» Marilyn: la inmortalidad de un mito

Por Mayté Madruga Hernández
 
Cuando el mundo conmemora el cincuentenario de la muerte de Marilyn Monroe, la Cinemateca de Cuba proyecta una de las retrospectivas más completas de la artista y sex simbol norteamericana. Por su magnetismo en la pantalla, así como por la estela de conspiraciones y teorías que dejó esta mujer; la institución cinematográfica proyectará 23 de sus filmes en la Sala Charlot, además de documentales sobre su vida y películas a modo de homenaje como Mi semana con Marilyn, de Simón Curtis.
 
El ciclo quedó inaugurado este viernes con un panel donde se reflexionó sobre quien un día fuera Norma Jean Baker. Estuvieron presentes el escritor Reynaldo González, el cineasta Manuel Herrera y el director Juan Carlos Cremata. Durante los primeros minutos del encuentro se proyectó Oración por Marilyn Monroe, un cortometraje de Marisol Trujillo, Miriam Talavera y Pepín Trujillo, basado en el poema de Ernesto Cardenal.
 
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 Marilyn Monroe en una de la fotos que se exhiben en la exposición que acompaña la muestra
 
Para  González, “Marilyn fue el fetiche más importante de su época pues fue esa línea media entre la ‘pacatería hollywodense’ de los años ‘50 y la liberación de los ‘60. Aunque el mito también puede fabricarse, cambiando el color del pelo o aspectos fisionómicos; en esta mujer sí vimos un carisma que no se fabrica, una  presencia de estrella que mostró el cuerpo como una bella imagen”.
 
Por su parte, Manuel Herrera opinó que así como nunca quedó claro si el mito se creó antes o después de la muerte de la Monroe, también siempre convivieron dos mujeres en este ícono: por un lado la rubia glamorosa, que tributaba a la creación del mito; y por otro aquella que vivía en una casa sencilla, cuyo primer esposo fue el gran pelotero Joe Dimaggio. “Sin duda alguna, Marilyn fue una clásica norteamericana de su tiempo que vivió de acuerdo con las reglas del juego de la época”, concluyó.
 
En opinión de Cremata, la Cinemateca de Cuba siempre tuvo una estrecha relación con la artista que inmortalizó Andy Warhol, pues cada verano se podía ver alguna retrospectiva en torno a ella. “Marilyn Monroe fue una gran actriz que se escondió dentro de la rubia tonta y murió en el momento exacto para convertirse en un mito, y ser responsable de una sexualidad destapada que la sobrevino”.
 
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Marilyn Monroe en una de la fotos que se exhiben en la exposición que acompaña la muestra
 
“Ver a Marilyn siempre causará la misma sensación del corcho de la botella de champán, que cuando se destapa produce esa reacción de alegría en cualquier persona que lo escucha”, expresó Herrera.
 
A esta muestra cinematográfica la acompaña una exposición de fotografías que aportaron cinéfilos seguidores de la inolvidable rubia, y otras pertenecientes al archivo de la Cinemateca.
 
Recordar a Marilyn se hace más que con tristeza, con alegría; siempre y cuando, al decir de Reinaldo González, “se tenga la inteligencia para consumir el mito que ella representa, pues su alegría en pantalla aún contagia y un poco de frivolidad nunca ha matado a nadie”.
 
 
Hasta la vista, Marilyn Monroe
(Justo Planas)
 
Es mejor no deslizarse sobre el terreno incierto de qué habría sido de ella si le hubieran dado mejores papeles durante su carrera, de si fue o no una excelente actriz. Los caminos del éxito son torcidos y lo cierto que es Marilyn Monroe sigue, después de 50 años de ida, muy presente.

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» Hasta la vista, Marilyn Monroe
Por Justo Planas
 
Durante el funeral de Marilyn Monroe, su psiquiatra no encontró mejor despedida que la de “Hasta la vista”. Este hombre, que amortiguó sus dolores de espíritu durante años, conocía muy bien esa tendencia de la Monroe a disfrazar el filo de las espinas con palabras dulces, tenues. Por eso, en vez de “Adiós”, “Hasta nunca”, prefirió “Hasta la vista”.
 
Así la muerte de Marilyn Monroe, medio siglo después, nos sigue anunciando regresos. Y a juzgar por el Ciclo de todas sus películas que proyecta la Cinemateca de Cuba en la sala Charlot, su salida de este mundo la dejó incólume en la memoria de los que siguieron en el tren del almanaque.
 
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Marilyn Monroe en Los caballeros las prefieren rubias
 
Hoy todos esos hombres que hipnotizó en los ‘50 ocupan la mayoría de las butacas de esa pequeña salita de video en el cine Chaplin.Llegan con el cabello encanecido y comprueban que la rubia sigue allí en la pantalla, despertando los mismos apetitos de siempre.
 
Quizás sea ese filme Los caballeros las prefieren rubias el que mejor retrate la forma en que el mundo quiso verla: Su costumbre naif de arquear las cejas en cada parlamento. El pronunciado vaivén de sus hombros al caminar. La boca siempre entreabierta ofreciendo unos dientes lujosamente blancos. Y sobre todo la particular manera de deslizar los labios sobre la dentadura cuando hablaba; como si en ello marcara la ingenuidad de una chica que pretende mostrar belleza de clase, cuando en realidad nos cautiva con su con su belleza anatómica.
 
Hoy cuando los psicólogos hablan del arquetipo de rubia tonta, parten del ejemplo clásico que construyó Marylin Monroe. Por unos instantes, ante ciertos filmes como ¿Cómo cazar un millonario?, nos convencemos de que la vida es así de sencilla como ella nos la muestra, que es mejor quitarnos esas gafas que nos obligan a ver la realidad demasiado nítida y dejarnos llevar por la imaginación más blanca.
 
Pero basta con leer su biografía para entender que Marylin no era ni rubia ni tonta. Su vida nos convence que el sentido de la frivolidad es otro.
 
Llegamos a comprender la insistencia de sus personajes por vestirse de una felicidad radiante, una felicidad que no quiere bajo ninguna circunstancia transformarse en tristeza.
 
Ella se aferra a su imagen como una tabla que le permite flotar por encima de sus múltiples padres adoptivos, de las repetidas violaciones durante su infancia, de la pobreza que vivió…
 
Las frívolas –llegamos a creer– son las otras actrices, ellas bien pueden fingirse tristes, porque no conocen la verdadera  crudeza del dolor.
 
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Marilyn Monroe en El río sin retorno
 
Por este motivo las críticas fueron despiadadas con su actuación en El río sin retorno ¿Cómo podía ella encarnar una mujer que reconoce los golpes que le ha dado la vida, que se enfrenta a los hombres con la verdad y no con amagos de sensualidad, que es resistente y sobria, y para colmo llega a estar a punto de ser violada?
 
¿Cómo podría ella renunciar en esta película al mejor papel que interpretó en toda su vida, el de mujer sin pasado, satisfecha con la vida y feliz con su posición de objeto sexual masculino?
 
Es mejor no deslizarse sobre el terreno incierto de qué habría sido de ella si le hubieran dado mejores papeles durante su carrera, de si fue o no una excelente actriz. Los caminos del éxito son torcidos y lo cierto que es Marylin Monroe sigue, después de 50 años de ida, muy presente.
 
A ratos, el estilizado control que tuvo de su cuerpo logra impulsar de golpe toda la sangre a nuestra cabeza; a ratos su alegría rutilante nos provoca, a los más conscientes, un tenue cargo de consciencia. Presa o libre por y de su belleza, está allí proyectada en más que sobras en la sala Charlot de una pequeña isla que, como el resto del planeta, la tiene aún presente.


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