Now on call at the command post of a big anti-aircraft defense base of
the Western Army in the Revolutionary Armed Forces (FAR), young
lieutenant Yadira Quintana Picallo
does little to conceal the joy she feels and the pride she takes in the
life choice she has chosen. |
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Mientras conversábamos la imaginé ágil y segura, tomando decisiones
certeras tras complejos sistemas computarizados. Sus voces de mando,
orientando a los soldados, llegaron hasta mí en pocos segundos.
Y es que la joven teniente Yadira Quintana Picallo, jefa de turno del
puesto de mando de una gran unidad de defensa antiaérea del Ejército
Occidental de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR), no esconde la
alegría y el orgullo que siente por el destino que eligió vivir.
«Me honra ser una de las que vigila nuestro espacio aéreo, que
contribuye a garantizar la tranquilidad del pueblo», me dice sonriente,
mientras la interrogo.
Sus 26 años —afirma—, y sobre todo el hecho de ser mujer, no son
argumento para justificar ningún fallo. Desde que se adentró por primera
vez en la vida militar, ha dado todo de sí y aprovecha cada día al
máximo, con el objetivo de ser un ejemplo para sus subordinados.
Pertenecer al sexo femenino, lejos de ser una debilidad, le da las
herramientas necesarias para superarlo todo.
«Quizá algunos piensen que es difícil para una joven mujer estar al
frente de tantos hombres. Yo, por ejemplo, cuando comencé como jefa de
pelotón en las Fuerzas Armadas, tenía subordinados de mi misma edad.
Pero al final, con la delicadeza que nos caracteriza, y la experiencia
acumulada, podemos superar los obstáculos», asegura.
En la mirada de Yadira se reflejan algunos de los sacrificios que ha
tenido que hacer.
«Soy madre. Tengo un niño que cumple seis años este mes. Pero debo
cumplir con el deber que me corresponde como oficial de las Fuerzas
Armadas», me explica.
Flores de romerillo
La historia de Yadira puede ser igual a la de cientos de mujeres cubanas
que, con dedicación y orgullo, ofrendan su vida a las Fuerzas Armadas y
a su país.
Y qué mejor ejemplo que la joven de 34 años Indira Ramos López,
tecnóloga de la Empresa Militar Industrial Emilio Bárcenas Pier, quien
deja en un segundo plano la vanidad femenina para lidiar con la grasa
del taller, y ayudar a recomponer los valiosos tanques de guerra.
«Aquí nos ves llegar por la mañana; somos un grupo de mujeres arregladas.
Pero al entrar a la fábrica todas nos transformamos en obreras. Es parte
de nuestra cultura, porque lo más importante es estar cómodas», explica
Indira Ramos, también madre de una niña pequeña.
«Parecería que vamos perdiendo nuestra belleza, pero seguimos siendo
bellas porque estamos entre los hombres. Somos reinas para pensar, para
hablar, para actuar, para todo», recalcó.
Dirigir al sexo masculino —dice— se vuelve un reto, pero un reto fácil
de superar, porque lo único que uno no puede hacer es perder la ternura.
«Pienso que estar trabajando entre tantos hombres nos hace únicas,
exclusivas. Una flor de romerillo, en medio de un “yerbazal”, es siempre
una flor bella. Nosotros somos eso, porque a ese romerillo es al que más
la gente sigue, al que todo el mundo mira. El compromiso, por tanto, es
triple: trabajar en un sector como la defensa, dirigir hombres y dar el
ejemplo», señaló la tecnóloga.
Aunque para muchas podría parecer imposible, para Indira Ramos
pertenecer a las FAR, más que un reto, es motivo de orgullo y
satisfacción. «Todo el mundo ve la defensa como un lugar donde debe
predominar la fuerza, o el sexo masculino, para la toma de decisiones.
«Por tanto el primer alto honor de las mujeres que trabajamos en este
sector es que estamos en una rama que es difícil e imprescindible para
la Patria, donde pasan por nuestras manos, desde un tanque de guerra
hasta una pequeña pieza, para que el soldado no se quede parado en medio
del campo de batalla.
«Nunca pensé trabajar para las Fuerzas Armadas. Pero desde que me
incorporé he decidido no salir. Porque es un lugar de
disciplina, de compromiso, donde el coraje se demuestra desde cada
puesto de trabajo, y no únicamente en el campo de batalla», concluyó.
En plena faena laboral, interrumpí a la joven de 30 años Leidy Cardoso
Contrera, jefa de una nave de producción de huevos y carne de la Unión
Agropecuaria Militar Este-Habana.
«Me siento orgullosa y comprometida con el deber de producirles a las
tropas sus alimentos, y a mi pueblo en general. Es una gran
responsabilidad y un motivo de satisfacción», me comentó, sin abandonar
su puesto de trabajo.
Al igual que Leidy, pero dejando entrever lo feliz que se siente por la
carrera que está estudiando, Sidlen Alarcón Vidal, cadete de tercer año
de Medicina Militar,reconoce que ltiene un reto doble: ser militar y
médico a la vez.
«Es bastante difícil, porque las mujeres, por nuestros procesos
fisiológicos, tenemos que pasar por dolores extra, y muchas veces, a
pesar de eso, tenemos que correr, hacer guardias… También somos más
débiles a la hora de hacer esfuerzos físicos, como cargar el fusil en el
campo de tiro», me comenta.
Cuando somos adultas —añade— también es bastante difícil, porque a
nosotras nos toca la misión de procrear. Sin embargo, nos sacrificamos
el doble, y logramos sobrecumplir, en el trabajo y en la casa.
Mirando al futuro, la jovencita Arlenys Hernández Rodríguez, estudiante
de grado 12 en los Camilitos de Arroyo Arenas, sabe que en el camino que
le espera habrá sacrificios, pero también dicha por el deber cumplido.
«Mi papá es oficial de las FAR, y desde chiquita siempre he visto que la
vida militar es muy sacrificada, y que él no ha podido estar todo el
tiempo a mi lado. Pero a pesar de todo creo que cada persona, sea hombre
o mujer, debe hacer lo que más feliz le haga. Y eso pienso hacer yo»,
expresó convencida.
http://www.juventudrebelde.cu/cuba/2013-03-11/la-ternura-se-viste-de-olivo/