DEUDAS Y SALDOS
26/06/2013
 
Por Jorge Gómez Barata
 

Aunque la memoria no es nunca textual, recuerdo que en algún momento escuché al ahora presidente Raúl Castro reflexionar acerca de que: "…Estudiar marxismo tenía sentido cuando contribuía a flexibilizar el pensamiento. "Si por el contrario ?sostenía él? lo hace rígido e intransigente, el resultado es contrario a lo deseado". Eso puede estar ocurriendo con el pensamiento social y político y el discurso teórico cubano.
 

Décadas atrás, por razones tan conocidas con legítimas, como parte de los esfuerzos para capacitar al pueblo y profundizar su cultura política, se impulsó la masificación de los estudios de marxismo-leninismo para lo cual se introdujeron los manuales soviéticos.
 

Con el tiempo y con el estrechamiento de relaciones con la Unión Soviética, a partir de concepciones equivocadas acerca de la cientificidad de aquel pensamiento; con los mismos textos y la creencia de que de ese modo la preparación de los bachilleres y la formación profesional de los universitarios y técnicos medios se hacía más perfecta y era más eficaz el "trabajo político ideológico", tales estudios fueron incluidos en el sistema nacional de educación.
 

Al asumir que el materialismo dialectico constituye una especie de metodología general del conocimiento científico y la base para comprender todos los fenómenos naturales y sociales, se incurrió en el error de pretende amoldar a esos criterios todas las disciplinas y todas las expresiones del pensamiento, especialmente en las aéreas de humanidades y de las ciencias sociales, fenómeno que afectó particularmente a la Filosofía, la Sociología, la Antropología, la Historia, el Derecho, la Pedagogía y las Ciencias Políticas.
 

Esa lógica aplicada al análisis de fenómenos actuales como es el imperialismo, el movimiento de liberación nacional y social, el papel de los partidos políticos y las corrientes políticas actuales; incluso la Historia de Cuba produce traumas y resultados estresantes.
 

Esas nociones, en calidad de verdades absolutas, asociados a otros fenómenos de la práctica social como son los preceptos acerca de la democracia, las libertades, el papel del partido como rector de toda la institucionalidad y otros, se han incorporado a la cultura política de las masas, los militantes, los profesionales y las elites dirigentes.
 

Tales fenómenos existían ya antes de la debacle del socialismo real pero se acentuaron cuando la necesidad de resistir conllevó a actitudes defensivas y a pasar el cerrojo a las murallas que protegen la Revolución y sus conquistas. La idea central de El Necio de Silvio Rodríguez (un hombre que muere como vivió) abarcó también la teoría y los preceptos aprendidos en los manuales. Eso explica porque es difícil cambiar la mentalidad. Los equivocados creen que son fieles y que cambiar es conceder.
 

La pregunta del momento es si lo que, bajo las denominaciones de Filosofía Marxista, Economía política, Teoría Sociopolítica y otras disciplinas se enseñan en nuestras universidades está acorde con las realidades y necesidades del mundo de hoy y si en realidad se trata de conocimientos realmente. Reproducir mediante el sistema nacional de enseñanza conceptos erróneos, puede conllevar adquirir una deuda epistemológica difícil de saldar.

Tal vez valga la pena echar una mirada imparcial a lo que ocurre en ese campo. Allá nos vemos 


 

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