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http://www.cubasi.cu/cubasi-noticias-cuba-mundo-ultima-hora/item/18872-servando-erotico
Epiphany
of the body: erotic Servando
By Yuris
Nórido / CubaSí
Lines of sensual cadence, naked bodies in ecstasy or at rest, caressing
textures… We visited an exhibition of some of Servando Cabrera’s erotic
works of art.
Epiphany of the body…
such is the title of his exhibition, and seldom has a better one been
chosen. What the Servando Cabrera Moreno Museum-Library (at 304 Paseo
Ave., in Vedado) will have in display for the whole of this month is a
celebration of sensuality and eroticism. Funds provided by the said
institution and the contribution of private collectors allowed to gather
quite a few drawings made during one of the most intense creative
periods in the life of Servando Cabrera (1923-1981), marked by the
presence of human anatomy in a definitely erotic –and often homoerotic–
unprejudiced, aestheticized and excitedly sensual vein.
Pepe el romano [Pepe the Roman] (detail) (1978), acrylic on cardboard,
510 x 730 mm
These paintings were made in the late 1960s and throughout the 70s. No
need to go back in time: those were hard years for certain currents of
Cuban art, when many artists saw their work hogtied by conservatism, a
narrow-minded approach to artistic creativeness, hardcore machismo and
prejudice, institutional homophobia, ambiguous cultural policies and
what have you... In 1971, censorship prevented Servando Cabrera from
exhibiting this facet of his work at the National Museum of Fine Arts.
Luckily, he never stopped working.
Sin título [Untitled] (1969), ink on cardboard, 250 x 360 mm
His last years were defined by a frenzied pictorial avalanche, and many
art critics and historians say it was in his last decade when he reached
the pinnacle of his profession. Unfortunately, most of his work was
banned from exhibition and had to wait for some time before it could be
viewed again.
El Apolo
de Luyanó [The Apollo from Luyanó] (1974),
ink on cardboard, 710 x 510 mm
Some of these paintings had never been displayed in public before mainly
as a result of the restrictions placed on him, but also –as remarked by
curator Rosemary Rodríguez Cruz in the catalogue– because of “Servando’s
wish to keep his pieces on the walls of his home”.
Sin título [Untitled] (1967), ink on cardboard, 510 x 765 mm
From the most abstract to the most explicit, the drawings recreate the
atmosphere that it was so dear to the painter: sensual, soft lines;
suggestive transparencies; harmonized coupled “volumes”... It’s a warm,
exquisite, stylized, transgressive world in which Servando walks along
the very lines of desire –a sinuous, dancing, tightrope-like line– now
revealing, now concealing, in a delicious game of curves and cavities,
joints and slopes. One can notice an almost choreographic impulse and
feel the motions, the voluptuous oscillation, the throbbing nerves…
Sin título [Untitled] (1967), ink on cardboard, 505 x 760 mm
Male and female bodies, either full or partial, “exist” in enticing
placidity now and then turned into engulfing ecstasy. Even a chaste
sensitivity could blush: in his search for physical beauty, the master
drew no appropriate veil over anything. Genitalia fit in with the whole
in their own right: that of being beautiful. However, nothing here
intends to shock, offend or appall, as everything –even the most
violent– is delicate, at times ethereal, harmonious and crystal-clear.
Sin título [Untitled] (1971), ink on paper, 400 x 510 mm
To Servando, the body was also a magnificent landscape, the reason that
many of its parts seem to become plant-like elements on a rugged and
winding terrain, the metaphor of the forbidden fruit or the promised
land. The body is a temple, Servando seems to be saying.
Parte del tiempo amado [Part of the cherished time] (1979), ink on
cardboard, 505 x 740 mm
Also on display are some faces and bodies, ideal portraits he drew in
1978 while in Spain:
Pedro
Romero,
Pepe
el romano and
Los
muchachos de Tirso Molina. Here are the androgynous faces of
disturbing beauty that he was so fond of, on the background the
pulsating context of more or less obvious hints at eroticism.
Sin título [Untitled] (1971), ink on cardboard, 545 x 720 mm
Epiphany of the body is at once a ravishing, provocative
collection and an adventure. In the curator’s words: “A study of the
main course followed by national art in the period when Servando
developed his work makes it possible to acknowledge him as a pioneer and
a champion of erotic and homoerotic art, and the time separating us from
the years when Servando’s work was misunderstood makes it possible to
compare it with the poetics of his contemporaries and defend him as an
initiator”.
El asombro de Marianao [The sensation of Marianao] (1974), ink on
cardboard, 550 x 750 mm
She’s right: Servando Cabrera was an initiator whose path is being
traveled at this very instant by other artists.
Sin título [Untitled] (1973), ink on cardboard, 570 x 390 mm
This exhibition will be open all this month.
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CubaSi
Pepe el romano (detalle). 1978. Acrílico sobre cartulina.
510 x 730 mm.
Líneas de sensual cadencia, cuerpos
desnudos en el éxtasis o en el reposo, acariciantes texturas…
Visitamos una exposición que reúne algunas de las obras
eróticas de Servando Cabrera.
Epifanía del cuerpo, ese el título de la exposición, y
pocas veces mejor puesto. Lo que se exhibe todo este mes en
el Museo-biblioteca Servando Cabrera Moreno (Paseo 304,
Vedado) es una celebración de la sensualidad y el erotismo.
Con fondos de la institución y otras entidades culturales, y
el aporte de coleccionistas privados, se han reunido una
buena cantidad de dibujos de una de las más intensas etapas
creativas de Servando Cabrera (1923-1981): su trabajo con el
cuerpo humano, con una vocación decididamente erótica (homoerótica
en muchas de las piezas), desprejuiciada y esteticista,
alebrestadamente sensual.
Son obras creadas entre finales de los años sesenta y la
década de los setenta. No hay que hacer mucha historia:
fueron tiempos difíciles para ciertas vertientes del arte en
Cuba. El conservadurismo, las visiones estrechas sobre el
hecho cultural, el prejuicio y el machismo puros y duros, la
homofobia institucionalizada, las indefiniciones de la
política cultural… lastraron la obra de muchos artistas. En
1971, Servando Cabrera pretendió exponer esta faceta de su
trabajo en el Museo Nacional de Bellas Artes, pero la
censura se lo impidió. Afortunadamente el pintor no dejó de
trabajar.
Sus últimos años fueron un frenesí, un alud pictórico.
Muchos críticos e historiadores del arte dicen que la última
década fue la cúspide de su creación. Desafortunadamente, no
pudo exponer mucho (no se lo permitieron), hubo que esperar
un poco para que su obra saliera nuevamente a la luz.
Algunas de las piezas de esta muestra nunca se habían
expuesto en público. Mucho tuvieron que ver las limitaciones
que se le impusieron al artista, pero también —como apunta
la curadora Rosemary Rodríguez Cruz en las palabras del
catálogo— “las ansias servandinas de conservar sus obras en
las habitaciones y paredes de su casa”.
Los dibujos —desde los más abstractos hasta los más
explícitos— recrean esa atmósfera tan cara al pintor: la
suavidad sensual de la línea, las transparencias sugestivas,
la armonía de los “volúmenes” acoplados... Es un mundo
cálido y exquisito, estilizado y transgresor. Servando
camina en la línea misma del deseo —sinuosa, danzante línea,
cuerda floja— develando aquí y ocultando allá, en un juego
de curvas y oquedades, junturas y declives deliciosos. Hay
un impulso casi coreográfico: se intuye el movimiento, la
oscilación voluptuosa, el latido nervioso…
Cuerpos masculinos y femeninos, íntegros o parciales,
“existen” en una placidez convidante, que a veces deviene
éxtasis abrumador. Sensibilidades muy castas podrían incluso
sonrojarse: en la búsqueda de la belleza del cuerpo, el
maestro no deslizaba velos oportunos. Los órganos sexuales
se integran al conjunto con pleno derecho: el derecho de la
hermosura. No hay aquí, sin embargo, intenciones de epatar,
de ofender o sobresaltar: todo es delicado (incluso lo más
violento), etéreo por momentos, armonioso y diáfano.
El cuerpo, para Servando, era también maravilloso paisaje.
Por eso muchos de esos fragmentos parecen transmutarse en
elementos vegetales, en relieve terrenal y sinuoso. La
metáfora de la fruta prohibida o de la tierra prometida. El
cuerpo es el templo, parece decir Servando.
Hay también algunos rostros y cuerpos, retratos ideales
dibujados en 1978, durante una estancia en España: Pedro
Romero, Pepe el romano y Los muchachos de
Tirso Molina. Aquí están las caras andróginas, de
inquietante belleza, prodigadas por Cabrera… y en segundo
plano, como contexto palpitante, trazos de erotismo más o
menos evidente.
Epifanía del cuerpo es un conjunto hermoso e
incitante. Y es también una aventura. Lo escribe la
curadora en el catálogo: “estudiar los principales
derroteros de la producción plástica nacional en el arco
temporal en que desarrolló su quehacer Servando, nos permite
reconocerlo como pionero y defensor del arte erótico y
homoerótico. La distancia epocal que nos separa de los años
en que la obra de Servando fue incomprendida, nos permite
compararlo con las poética de sus contemporáneos y defender
su condición de iniciador”.
Tiene razón: Servando Cabrera fue un iniciador. Su camino lo
siguen recorriendo algunos artistas ahora mismo.
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Pepe el romano (detalle). 1978. Acrílico sobre cartulina.
510 x 730 mm.
Líneas de sensual cadencia, cuerpos
desnudos en el éxtasis o en el reposo, acariciantes texturas…
Visitamos una exposición que reúne algunas de las obras
eróticas de Servando Cabrera.
Epifanía del cuerpo, ese el título de la exposición, y
pocas veces mejor puesto. Lo que se exhibe todo este mes en
el Museo-biblioteca Servando Cabrera Moreno (Paseo 304,
Vedado) es una celebración de la sensualidad y el erotismo.
Con fondos de la institución y otras entidades culturales, y
el aporte de coleccionistas privados, se han reunido una
buena cantidad de dibujos de una de las más intensas etapas
creativas de Servando Cabrera (1923-1981): su trabajo con el
cuerpo humano, con una vocación decididamente erótica (homoerótica
en muchas de las piezas), desprejuiciada y esteticista,
alebrestadamente sensual.
Son obras creadas entre finales de los años sesenta y la
década de los setenta. No hay que hacer mucha historia:
fueron tiempos difíciles para ciertas vertientes del arte en
Cuba. El conservadurismo, las visiones estrechas sobre el
hecho cultural, el prejuicio y el machismo puros y duros, la
homofobia institucionalizada, las indefiniciones de la
política cultural… lastraron la obra de muchos artistas. En
1971, Servando Cabrera pretendió exponer esta faceta de su
trabajo en el Museo Nacional de Bellas Artes, pero la
censura se lo impidió. Afortunadamente el pintor no dejó de
trabajar.
Sus últimos años fueron un frenesí, un alud pictórico.
Muchos críticos e historiadores del arte dicen que la última
década fue la cúspide de su creación. Desafortunadamente, no
pudo exponer mucho (no se lo permitieron), hubo que esperar
un poco para que su obra saliera nuevamente a la luz.
Algunas de las piezas de esta muestra nunca se habían
expuesto en público. Mucho tuvieron que ver las limitaciones
que se le impusieron al artista, pero también —como apunta
la curadora Rosemary Rodríguez Cruz en las palabras del
catálogo— “las ansias servandinas de conservar sus obras en
las habitaciones y paredes de su casa”.
Los dibujos —desde los más abstractos hasta los más
explícitos— recrean esa atmósfera tan cara al pintor: la
suavidad sensual de la línea, las transparencias sugestivas,
la armonía de los “volúmenes” acoplados... Es un mundo
cálido y exquisito, estilizado y transgresor. Servando
camina en la línea misma del deseo —sinuosa, danzante línea,
cuerda floja— develando aquí y ocultando allá, en un juego
de curvas y oquedades, junturas y declives deliciosos. Hay
un impulso casi coreográfico: se intuye el movimiento, la
oscilación voluptuosa, el latido nervioso…
Cuerpos masculinos y femeninos, íntegros o parciales,
“existen” en una placidez convidante, que a veces deviene
éxtasis abrumador. Sensibilidades muy castas podrían incluso
sonrojarse: en la búsqueda de la belleza del cuerpo, el
maestro no deslizaba velos oportunos. Los órganos sexuales
se integran al conjunto con pleno derecho: el derecho de la
hermosura. No hay aquí, sin embargo, intenciones de epatar,
de ofender o sobresaltar: todo es delicado (incluso lo más
violento), etéreo por momentos, armonioso y diáfano.
El cuerpo, para Servando, era también maravilloso paisaje.
Por eso muchos de esos fragmentos parecen transmutarse en
elementos vegetales, en relieve terrenal y sinuoso. La
metáfora de la fruta prohibida o de la tierra prometida. El
cuerpo es el templo, parece decir Servando.
Hay también algunos rostros y cuerpos, retratos ideales
dibujados en 1978, durante una estancia en España: Pedro
Romero, Pepe el romano y Los muchachos de
Tirso Molina. Aquí están las caras andróginas, de
inquietante belleza, prodigadas por Cabrera… y en segundo
plano, como contexto palpitante, trazos de erotismo más o
menos evidente.
Epifanía del cuerpo es un conjunto hermoso e
incitante. Y es también una aventura. Lo escribe la
curadora en el catálogo: “estudiar los principales
derroteros de la producción plástica nacional en el arco
temporal en que desarrolló su quehacer Servando, nos permite
reconocerlo como pionero y defensor del arte erótico y
homoerótico. La distancia epocal que nos separa de los años
en que la obra de Servando fue incomprendida, nos permite
compararlo con las poética de sus contemporáneos y defender
su condición de iniciador”.
Tiene razón: Servando Cabrera fue un iniciador. Su camino lo
siguen recorriendo algunos artistas ahora mismo.
http://www.cubasi.cu/cubasi-noticias-cuba-mundo-ultima-hora/item/18872-servando-erotico
La muestra estará expuesta todo este mes.
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