THE MONEY TRAIL IN US ELECTIONS

By Manuel E. Yepe
http://manuelyepe.wordpress.com/

A CubaNews translation. Edited by Walter Lippmann.


“Follow the money” is a seemingly simple, but telling popular method of discerning people's motives, a slogan made popular in literature and movies. But it is more than that. It is also a useful key to unlocking the mysteries of social processes and institutions. In a society that assigns a monetary worth to everything, including opinions, ideas, and personal values, tracking dollars and cents becomes one of the best guides to our understanding of events unfolding around us.

This was expressed by noted Marxist journalist Zoltan Zigedy on his blog November 9, 2014, demonstrating this approach with issues related to the election process in his country.

Even before the dominance of party politics, even before the evolution of party politics into two-party politics, money played a critical factor in giving advantage to particular issues, campaigns, and candidates.

To the extent that mass engagement rallies, outreach, canvassing, etc.could match or even trump both the corrupting and opinion-changing power of money, electoral democracy maintained an aura of legitimacy.

To be sure, buying elections seemed a nasty business, but as long as elections remained highly-contested extravaganzas drawing interest and engagement, their credibility remained intact.

New and changing technologies cast a lengthening shadow over the electoral process. News and entertainment media, such as radio, were only too happy to take advertising dollars to promote electoral campaigns. At the same time, these technologies eroded the efficacy of traditional campaigns reliant upon campaign workers' sweat and shoe leather.

With television, and now the internet, the power of media and media dollars has grown exponentially. It has hardly gone unnoticed that these shifts have amplified the power of money and diminished the traditional get-out-the-vote efforts of unions, civil rights, and other people's organizations.


Most recently, the Supreme Court's Citizens United decision has opened the spigot of unregulated cash into elections, further overwhelming any counterforce to the outright purchase of candidates and election results.

For reformers, the return to the halcyon days of US electoral democracy is simply a matter of establishing financial limits on campaigns and campaign contributions. They believe or wish to others would believe that, by leveling and limiting the electoral playing field, they can restore the legitimacy tainted by money.

Advocates of campaign financial reform fail to see that capitalism and informed, independent, and authentically democratic electoral processes are incompatible. Capitalism erodes and smothers democracy.

“Eliminating, or even significantly reducing, the power of money in politics under a capitalist system is an impossibility,” says Zoltan Zigedy. Since the New Deal era of Democrat Franklin D. Roosevelt, political partisanship and the accompanying flow of money have been linked to party politics.

Corporations and the wealthy gave generously to the Republican Party which opposed the New Deal. To a great extent, the people power (and significant independent money) of unions and other progressive organizations served as an adequate counterweight to the resources of the rich and powerful. The Democratic Party enjoyed the benefits of this practice.

The television and money-driven election of JF Kennedy in 1960 marked a watershed in both the diminution of issue relevancy and the maturation of political marketing. Key chains, buttons and inscribed pens were replaced by multi-million-dollar television advertisements in the buying of elections.


Things began to change with the Democratic Party's retreat from New Deal economic thinking. Thus began a general decline of traditional party politics, and the rise of the politics of celebrity and personality. With advertising and marketing dominating electoral campaigns, constructing an attractive personal narrative replaced issues and accomplishments, contrived images replaced political content.

Today, the two-party system holds electoral politics in its tight grip. The decline of substance in politics further encouraged the activity of sleazy lobbyists and influence-peddling. Politicians are not faced with a conflict of principles against powerful interests because electoral politics have turned away from principles,” says Zigedy.

Republican Party has cynically used its ideological zealots in the so-called “Tea Party” to energize its electoral campaigns, but challenged them after the setbacks in 2012, subordinating everything to the only important principle: electability.

“The Democratic Party, on the other hand, simply ignores its left-wing, treating it alternately as an embarrassment or a stepchild. It is this trivialization of principle and ideology that drives the flow of money today,” concludes Zoltan Zigedy.

November 12, 2014
   
   

LA RUTA DEL DINERO EN LAS ELECCIONES DE EEUU

Por Manuel E. Yepe http://manuelyepe.wordpress.com/

“Seguir la ruta del dinero es una receta popularizada por la literatura y el cine para discernir los motivos de la actuación de la gente; es un eslogan y una útil clave para descifrar los misterios de los procesos sociales y las instituciones. En una sociedad que fija un valor monetario a todo, incluso a las opiniones, las ideas y los valores personales, el seguimiento de los dólares y centavos se convierte en una de las mejores guías para comprender los acontecimientos que tienen lugar a nuestro alrededor”.

Así lo recomienda el reputado periodista marxista Zoltan Zigedy el 9 de noviembre en su blog, ejemplificando este criterio con temas del proceso de las elecciones en su país.

Incluso antes de que los partidos dominaran la política y que la política partidista evolucionara hacia la política bipartidista, el dinero ha sido elemento favorecedor de temas, campañas y candidatos. En la medida que se evidenciaba que con mítines, propaganda, encuestas, etc. era posible guiar la opinión pública hacia resultados electorales sin recurrir a la corrupción o al cambio de opinión por soborno, la democracia electoral mantuvo un aura de legitimidad. Comprar resultados electorales era algo reprochable y sucio, pero la credibilidad de las elecciones, con campañas que despiertan interés y compromiso, permanecía intacta.

Las nuevas y cambiantes tecnologías vinieron a proyectar una larga sombra en los procesos electorales. Medios noticiosos y de entretenimiento como la radio, recibieron jubilosos los dólares de la publicidad para promover campañas electorales. Ello erosionó la eficacia de las campañas tradicionales, dependientes del sudor y las suelas de los zapatos de los trabajadores involucrados en ellas. Con la televisión e internet, el poder de los medios de prensa en los procesos electorales creció exponencialmente en detrimento del papel de los sindicatos, las organizaciones defensoras de los derechos civiles y otros promotores tradicionales.

La reciente decisión de la Corte Suprema de los Estados Unidos de ampliar el rango autorizado de los aportes no regulados de dinero en las elecciones, ha hecho más difícil contrarrestar la compra directa de candidatos y resultados.

Volver a los días felices de la democracia electoral es, para los reformistas, simplemente una cuestión de establecer los límites financieros de las campañas y de las contribuciones de campaña. Ellos creen, o quieren hacer ver, que nivelando y limitando el campo del juego electoral, se restauraría la legitimidad manchada por el dinero. Los partidarios de la reforma financiera de las campañas no parecen darse cuenta que el capitalismo es incompatible con procesos electorales auténticamente democráticos, independientes y transparentes. El capitalismo erosiona y asfixia la democracia.

Eliminar, o incluso reducir, el poder del dinero en la política, bajo un sistema capitalista es un imposible, asegura Zoltan Zigedy. Desde la época del New Deal del demócrata FD Roosevelt, el partidismo político y el flujo de dinero acompañante han estado ligados a la política de los dos partidos.

Las corporaciones y los más ricos dieron generoso apoyo al partido republicano que se oponía al New Deal, en tanto que el partido demócrata se benefició de los aportes de los sindicatos y otras organizaciones progresistas que sirvieron de contrapeso a esos recursos de los ricos y poderosos.

La televisión y el papel del dinero en la elección del demócrata John F. Kennedy, en 1960, marcaron un hito en la maduración del marketing político. Los llaveros, botones y bolígrafos de propaganda electoral cedieron su lugar a millonarios anuncios de televisión.

Las cosas empezaron a cambiar cuando el partido demócrata retiró su apoyo al pensamiento económico del New Deal. Disminuyó la fiesta comicial y aumentó el culto a la promoción de la celebridad y la personalidad. Con la publicidad y el marketing dominando las campañas electorales, una narrativa personal atractiva reemplazó al contenido de las candidaturas.

Hoy, el sistema bipartidista tiene a la política electoral bajo su férreo control, la disminución de la sustancia en la política alentó la actividad de los cabilderos sórdidos y el tráfico de influencias. Los políticos no se enfrentan a los poderosos con principios, porque la política electoral les ha apartado de los principios, dice el periodista.

Con cinismo el partido republicano utilizó a sus fanáticos ideológicos del "Tea Party" para energizar sus campañas electorales y los rechazó tras los reveses de 2012, subordinándolo todo al principio de la elegibilidad.

El partido demócrata, por su parte, simplemente ignora a su izquierda, tratándola como una vergüenza o un hijastro molesto. A esta banalización de principios e ideología conduce el flujo del dinero, concluye Zoltan Zigedy.

Noviembre 12 de 2014.