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CHELSEA
MANNING AND
WAR JOURNALISM
By
Manuel E.
Yepe
A CubaNews translation.
Edited by Walter Lippmann
Chelsea
Manning, before voluntarily
changing her gender
and name (formerly
Bradley), became protagonist
–by
revealing
secret documents from the
U.S. military–
of a heroic act which greatly
contributed to making world public
opinion aware of many crimes
which Washington carries out in its wars
against its own people and
other nations.
On June 14,
The New York Times Sunday
Review published under
‘Opinions’ an op-ed by
Chelsea Manning
datelined in Fort
Leavenworth, Kansas,
where she is serving a
sentence of 35 years
imprisonment. The letter was
entitled "The Fog
Machine of War".
The former U.S. Army intelligence analyst explained that when she chose
to disclose classified information in 2010, she did so out of love for
her country and a sense of duty to others. She is now serving a sentence
of 35 years in prison for these unauthorized disclosures. She
understands that her actions violated the law. But she also regrets that
the concerns that motivated her have not been resolved
Manning says that with Iraq erupting into civil war and the U.S.
again contemplating intervention, the need to divulge how the United
States military controls the media coverage of its long involvement in
Iraq and in Afghanistan acquires new urgency.
Manning believes that current limits on press freedom and
excessive government secrecy make it impossible for the people of the
United States to fully grasp what is happening in the wars their country
finances.
During the March 2010 elections in Iraq –Manning said– the
American media was flooded with stories declaring the elections a
success, complete with upbeat anecdotes and photographs aimed at showing
that the United States' military operations had succeeded in creating a
stable and democratic Iraq.
But “those of us stationed there were acutely aware of a more
complicated reality. Military and diplomatic reports coming across my
desk detailed a brutal crackdown against political dissidents by the
Iraqi Ministry of Interior and federal police, on behalf of Prime
Minister Nuri Kamal al-Maliki. Detainees were often tortured, or even
killed,” Manning recalled.
“I was shocked by our military’s complicity in the corruption of
that election. It was not the first (or the last) time I felt compelled
to question the way we conducted our mission in Iraq,” said Manning.
Manning said she wondered how it was possible that not even they, the
intelligence analysts, and the officers to whom they reported, had
access to a comprehensive overview of the war. How could decisions be
made in Congress top levels, when they didn’t have half the story?
Manning questioned the process of limiting media access to the
real development of a conflict. It begins when a reporter applies for
embedded status. All reporters are carefully vetted by military public
affairs officials. Unsurprisingly, reporters who have established
relationships with the military are more likely to be granted access.
“One of my regular tasks was to provide, for the public affairs summary
read by the command in eastern Baghdad, a one-sentence description of
each issue covered, complementing our analysis with local intelligence.
The more I made these daily comparisons between the news back in the
States and the military and diplomatic reports available to me as an
analyst, the more aware I became of the disparity. In contrast to the
solid, nuanced briefings we created on the ground, the news available to
the public was flooded with foggy speculation and simplifications.”
Manning explains that the current mechanism to report on U.S.
wars is aimed at producing an atmosphere of total subordination to the
interests of the military commands among journalists. Reporters are
required to sign a media “ground rules” agreement to “protect
operational security”. Reporters naturally fear having their access to
real sources terminated, so they tend to avoid controversial reporting.
The existing program forces journalists to compete against one
another for “special access” to vital matters. Too often, this creates
reporting which flatters senior decision-makers. A result –according to
Manning– is that the American public’s access to the facts is gutted,
which leaves them with no way to evaluate the conduct of American
officials.
Chelsea
Manning devotes the
last part of her message to
delivering her ideas about
how the United States
could improve the access
of the media
to this crucial
aspect of national life, which,
in her view, would help
restore confidence between
voters and officials.
July 5,
2014.
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CHELSEA MANNING Y EL PERIODISMO DE GUERRA
Por Manuel E. Yepe
Chelsea Manning, quien antes de cambiar por voluntad propia su género y
su nombre (Bradley) fue protagonista de una heroicidad que le sitúa
entre las figuras que más han contribuido, mediante la revelación de
documentos secretos de las fuerzas armadas de EE.UU., a que la opinión
pública mundial se percate de muchos crímenes que Washington lleva a
cabo en sus guerras contra su propio pueblo y otras naciones. El 14 de
junio último la revista Sunday Review, en su sección de opiniones, hizo
pública una carta abierta de Chelsea Manning fechada en Fort
Leavenworth, Kansas, donde cumple la condena de 35 años de prisión que
le fuera impuesta. Tenía por título el de “The Fog Machine of War” (La
Máquina de Niebla para la Guerra).
Relata quien fuera analista de inteligencia del ejército de Estados
Unidos que cuando decidió en 2010 revelar información clasificada, lo
hizo por amor a su país y por un sentimiento de servir a los demás.
Comprende que sus acciones violaron la ley, pero igualmente lamenta que
las preocupaciones que las motivaron no hayan encontrado respuestas.
Reflexiona que, con Irak al borde de la guerra civil y Estados Unidos
otra vez contemplando la intervención, adquiere nueva urgencia la
cuestión de divulgar la forma en que los militares controlan la
cobertura mediática de su prolongada presencia en Irak y en Afganistán.
Manning cree que los límites actuales de la libertad de prensa y el
secreto excesivo en la información pública hacen imposible para los
estadounidenses comprender plenamente lo que sucede en las guerras que
su país financia.
Durante las elecciones de marzo de 2010 en Irak –relata- la prensa
norteamericana, estaba repleta de reportajes optimistas y fotos que
presentaban esos comicios como prueba de los exitosos resultados que
habían tenido las operaciones militares destinadas a la creación de un
Irak democrático y estable.
“Pero nosotros, los allí apostados, teníamos conciencia de una realidad
más compleja. Informes militares y diplomáticos sobre mi escritorio
detallaban la brutal represión contra disidentes políticos ordenada por
el Primer Ministro iraquí Nuri Kamal al-Maliki y ejecutada por el
Ministerio de Interior y la policía federal. Los detenidos eran con
frecuencia torturados y asesinados”, –recuerda Manning.
“Me impresionó la complicidad de los militares con la corrupción que
reinaba en ese proceso electoral, pero no fue esa la primera ni la
última vez que cuestioné la forma en que Estados Unidos llevaba a cabo
su misión en Irak.”, asegura Manning.
Dice que se preguntaba cómo era posible que si ni siquiera los analistas
de inteligencia y los oficiales a cargo de la información, accedían a
una visión completa de la guerra, ¿cómo podrían tomarse las decisiones
en el nivel superior del Congreso adonde apenas llega la mitad de la
historia?
Manning cuestiona la utilidad del procedimiento para limitar el acceso
de la prensa al real desarrollo de la guerra, que comienza sometiendo a
todo reportero propuesto a cuidadoso examen por funcionarios de la
oficina de asuntos públicos militares. Como es lógico, aquellos que
mejor respondan a los requerimientos de los militares son los más
propensos a que se les conceda acceso.
“Una de mis tareas regulares era proporcionar resúmenes de información
sobre asuntos públicos. Por ello continuamente hacía comparaciones entre
los análisis basados en inteligencia local de que disponíamos y los que
enviábamos a los destinatarios de nuestro trabajo. Podía apreciar
claramente el contraste entre los informes sólidos, llenos de matices
que obteníamos en la base y los que preparábamos para nuestros mandos
militares y diplomáticos, llenos de simplificaciones y especulación
brumosa, destinados al consumo ulterior”.
Manning refiere que los mecanismos vigentes para informar sobre las
guerras estadounidenses están encaminados a promover en los periodistas
una atmósfera de plena subordinación a los intereses del mando militar.
Son obligados a firmar la aceptación de "reglas del juego" para
“proteger la seguridad operacional”. Los periodistas temen, naturalmente,
perder su acceso a las fuentes reales de información y evitan tratar
asuntos polémicos.
Los mecanismos existentes obligan a los periodistas a competir entre sí
por "acceso especial" a cuestiones vitales y, demasiado a menudo, genera
informes destinados a halagar a los tomadores de decisiones. El
propósito –según Manning- es evitar el acceso del público a los hechos,
dejándole sin capacidad de evaluar la conducta de los funcionarios
estadounidenses.
Chelsea Manning dedica la parte conclusiva de su mensaje a ofrecer sus
ideas acerca de la manera en que Estados Unidos pudiera mejorar el
acceso de los medios de comunicación a este aspecto crucial de la vida
nacional, lo que a su juicio contribuiría a restablecer la confianza
entre electores y funcionarios.
Julio 5 de 2014.
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