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MENSAJE DE PAPA FRANCISCO EN TERRENO FÉRTIL
Por Manuel E. Yepe
http://manuelyepe.wordpress.com/
La visita del Papa Francisco a Ecuador, primera escala de su actual
periplo por Latinoamérica, no pudo ser más expresiva del momento
trascendental por el que atraviesan la Iglesia Católica y la América
Latina.
El Pontífice llegaría a Quito en circunstancias aviesamente consideradas
oportunas por la oligarquía desplazada del poder en 2006 para culminar
un proceso conspirativo en marcha encaminado al derrocamiento del
gobierno constitucional ecuatoriano.
Con fuerte articulación y soporte financiero del exterior se venía
trabajando conspirativamente en el país por el derrocamiento de Rafael
Correa quien entonces conquistó la presidencia del país al frente de una
coalición pro socialista de fuerzas progresistas, de izquierda,
antiimperialista, aglutinadas en el frente “Alianza País”.
Correa asumió la Primera Magistratura de Ecuador mediante los procederes
habituales instrumentados por las clases dominantes en el continente,
pero siendo portador de ideas de independencia latinoamericana
consolidadas por la tenacidad de los cubanos y los exitosos procesos
revolucionarios independentistas y unitarios en varios países
latinoamericanos y caribeños.
Los centros del poder imperial –léase Wall Street, el Pentágono y
Langley- no pueden perdonar al Presidente Correa el liderazgo
continental que ha ejercido en la crítica del neoliberalismo y sus
funestos efectos a nivel global.
Puntualmente, tampoco excusan su actuación en los casos del cierre de la
base militar norteamericana de Manta, en Ecuador, y la defenestración
del ALCA, ni su destacado papel en el surgimiento de varias agrupaciones
de naciones que reflejan el irreversible sendero unitario e
independentista de América Latina y el Caribe.
Los mismos grupos violentos que quisieron derrocar a Correa el 30 de
septiembre de 2010 ahora, algo más articulados, trataron de crear pánico
a partir de mentiras que encubrían los intereses de los sectores más
adinerados que les patrocinan. Organizaron protestas y desordenes
encaminadas a denigrar la imagen del Gobierno. Pero fracasaron y la
nación pudo recibir, emocionada y feliz, la llegada del Pontífice el
domingo 5 de julio y despedirlo el miércoles siguiente.
El discurso de bienvenida del Jefe de Estado, respetuoso de la alta
dignidad del visitante y las reglas del protocolo diplomático, fue sin
embargo una brillante síntesis de las ideas que mueven hoy a la América
Latina hacia un destino común unitario, soberano y antiimperialista. Se
hizo evidente una coincidencia feliz entre contenido de los mensajes del
Presidente y el Sumo Pontífice acerca de una necesidad justicia social,
equidad y dignidad que no admite postergación en los casos de los pobres
y los débiles (niños, discapacitados y ancianos).
Francisco, inmerso en su actual periplo latinoamericano, está renovando
su contacto con la clara confrontación entre oligarquías subordinadas al
imperialismo estadounidense y pueblos ansiosos de una independencia real
que ponga en sus propias manos las riendas del poder como ha ocurrido ya
en algunos países de la región.
Pero el nuevo Papa tiene, él mismo, una difícil batalla que ha debido
enfrentar desde el mismo momento en que devino Cabeza de la Iglesia.
El Sínodo de la Familia, celebrado en 2014, marcó el inicio de una
abierta guerra mediática, declarada contra él por el sector más
conservador de la curia romana pontificia cuando Francisco pidió a los
allí reunidos hablar “sin miedo” sobre la crisis de la familia, los
divorciados y los homosexuales. Los exhortó a tener presente que la
iglesia ha de tener siempre “las puertas abiertas a todos los hombres” y
provocó que se hablara abiertamente de una realidad familiar en África,
Asia y América Latina, diferente de la europea.
Los detractores del Papa Francisco dentro del catolicismo no parecen
darse cuenta que su intención esencial es recuperar el prestigio del
catolicismo, fuertemente afectado por escándalos de pederastia, lavado
de dinero, manipulaciones financieras oscuras, “logias” secretas y
corrupción.
No le perdonan sus manifestaciones de aceptación de los postulados de la
Teología de la Liberación cuando, en las décadas de años 1960 y 1970 dio
a conocer que antes de elevarse al cielo era necesario construir el
paraíso en la tierra. Consideraba, y aún mantiene, que para lograrlo la
iglesia tendrá que orientarse hacia las bases, bajar humildemente hacia
sus fieles y “hacer retornar a su rebaño a los que cambiaron de religión”.
Al despedirse de los ecuatorianos en Quito para continuar viaje hacia
Bolivia, el Papa Francisco llamó a sus devotos a “no olvidar el origen
al avanzar hacia el futuro” y su mensaje se sintió como una convocatoria
a los ecuatorianos a apoyar la Revolución Ciudadana que tanto ha estado
aportando al presente de justicia y al futuro de bienestar del país que
está en el centro del mundo.
Julio 8 de 2015.
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