Havana, Wednesday March 5, 2014. Year 18 / Issue 64
Indiscipline or Social Disrespect?
PASTOR BATISTA VALDÉS
A CubaNews translation.
Edited by Walter Lippmann.
Las Tunas - . Restless, little Paula cannot sleep. Nor can Yoelianis Hernández; while the elderly Kiko Agüero wonders how it is possible that loud and bombastic music resounds long past midnight throughout the area, with impunity, disregarding the right of children, adolescents, young persons, the elderly, the sick, and men and women who must leave at dawn to their schools and workplaces.
Many phone calls have served to make the authorities –in charge of keeping public peace and order– aware of the problem. And there are those who seek help or guidance from a colleague in the media.
However, the sounds –in violation of anything prudently advisable or legally established– continue filling the wee hours with distress.
“And we will continue the party, so they can see that this is the unique, the one and only," declares a voice –triumphantly... challenging perhaps– when the clock is already marking its second lap towards dawn.
Is this statement an "indirect" response to the warning or an indication of the patrol car that was sent from the corresponding police unit a while before? No, it cannot be. At this hour, I must be dreaming.
A while later, the “long- range sound-artillery attack” stops.
The day dawns and in the morning we hear of a Quinceañera [party to celebrate the 15th birthday of a boy or girl]. But there are those who speak of a "travelling disco" whose owners (apparently also masters of the night, the world and public peace) nonchalantly decided to make a decibel competition to the "little party”.
Whatever the truth, whoever the author, whether or not permission had been granted and until what time; nothing justifies the fact that, well after midnight, hundreds of families could not sleep... let alone having to endure the crushing and recurring banality of a music sometimes worsened by obscenities which a demanding father or tender mother would strictly forbid their offspring to use, inside and outside the home. This aggression against the ear in Buena Vista is not unique to this neighborhood, or even to the city of Las Tunas.
Bicitaxis [rickshaws], cars, the occasional animal-drawn vehicle, and above all, walking DJs (who holler at full-lung the "melody" that first comes to their mind) become specific vectors in a phenomenon that in many parts of the country disregard the most basic rules of coexistence and cross the line to indiscipline, disrespect, impunity and social disrespect.
More than once letters, messages and phone calls, from annoyed citizens concerned about situations of this nature, have reached the media.
Perhaps one of the latest letters received at Granma newspaper comes precisely from a Las Tunas resident (Lázaro Enrique González) who refers to the "unbearable distress” caused by the amplified music blaring from a nightclub near the place where he and many other families live. The address: Ramón Ortuño Street, between Colón and Vicente García, in the city center.
But perhaps... has this happened, or is happening in your neighborhood? Do the neighbors confront such irregularity? Do the inspectors and authorities do what they must when norms are violated?
And most important: Will there be a day when the defilers of the sound environment cooperate with neighbors and residents moved by their own awareness? Or must they, inevitably, be made to suffer the punishments of the law they so uncaringly ignore?
La Habana, miércoles 5 de marzo de 2014. Año 18 / Número 64
¿Indisciplina o desconsideración social?
Pastor Batista Valdés
LAS TUNAS.— Inquieta, la pequeña Paula no logra conciliar el sueño. Tampoco Yoelianis Hernández puede dormir, en tanto el longevo Kiko Agüero se pregunta cómo es posible que avanzada la medianoche, esa estrepitosa y rimbombante música retumbe impunemente en toda la zona, irrespetando el derecho a la tranquilidad de niños, adolescentes, jóvenes, ancianos, personas enfermas, hombres y mujeres que al amanecer deben partir hacia sus centros de estudio y trabajo.
Más de una llamada ha puesto al tanto de esa indisciplina social a las autoridades encargadas de velar por la tranquilidad y el orden público. Y no falta quien busque ayuda u orientación en algún colega de la prensa.
Los acordes —nada acordes con lo prudentemente aconsejable, ni con lo legalmente establecido— continúan sin embargo inundando de malestar la madrugada.
"Y vamos a seguir la fiesta, pa´ que vean que esta es la exclusiva, la de siempre" —sentencia con acento triunfal, acaso desafiante, una voz cuando ya las agujas del reloj han enrumbado pasos hacia su segunda vuelta del nuevo día.
¿Será ese bocadillo verbal respuesta "indirecta" a la advertencia o indicación del carro patrullero que un rato antes fue enviado desde la Unidad correspondiente? No, no puede ser. A juzgar por la hora, debo estar soñando.
Un rato después cesa por fin el "ataque sonoro-artillero de largo alcance".
Clarea el día y con el amanecer circula la versión de "unos Quince" (fiesta quinceañera). Pero hay quienes hablan de una "disco móvil", cuyos dueños (amos al parecer también de la noche, del mundo y de la tranquilidad ciudadana) decidieron "tranquilamente" hacerle la competencia en decibeles a la mencionada "fiestecita".
Sea cual sea la realidad, fuese quien fuese el autor, se haya concedido o no permiso y hasta la hora que fuese, nada justifica que madrugada adentro cientos de familias no pudieran conciliar el sueño, y mucho menos tener que soportar la banalidad de una machacante y remachacante música, a veces empeorada por obscenidades que el exigente padre o la tierna madre les prohíben terminantemente a sus hijos, dentro y fuera del hogar.
La agresión contra el oído en Buena Vista no es fenómeno exclusivo de ese reparto, ni siquiera de la ciudad de Las Tunas.
Bicitaxis, autos, algún que otro vehículo de tracción animal y, sobre todo, discotecas móviles (que ponen y disponen a todo pulmón la "melodía" que le viene en antojo) se convierten en vectores concretos de un fenómeno que en muchas partes del país desconoce las más elementales normas de convivencia y que raya entre la indisciplina, el irrespeto, la impunidad y la desconsideración social.
Más de una vez han llegado hasta los medios de prensa cartas, mensajes y llamadas telefónicas de ciudadanos preocupados y molestos ante situaciones de ese carácter.
Tal vez una de las últimas cartas remitidas al periódico Granma corresponda precisamente a un tunero (Lázaro Enrique González) quien reitera el "insoportable malestar" que provoca la música amplificada a todo volumen desde una discoteca cercana al lugar donde residen él y numerosas familias más: calle Ramón Ortuño, entre Colón y Vicente García, en el centro de la ciudad.
Pero... ¿acaso no ha sucedido o sucede igual en su barrio? ¿Enfrentan los vecinos tal irregularidad? ¿Hacen inspectores y autoridades competentes lo que corresponde cuando se viola lo normado?
Y sobre todo, ¿llegará por fin el día en que los profanadores del espacio sonoro cooperen con vecinos y moradores, por conciencia y voluntad propias, o habrá que aplicarles, irremediablemente, el rigor de la misma ley que tan indiferentemente ignoran?
http://www.granma.cubaweb.cu/2014/03/05/nacional/artic08.html