Juventud rebelde
8 de marzo 2006

 

Foto:APLas mujeres decimos No a la guerra

 

Juana Carrasco Martín
internac@jrebelde.cip.cu

Las vi saltar, correr, cantar, gritar en las calles de Caracas. Iban vestidas de rosa, con grandes pamelas del mismo color y sombrillas de idéntico matiz, que parecían salidas de la mazurca de la zarzuela española. No era carnaval, pero sí una fiesta a la vida en el Foro Social Mundial. Llevaban una tela rosa y en un tono más subido la frase que las pone en marcha: Las mujeres decimos No a la guerra.

En el Tribunal femenino contra la globalización y los crímenes del imperio, Medea Benjamín, cofundadora de CODEPINK —Código Rosado— hizo la denuncia y formuló una apelación a la conciencia de quienes dan vida. Cindy Sheehan, a quien ya el mundo llama Mamá Paz, la que perdió a su querido hijo Casey en Iraq, pidió que en el Día Internacional de la Mujer, incluso desde antes, hubiese una movilización para firmar un llamado urgente y entregar esa carta, esa petición, con nuestras rúbricas, en cada embajada estadounidense.

Es nuestro llamado urgente, el de las mujeres de Estados Unidos en primer lugar, las sufridas de Iraq, de nosotras, las del mundo todo: basta ya de la insensata guerra en Iraq y de los crueles ataques a civiles en cualquier lugar de este planeta. “Nosotras hemos enterrado a demasiados de nuestros seres queridos. Nosotras hemos visto demasiadas vidas crispadas para siempre por heridas físicas y mentales”... “Este no es el mundo que queremos para nosotras y para nuestros hijos. Con fuego en nuestras entrañas y amor en nuestros corazones, nosotras las mujeres nos estamos levantando —más allá de las fronteras— para unirnos y demandar un fin al derramamiento de sangre y la destrucción”.

Cómo no firmar, cómo no acudir a la convocatoria, cómo quedar impávidas...

Este lunes, en vísperas del 8 de Marzo, Cindy, Medea y otras mujeres norteamericanas llegaron hasta las puertas de la Misión o embajada de Estados Unidos ante la ONU. Llevaron su carta, en la que tenían más de 70 000 firmas. Poco antes habían recorrido un trecho de Manhattan tras aquella tela rosa, acompañadas de tres mujeres iraquíes —una chiita, una sunnita y una kurda— que habían expuesto los sufrimientos, penurias y dolores de tres años de invasión y ocupación extranjera.

Era demasiada fuerza moral concentrada. Nadie les abrió la puerta, nadie les recibió el mensaje, solo se hizo presente la falange policiaca. Arrastraron, empujaron, maltrataron, esposaron y arrestaron a Cindy Sheehan, a Medea Benjamín, a Missy Beattie, también de las Familias de las Estrellas de Oro contra la guerra porque perdió a su querido sobrino en Iraq, y a la ministra protestante Patricia Ackerman.

La acusación formal: resistencia a la fuerza pública. Pero cuál es el motivo real para que sean “peligrosas” a los ojos de la administración Bush. Lo responden en su propio llamado: “estamos creando un movimiento masivo de mujeres —cruzando generaciones, razas, etnias, religiones, fronteras y criterios políticos. Juntas, podemos... diseminar los valores fundamentales del amor por la familia humana y por nuestro precioso planeta”.

Y por la gran familia humana que habita este planeta hoy se desfila en las calles, caminos, veredas, de muchos rincones del mundo con un formidable NO como valladar a la barbarie; se transmite el mensaje boca a boca, se difunde en actos masivos y multitudinarios o en pequeñas reuniones de vecinas. Y sabemos que no estamos solas, no es la lucha de nuestra mitad de la humanidad, sino de todos: hombres y mujeres.
 

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