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Regulation + public space + music ǂsocio-cultural
changes
Redacción IPS Cuba
ipscuba@ipscuba.net
"Reggaeton
is the expression of a social, political and economic situation that
gives birth to it", says Leonardo Padura.
By Jorge Luis Baños - IPS
Reggaeton and lustful musical
practices are social symptoms that overflow the legal sphere.
A CubaNews translation by Abel González Alayón.
Edited by Walter Lippmann.
The announced legal regulation on the public uses of
music in Cuba, due to reggaeton and other musical practices that convey
sexism and “vulgar, ordinary and mediocre expressions”, has strongly
transcended Cuba’s blogosphere and has caught the attention of numerous
international press media.
PO
The regulation should cover the uses of music in “the mass media,
entertainment programs, popular celebrations and incidental music in
public places”, affirmed Orlando Vistel Columbié, president of the Cuban
Music Institute, in an interview granted to Granma newspaper.
Since 2011, this issue has been part of the agenda of the Attention
Commission to Youth, Childhood and Equality of Women’s Rights of the
Cuban parliament; of the National Council of Cuban Artists and Writers;
of the Cuban Federation of Women; and of the Ibero-American Network of
Manliness, based in Havana.
Even when the opinion of most of the citizens published on the Internet
agree on their critical view of reggaeton, the main concern lays in the
putting into practice of this new regulation, in who will set the
boundaries and decide what is considered banal, offensive and mediocre.
The recent history of Cuba is tinged by events that explain why the
citizenship wants to get hold of the phrase “forbidden to forbid”. This
time, the predisposition and distrust of the civil society has its
origins in the past decade of the sixties, when rock and roll was
penalized and it was a common belief that it was possible to homogenize
the population’s musical taste.
In this sense, Gina Picart’s blog recommends, before getting into
comparisons, “to discriminate between prohibitions caused by aesthetic,
religious and ideological conflicts and other related with moral
issues”.
A new “crusade for the moral and good musical habits”, is foreseen in
FernadoRavsberg’s blog.
The author of the post “La Guerra del regueton” (The war of reggaeton)
also shares this view and considers Vistel’s statements as the first
shot: “from one side and another the drums summoning for combat. The
cause?: twisted lyrics, rude phonemes, soulless lexemes, presentations
rather showy than good, half-dressed stills and dying to get naked”.
“I believe in people’s education, growth and improvement, I believe in
the need to be like that, in the need that society becomes increasingly
healthier, more assertive, more functional and safer. (…) I cannot
silence thousand of citizens that want to live of reggaeton not only as
music, but also as a vital model, but I flatly refuse to live with an
idiosyncrasy that denigrates the human being (…) and promotes all sorts
of degeneration”, is the opinion expressed in Gina Picart’s blog.
However, those who play the role of Templar Knights of these times,
before choosing weapons, will have to listen to the voices of musicians,
intellectuals, journalists, and of the Cuban citizenship when they
advise that this issue cannot be fought back with prohibitions: it is
about “much deeper problems, like the permeability in certain sectors of
society of discriminatory and reactionary messages, and the loss of
strength of ideas entrenchedin the Cuban society, like equality, no
discrimination or solidarity”, says Jose Manzaneda in an article
published in La pupila insomne.
"Reggaeton is the expression of a social, political and economic
situation that gives birth to it and to which it gives face and voice.
(…) The Cuban reggaeton is the youngest son of the social and economic
crisis, which would become in a crisis of values that explodes in Cuba
in the decade of 1990 and for several years reduced the country’s and
the people’s expectations to the most dramatic and elemental struggle
for survival”, renowned artist Leonardo Padura reflects.
Perhaps “for this time the black sheep is not the only one to be blamed
and it would be necessary to dig further to find the heart of the
problem. Forbidding and censuring this kind of music is not going to
solve anything, it will just increase its price (…) [in] which it is
commercialized in the streets”, reads the blog El Colimador.
The “drastic solutions, like controlling what is broadcasted and
promoted through the media”, barely attempts to “stop a consequence –and
I believe unsuccessfully”, says Padura. He also adds: “the focus should
be redirected more towards the causes, which are deep-rooted to a social
and economic status that has not managed to give back the logic to the
relations among individuals and its means of expression and realization.
(…) It demands actions that bring closer politics and reality, economy
and life”.
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http://www.ipscuba.net/index.php?option=com_k2&view=item&id=6223:regulaci%C3%B3n-+-espacio-p%C3%BAblico-+-m%C3%BAsica-%C7%82-cambios-socio-culturales&Itemid=11
Regulación + espacio público + música ǂ cambios socio-culturales
Redacción IPS Cuba
ipscuba@ipscuba.net
"El reguetón es la expresión de una coyuntura social, política y
económica de la cual germina", considera Leonardo Padura Jorge Luis
Baños - IPS
El reguetón y las prácticas musicales
lascivas son síntomas sociales que desbordan el ámbito legal.
La
anunciada regulación legal
de los usos públicos de la música en Cuba motivada por el reguetón y
otras prácticas musicales, que proyectan sexismo y “expresiones
vulgares, banales y mediocres”, ha trascendido con fuerza a la
blogosfera insular y ha acaparado la atención de numerosos medios de
prensa internacionales.
La normativa deberá cubrir un espectro que comprende los usos de la
música en “los medios de difusión, las programaciones recreativas, las
fiestas populares y la ambientación sonora de lugares públicos”, declaró
Orlando Vistel Columbié, presidente del Instituto Cubano de la Música,
en la citada entrevista concedida al periódico Granma.
Desde el pasado 2011, el tema ha conformado la agenda de la Comisión de
Atención a la Juventud, la Niñez y la Igualdad de Derecho de la Mujer
del parlamento cubano; del Consejo Nacional de la Unión de Escritores y
Artistas de Cuba; de la Federación de Mujeres Cubanas; así como de la
Red Iberoamericana de Masculinidades, con sede en La Habana.
Aun cuando la mayoría de los pronunciamientos ciudadanos encontrados en
Internet coinciden en su mirada crítica al reguetón, la preocupación
fundamental está en la implementación de la medida, en quiénes trazarán
los límites y decidirán qué es lo banal, lo ofensivo y lo mediocre.
Y es que la historia reciente de Cuba está matizada por acontecimientos
que explican por qué la ciudadanía quiere apropiarse del sintagma
“prohibido prohibir”. Esta vez, la predisposición y la desconfianza de
la sociedad civil tiene su génesis en la pasada década de los sesenta,
cuando el rock and roll estaba penalizado y se pensaba que se podían
homogeneizar los gustos musicales de la población.
Al respecto, desde el
blog de Gina Picart
se recomienda, antes de hacer comparaciones, “discriminar entre
prohibiciones motivadas por conflictos estéticos, religiosos e
ideológicos, y otras relacionadas con asuntos de moral”.
Una nueva “cruzada por la moral y las buenas costumbres musicales”, se
avizora en
el blog del periodista Fernando Ravsberg.
Este criterio también es compartido por el autor del post
“La guerra del reguetón”,
quien interpreta las declaraciones de Vistel como el primer disparo:
“desde un bando y otro los tambores llaman al combate. ¿La causa?: una
letra torcida, un fonema grosero, un lexema sin alma, unas
presentaciones más sonantes que cantantes, un fotograma a medio vestir y
loco por desnudarse”.
“Creo en la educación y en el crecimiento y mejoramiento de la gente,
creo en la necesidad de que así sea, de que la sociedad sea cada vez más
sana, más asertiva, más funcional y segura. (…) No puedo acallar a miles
de ciudadanos que quieren vivir el reguetón no solo como música, sino
también como modelo vital, pero me niego rotundamente a tener que
convivir con una idiosincrasia que degrada al ser humano (…) y exalta
toda clase de degeneración”, es el sentir expresado en el blog de Gina
Picart.
Sin embargo, quienes encarnen el rol de Caballeros Templarios de estos
tiempos, antes de elegir las armas, deberán escuchar las voces de
músicos, intelectuales, periodistas y ciudadanía cubana cuando advierten
que este asunto no se combate con prohibiciones: se trata de “problemas
mucho más profundos, como la permeabilidad en ciertos sectores de la
sociedad de mensajes discriminatorios y reaccionarios, y la pérdida de
fuerza de ideas muy arraigadas en la sociedad cubana, como la igualdad,
la no discriminación o la solidaridad”, considera José Manzaneda en un
artículo publicado en
La pupila insomne.
“El reguetón es la expresión de una coyuntura social, política y
económica de la cual germina y a la cual, digámoslo así, le da rostro y
voz. (…) El reguetón cubano es el hijo menor de la crisis económica y
social, que se convertiría en una crisis de valores, que explota en la
Cuba de la década de 1990 y por varios años redujo las expectativas del
país y de la gente a la más dramática y elemental lucha por la
supervivencia”,
reflexiona el reconocido escritor Leonardo Padura.
Quizá “por esta vez el totí no sea el único culpable y sea necesario
escarbar un poco más para encontrar el meollo del problema. Prohibir y
censurar este tipo de música no resolverá nada, solo aumentar el precio
(…) [en] que se comercializa en las calles”,
señala la bitácora El colimador.
Las “soluciones drásticas, como el control de lo que se difunde y
promueve por los medios”, apenas trata de “atajar una consecuencia —y
creo que sin demasiado éxito”, considera Padura y agrega: “la mirada
debería dirigirse más hacia las causas, que están aferradas a un estado
social y económico que no ha conseguido devolver una lógica a las
relaciones entre los individuos y a sus vías de expresión y realización.
(…) Se necesitan acciones que acerquen más a la política y a la
realidad, a la economía y a la vida”.
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