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A Challenge to Journalism, III
Ricardo Alarcón de Quesada
The habeas corpus requests for the Cuban Five unjustly imprisoned in the
United States, and in particular the affidavit submitted by Martin
Garbus, Gerardo's lawyer, focus on the role performed by "journalists"
who, paid by the US government, created an environment of hysteria and
irrational hatred that frightened the jurors until they brought in a
guilty verdict despite the fact that the US Attorney did not present any
evidence and -even worse- admitted they could not substantiate their
main charge.
However, this is not a confrontation between the Five and their lawyers
against journalism and journalists. It is really the opposite.
The operation orchestrated in Miami by the US Attorney's Office, apart
from violating the Constitution and the rules of due process, was also
an insult to a profession that deserves respect. It was a Miami
newspaper - The Miami Herald- that first revealed the existence of the
secret operation in which some of their writers took part. These, by the
way, were fired, because their editor considered their actions in
violation of journalistic ethics.
The author of the revelation, Oscar Corral, paid dearly for his defense
of professional ethics. Instead of being awarded for his investigative
reporting he was, in his own words, "un orchestrated campaign to
intimidate, harass, and silence. It was a barrage. Some threats were
very specific and mentioned my family." This made his editors move him
to live in a safer place.
True journalism was also a victim of government prevarication.
But, who were the "journalists" paid by the government, and why were
they hired to do what they did?
All of them, without exception, were members of -or had close links
with- organizations that in Miami cultivate violence and terrorism. Some
of them are themselves convicted and confessed terrorists; a few had
done some previous journalism and are able to write more or less a
couple of pages; others would not have passed the admission exam to any
school of journalism.
They all have a long experience as provocateurs and frequently take part
in radio and TV programs, characterized by their impudence and loudness,
which openly promote the use of force against Cuba. All had the
qualifications to be hired by Washington to carry out a clandestine
operation. In other words, they were people they could trust and so were
given the job and paid generously. After all, the money did not come out
of their own pockets; it was taxpayers' money.
It was all paid out of Radio and TV Marti budgets. These are government
enterprises, financed by the federal budget which is fed from taxes and
other public contributions; that is, from the money of the citizens and
residents in the United States. But these, who unknowingly were paying
for the covert operation, never heard about it.
For this reason, Garbus' affidavit stresses the fact that this is a
matter of exceptional importance. First of all, for our Five
compatriots, who will soon reach their 14th year in prison. But it is
also important, and very much so, for those who are not in prison.
It is particularly important for true journalists, without quotation
marks. Those who perform with honesty a profession some others corrupted
and turned into an instrument to kidnap five innocent men.
In the closing lines of his affidavit, Garbus mentions US Attorney
General: "Attorney General Eric Holder Jr. was not responsible for this
prosecution when it began. He is now. Movant's conviction should be
vacated."
The professional journalists and the media outside Miami were not
responsible for this crime when it was committed. But now that they know
what happened, they cannot avoid their responsibility. Silence now would
be complicity |
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Un reto al
periodismo III
Ricardo Alarcón de
Quesada
Publicado el 5 Septiembre 2012 en Cinco cubanos prisioneros
en Estados Unidos, Opinión, Ricardo Alarcón de
Quesada
Las peticiones de
Habeas Corpus a favor de los Cinco cubanos condenados injustamente en
Estados Unidos y especialmente la declaración jurada de Martin Garbus,
abogado de Gerardo, tienen como foco central el papel desempeñado por
“periodistas” que, pagados por el Gobierno norteamericano, crearon un
ambiente de histeria y odio irracional que atemorizó al jurado hasta
declararlos culpables pese a que la Fiscalía no presentó prueba alguna
y, peor aún, reconoció que no podía sostener su principal acusación.
No se trata, sin
embargo, de un enfrentamiento de los Cinco y sus defensores con el
periodismo y los periodistas. Es más bien todo lo contrario.
La operación
montada en Miami por la Fiscalía, además de violar la Constitución y las
reglas del debido proceso, fue también un insulto a un oficio que merece
respeto. Fue un diario de Miami – The Miami Herald – quien primero
reveló la existencia de esa operación secreta en la que participaron
algunos de sus redactores a quienes, por cierto, despidió por lo que su
editor consideró una violación de la ética periodística.
El autor de la
revelación, Oscar Corral, pagó caro su apego a las normas de la
profesión. En vez de recibir un premio por su labor investigativa fue
objeto, según sus propias palabras, de “una campaña orquestada para
intimidar, hostigar y silenciar. Fue un fuego artillero concentrado.
Algunas amenazas fueron muy específicas y mencionaban a mi familia”
lo cual hizo que sus editores los mudaran a vivir a un lugar seguro.
El periodismo
verdadero fue también víctima de la prevaricación gubernamental.
Pero ¿quiénes
eran los “periodistas” pagados por el Gobierno y por qué fueron
contratados para hacer lo que hicieron?
Todos, sin
excepción, eran miembros o estaban estrechamente vinculados a
organizaciones que en Miami cultivan la violencia y el terrorismo y
algunos son, ellos mismos, terroristas convictos y confesos; algunos
habían ejercido funciones periodísticas con anterioridad y son capaces
de redactar, más o menos, un par de cuartillas, otros no habrían pasado
el examen de admisión a ninguna escuela de periodismo; todos tienen
larga experiencia como provocadores y participan asiduamente en
programas radiales y televisivos caracterizados por la procacidad y la
estridencia en los que se aboga, sin tapujos, por el uso de la fuerza
contra Cuba. Todos reunían las cualidades para ser contratados por
Washington para el cumplimiento de una labor clandestina. En otras
palabras, eran gente de confianza y por eso les encargaron el trabajo y
les pagaron generosamente, pues, después de todo, no usaron el dinero de
sus bolsillos sino el de los contribuyentes.
Todo se pagó con
cargo a los presupuestos de radio y TV Martí, que son empresas del
Gobierno, financiadas por el presupuesto federal que se nutre de los
impuestos y otros aportes que hace el público, o sea, los ciudadanos y
los residentes en Estados Unidos. Pero estos, quienes, sin saberlo, la
pagaban, nada supieron de esta operación encubierta.
Por eso la
declaración de Garbus destaca que estamos ante un asunto de importancia
excepcional. Ante todo para los Cinco compatriotas que pronto cumplirán
catorce años privados de su libertad. Pero es importante también, y
mucho, para quienes no están encarcelados.
Lo es,
especialmente, para los periodistas verdaderos, sin comillas, los que
ejercen honestamente una profesión que otros prostituyeron y la
convirtieron en instrumento para secuestrar a cinco inocentes.
Al final de su
declaración Garbus menciona al Fiscal General de Estados Unidos:
“El Fiscal General Eric Holder Jr. no fue responsable
por este caso cuando comenzó. Pero lo es ahora.”
Los profesionales
del periodismo y los medios de prensa más allá de Miami no fueron
responsables de este crimen cuando se produjo. Pero ahora que ya saben
lo que ocurrió no pueden evadir su responsabilidad. El silencio ahora
sería complicidad. |
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