Cine Club Diferente
celebrates its 5th Anniversary (without barriers)
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Cine
Club Diferente celebra su lustro (sin lastre de gueto) Ambos éramos muy jóvenes pero ya él era famoso. Eran los tiempos de la Universidad, de correr en la pista del Seder (donde nos conocimos por amigos comunes), de los amores intensos y las comidas inventadas con lo que fuera, las descargas acompañadas por alcohol de 90 grados, por cierto, más sano que muchos rones. Ya él había demostrado su disciplina para el trabajo y el goce de realizarlo. Y las noches eran obligatoriamente callejeras y cinéfilas. Para eso estaban la Cinemateca, el Rialto, la Rampa, todos los lugares donde veíamos el mejor cine del planeta, como sucede hasta el día de hoy. MI amigo hacía crítica de cine, claro, de música, de teatro, escribía poesía y ganaba menciones y premios en casi todos los géneros. Hasta unas canciones preciosas hizo, siempre propulsado por algún amorío, o amor. El estreno era en casa, en alguna reunión donde rara vez tomaba. Hablábamos del Cosmos (el Viejo Cosme le decíamos), de las Parábolas y de los múltiples significados de la figura de Jesús y del resto de los Profetas. Yo insistía en que la reencarnación era la mayor prueba de amor y conmiseración del Universo, para permitir el crecimiento humano, y que había sido eliminada del dogma en uno de los primeros concilios. Se irritaba un poco, aunque no dejaba traslucirlo. Mi admiración por los Maestros de Vida (como bien les llama la Yourcenar), que aparecieron en todas las culturas del planeta, y mi incapacidad para asegurar que unos fueran superiores a otros, también le molestaba, educado como está en el Cristianismo desde su misma infancia. Para mí el hecho de que el desarrollo psicológico-espiritual estuviera al alcance de todos los seres humanos, adaptado a las características peculiares de cada cultura, era otra prueba de la inmensa compasión que se nos dispensaba, aunque nuestra generación no viera los resultados. ¿De qué no hablábamos en aquellos años? Después nos separamos aunque nunca por completo. Seguía informado de sus éxitos, y cuando regresé a la Isla fue como si no nos hubiéramos dejado de ver. Se creó el Cine Club Diferente. La misma pasión que ponía en aquellos poemas, en sus investigaciones y sus trabajos de crítica, estaba presente en la organización de la muestra mensual de cine de temática gay y en su afán por difundir las mejores obras. Se han visto en ese espacio verdaderas joyitas que él ha encontrado para mostrarnos y motivar el intercambio de ideas, y el conocimiento de similitudes y diferencias, aptitudes, modos de relación y aspectos de la sexualidad complejos, cambiantes y enjundiosos que a veces no difieren de la heterosexualidad. Son los puntos comunes del hombre del deseo (como le llama Saint-Martin), la dinámica de la mente femenina-masculina y su expresión en el mundo que compartimos todos y donde la diferencia acentúa la vida, que es interacción, conocimiento del otro, que es el espejo donde nos contemplamos. ¿Qué mejor foto digital y de alta definición podríamos tener de nosotros que la que resulta de nuestras relaciones humanas? El espacio Diferente (e iguales, diría) es parte de ese reflejo que proporciona la cultura. En la (re)conciliación de la paradoja está la eliminación de los contrarios y el reconocimiento de que hay una sola esencia con múltiples vestiduras. Gracias, Frank Padrón, por la obra personal que has ido creando y por tu dedicación a este espacio apoyado por el Cenesex, al cual le deseamos infinitos lustros sin lastres, como ha sido hasta el presente. -- |