Terror in the Terrorist Nation
By Manuel E. Yepe

A CubaNews translation.
Edited by Walter Lippmann.

When the government of the superpower that tries to dominate the planet needs to use fear to control its own citizens, something odd is going on in the world.

When the President of the United States threatens the government of any other state with his country’s extraordinary military power, it is obvious that his aim is to make the people of the other nation force its government to submit to Washington for fear of retaliations.

But when those subject to intimidation are the same instruments of the only global superpower –even the direct executors of the crimes ordered by the highest commands – and they revolt; humankind receives the news with some joy and great hope.

Right now, it is officials, experts and workers of the intelligence departments of the armed forces of the United States who, disgusted at the actions of which they were made protagonists or actors, are rebelling. They are also being hunted for having disclosed their sad experiences in a patriotic effort to stop the smearing of the prestige of their nation.

These former officials have taken a stance against the policy of espionage practiced by their own government against other peoples and also against its own people. They have denounced the fact that the purpose of the highest American intelligence authorities is to instill fear among the country’s citizens, as well as in the citizens of other countries, to prevent social uprisings.  

In June 2012, the Australian citizen Julian Assange, had to seek the protection of the Ecuadorian Embassy in London under the existing norms of diplomatic asylum arguing that he was a “victim of persecution in several countries not only because of his ideas, but for having published information that affects the powerful; for publishing the truth and unmasking the corruption and serious abuses against the human rights of citizens all over the world.”

Obviously, the political persecution came from the United States. However, the fury of repression unleashed by Washington against those who leak confidential government information in order to defend public interests, or who divulge data about the espionage practiced by the United States on its own citizens and citizens in the rest of the world contrasts with the protection or passivity displayed regarding the vigilance, control and punishment of the crimes which they discovered or denounced.

In October 2001, mathematician William Edward Binney, a high official in the National Security Agency (NSA) resigned after 30 years at his post and denounced the espionage practiced by the government on the communications of the citizens. The FBI persecuted him for years.

In 2007 there were two notable cases. One performed by another former NSA employee, Thomas Drake, who warned about the creation of a mass espionage program known as PRISM.

The second was by a former analyst of the Central Intelligence Agency (CIA), John Kiriakou, who revealed the systematic practice of torture, in particular the one known as “waterboarding” (simulated drowning) applied by the U.S. government in Pakistan.

The most recent known cases of persons accused of revealing this type of information are those of private Bradley Manning and ex-CIA agent Edward Snowden. Both are targets of the rage of the U.S. government  

Manning was tried in court for having given to the press confidential information about many felonies committed by the U.S. armed forces. He was exonerated of the crime of “aiding the enemy” that would have meant prison for life without parole, but the prosecution is still pressing to obtain a lengthy prison sentence as an exemplary punishment.

The government of the United States has unleashed against Edward Snowden a relentless manhunt which, with the complicity of several European governments, nearly caused the death of Bolivian President Evo Morales. The United States accuses Snowden of revealing detailed information about its global espionage network which targets, together with countries which Washington considers its enemies, countries, which it considers its partners and supposed friends as well.


There is hope in the fact that within the heart of the American people there are actions and gestures being taken which indicate the empire could one day be stopped by the only force capable of doing this without humankind having to pay the exorbitant price in lives and resources demanded by wars and revolutions.

September 2013.


 

 

   
    TERROR EN LA NACIÓN TERRORISTA
Por Manuel E. Yepe

Cuando el gobierno de la superpotencia que pretende el dominio del planeta se siente obligado a utilizar el miedo para ejercer el control de su propia ciudadanía, algo raro está pasando en el mundo. Cuando el Presidente de los Estados Unidos amenaza al gobierno de cualquier otro estado con su extraordinario poderío militar, es obvio que lo que pretende es hacer que el pueblo de la nación en cuestión obligue a su gobierno a ceder ante Washington por temor a las represalias.

Pero cuando los que están siendo objetos de intimidación son los propios instrumentos de la superpotencia global única -incluso los ejecutores directos de los crímenes que deciden sus más altos mandos- y éstos se revelan, la humanidad recibe la noticia con cierta alegría y muchas esperanzas.

Ahora mismo, son funcionarios, expertos y trabajadores de los de departamentos de inteligencia de las instituciones armadas de Estados Unidos quienes, repugnados por las fechorías en las que han sido protagonistas o actores, se están rebelando y son perseguidos por haber dado a conocer sus tristes experiencias en patriótico esfuerzo por impedir que se siga enlodando el prestigio de su nación.

Estos exfuncionarios se han pronunciado contra la política de espionaje que practica su gobierno, no solo contra otros pueblos sino también contra el suyo propio. Han denunciado que el propósito de las autoridades superiores estadounidenses de inteligencia es provocar miedo en la ciudadanía del país, así como en los pueblos de otras naciones para prevenir levantamientos sociales.

En junio de 2012, el ciudadano de nacionalidad australiana Julian Assange, se vio obligado a solicitar protección de la Embajada de Ecuador en Londres, acogiéndose a las normas de asilo diplomático vigentes, argumentando que era “víctima de persecución en distintos países, por motivo no solo de sus ideas y sus acciones, sino haber publicado información que compromete a los poderosos, por publicar la verdad y, con ello, desenmascarar la corrupción y graves abusos a los derechos humanos de ciudadanos en todo el mundo”.

Obviamente la persecución política provenía de Estados Unidos. Sin embargo, la furia represiva desatada por Washington contra quienes irradien información confidencial del gobierno en aras del interés público o divulguen datos sobre el espionaje que practica Estados Unidos con sus ciudadanos y el resto del mundo, contrasta con la protección o pasividad que se aprecia respecto a la vigilancia, control y castigo de los hechos delictivos denunciados o descubiertos.

En octubre de 2001, el matemático William Edward Binney, alto oficial de la Agencia Nacional de Seguridad (NSA) renunció a su cargo luego de haberlo desempeñado durante 30 años y denunció el espionaje que se ejerce por el gobierno sobre las comunicaciones de los ciudadanos. Fue por ello perseguido durante años por el FBI.

En 2007 hubo dos casos notables. Uno, protagonizado por otro ex empleado de la NSA, Thomas Drake, quien advirtió de la creación de un programa masivo de espionaje conocido por las siglas PRISM.

El segundo fue el ex analista de la Agencia Central de Inteligencia de Estados Unidos (CIA), John Kiriakou, quien reveló la práctica sistemática de torturas, en especial la conocida como “ahogamiento simulado”, que aplicaba en Paquistán el gobierno de su país.

Los más recientes casos conocidos de acusados por revelaciones de este carácter han sido los del soldado Bradley Manning y el ex agente de la CIA Edward Snowden, contra quienes se ha ensañado el gobierno de Estados Unidos.

Manning está siendo juzgado en estos días por haber pasado a la prensa información confidencial de numerosas fechorías ejecutadas por las fuerzas armadas estadounidenses. Pese a ser exonerado de la acusación de “ayuda al enemigo” que le habría valido la pena de prisión perpetua sin derecho a libertad condicional, la fiscalía presiona aún por obtener una condena de prisión que constituya advertencia ejemplar.

En el caso de Edward Snowden, el gobierno estadounidense ha desatado una cacería implacable que estuvo incluso a punto de provocar la muerte del Presidente de Bolivia, Evo Morales, con la complicidad de varios gobiernos europeos. Contra Snowden, Estados Unidos sostiene que ha revelado información pormenorizada sobre su red global de espionaje que abarca, además de países enemigos de Washington, sus socios y supuestos amigos.

Es esperanzador el hecho de estén surgiendo, en el seno del pueblo estadounidense gestos y acciones que auguran que el imperio podrá algún día ser detenido por la única fuerza capaz de hacerlo sin que la Humanidad deba pagar para ello el precio exorbitante en vidas y recursos que exigen las guerras, incluso las revoluciones.

Septiembre de 2013.