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Joe Di
Maggio. Foto: Osvaldo Salas
En medio de la renovada fiebre por la pelota generada por el tope de
Cuba y Estados Unidos, no debe pasarse por alto un acontecimiento
reciente en el orden artístico que puso de relieve un aspecto poco
conocido de la relación histórica del béisbol entre los dos países: la
presencia de la obra del maestro Osvaldo Salas en el Salón de la Fama
consagrado a ese deporte en Cooperstown.
Al romper la primavera de este año, el museo neoyorquino inauguró una
exposición del fotógrafo cubano que permanecerá abierta al público
hasta mayo de 2015. Cincuenta imágenes del artista testimonian la
ascensión de los ídolos que predominaron en la escena beisbolera
norteamericana hacia la medianía del pasado siglo.
Esta serie es tan solo parte de los más de 900 fotogramas registrados
por Salas en sus andanzas beisboleras y preservados en la actualidad por
el museo. Tan valioso fondo fue donado por el acucioso coleccionista
Rick Swig, quien compartió la velada inaugural con el hijo del fotógrafo
y también notable artista Roberto Salas, Lourdes Socarrás, ex directora
de la Fototeca de Cuba; y Jenny Ambrose, curadora de la exposición.
Entre las imágenes se incluye una captada por Salitas a su padre, cámara
en mano, junto a un absorto Casey Stengel, mentor de los Yankees.
Salas se había instalado desde su temprana juventud en Nueva York. Le
llamaba la atención la fotografía, pero solo pudo dedicarse a ella
avanzada la década de los 40, luego de haber ejercido otros oficios para
sostener a la familia. Instaló un estudio en la calle 50, de Manhattan,
y muy pronto le tomó el pulso al reporterismo gráfico.
Aficionado al deporte de las bolas y los strikes, y mientras residió en
la ciudad, Salas halló en el béisbol uno de sus temas favoritos. En su
caso dirigió la mirada hacia los jugadores afronorteamericanos que
irrumpieron en las ligas mayores luego de que Jackie Robinson abriera en
1947 una puerta vedada hasta entonces por el racismo y se interesó por
la contribución de jugadores latinoamericanos al espectáculo.
De tal modo junto a la imagen de un Joe Di Maggio sonriente, aparecen
las estampas de Luis Aparicio, Roberto Clemente, y otros muchos
peloteros latinos en sus momentos de gloria.
Una foto muestra al fenomenal Wiilie Mays mientras firma autógrafos a la
afición en la apertura de la Serie Mundial de 1954; otra a un Ernie
Banks eufórico por su desempeño con los Medias Blancas; y otra más al
jovencito Hank Aaron escogiendo bates; tres de los más grandes jugadores
de todos los tiempos y que en su día llenaron de orgullo a las
discriminadas comunidades afronorteamericanas.
No deja de ser curiosa la elección del punto de vista fotográfico del
maestro Salas. Su pupila solía rastrear a los jugadores en el banco, en
los camerinos, fuera del terreno, como quien trata de revelar rasgos
psicológicos y actitudes humanas íntimas.
Ese es el mismo Salas que pocos años después, tras el triunfo
revolucionario de 1959 y de regreso a la patria, firmó obras maestras
del retrato fotográfico con los rostros de Fidel y el Che.
http://www.granma.cu/cultura/2014-07-28/osvaldo-salas-un-cubano-en-cooperstown
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