end to the Great Depression and also solved the problem of poverty. One of his significant achievements was the creation of jobs by using national resources in areas where market powers had never dared to invest. Schools and health centers were built; shopping malls were opened in formerly abandoned places. The income of the poor increased as if by magic and many social evils disappeared.

What is happening in L.A. is very similar to what happened in New York in the twenties because there is a similar economic paradigm. We cannot ask for the direct intervention of the federal or state Governments, but we can demand that the local government supply economic and material resources to groups that specialize in these problems.

The focus must not be limited to getting rid of the gangs alone, but also on giving real job and study opportunities to young people prone to be victims of these social evils. If we fail to do this, the number of inmates in our prisons will continue to grow and there will be more riots and crimes within the walls of penitentiaries.


(11 de marzo de 2006)

Los Ángeles

El problema de los reclusorios

HUMBERTO CASPA, profesor adjunto en la Universidad Estatal de CaliforniaLong Beach
http://www.granma.cubaweb.cu/secciones/comentarios/internac-119.htm 

La pobreza, la criminalidad, el hampa y el caos social que afectan a muchas zonas metropolitanas del país son producto de un proceso de marginación económica que castiga sistemáticamente a los de abajo y beneficia a los de arriba. La precariedad y el problema en las cárceles de Los Ángeles, por ejemplo, constituyen una extensión de dicha marginación.

Todo empezó a inicios del mes de febrero, cuando una trifulca de 2 000 presos de un reclusorio del norte de Los Ángeles produjo la muerte de un presidiario de raíces negras. Esta semana otro altercado motivó el deceso de otro preso negro.

De acuerdo con fuentes periodísticas, hubo 58 homicidios durante el presente año y muchos de ellos están relacionados con las pandillas. Esas mismas fuentes calculan que tres personas mueren a diario, desde el año nuevo.

La policía de Los Ángeles argumenta que el problema se inició con una orden de jefes de pandilleros latinos, quienes aparentemente habían sufrido la muerte de uno de los suyos por parte de otro grupo de pandilleros negros. El sheriff Lee Baca y otros líderes policiales subrayan que es una cuestión de venganza y racismo. ¡Qué poca idea tienen de lo que sucede!

El problema que se presenta en las cárceles es mucho más grave de lo que se explicita. Evidentemente, como hacen notar algunos medios de comunicación, la situación en los centros penitenciarios es una extensión de los problemas sociales que se presentan en los barrios latinos y el hood de los negros. En consecuencia, las peleas entre los grupos pandilleros, la pobreza, el incremento del hampa y la criminalidad en estas zonas son producto del abandono de las políticas del gobierno local, que ha dejado la solución de los conflictos sociales a la "mano invisible'' del mercado o a un sector empresarial al que nunca le ha importado resolverlos.

Mientras el gobierno local no intervenga, a través del apoyo económico a organizaciones no lucrativas especializadas o directamente por medio de agencias gubernamentales, la inestabilidad en las calles de los barrios latinos y negros continuará.

Lo que pasa en Los Ángeles me recuerda mucho, aunque todavía yo no existía, lo que aconteció durante la década de los veinte en Nueva York. En ese periodo, las diferencias económicas de los diversos grupos sociales se incrementaron notablemente a raíz de las políticas de laissez faire o comúnmente llamadas de libre mercado.

Nueva York se polarizó. La pobreza se extendió diametralmente en las zonas urbanas, aumentando los índices de criminalidad y los otros males sociales que acompañan normalmente la miseria. Mientras tanto, un grupo pequeño lucraba con la explotación de las masas neoyorquinas. Las diferencias fueron tan graves que finalmente explotó con la caída de la bolsa de valores en 1929 y, consiguientemente, sobrevino la gran depresión.

Entonces, no es ninguna casualidad que el héroe mitológico de Batman haya sido creado a fines de la década de los treinta. Su progenitor, Bob Kane, fue testigo de esa debacle económica durante su adolescencia y experimentó en carne propia la gran depresión y los años de desigualdades sociales que la precedieron.

Las políticas intervencionistas del ex presidente Franklin D. Roosevelt pusieron fin a la gran depresión y también resolvieron el problema de la pobreza. Uno de sus grandes logros fue crear trabajos a través de recursos nacionales en zonas donde el poder del mercado nunca se atrevió a invertir. Se edificaron escuelas, centros de salubridad y se crearon zonas comerciales en lugares abandonados. Los pobres se levantaron como por arte de magia y los males sociales también desaparecieron.

Lo que sucede en Los Ángeles es similar a lo que aconteció en la Nueva York de los años veinte debido a que existe un paradigma económico con las mismas características. No podemos pedir la intervención directa del gobierno federal o estatal, pero sí podemos exigir al gobierno local que provea con recursos materiales y económicos a grupos especializados en esos problemas.

El enfoque no debe claudicar en una tarea que incluya simplemente deshacerse de las pandillas, sino también darles oportunidades reales de trabajo, estudio, etc. a aquellos jóvenes propensos a los efectos de estos males sociales. De no ser así, seguiremos incrementando el número de presos en nuestras cárceles y tendremos más peleas y crímenes dentro de esos establecimientos correccionales.