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Aquí la TV

Telenovela Calle Resurrección

Por: SAHILY TABARES
cultura@bohemia.co.cu

Los impactos de la modernización en la cultura cotidiana, que incorpora complejas relaciones entre lo local y lo universal; la transformación conflictiva de relaciones sociales e interpersonales, y la emergencia de nuevas formas identitarias, no logran silenciar la expresión de ser y su práctica creativa.

¿De dónde venimos? ¿Quiénes somos? ¿Hacia dónde vamos? De estas interrogantes partió el serial Calle Resurrección, con guión de Denis E. Leoni, bajo la dirección del destacado cineasta chicano Jesús Salvador Treviño, que transmitió recientemente el canal Cubavisión de la TV cubana.

La historia se centró en la vida de una familia hispana en Estados Unidos. Los conflictos de los chicanos (habitantes de Norteamérica con raíces culturales mexicanas) han sido ampliamente abordados en la filmografía de Treviño. La condición de identidad agredida, de clase explotada, en esta obra forma parte de la idea, la cual en términos dramatúrgicos, es el conjunto de conceptos y criterios elegidos por los realizadores sobre la realidad que quieren transmitir.

Cuando se plantean cómo transmitir esa realidad, tienen en cuenta las audiencias locales y el mercado. Eligen un camino conocido, eficaz; el de la narrativa audiovisual que incorpora modificaciones a la estructura del clásico melodrama. Ahí está el género con su peso sentimental, favorecido por el carácter episódico, partiendo de lo que constituye el verdadero movimiento de la trama: la ida del desconocimiento al reconocimiento de la identidad, sin abandonar la lucha por el triunfo de la verdad y lo moralmente correcto.

Con independencia de los diferentes caracteres, la familia de los Santiago adquiere relevancia de protagonista colectivo. Durante la progresión dramática hasta el final de la acción, sufre tantos cambios externos e internos como cuantitativos y cualitativos.

Carlos (Michael De Lorenzo), Alex (Nicholas González), Yolanda (Ruth Livier) y Bibi (Elizabeth Peña), entre otros personajes, tienen contradicciones particulares, con el medio social y entre ellos. Son creíbles, forman parte de un espectáculo que atrae la atención, motiva, y extiende su mirada a la segunda minoría étnica en Estados Unidos; la primera son los afronorteamericanos.

La construcción del relato descansa en sentimientos básicos del melodrama: miedo, entusiasmo, lástima, risa; que a su vez se corresponden con otros relatos ficcionales: novela negra, epopeya, tragedia y comedia.

La emoción de pérdidas irreparables se lleva hasta un límite que conmociona la tensión creciente y la rapidez de acción; el juego del tiempo y el espacio. Al parecer, ningún elemento al azar.

Salvador Treviño y su equipo no se confían. Lejos de dejar un final abierto a la subjetividad de la recepción, unen a la familia en marcha por un túnel deficientemente iluminado. Cierre que puede interpretarse previsible, evidente. También definitorio de la resurrección de una sólida identidad.

(3 de marzo de 2006)