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CUBA Y SU HISTORIA.- COMBATE DEL CENTRO INDUSTRIAL DE MOA 26 de junio
de 1958.
Por: Contralmirante ® José Luis Cuza Téllez de Girón
Capitán del ER, Jefe de la Compañía B “Pedro Sotto Alba”, Columna 19
“José Tey”, Segundo Frente Oriental “Frank País”.
Profesor Titular Adjunto de la Universidad de La Habana.
Master en Ciencias Navales.
Licenciado en Ciencias Sociales.
GRUPO EL HERALDO, 26 DE JUNIO 2015
El combate en el Centro Industrial de Moa el 26 de junio de 1958,
formando parte de la “Operación Antiaérea” realizada por las tropas
rebeldes del Segundo Frente Oriental “Frank País” bajo el mando del
Comandante Raúl Castro Ruz, marcó un hito en la lucha contra el
imperialismo norteamericano pues demostró al mundo que los yanquis
habían dejado de ser intocables.
Habíamos experimentado muchas veces los bombardeos indiscriminados en
los campos de Cuba por los aviones mercenarios del dictador Fulgencio
Batista. Aviones cargados con proyectiles y bombas, proporcionadas por
el gobierno de los Estados Unidos de América al tirano, en nombre de la
mal llamada “Ayuda Mutua” para defender la “democracia” en América.
Muchas habían sido las ocasiones en las que vimos destrozados, por esas
criminales bombas, a los campesinos: hombres, mujeres y niños, quienes
eran blancos fáciles y sin ningún riesgo para los “valientes pilotos” de
la dictadura, provenientes de clases privilegiadas, los que arrojaban
las bombas sobre los indefensos campesinos como una “heroicidad” que les
proporcionaría medallas, congratulaciones, grados y gratificaciones
monetarias de sus jefes.
Teníamos que acabar con ese crimen, acusar a los culpables, a aquellos
que le decían, por un lado, al pueblo norteamericano, que simpatizaban
con la lucha del pueblo de Cuba y, por otro, abastecían los aviones del
tirano con bombas y proyectiles para que las arrojaran contra lo más
humilde de este pueblo.
Había que desenmascararlos ante el mundo y con ese fin, el Comandante
Raúl Castro Ruz, Jefe del II Frente Oriental “Frank País”, quien poseía
fotografías, obtenidas por los combatientes clandestinos del Movimiento
Revolucionario “26 de Julio” de la ciudad de Guantánamo, en las que se
podían ver los aviones de la Fuerza Aérea de Batista abasteciéndose en
la Base Naval yanqui de Guantánamo, dictó la Orden Militar Núm. 30, en
la que en sus Por Cuantos se expresaba la información obtenida, las
condiciones infrahumanas en las que vivían nuestros campesinos, quienes
permanecían en cuevas por los constantes bombardeos en las zonas del
Valle de Caujerí, La Lima, Bayate, Monte Rus, así como la condecoración
del Jefe de la Fuerza Aérea batistiana Coronel Tabernilla Palmero por
los bombardeos en Cienfuegos y Sagua la Grande por el Gobierno de los
Estados Unidos de América, cómplices en la explotación y matanza de
nuestro pueblo, y ordenaba la captura de los ciudadanos norteamericanos
que laboraban en la periferia del territorio rebelde, con el fin de que
ellos, quienes se decían amantes de la libertad y la democracia,
pudieran apreciar cómo en nuestro territorio, las bombas fabricadas por
los monopolios guerreristas yanquis eran arrojadas sobre ciudadanos
indefensos de las sierras. La operación se llamaría “Antiaérea” y se
realizaría en varios lugares, entre ellos, en el poblado industrial de
Moa.
También la jefatura del II Frente elaboró un documento político:
“Llamada general de carácter urgente a todos los jóvenes del mundo”. En
él se hacía un recorrido histórico por las luchas del pueblo cubano por
su independencia, soberanía y libertad, y cómo el gobierno de los
Estados Unidos se había opuesto siempre a ello aliándose con los
sectores más reaccionarios del país. Cómo habían frustrado nuestra
victoria contra el colonialismo español, luego, al triunfo de la
revolución contra la dictadura del General Gerardo Machado Morales en
1933. Cómo más tarde habían apoyado el Golpe de Estado del dictador
Fulgencio Batista el 10 de marzo de 1952, quien instauraba a partir de
ese momento otra dictadura en Cuba, contra la que ahora luchaba lo mejor
de la juventud cubana en los campos y ciudades.
--Explicaba a los jóvenes del mundo que los aviones del tirano Batista
estaban siendo abastecidos en la Base Naval norteamericana de Guantánamo
y ahora los dictadores de Nicaragua y República Dominicana, cumpliendo
instrucciones de sus amos yanquis, se habían sumado al suministro de
armas al dictador.
--Denunciaba la entrega, por Batista, a las poderosas compañías
norte-americanas, de grandes extensiones de tierras y hasta el subsuelo
a perpetuidad, como habían sido las escandalosas concesiones de las
minas de Moa y Nicaro, a cambio de ayuda militar.
--Hacía un llamado a la juventud del mundo para apoyar nuestra lucha,
inspirado en el precepto martiano: “Peleamos en Cuba para asegurar, con
la nuestra, la independencia hispanoamericana.”
El Comandante Raúl Castro celebró una reunión en Naranjo Agrio, sede de
la Jefatura de nuestra Columna 9 “José Tey”, bajo las órdenes del
Comandante Belarmino Castilla Mas, Aníbal, y se determinó que esta
misión sería cumplida por las tropas de la Compañía C “Josué País”, la
cual, en esos días, tenía como jefe al Capitán Higinio Díaz Acné, Nino (luego
traidor a la Revolución) y participarían unos 250 combatientes rebeldes.
Además de la captura de los especialistas norteamericanos, se cumplirían
otras misiones.
Como delegados de la Comandancia del II Frente, irían el Capitán
Reinerio Jiménez Lage, el Teniente Raúl Guerra Bermejo, Maro, Michicho
Cardero y Asdrúbal Baró
El día escogido para esta operación fue el 26 de junio, en horas de la
noche, un día antes del comienzo del cumplimiento de la Orden Militar
Núm. 30.
Las fuerzas enemigas en Moa estaban compuestas por un Destacamento de
unos 110 hombres bajo el mando del Capitán Elías Fernández contando con
una tanqueta de apoyo. Además, como parte del Destacamento, en el
Cuartel de la Playa y en del Aserrío habría unos 20 hombres bajo el
mando de sargentos con buen armamento y parque.
La Tenencia que estaba más cerca de Moa era la mía, que estaba situada
en “La Ayuíta” al Sur de Cananovas, por donde pasa el camino que conduce
a Moa, por el alto de las primeras estribaciones de la Sierra
Moa-Toa-Baracoa.
Por la mañana del día 26, empezaron a pasar los camiones con las tropas
de los otros campamentos que participarían en el ataque. La alegría era
general, como siempre que se iba a un combate, pues representaba para
todos el propinarle una derrota más a la dictadura.
Preparada ya nuestras fuerzas, ocupamos nuestro lugar en la caravana y
anduvimos unas tres horas en jeeps y camiones, hasta llegar a un lugar
en los pinares de la zona niquelífera del Suroeste de Moa, conocido por
“El Jonsen”, donde en la casa de un campesino amigo nuestro celebramos
la reunión para ultimar todos los detalles.
El Capitán Higinio Díaz, como Jefe de la Operación en Moa, dispuso el
personal que iría al ataque, y le designó a cada oficial, las misiones
siguientes:
a) Hacer prisioneros a la mayor cantidad de norteamericanos que
trabajaban en la Empresa minera; misión que cumpliría personalmente el
Capitán Higinio Díaz Ácne en compañía de unos 20 combatientes bien
armados.
b ) Atacar el Cuartel de la Playa, por el Teniente Pedro Sotto Alba,
veterano del “Granma”, y bajo su mando unos 60 combatientes, organizados
en escuadras, dirigidas por los sargentos Santiago Prego Ortiz, Renato
Rabilero Duharte y Juan Leyva Góngora, y el cabo René Lamoru Velázquez.
c ) Montar una fuerte emboscada en el camino entre el cuartel y el
pueblo Los Mangos, misión asignada al Teniente Eduardo Pérez González,
Bayo (que, luego, junto a Nino Díaz traicionaría la Revolución),
teniendo como segundo al Sargento Carlos Fernández Gondín, con el fin de
evitar que el ejército saliera de ese cuartel. Esta tropa, de unos 25
combatientes, debía sembrar una mina en el camino, que sería accionada
por el combatiente Lesmes Jardines.
d ) Rodear el cuartel del aeropuerto con unos 30 combatientes bajo el
mando del Teniente Rolando Monterrey Caballero, Rolo, Legión de Honor
“Frank País”. Llevaban una ametralladora calibre 30 de enfriamiento por
agua.
e ) Desmontar el hospital de Moa y trasladarlo para nuestro campamento
en Los Indios, al Este de Sagua de Tánamo. Esta misión la cumplirían los
doctores Benjamín de Zayas y Horacio González Menchero, apoyados por
tropas bajo el mando del Sargento Nelson Mulet.
f ) Atacar el Cuartel del Aserrío, capturar a los oficiales del ejército
que vivían en el Hotel Saxony, pertrecharse de mercancías, medicinas,
combustible, y transportarlas para nuestros campamentos, que en aquellos
momentos, debido a un fuerte cerco de la dictadura, carecían de esos
materiales, tanto nuestras fuerzas como los campesinos. Esta misión
sería cumplimentada por tropas bajo mi mando y, como segundo, el
Subteniente Mario Griñán de la Cruz. Unos 50 combatientes participarían
en ella.
g ) Patrullar por todo el poblado industrial de Moa, para lo que se
designaron tropas al mando del Sargento Antonio Portuondo, Bebo, buen
conocedor de la zona, reforzado por el veterano combatiente Luis Argelio
González Pantojas, integrante del 1er. Refuerzo de Frank País al
Comandante Fidel Castro, en marzo de 1957, y fundador de la Columna 6
“Frank País”.
En esa reunión le señalé al Capitán Díaz Ácne dos aspectos:
Uno, que había sido informado por el Sargento (ER) Luis Riverón, que en
Moa se conocía que íbamos a atacar y otro, que para capturar a los
norteamericanos en sus casas no eran necesarias tantas buenas armas y
tantos combatientes, y que, sin embargo, Sotto Alba iba a cumplir la
misión más peligrosa y solo llevaba su Garand, la Thompson de Armando
Regalado y el Sprinfield de Renato Rabilero, pues todos los demás
combatientes iban con escopetas.
A regañadientes, el Capitán Díaz Ácne lo reforzó solo con Ricardo
Cisneros Díaz, Jotor, con su Sprinfield, como Segundo Jefe de la tropa y
con el Teniente Esmérido Rivera con otro Sprinfield.
Le volví a argumentar la necesidad de reforzar más a Sotto Alba, a lo
que me respondió que él era el jefe y las armas y hombres las distribuía
de acuerdo con su criterio, y dio por concluida la reunión.
Pedrín Sotto aceptó disciplinadamente, pero hizo constar al Capitán Díaz
Acne su inconformidad con la decisión adoptada. Acordamos ayudarnos
mutuamente.
Convenimos llegar con los carros lo más cerca posible de los objetivos,
para que todo fuera más rápido.
Pasó nuestra tropa a la vanguardia, con el fin de adoptar las primeras
posiciones de entrada al poblado por el Aserrío, y que la tropa de Sotto
pasara a nuestro flanco rumbo al cuartel. Nadie abriría el fuego antes
que él.
Esperamos una hora u hora y media, para que fuera oscuro y con las luces
apagadas, comenzamos el descenso.
En la bifurcación que conduce al aeropuerto, a Los Mangos y al lugar
donde residían los norteamericanos, nos separamos del resto del grupo y
seguimos nosotros.
De momento, en una vuelta del camino, fuimos alumbrados por un vehículo,
al parecer una guagua, por lo que el Capitán Jiménez Lage ordenó
detenerla para evitar que llegara antes que nosotros y pudiera
delatarnos. El Subteniente Griñán se quedó con las tropas en los caminos
y nuestro jeep de vanguardia, Jiménez, Maro, Fernando, Firo Esquivel,
Antonio Nin y yo nos lanzamos al objetivo. Bajamos por una elevación
junto a la carretera y al llegar a ella comprobamos que no nos podían
haber visto, nos arrojamos al borde de la carretera, al tiempo que el
vehículo pasaba junto a nosotros. ¡No era una ómnibus, sino una tanqueta
en su recorrido programado, contra la cual no llevábamos armas!... Se
alejó, subimos y continuamos hacia el Aserrío.
Unos metros antes de llegar al lugar donde estaba el cuartel, nos
encontramos una camioneta; con tan buena suerte que dos de sus
tripulantes eran ingenieros de Santiago de Cuba, Gustavo y Guillermo
Herrera, amigos de Fernando y mío, y nos informaron que se conocía que
íbamos a atacar y que los guardias, esa tarde, alrededor de las 5,
habían abandonado el Cuartel del Aserrío, sin poder decirnos hacia dónde
habían ido.
Ya se sentían los tiros en el cuartel, señal de que Pedrín Sotto había
ocupado su posición, cuando nuestra vanguardia irrumpió en el Hotel
Saxony, en busca de los jefes, al tiempo que nuestra tropa acudía con
los distintos responsables a las farmacias, gasolineras y almacenes,
asignados de antemano.
Rápidamente, irrumpimos en todas las habitaciones en una acción
relámpago, pero los sicarios, conocedores de nuestro ataque, se habían
refugiado en sus madrigueras. Di orden de retener a todos los civiles en
el hotel y nombré una comisión para identificarlos.
El trabajo de cargar las mercancías y manejar los camiones hasta
nuestros campamentos, requería la ayuda de muchos hombres y pedimos
voluntarios en el pueblo, por lo que solucionamos esta necesidad, pues
todos estaban en la mejor disposición de ayudarnos. Ya organizado todo
el trabajo, me dispuse a ir a encontrarnos con Sotto Alba. En esos
momentos, llegó el Capitán Nino Díaz con su grupo y me ordenó permanecer
con Maro, para que apurara el trabajo y junto con él, el Capitán Jiménez
Lage, Fernando Ruiz y el personal seleccionado, partió rumbo al Cuartel
de la Playa.
Al llegar a este, ya el Teniente Pedro Sotto Alba había muerto, debido a
una granada enemiga, pues él, con su valentía característica, junto con
Jotor y el ayudante de este, Rubén Arias, se había metido en una de las
trincheras que rodeaban el cuartel, donde fue alcanzado por la granada
asesina.
Mientras se evacuaba a Pedrín Sotto para el hospital, Cisneros,
haciéndose cargo de la tropa, continuó el combate, junto con el 1er
Teniente Esmérido Rivera, Avelino Portuondo, Juan Rivera, Eligio de la
O, Sergio Eugenio Carbó, Beto Arce y otros compañeros, y obligó a los
casquitos a abandonar el cuartel por la playa, pudiendo huir en una
embarcación de motor porque el Cabo Rene Lamoru no había cumplido su
misión de cerrar el cerco, y quemar las embarcaciones en el muelle.
Al llegar el Capitán Díaz Acné junto a Cisneros, ordenó una salva con
todas las armas que llevaba y retirarse del poblado con la tropa, al
decirle que ya la operación llegaba al final.
Desde nuestra posición, vimos salir a la tropa llevando el cadáver de su
inolvidable jefe en la cama de una camioneta. Con él, iba el Capitán
Antonio E. Lussón Battle, quien fuera a ayudarnos al mando de una
pequeña tropa.
Antes de retirarse el Sargento Santiago Prego Ortiz con unos pocos
combatientes bajo su mando, tomó el cuartel y ocupó dos jeeps, tres
fusiles, dos pistolas y otros materiales bélicos.
La retirada se realizaría por el camino de Centeno en dirección a
Cananovas, por el que con mayor rapidez se llegaba a nuestros
campamentos.
El Teniente Rolo Monterrey emplazó su calibre 30 trípodes y con Juan
Boris Menencier, Tanganika, el Sargento Juanito Paz y otros compañeros,
se dispuso a impedir que el ejército pudiera salir por el frente del
cuartel del aeropuerto.
Ya se escuchaba el fuerte tiroteo del combate en el Cuartel de La Playa,
cuando comenzó el tiroteo detrás del aeropuerto en el camino del cuartel
a Los Mangos. Impacientemente, oían cómo se desarrollaba el combate
cerca de ellos, sin poder avanzar en ayuda de sus compañeros.
Largo fue el tiempo transcurrido. Ya en la playa se había restablecido
el silencio, cuando llegó a Rolo un mensajero con la orden de retirada,
pues ya los yanquis habían sido capturados y a los respectivos jefes se
les había ordenado retirada. Rolo, con lágrimas en los ojos, por no
haber podido pelear, recogió su tropa y partió.
El tiroteo sentido por él y sus compañeros fue resultado del combate que
sostenía la tropa del Teniente Eduardo Pérez Bayo, bajo el mando de
Armando Garriga, pues Bayo y otros acólitos de él acudieron a los
prostíbulos de Los Mangos.
Garriga, el Chino Tero, Aquilino Torres, Samprón, Reinaldo Grimón,
Tocotoco, Pepe Cisneros, Roberto Aseff, Roberto Balart, Narciso Rivera y
otros ocuparon la parte de atrás del cuartel del aeropuerto y,
protegidos por unos camiones, abrieron fuego contra los casquitos cuando
estos quisieron salir del cuartel; se generalizó el tiroteo que duró
hasta que Garriga, viendo que las horas transcurrían y que el Teniente
Eduardo Pérez, Bayo, no aparecía, reunió el personal y los retiró poco a
poco.
Los doctores Benjamín de Zayas y González Menchero, junto con los
enfermeros Julián Rizo Álvarez y Oliverio Villa Cabrera, desmontaron el
hospital con todos sus buenos equipos y los transportaron. Gracias a
ello, luego tuvimos en nuestro hospital de la Capitanía de Los Indios
los más modernos equipos de salud y se pudieron realizar complicadas
operaciones quirúrgicas y salvar así preciosas vidas.
Al regresar el Capitán Nino Díaz en compañía del Capitán Jiménez Lage,
le informé el cumplimiento de nuestra misión y que, además, habíamos
capturado tres norteamericanos más.
Le expliqué que ellos estaban bebiendo en un bar-cafeteria y al decirles
que nos tenían que acompañar, no lo concebían, pues les parecía tan
osado que se tocara a un norteamericano en Latinoamérica, que los
tuvimos que obligar a acompañarnos y les condujimos correctamente, como
lo establecía las Instrucciones Secretas de la Orden Militar Núm. 30.
Nos ordenó retirarnos, diciéndonos que había visitado todos los lugares
donde había tropa nuestra y solo quedábamos nosotros, que quemáramos la
planta eléctrica y nos fuéramos.
El Sargento Manuel Dosil, Papiro Carbó, Hugo Argüelles y otros
compañeros, le arrojaron unos cócteles Molotov a la Planta eléctrica.
Recogimos al Sargento Víctor Díaz, quien estaba como responsable de
cargar los camiones y enviarlos a territorio rebelde y le ordené partir,
lo que hizo de manera organizada, llevado dentro de la caravana camiones
Diamond-T, para no permitir que se atascara ningún camión con su
apreciada carga.
En el cumplimiento de esta misión, tuvimos que lamentar la muerte de un
civil, cuya profesión era carpintero y venía en un camión; al dársele el
alto, sacó un martillo para mostrar que venía desarmado y un compañero
creyó en la noche que era un revólver, por lo que le disparó y le
ocasionó la muerte instantáneamente.
Como a las 3 de la mañana, cuando aún estábamos cerca de Moa, sentimos
un fuerte tiroteo.
Luego supimos que un grupo de soldados, bajo el mando del Teniente
Martínez, emboscaron la tropa del Teniente Eduardo Pérez, Bayo, donde
iba también la tropa del Sargento Santiago Prego, a quienes se les envió
con un mensajero la orden de retirada por Centeno y no por Gran Tierra,
la que propagó Bayo a viva voz y fue escuchada por el enemigo.
El Teniente Martínez había atravesado la emboscada rebelde colocada por
el Teniente Bayo, los que sin sus jefes, y no habiendo podido explotar
la mina por desperfectos técnicos, no habían realizado ninguna acción,
por tal motivo, los guardias pasaron la emboscada rebelde sin ninguna
resistencia.
Al escuchar por dónde se retirarían los rebeldes, rodearon el poblado,
realizaron la fatal emboscada, que ocasionaría la muerte a cinco
compañeros nuestros, y huyeron en cuanto el resto de los combatientes
rebeldes avanzó sobre ellos.
Ascendían a seis nuestras bajas mortales, añadiendo el nombre del
Teniente Pedro Sotto Alba, de Antonio Boizán Barrientos, Austergesilio
Vargas Reyes y Renato Oliver Galbán, en un jeep, Alcibíades Deroncelet
Isidro y Manolo Terrero Matos, quienes iban en un camión.
Luego supimos que el compañero Ángel Romero Videaux, Jutía, había sido
ultimado cuando lo encontraron herido debajo de una casa en la zona de
Los Mangos.
Ya, al amanecer, llegamos de nuevo a La Ayuíta, donde fueron escondidos
algunos camiones con mercancías y otros siguieron su camino rumbo a la
Capitanía y la Comandancia.
Ese día 27 de junio, fue muy duro para nosotros, pues debíamos esconder
todo lo capturado en Moa y dar sepultura a nuestros compañeros, lo que
se hizo en el cementerio de Andrés, en las márgenes del Río Sagua. El
duelo fue despedido por el Comandante Raúl Castro Ruz. Los doce
norteamericanos y canadienses capturados fueron sacados del acto antes
de que el Jefe del II Frente Oriental hablara, para que no oyeran lo que
este le iba a decir a la tropa.
Raúl nos habló de la importancia que tenía la operación realizada, pues
el mundo se enteraría de que el pueblo de Cuba estaba dispuesto a pagar
cualquier precio por la victoria y que el anhelo de libertad de nuestros
mambises vivía en nuestra generación; que al conjuro de “Libertad o
Muerte” íbamos a vencer; que la opinión pública mundial sabría que
nuestro pueblo estaba siendo asesinado por la dictadura de Batista con
armas que le proporcionaba el gobierno norteamericano y que en nuestro
poder obraban fotos de los aviones del dictador, cargando bombas en la
Base Naval yanqui de Guantánamo.
Habló de Pedro Sotto Alba, de su honradez, el valor demostrado siempre,
veterano del “Granma”, humilde obrero del pueblo de Manzanillo, quien
habiendo participado en mil y una batallas, caía en una escaramuza. Lo
ascendió a Capitán en Honores Póstumos, lo nombró Comandante de Honor de
todos los legionarios de la Orden de Mérito Revolucionario Legión de
Honor “Frank País” y juró que un día el Centro Industrial de Moa
llevaría el nombre glorioso de Pedro Sotto Alba cuando el pueblo de
Cuba, junto a la libertad conquistada recuperara los bienes que en aquel
momento usufructuaban los monopolios norteamericanos y sus cómplices de
la camarilla explotadora cubana. (Hoy, Moa lleva el nombre de Centro
Industrial Comandante Pedro Sotto Alba, propiedad del pueblo de Cuba).
Habló de los demás compañeros caídos, obreros y campesinos, hombres
humildes del pueblo, quienes cansados de soportar sobre su cuello el
yugo de la explotación, habían tomado la estrella como nos enseñara
Martí y con ella en la frente, prefirieron morir de pie que seguir
viviendo de rodillas. El pueblo no olvidaría a sus mártires y ahora
menos que nunca serían considerados como muertos, pues “Morir por la
Patria es vivir.”
Por la madrugada partimos para nuestros campamentos en compañía de los
norteamericanos asignados a cada Jefatura.
El día 29 por la mañana fuimos avisados que, desde Moa, habían llegado
unos compañeros del Movimiento “26 de Julio” de este poblado industrial
y que venían acompañando a un norteamericano. Fuimos a su encuentro y
resultó ser el Cónsul de los Estados Unidos en Santiago de Cuba, Park
Wollam, quien venía con instrucciones de su gobierno para hablar con el
Comandante Raúl Castro en relación con la captura de los norteamericanos.
Nos reunimos con él en presencia de los tres norteamericanos que estaban
con nosotros y ellos le relataron lo bien que eran tratados, que acorde
con nuestros recursos, no les faltaba nada y que no tenían peligro
alguno por parte de nuestras tropas, pues los considerábamos parte del
pueblo norteamericano y ajenos a las agresiones de su gobierno.
Le comunicamos que con gusto lo llevaríamos hasta la Comandancia de
nuestra Columna, desde donde sería conducido ante el Comandante Raúl
Castro Ruz, pero no podríamos partir hasta la noche debido a que
tendríamos que atravesar por muchos campos de caña y los aviones del
tirano nos podrían sorprender.
Me contestó que podíamos salir en ese mismo instante, pues el gobierno
de Batista sabía que él estaba por allí y había ordenado a sus aviones
no volar por esa zona, y además, agregó que él era veterano de la II
Guerra Mundial y, por tanto, tenía experiencia de combate.
-Si es así, vamos – le contesté.
Nos montamos en los jeep y no habíamos andado ni 500 metros, cuando
apareció una avioneta artillada con una calibre 30 y, al vernos,
maniobró sobre nosotros y abrió fuego.
El cónsul corrió y se metió en un bohío y nosotros debajo de un camión
volqueta de los capturados en Moa.
El ametrallamiento duró de 20 a 30 minutos, batiendo lo mismo el bohío
que nuestro parapeto. Cuando el avión acabó con las balas y las granadas
que llevaba y se fue rumbo a Guantánamo, salimos de nuestro improvisado
refugio y fuimos al encuentro del Cónsul, el que salió del bohío muy
pálido y asustado.
-¿Pero usted no nos dijo que era veterano de la II Guerra Mundial? ¿Cómo
es que se ha asustado por simple balas calibre 30 y granadas de mano? –
le preguntó Fernando Ruiz Bravo.
Su respuesta fue rápida…
-En la II Guerra Mundial, yo fui de oficinista y nunca estuve en el
Frente.
Ya llegaban junto a nosotros, compañeros que nos traían pedazos de las
granadas lanzadas.
¡Todas de fabricación norteamericana! Eran granadas de las empleadas
para lanzar con el fusil Garand, cuya parte posterior siempre queda
intacta, en la que se podía apreciar el emblema de las manos estrechadas,
símbolos de la “Ayuda Mutua”.
Una hora después, llegamos a la Capitanía y éramos autorizados a seguir
rumbo a Naranjo Agrio, donde estaba la Comandancia. Allí le entregamos
el Cónsul al Comandante Belarmino Castilla, Aníbal, el que lo conduciría
personalmente ante el Comandante Raúl Castro Ruz.
Unos días después, al ir a Calabazas, improvisada Comandancia General
del II Frente Oriental, supe del rotundo éxito de la “Operación
Antiaérea”, pues fueron capturados casi simultáneamente 49 ciudadanos
yanquis, 29 de ellos eran Infantes de Marina de la Base Naval yanqui de
Guantánamo, capturados por tropas bajo el mando del Teniente José
Sandino Rodríguez de la Compañía E bajo el mando del Capitán Félix Pena
Díaz de la Columna 6 “Frank País”.
La Compañía A “Otto Parellada” bajo el mando del Capitán Ernesto
Casillas Palenzuela había capturado a cuatro representantes de la United
Fruit Company en el pueblo de Guaro, así como a dos altos funcionarios
de la Nickel Processing Corporation, en la zona de la mina La Ramona en
la Sierra Cristal.
En la zona de la Compañía D, bajo el mando del Capitán Manuel Fajardo
Sotomayor, fueron capturados tres extranjeros administradores y altos
funcionarios de los centrales Ermita e Isabel, los que también fueron
trasladados para Las Calabazas de Sagua y pude comprobar que habíamos
atraído la atención mundial y detenido momentáneamente los bombardeos y
la ofensiva de Batista contra nuestro territorio.
En la pista de Calabazas de Sagua, aterrizaban constantemente avionetas
y helicópteros con periodistas, camarógrafos y distintas personalidades,
quienes venían atraídas por nuestra Revolución, los que dirían al mundo
sobre nuestra lucha por una mejor vida para nuestro pueblo, a pesar de
que una buena cantidad de ellos, bajo el disfraz de periodistas y
diplomáticos escondían su verdadera profesión de espías.
En las Calabazas de Sagua, se llevaban a cabo las conversaciones de la
jefatura del II Frente, representado por el Comandante Raúl Castro,
Vilma Espin, Delegada de la Dirección Nacional del “26 de Julio”, el
Comandante Belarmino Castilla, el Capitán Augusto Martínez Sánchez y el
abogado Lucas Morán Arce y, por la parte norteamericana, el Cónsul Park
Wollam y el Vicecónsul Robert Wiecha. En varias de las conversaciones,
participaron norteamericanos capturados, los que recibieron nuestro
calificativo de “Testigos internacionales”. Algunos de ellos escribieron
a sus congresistas y familiares y les contaron sobre nuestro buen trato
y hasta extrañándose que así fuera, pues les habíamos demostrado que el
gobierno de los Estados Unidos era cómplice de los crímenes cometidos
por el dictador Batista en los campos cubanos.
Por los resultados positivos obtenidos con la “Operación Antiaérea”, la
jefatura del II Frente deseaba no solo denunciar la alianza del gobierno
de los Estados Unidos con Batista, sino también obtener el compromiso de
aquel de cesar en el suministro bélico a Batista al amparo del Pacto de
Defensa Hemisférica, así como el cese del aprovisionamiento bélico y
combustible, y prestación de asistencia técnica a la Fuerza Aérea cubana
en la Base Naval yanqui de Guantánamo, haciendo constar que ese era
territorio nacional cubano ocupado ilegalmente por el Gobierno de los
Estados Unidos de América.
El 2 de julio el Comandante Raúl Castro Ruz entregaba un documento
oficial al Cónsul Wollam, en el que le realizaba estos señalamientos asi
como dejaba constancia escrita de que el Movimiento Revolucionario “26
de Julio” se ha opuesto y se opondrá enérgicamente a todo intento de
intervención de naciones extranjeras en la política interna de nuestro
país.
La prepotencia de las autoridades norteamericanas hizo que varias veces
las conversaciones fueran sumamente tensas, pero los principios
defendidos por la parte cubana se supieron imponer siempre, en ocasiones
con hechos de la historia de las relaciones entre Cuba y los Estados
Unidos; otras veces con la muestra de los restos de las bombas de
fragmentación y napalm arrojadas por la aviación del tirano en las que
constaba que pertenecían a la Fuerza Aérea de los Estados Unidos.
El Comandante en Jefe Fidel Castro, en medio de los combates de rechazo
a la Ofensiva de Verano del Ejército de Batista, ordenó la liberación de
todos los norteamericanos capturados en el II Frente en alocución
trasmitida por Radio Rebelde desde la Sierra Maestra en la noche del 2
de julio. El líder de la Revolución cubana quería evitar que esta
situación provocara una intervención militar directa de los Estados
Unidos, y, como sucedió en 1898, se frustrara el triunfo del nuevo
Ejército Mambi.
Ya había sectores reaccionarios en el Congreso norteamericano que
estaban pidiéndole al presidente Eisenhower una rigurosa acción de los
Estados Unidos contra Cuba.
A partir del día 2 de julio, se fueron poniendo en libertad los
norteamericanos y canadienses “Testigos internacionales” como muestra de
la buena fe del mando revolucionario.
En los días siguientes continuaron las conversaciones y la liberación de
otros extranjeros, siempre en pequeños grupos, mientras la jefatura del
II Frente alertaba a los mandos subordinados y adoptaba medidas para
cuando fueran liberados todos, no perdiéramos ni un palmo del terreno
ganado.
Los últimos en ser librados fueron los Marines, cuya entrega concluyó el
día 18 de julio.
Con el cumplimiento de la “Operación Antiaérea” habíamos salido
fortalecidos militarmente, y políticamente le habíamos inflingido una
buena derrota a la dictadura y al gobierno norteamericano, pues como
hasta el propio Almirante Arleigh Burke, jefe de Operaciones navales del
gobierno yanqui manifestó: “El prestigio de los Estados Unidos ha sido
seriamente dañado en toda Latinoamérica por esos hechos en las últimas
dos semanas..”
Con la llegada del último Marine a la Base Naval yanqui de Guantánamo el
General Francisco Tabernilla Dolz, Jefe del Estado Mayor Conjunto,
ordenó la reanudación de las operaciones militares.
Al entregar a todos los norteamericanos, Calabazas de Sagua fue
salvajemente bombardeada, así como 13 lugares más del II Frente Oriental
“Frank País”.
Nuevamente sangre humilde era derramada en los campos de Cuba.
¡¡Era necesario hacer triunfar la Revolución.!!
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