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Django se desencadena
(estrepitosamente)
El filme
más reciente escrito y dirigido por Quentin Tarantino, Django
Unchained, es una producción que garantiza entretenimiento, sátira y
violencia física entre magnificada y burlona, amén de reinterpretar
caprichosa y juguetonamente la historia de Estados Unidos
Joel del Río
digital@juventudrebelde.cu
16 de Abril del 2013 20:05:16 CDT
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El filme más reciente escrito y dirigido por Quentin Tarantino,
Django Unchained o Yango se desencadena, por decirlo
completamente en español, seguramente estará ausente al pase de lista de
las películas más significativas de esta década, pero la ausencia de los
panteones labrados por críticos y especialistas hiperselectivos, apenas
tiene algo que ver con el disfrute de una producción que garantiza
entretenimiento, sátira y violencia física entre magnificada y burlona,
amén de reinterpretar caprichosa y juguetonamente la historia de Estados
Unidos.
El director y guionista se ha dedicado a poner en solfa un siglo de
oestes norteamericanos, apologéticos y mentirosos, sobre el avance de
los valores civilizatorios. Entonces, prefirió apoyarse en la vertiente
paródica del western spaguetti, como se aclara desde los primeros
instantes del metraje, para presentar el siglo XIX estadounidense y el
nacimiento de esa nación, cual aquelarre de infinitas crueldades,
violencias y salvajismos en nombre, siempre, de la civilización y de la
«superioridad» de los colonos europeos.
Nadie deberá sorprenderse cuando el autor de Reservoir Dogs,
Pulp Fiction y Kill Bill les confiera el protagonismo, y
mayormente presente como héroes, a un hatajo de ladrones, vengadores y
asesinos, esta vez en un contexto marcado por la esclavitud y el racismo,
y una anécdota concentrada en las peripecias de Django, y su amigo
alemán, en el rescate de la novia del primero, que es también esclava.
Todo ello reforzado por los motivos de la venganza, el héroe redentor y
enamorado, y la amistad a prueba de cualquier circunstancia, por solo
mencionar un grupo de los clichés más visibles, en una trama marcada por
el refrescamiento del lugar común a partir del exceso.
Más parecida a Inglourious Basterds que a ninguna otra de las
obras anteriores de Tarantino, una semejanza que se refuerza con la
actuación tan desbordada como absorbente de Christoph Waltz, Django
Unchained reescribe y magnifica los colmos de los oestes clásicos,
crepusculares, italianos o españoles, además de incorporar ciertos
pormenores de los melodramas sudistas y decimonónicos en la cuerda de
aquel clásico televisivo llamado Raíces. Pero en realidad se
presentan solo algunos momentos de la brillantez burlona y delirante a
que nos tiene acostumbrados Tarantino, y el conjunto dista de alcanzar,
en su totalidad, ese sello inconfundible de un cineasta capaz de
combinar momentos tomados del cine de autor más sublime con la pacotilla
comercialista, y los residuos genéricos de las series B, C, D y Z, no
solo norteamericana sino también europea y asiática.
Django Unchained se diferencia de otros filmes tarantinescos,
sobre todo, en cuanto a su concentración en solo dos personajes (los que
interpretan Christoph Waltz y el siempre convincente Jamie Foxx) y una
trama única, tal vez por ello es que parece estirarse y redundar en
prolijidades más allá de los límites demarcados por la cordura. Como
aquellas retrospectivas la mar de convencionales y explicativas, o la
dilatación casi paroxística de ciertas escenas verbalistas que
trascienden el sentido común de un narrador interesado en sostener el
interés de su anécdota. Pero a quien le importen demasiado la cordura,
la racionalidad aristotélica y el principio dramatúrgico de la causa y
el efecto, nada tiene que ir a buscar en los cines donde se exhibe este
sarcasmo excesivo, laudable intento de revisar la bochornosa historia
norteamericana en un año en el que abundaron las películas patrióticas y
propagandísticas en el corte de Lincoln, Argo o La
cacería de Bin Laden, por solo mencionar las más promovidas en el
Oscar.
Algunos críticos apenas le perdonan a Tarantino el hecho de no haber
entregado otra obra maestra, y otros le reprochan el revisionismo, el
prisma eminentemente político (bastante raro en un cineasta
especializado en la parodia del género criminal) y su eterna tendencia a
sublimar la violencia y la sangre, el asesinato y la brutalidad, pero la
mayoría de los espectadores disfrutarán con esta más que imaginativa,
frenética versión de la historia del oeste, y del racismo, construida a
través de grandes actuaciones, formidables diálogos e imparables citas y
homenajes al cine más ramplón o formulista.
Nunca he militado entre las huestes de admiradores incondicionales de
Tarantino ni alcancé el éxtasis ante aquellas escenas pantagruélicas que
mostraban su manipulación exhibicionista de la violencia física, pero
debo confesar que esta vez el autor me ha parecido mucho más convincente,
maduro y comprometido en cuanto a su propósito de develar el humor
(negro) que yace en ciertas escenas que el cine suele presentar, cuando
las presenta, con un pudor mentiroso e hipócrita.
Aquí los disparos causan un impacto demoledor en el cuerpo del enemigo,
y la balacera se convierte en festín demencial y vindicativo de toda una
raza, porque Tarantino ha decidido reinventar la historia (como también
lo verificaba Humberto Solás en el sueño sedicioso de Isabel Ilincheta
en la película cubana Cecilia) y, al igual que en Inglourious
Basterds cuando aportaba aquel final delirante de un cine que
explota con toda la plana mayor del nazismo adentro, se dedica a fabular,
reinventar y traicionar burlonamente lo que ya ha estado acuñado
oficialmente.
Comedia estruendosa y desencadenada, más que oeste puro y duro, o
melodrama histórico, o filme de acción y aventuras con violencia gráfica
(todos estos códigos alternan en esta película) Django Unchained
resulta, eso sí, una experiencia memorable, coctel otra vez
consagratorio de uno de los cineastas más inventivos, posmodernos,
copiadores y originales del cine contemporáneo, por mucho que algunos
salgan de verla exclamando que pudo ser mucho mejor de lo que es. Y
quizá hasta tienen razón. Pero no hay que llorar por la Luna si tenemos
las estrellas, como susurraba Bette Davis en otro clásico de ese mismo
Hollywood que hoy apuesta por el reciclaje.
http://www.juventudrebelde.cu/cultura/2013-04-16/django-se-desencadena-estrepitosamente-/
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