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Opiniones: Una de las obras
más extraordinarias del siglo XX caribeño
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Enviado el Lunes, 22 de Febrero del 2010 (18:23:04)
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Palabras
de la investigadora cubana Graciela Chailloux en la presentación
del libro Los jacobinos negros, editado por la Casa de
las Américas y presentado en la Feria del Libro Cuba 2010
por Graciela Chailloux Laffita
La aspiración de convertir al Caribe en un espacio cultural
común es un viejo anhelo. Se ha visto restringida porque además
del aislamiento que nos imponen las corrientes del mar que nos
acoge, hablamos lenguas diferentes. Nuestros pensamientos y
sentimientos los expresarnos en las lenguas que nos impusieron
colonizadores y conquistadores; o en las lenguas de los que
fueron traídos en condición de esclavizados y semiesclavizados
desde todos los confines del mundo; o, también, nos expresamos
en las lenguas que resultaron de las mezclas de todas esas
lenguas.
A pesar de todo, es imposible no sentir que la cultura del
Caribe es única y diversa. Pero falta mucho por hacer para que
podamos disfrutar de la tradición intelectual que hemos creado
en medio de una feroz resistencia frente a los patrones
culturales hegemónicos.
No obstante, para nuestra dicha hoy estamos dando un paso más en
el camino hacia el disfrute y aprovechamiento de lo mejor de la
producción intelectual escrita en inglés en nuestra región, para
de este modo rendir tributo a uno de los más grandes
intelectuales revolucionarios y al hecho histórico que marcó el
comienzo del ciclo independentista en el Caribe.
Claro, cuando hace muchos años se acariciaba la idea de la
publicación del libro que hoy presentamos, no podíamos imaginar
que nuestra alegría pudiera verse empañada por la tragedia
natural del 12 de enero en Haití. Por eso, este acto tiene la
cualidad de ser un homenaje desde Cuba y Trinidad al heroico
pueblo haitiano en medio de una nueva tragedia.
Con la publicación de Los jacobinos negros negros. Toussaint
L´Ouvertoure y la revolución de Saint- Domingue, de Cyril
Lionel Robert James, el Fondo Editorial de la Casa de las
Américas confirma su capacidad para hacer realidad esa probada y
excelente combinación que lo distingue: ser manifestación de una
tenaz voluntad para difundir lo mejor de la creación artística
de la América Latina y el Caribe y de la excelencia en la
producción de libros. Y este caso no lo es menos.
La traductora de la obra, Rosa López Oceguera, no sólo es una
muy conocedora del inglés y del español sino, además, una
científica social. Ello ha garantizado una traducción con
fidelidad conceptual y estilística.
La edición y corrección fue encargada al novel, pero ya muy
calificado, Reinier Hernández-Pérez y a la experimentada Clara
Hernández.
Ricardo Rafael Villares ha reiterado en este libro su magnífica
sensibilidad y pericia artísticas para retomar el diseño de la
colección Nuestros países.
Por esas razones los lectores de esta primera edición cubana de
Los jacobinos negros negros. Toussaint L´Ouvertoure y la
revolución de Saint-Domingue tendrán asegurado el total
disfrute de una de las obras más extraordinarias escritas en el
siglo XX caribeño.
Para esta edición cubana John Bracey redactó una excelente y
atinada introducción en la que nos regala un enjundioso estudio
que revela la trayectoria vital del hombre, del maestro, del
intelectual y del revolucionario inclaudicable que fue C.R.L.
James.
Puedo asegurarles que el disfrute que espera al lector de este
libro es múltiple y peculiar. Será un placer comprobar la
existencia de personalidades como la de C.R.L. James, un
auténtico genio que logró quebrar los límites estrechos del
rígido y elitista sistema educacional impuesto a las colonias
británicas en el Caribe. James fue crítico literario y
periodista deportivo (sus dos grandes pasiones), escritor,
activista socialista y antiimperialista, revolucionario, teórico
y luchador marxista, agitador político, y, también, maestro y
mentor de varias generaciones de caribeños, entre ellos del
renombrado Eric Williams.
Esa diversidad de facultades le permitió a James expresar una
visión única del mundo y de la sociedad humana, desde la óptica
de un hombre del Caribe. Por eso no es casual la enormidad de
elogios que han merecido su obra y su vida.
Podrán comprobar Uds. en la lectura de la introducción de este
libro como la vida de James estuvo vinculada a las más grandes
figuras de su época, desde Trosky hasta Stockely Carmaickel; a
las más importantes organizaciones políticas por la lucha de la
autodeterminación de los pueblos, desde la Cuarta Internacional
hasta el Buró Internacional de Servicio Africano, para trabajar
por la independencia del continente africano; transitó por
diferentes países, desde Inglaterra, pasando por una influyente
etapa en la lucha de los negros y de los explotados en los
Estados Unidos, hasta su colaboración con el gobierno de Eric
Williams en su natal Trinidad.
Pero todo ese ciclo vital de aliento universal estuvo sustentado
en la ideología y teoría marxistas. Sus juicios sobre la
Historia y las personalidades históricas son ejemplares en su
lucidez para hacer válidos los preceptos del marxismo-leninismo
a las peculiares condiciones de las sociedades colonizadas y
neocolonizadas.
James publicó Los jacobinos negros en 1938, cuando tenía
treinta y seis y llevaba cinco en Londres. Pero el año anterior
había publicado nada más y nada menos que una extensa historia
de la internacional comunista que tituló La revolución
mundial, 1917-1936.
Por eso, cuando el Caribe sea un espacio cultural en el que
podamos compartir el legado intelectual acumulado, de seguro
erigiremos un monumento a James en honor, entre otros muchos
méritos, a su contribución al marxismo-leninismo.
Y Uds. concordarán conmigo cuando lean Los jacobinos negros.
Por eso, solo me detendré en apuntar, al vuelo, los rasgos más
sobresalientes de esta obra dedicada al examen de la Revolución
Haitiana y de su líder. En ella se estudia el impacto de las
fuerzas económicas sobre la sociedad y la política, la
interconexión entre los movimientos de masas en la metrópoli y
la colonia y la relación entre la personalidad y las fuerzas
históricas objetivas. Es, además, el resultado de un estudio
riguroso de la bibliografía disponible, expuesto en un estilo
novelado que lo hace asequible a cualquier lector.
Reitero, como segura estoy de que ustedes serán deslumbrados por
las excelencias literarias y conceptuales de Los jacobinos
negros, no hablaré más de la obra, pues quiero aprovechar
esta ocasión para decir algo sobre el contexto en el que
apareció este texto. Pues hay que explicar por qué un joven
captado por el marxismo, proveniente del mundo colonial,
radicado en Inglaterra, encuentra sentido a retomar un
acontecimiento histórico ocurrido 138 años antes. También hay
que esclarecer si su obra tuvo o no conexión con el movimiento
intelectual y político del periodo entre las dos guerras
mundiales en el Caribe.
Merece la pena conocer por qué en el Londres de 1938 se produjo
la publicación de dos obras que devendrían cimiento de la
tradición intelectual nacionalista, autóctona de la región del
Caribe; aunque sus autores ambos jóvenes nacidos en las colonias,
abrazaban credos políticos e ideológicos diferentes, a pesar de
lo cual contribuyeron a develar las esencias de la explotación
en las sociedades caribeñas, en tiempos de la gran crisis global
del capitalismo.
Como dijimos, James fue conquistado por el marxismo desde su
llegada a la metrópoli. Arraigado en su militancia política,
luchó por la incorporación a las concepciones marxistas,
leninistas y troskistas de su época, de la noción de que la
Historia de la revolución no era sólo la Historia de las
revoluciones hechas por los europeos, que las figuras que habían
influido e influían en el curso de la Historia no eran sólo las
europeas. Si no que, además, el enfrentamiento al colonialismo y
al racismo también eran formas de lucha válidas en el camino
hacia el socialismo, tanto como las luchas en el seno de la
peculiar estructura de clases de los territorios dependientes.
Si además de leer Los jacobinos negros, ustedes se
disponen a leer una conferencia de James, publicada por la
revista Casa número 70, de 1968, bajo el título “Poder
negro”, tendrán ocasión de comprobar cómo tres décadas después
de la primera aparición de Los jacobinos negros, C.R.L.
James continuaba haciendo un creativo análisis leninista sobre
el papel de la personalidad en la Historia, igual que sobre el
problema de la autodeterminación de los pueblos sometidos al
colonialismo.
Porque Los jacobinos negros es, también, una teoría de la
historia, especialmente de la de los pueblos subyugados. Desde
su posición de participante activo en los acontecimientos más
trascendentales de su época, James refutó la muy difundida
noción de que los individuos hacían la Historia. “Toussaint no
hizo la Revolución. Fue la Revolución quien hizo a Toussaint”,
afirmó. Eso mismo sostuvo acerca del papel de Stockley
Carmichael en la lucha de los negros estadounidenses en la
década de 1960.
James demostró sobradamente dos asuntos capitales para una
teoría acertada de la Historia: la Revolución es el fruto de una
acumulación de siglos y, del mismo modo, resultado de la
convergencia de fuerzas económicas, políticas y de la acción de
los hombres ya sea como parte de la masa o como individuos. Por
demás, era la primera vez que se revelada en sus más íntimos
aspectos el nexo inextricable entre las revoluciones francesa y
haitiana.
En esa ocasión declaró que había estudiado cuidadosamente a
Lenin para escribir Los jacobinos negros y demostrar la
necesidad de ampliar la perspectiva marxista, leninista y
trostkista sobre la revolución social.
El otro autor al que nos referiremos para mostrar la conexión de
Los jacobinos negros con el movimiento intelectual
caribeño de la épocas, es William Arhtur Lewis, pionero de la
teoría del desarrollo económico que le ganó el título de
caballero británico en 1963 y el premio Nóbel de Economía en
1979. Este era un joven oriundo de la isla de Santa Lucía que
dio a conocer un memorando, dirigido a una comisión que
investigaba las causas de la violenta insurrección popular que
sacudió las colonias británicas en el Caribe, entre 1934 y 1938.
Esa comisión fue hermanastra de la que los Estados Unidos
enviaron a Cuba en 1934 y cuyo informe conocemos como
Problemas de la nueva Cuba.
En su documento conocido como “La Revolución social de los años
30” o como “Trabajo en las Indias Occidentales: nacimiento del
movimiento de los trabajadores” Lewis, activo integrante del
movimiento político fabiano —una combinación de socialismo y
colonialismo—, no sólo calificó la situación de revolución
sino que proporcionó un detallado examen de que eran la pobreza
y el desempleo crónicos las causas de esa revolución, así como
que la ira de las masas populares habían conducido a la
organización de sindicatos y partidos políticos, contra el deseo
del imperio.
En Cuba, la Revolución del 30, la que se fue a bolina, obligó a
la derogación de la enmienda Platt, la devolución de la Isla de
Pinos y propició la Constitución de 1940 bajo cuyo articulado
fue asaltado el Moncada y quebrada la dominación neocolonial en
Cuba a partir de 1959.
O sea, la ocurrencia de una revolución social en el Caribe,
aunque frustrada, marcó la conciencia nacional del Caribe al
igual que al curso de la sociedad en la región.
Además, es obligado mencionar, que Los jacobinos negros
es la historia de una revolución y de un líder revolucionario,
escrita en tiempos de revolución. Dice James, en el prefacio a
la primera edición, que para el ojo bien entrenado de un
luchador político era máxima la posibilidad de aprender, calando
en las esencias de revoluciones anteriores, así como que “la
edad” de su libro era la marcada por “el retumbar de la
artillería pesada de Franco, el tableteo de los pelotones de
fusilamiento de Stalin y el fiero y estridente tumulto del
movimiento revolucionario luchando por claridad e influencia”.
Por último, quiero resaltar que Los jacobinos negros es,
además, parte consustancial de la revolución cultural con la que
se inició una auténtica cultura caribeña. El crecimiento y
reafirmaron de la conciencia nacional en el Caribe no sólo se
alimentó de batallas políticas.
Algún día haremos el recuento que nos permita comprobar, en
todas sus significaciones, los vínculos raigales de una
proyección cultural del Caribe que se afincó y gestó en los
turbulentos años 30.
Sólo a manera de apretadísima síntesis diré que:
Si James recurrió a la revolución de Haití para crear un
instrumento de lucha contra el colonialismo, el racismo y el
imperialismo, y para inducir una perspectiva marxista inclusiva
del mundo colonial, pues Los jacobinos negros fueron una
posición frente a la confusión reinante entre las fuerzas
marxistas del período entre las guerras mundiales del siglo XX,
tanto en Europa como en los Estados Unidos, acerca del carácter
revolucionario y de la contribución a la lucha por el socialismo
de los movimientos anticoloniales y antirracistas. Y nada más
elocuente que la revolución haitiana para demostrarlo.
Si Alejo Carpentier, que había estado preso durante las jornadas
revolucionarias de los años 30, cuando visitó Haití en 1943, se
determinó a dedicar una trilogía de novelas a la Revolución de
Haití y así nació El reino de este mundo y su teoría de
lo real maravilloso que habla de una cultura diferente de la
europea en un mundo singular.
Si por su parte, Nicolás Guillén, que en 1930 había dado vida a
una concepción mestiza de lo cubano y, por extensión, de lo
caribeño, cuatro años después, en su poemario West Indies Ltd.
sentó las bases definitivas de su cosmovisión caribeña.
Si pintores como Carlos Enríquez y Wifredo Lam destilaron en sus
cuadros el hálito de la energía creadora de Haití.
Si en 1934, un martiniqueño, Aimé Cesaire, utilizó por vez
primera la palabra negritud para, junto a intelectuales
africanos, iniciar un intenso proceso de reivindicación de lo
negro en la sociedad y cultura universales, cuya expresión
literaria cuajó en su célebre Cuaderno del retorno al país
natal, publicado en 1939.
Si otro trinitario, George Padmore realizaba a partir de
convicciones marxistas desde la década de 1920 una intensa labor
a favor del panafricanismo, que le ganó el título de padre de la
emancipación africana.
Si en 1940, Fernando Ortiz dio a conocer, su cardinal concepto
de transculturación en Contrapunteo cubano del tabaco y el
azúcar.
Es imposible dejar de considerar que las obras de esos
intelectuales y otros muchos más, todos nacidos con el siglo,
eran el fruto de experiencias vitales compartidas, a pesar del
mar que los separaba y las lenguas que les impedían estar al
tanto del pensamiento de unos y otros. Reafirmación del carácter
real y maravilloso de nuestro mundo.
Habían transcurrido 167 años de la celebración de la ceremonia
vudú que oficiara el esclavo jamaicano Bouckman, en Bois-Caïman,
con la que se decretó que la próspera y opulenta colonia
francesa ardiera en las llamas de la libertad, cuando triunfó
otra Revolución en el Caribe. Esta vez era Cuba y estaba llamada
a marcar, con su titánica resistencia ante los enemigos, una
nueva época histórica en el Caribe.
Por eso, la publicación de la segunda edición de Los
jacobinos negros, en 1963, no fue ajena a ese suceso. Esta
vez C.R.L. James se sintió estimulado a trazar los rasgos más
sobresalientes del ciclo de la independencia caribeña, del ciclo
histórico que enlaza al Caribe en una línea que va de Toussaint
L´Ouverture a Fidel Castro. Es un recorrido a través de los
avatares de la Historia de la lucha por la independencia del
Caribe. Es, como expresó el propio James, una exploración que
rompía con la noción tradicional de ver lo acaecido en el Caribe
desde la aproximación de lo acaecido a Gran Bretaña, España,
Francia y los Estados Unidos, o sea, en su epílogo había trazado
el curso de una historia “en relación con su propia historia”.
El hombre de sesenta y dos años, que había vivido intensamente
las luchas por la emancipación de los pueblos, sentenció en esa
recapitulación histórica, que aparece completo ahora por primera
vez en español, que
La Revolución de Fidel Castro es tan del siglo XX como la de
Toussaint lo fue del siglo XVIII. Pero a pesar de más de siglo y
medio de distancia, ambas son caribeñas. Los pueblos que las
hicieron, los problemas e intentos de resolverlos son
peculiarmente caribeños; son el resultado de un origen y una
historia singulares. La primera vez que los caribeños tomaron
conciencia de sí mismos como pueblo fue con la Revolución
Haitiana.
Sea cual fuere su destino final, la Revolución cubana marca la
última etapa de una búsqueda caribeña de identidad nacional. En
una serie dispersa de islas diferentes, el proceso consiste en
una serie no coordinada de períodos en que siguió el curso de la
corriente, marcados por brotes, sayitos y catástrofes. Pero el
movimiento inherente es claro y fuerte.
La Habana, febrero 20 de 2010
http://laventana.casa.cult.cu/modules.php?name=News&file=article&sid=5366
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