El grunge como grito de guerra
Hoy se cumplen 20 años de la muerte de Kurt Cobain
Autor: Michel Hernández | michel@granma.cu
5 de abril de 2014,.
Kurt Cobain durante la grabación del MTV Unplugged. Foto: Internet

Nevermind fue un grito de guerra. El grito que paralizó a la escena musical estadounidense y le puso sonido al desencanto con himnos generacionales como Smell Like Teen Spirit, Come as you are, Lithium y Stay Away. El grito que cargó  con la angustia de muchos jóvenes que sobrevivían  tres o cuatro metros bajo tierra y que no comulgaban con los patrones del éxito planteados por el mainstream como forma de vida. Lo cierto es que Nirvana y el grunge rescataron de una manera áspera y mordaz el espíritu iconoclasta de los años sesenta para desempolvar el rostro del rock and roll de toda la imagen comercial que lo envolvía.

Lo hicieron con canciones cubiertas por la frustración de una franja importante de la juventud estadounidense que venía de la era Reagan y se sentía como fantasma entre la niebla de un sistema donde empezaban a irrumpir el individualismo y las nuevas tecnologías de la información. Había bastante materia prima para que arrancara en ese ámbito una nueva revolución. Y arrancó. Se llamó Nirvana y disparó, como nadie, al pecho de la deshumanización que comenzaba a envolver el país.

Kurt Cobain dió el salto a la fama desde el underground de Seattle, la liberal ciudad estadounidense que parió al grunge y vio cómo Kurt y  Nirvana se convertían en leyenda. Ya habían debutado en 1989 con su primer disco de estudio Bleach pero la gran explosión ocurrió en 1991 con Nevermind, un álbum que definitivamente transformó al vocalista de ojos feroces y tristes y vaqueros gastados en una estrella de rock. El arte del disco habla por sí solo. En su célebre portada aparece la imagen de un bebé persiguiendo desde el fondo de una piscina un billete de un dólar. En los años siguientes Nirvana editó los discos de estudio Incesticide e In utero para dar en 1993 un nuevo giro a su carrera.  Durante ese año Cobain reunió a sus compañeros de viaje, el bajista Krist Novoselic y el baterista Dave Grohl con el propósito de grabar el MTV Unplugged in New York. Para muchos el proceso de creación del disco fue un aviso del desenlace final de Kurt. En un escenario que él mismo había dispuesto, el vocalista repasaba los temas emblemáticos de la formación rodeado de flores y velas que transformaban el set en algo bastante parecido a un funeral.

El sentimiento de naufragio que lo acompañó hasta su último día fue el de un músico que nunca quiso dejar de utilizar el arte como una fuente radical de rebeldía ni vender su alma al diablo, en este caso las grandes industrias de la música, que tras el estallido mundial de Nirvana buscaron por todos los medios posibles convertir en mercancía el sello “grunge”, mientras afilaban sus dientes para fichar cualquier banda que oliera a éxito comercial.

Nacido en el pequeño pueblo de Aberdeen, Kurt trató de sacudirse el mito que había construido junto a Nirvana y pensó antes de morir abandonar la famosa banda para colaborar en el grupo de su esposa Courtney Love. Pero ya el piso se le abría bajo los pies y no pudo dar el salto a tiempo. Incluso muchos amigos como el líder de Rem, Michael Stipe, le tendieron la mano para sacarlo de las profundidades del océano que poco a poco le iba cubriendo la cabeza.

Kurt Cobain murió el 5 de abril de 1994 a los 27 años.  Pero desde mucho antes el líder de Nirvana era, por dentro, un edificio en ruinas. El escritor beat William S. Burroughs fue uno de los que tuvo el ojo bien afilado para percatarse de que Cobain miraba hacia el abismo sin demasiada dificultad.

Burroughs supo de la admiración que le profesaba el joven músico y accedió, en 1993, a concederle un poco de su tiempo. Luego cuando Cobain murió, el novelista relataba: “Recuerdo la expresión moribunda de sus mejillas. Él no tenía intención de suicidarse. Por lo que yo sé, ya estaba muerto”.

Kurt Cobain no supo lidiar con el peso de una fama repentina ni con las ventas millonarias de sus discos ni con la visión apocalíptica que se había construido sobre él mismo y se voló la cabeza de un disparo en su casa de Seattle dejando huérfana a la escena grunge, el último movimiento auténtico y anticorporativo que ha existido hasta hoy dentro del rock and roll. “Hace años que no me emociono con nada; me siento culpable desde hace mucho tiempo”, escribió Cobain en su carta de despedida publicada póstumamente. La carta evidenció parte de las feroces batallas que libraba internamente el quebradizo genio de Nirvana. Lo cierto es que aquel 5 de abril desaparecía el músico que siempre cantó desde el infierno y optó por la muerte antes de traicionar todo lo que lo arrastró a sumergirse en el arte. El hombre que en aquel tiempo devolvió al rock and roll la rebeldía que nunca debió haber perdido.

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