GENERAL GIAP'S REASONS
by Manuel E. Yepe

A CubaNews translation.
Edited by Walter Lippmann.

The Vietnamese nation offered a warm tribute to its iconic hero, Vo Nguyen Giap, Commander in Chief of the Vietnam People's Army who, together with Ho Chi Minh, was an epic fighter in the wars for independence, reunification and socialism. Giap died in Hanoi on October 4, at the age of 102.

Giap attracted the admiration and respect of the world for his extraordinary military feats; but his in memoriam tributes were not equally sincere everywhere.

In the United States, the New York Times published an article by historian and journalist Nick Turse, aimed at exposing the fact that the statements of U.S. former Army officers acknowledging the military merits of General Giap published in the same paper followed the common trend of diminishing the worth of the brilliant Vietnamese military strategist.

According to Turse, all these suggested that the United States lost the war in Vietnam because General Giap thought nothing of sending unconscionable numbers of Vietnamese to their deaths since Vietnamese soldiers were very cheap. American strategists could not compete in that aspect of warfare.

“The Oriental doesn’t put the same high value on life as does the Westerner,” is a famous phrase of U.S. General William C. Westmoreland. “The Vietnamese could accept many casualties because they did not give much value to human life,” said the U.S. military chief whose troops were defeated and routed in Viet Nam.

Paradoxically, Turse believes that “America’s defeat was probably ordained, just as much, by the Vietnamese casualties we caused, not just in military cross-fire, but as a direct result of our policy and tactics.”

While nearly 60,000 American troops died, some two million Vietnamese civilians were killed, and millions more were wounded and displaced, during America’s involvement in Vietnam, researchers and government sources have estimated.

Turse explains that, “enraged, disgusted and alienated by the abuse they suffered from U.S. troops who claimed to be their allies, even civilians who had no inclination to back our opponents did so.”

“Now, four decades later, in distant lands like Pakistan and Afghanistan, civilians are again treating the United States as an enemy, because they have become the collateral damage of our “war on terror,” largely unrecognized by the American public.”

In more than a decade of analyzing long-classified military criminal investigation files, court-martial transcripts, Congressional studies, contemporaneous journalism and the testimony of United States soldiers and Vietnamese civilians, Turse found that Gen. William C. Westmoreland, his subordinates, superiors and successors also engaged in a profligate disregard for human life.

This is mostly a result of the American strategy to kill as many “enemies” as possible, with success measured by body count.

The United States declared wide swathes of the South Vietnamese countryside to be free-fire zones where any living being could be eliminated. They added artillery shelling, intended to keep the enemy in a state of constant unease, and drove hundreds of thousands of civilians into slums and refugee camps.

“Having spoken to survivors of the massacres by United States forces at Phi Phu, Trieu Ai, My Luoc and so many other hamlets, I can say with certainty that Westmoreland’s assessment was false,” says Turse.

“Decades after the conflict ended, villagers still mourn loved ones — spouses, parents, children — slain in horrific spasms of violence. They told me, too, about what it was like to live for years under American bombs, artillery shells and helicopter gunships; about what it was like to live under United States policies that couldn’t have been more callous or contemptuous toward human life.”

Needless to say, the military, political and human genius of General Giap, which led him to be known in the West as "the Red Napoleon" or "the General who humbled the West" was a product and expression of an extraordinary people which, like him, equipped mostly with initiative, audacity and surprise, were capable of the greatest feats against opponents with greater material resources.

The soldiers commanded by the military genius of Giap were not "very cheap" but very brave and much-imbued with love for their country and the just cause for which they fought.

October 2013.



 
   
    LAS RAZONES DEL GENERAL GIAP

por Manuel E. Yepe

Un cálido homenaje tributó la nación vietnamita a su emblemático héroe Vo Nguyen Giap, Comandante en Jefe del Ejército Popular de Vietnam y, junto a Ho Chi Minh, épico combatiente de las guerras de su país por la independencia, la reunificación y el socialismo, fallecido en Hanói el 4 de octubre, a la edad de 102 años.

Giap concitó la admiración y el respeto de todo el mundo por sus extraordinarias hazañas militares, pero no en todas partes el tributo de recordación fue igualmente sincero.

En Estados Unidos, el historiador y periodista Nick Turse logró insertar en el New York Times una colaboración suya dirigida a poner en claro que las declaraciones de ex oficiales de las fuerzas armadas estadounidense reconociendo los méritos militares del General Giap publicadas por ese diario seguían una perversa orientación común que pretendía rebajar los méritos del genial estratega militar vietnamita.

Según criterio de Turse, todos ellos conducían, de alguna manera, a la idea de que Estados Unidos perdió la guerra de Vietnam porque el General Giap no vacilaba en utilizar una cantidad desmesurada de fuerzas porque los soldados vietnamitas eran muy baratos, razón por la cual los estrategas norteamericanos no podían competir en este aspecto de la batalla.

"La vida humana en el Oriente no tiene tan alto precio como en el Occidente," es una famosa frase del general de EEUU William C. Westmoreland. “Los vietnamitas aceptaban grandes bajas porque no daban mucho valor a la vida humana”, ha dicho el jefe militar cuyas fuerzas fueron derrotadas y acabaron huyendo en desbandada de Vietnam. Paradójicamente, Turse considera que, “la derrota de Estados Unidos fue probablemente resultado, en buena medida, de las víctimas vietnamitas que causamos, no sólo en el fuego cruzado militar, sino como resultado directo de nuestra política y tácticas”.

Mientras que casi 60.000 soldados estadounidenses murieron, unos 2 millones de civiles vietnamitas perecieron y millones más fueron heridos o desplazados durante la intervención de los Estados Unidos en Vietnam, según estimación de investigadores y fuentes del gobierno estadounidense.

Turse explica que “enfurecidos, disgustados y enajenados por los abusos de que eran víctimas por parte de las tropas estadounidenses que decían ser sus aliados, civiles vietnamitas sin inclinación alguna a favor de nuestros adversarios, les ayudaban”.

“Ahora, cuatro décadas más tarde, en tierras lejanas como Pakistán y Afganistán, los ciudadanos de esos países igualmente valoran a Estados Unidos como enemigo, porque Washington les ha convertido en daños colaterales de una guerra contra el terrorismo con la que ni siquiera el pueblo estadounidense se identifica”.

Tras una década analizando archivos por mucho tiempo clasificados de una extensa investigación penal militar, transcripciones de Cortes marciales, estudios del Congreso, trabajos periodísticos y testimonios de soldados estadounidenses y civiles vietnamitas, Turse concluye que quienes en verdad han mostrado desprecio por la vida humana han sido el general Willam Westmoreland, sus subordinados, superiores y sucesores.

Ello deriva esencialmente de la estrategia estadounidense de matar tantos “enemigos” como sea posible y juzgar el curso de la guerra por el conteo de los cadáveres (body count). Estados Unidos declaraba zonas de fuego libre a amplias franjas en el territorio de Vietnam del Sur– donde podía eliminarse a cualquier ser vivo. A ello unía un fuego de artillería destinado a mantener al enemigo en constante inquietud, obligando a cientos de miles de civiles a desplazarse a barrios marginales y campamentos de refugiados.

“Habiendo entrevistado a sobrevivientes de masacres ejecutadas por fuerzas de Estados Unidos en Phi Phu, Trieu Ai, My Luoc y tantas otras aldeas, puedo afirmar con certeza que era falsa la evaluación de Westmoreland” declara Turse.

“Décadas después de terminado el conflicto, los pobladores aún lloran a sus seres queridos — cónyuges, padres, hijos, muertos en horribles sacudidas de violencia. Me dijeron que, luego de vivir por años bajo bombas, proyectiles de artillería y helicópteros artillados norteamericanos, ellos consideran que nada podría ser más cruel o despreciativo de la vida humana que las políticas estadounidenses”. Sobra decir que el genio militar, político y humano del General Giap, que lo llevó a ser conocido en Occidente como “el Napoleón Rojo” o “el General que humilló a Occidente” era producto y reflejo de un pueblo extraordinario que, como él, ha sido capaz de las mayores proezas ante contrarios con mayores recursos materiales, a base de iniciativa, audacia y sorpresa.

Los soldados que el genio militar de Giap comandaba no eran “muy baratos”, sino muy valientes y muy imbuidos de amor a su patria y a la justa causa por la que luchaban.

Octubre de 2013.