A la venta en Cuba libro homofóbico y discriminatorio o El colmo de una editorial ¿científica?

La alerta la dio un activista de Hombres por la Diversidad (HxD) que llegó a una reunión de nuestro grupo con un ejemplar del libro con varios fragmentos subrayados. Sin embargo, todavía me parece inconcebible que en esta segunda década del siglo XXI, esté a la venta en las librerías de Cuba un título con presuntos enfoques homofóbicos, machistas, misóginos y quizás hasta racistas, escrito por un laureado doctor en Ciencias Biológicas y publicado en el 2011 por la Editorial Científico-Técnica.

Portada del libro. La edición estuvo a cargo del Lic. Carlos A. Andino Rodríguez, y el correo electrónico de la editorial que reza en su interior es editorialmil@cubarte.cult.cu

Fue Luis Rondón, uno de los fundadores de HxD, quien primero nos leyó algunas de las frases más insólitas del volumen Conducta humana ¿Herencia o Ambiente?, del doctor Vicente Berovides Álvarez, profesor titular de la Facultad de Biología de la Universidad de La Habana, especialista en genética de poblaciones naturales y humanas y merecedor, entre otros reconocimientos, de la medalla Felipe Poey y la Orden Carlos J.Finlay, que otorgan respectivamente la Sociedad Económica Amigos del País y el Consejo de Estado de la República de Cuba.

Ya en la ¡página 2! del libro, en sus dos cuartillas de introducción, el autor plantea como uno de los errores alrededor de las hipótesis sobre si la conducta humana la determinan factores de naturaleza biológica o ambiental, el siguiente:

2. Admitir que un mismo carácter conductual (criminalidad, homosexualidad, alcoholismo, etc.)* tiene que estar dado en diferentes individuos por las mismas causas biológicas o ambientales.

A partir de ahí, son muy frecuentes las veces que en las 139 páginas del texto, el doctor Berovides particulariza la homosexualidad en enumeraciones de conductas o valores mayoritariamente negativos, y como causa de estudio y singularización, dentro de una constante preocupación por la sexualidad (“Las conductas humanas simplemente pueden ser agrupadas en individuales, sexuales y sociales”, Página 10).

No les voy a aburrir con todas las citas que extraje de este libro, cuya bibliografía, por cierto, son solo ¡5 títulos! de los años 1994, 1993 y 1991 —entre 18 y 21 años— y otro de ¡1975! Pero algunas me parecieron tan escandalosas, que no me podré sustraer de mencionarlas.

Paradójicamente, este título estuvo a la venta en el Pabellón Cuba durante las actividas de la 5ta Jornada Cubana contra la Homofobia. Activistas de HxD lo compramos en masa, para leerlo, hacernos un juicio, y de paso evitar que otras personas lo adquirieran.

No obstante, como soy tan solo un humilde y acucioso lector, quisiera SOLICITAR, a titulo personal, que la Sociedad Cubana Multidisciplinaria para el Estudio de la Sexualidad (SOCUMES) analice y ofrezca un dictamen o valoración sobre este texto, para establecer dentro de su campo de estudios la validez científica del contenido y de la metodología que empleó el autor para su concepción.

Igualmente sería necesario determinar —y tal vez  podría ser muy conveniente que el Centro Nacional de Educación Sexual (CENESEX) lo hiciera— si a la luz de los conocimientos actuales sobre la sexualidad y su vínculo con los derechos humanos, este título o parte de él podría ser lesivo hacia las personas homosexuales, bisexuales y transgéneros, así como para las mujeres y otros grupos sociales, además de contrario a la política del Partido Comunista de Cuba y del Estado revolucionario en cuanto a enfrentar la discriminación por orientación sexual en nuestro país.

En consecuencia, si estuvieran justificadas estas apreciaciones críticas desde el activismo por los derechos sexuales, resultaría imprescindible que la Editorial Científico-Técnica explicara cómo es posible que un texto así sea impreso en Cuba, y en consecuencia, que el Instituto Cubano del Libro retirara todos los ejemplares que todavía estén a la venta en las librerías y los destruyera.

También si mis compañeros y compañeras de HxD y yo estuviéramos equivocados en estas consideraciones, y alguien lo demuestra de modo fehaciente y con rigor científico, me disculparé en público por esta misma vía con las personas involucradas en la publicación de este título, incluyendo su autor.

A continuación, algunas de las referencias que me parecen probablemente desactualizadas y contrarias a las políticas que rigen en nuestro país en cuanto al respeto a la libre orientación sexual e identidad de género, a la equidad de género y en contra de cualquier tipo de discriminación:

En un subtítulo dentro del capítulo 1, el profesor aborda las “Conductas sexuales normales y desviadas”, términos que no va a abandonar en casi todo libro, con una tendencia constante a establecer lo “normal” como algo predeterminado e incuestionable, que identifica al parecer con una relación heterosexual, monógama y donde mandan los machos de la especie.

Así, es constante la utilización de términos como “individuos normales” Página 60; “hombres normales” Página 62; “individuos normales promedio” Página 68; “cerebros normales” Página 83; “conductas normales y anormales” Página 84; “conductas normales complejas” Página 87; “cerebro de personas normales y criminales” Página 101; “personas normales y agresivas” Página 101; “tipos normales y anormales” Página 108. No expresa en cada caso una definición clara de sobre qué bases se establece la normalidad y la anormalidad de las conductas descritas.

Al describir “la conducta sexual normal” en ese mismo apartado, enumera “cuatro tipo de motivaciones sexuales entre los hombres” donde prácticamente excluye a la mujer, o mejor dicho, la descripción que ofrece es desde una estrecha y muy discriminatoria óptica masculina (Habla de un Tipo lúdico que “no diviniza a la mujer” y “es típico de los denominados casanovas”; o del Tipo estereotipado-reglamentado, en el cual “el acto sexual es una obligación con la mujer”)

Pero donde desaparece toda compostura, luego de intentar relativizar que en sexualidad “el límite entre normal y anormal no queda claro”, es cuando en la afirmación siguiente:

“El listado de desviaciones sexuales humanas es largo, muchas de estas se consideran desagradables, algunas son harto conocidas e incluso muchas no se conocen entre los animales. El homosexualismo es quizá, la más conocida de todas e ilustra muy bien lo tratado en este acápite”.

Y sigue después con la relación que incluye por igual al fetichismo, transvertismo (sic), transexualismo —el cual define como “comportamiento del sexo opuesto y deseo de pertenecer a este”—, exhibicionismo, voyeurismo, sadismo, masoquismo, frotismo, pedofilia, gerofilia, necrofilia, zoofilia, ninfomanía y satiriasis…

Pero esa no es la única enumeración que al parecer resulta discriminatoria, veamos otras:

“La conducta parental del cuidado de los hijos, que se desarrolla en el seno de la familia, es el ejemplo más evidente de ello, pero también se tienen otras como: agresividad, sociabilidad, altruismo, homosexualidad, territorialidad y poliginia, igualmente observada en animales superiores”. Página 44.

En una tabla donde expone el indicador de “amplitud de heredabilidad para varios caracteres conductuales humanos, relaciona: Criminalidad, Psicosis maniaco-depresiva, esquizofrenia, alcoholismo, inteligencia, homosexualidad, timidez y personalidad. Página 51.

Cuando explica las tres dificultades básicas para lo que denomina como genética conductual, la primera es: “Ambigüedad para definir con certeza qué es un carácter conductual, lo que hace difícil su medida y análisis objetivo. Son ejemplos clásicos la agresividad y la homosexualidad.” Página 52.

También incluye el término en una tabla que resume caracteres conductuales analizados por tres vertientes de estudio, en una lista que agrupa: entierros, ceremonias religiosas, danzas, infanticidio, canibalismo, guerras, homosexualidad, relaciones sexuales, organización social, organización territorial, reparto de la caza, matrimonio, suicidio, intercambio de objetos, altruismo, xenofobia e incesto. Página 54 y 55.

O cuando expresa “…tratándose del cortejo, la agresividad, la homosexualidad y muchas otras conductas extremadamente complejas, la interrelación inseparable de los genes y el ambiente hace inútil plantearse la pregunta ¿genético o ambiental?” Página 72.

Hace valoraciones morales donde incluye y contrapone prácticas sexuales a las cuales ubica en las antípodas del bien y el mal: “No está en los genes humanos ser guerrero o pacifista, libertino o ascético, promiscuo o monógamo, egoísta o altruista…” Página 81.

Cuando podría parecer que hay una postura crítica frente a posiciones pseudocientíficas, las asociaciones son igualmente negativas: “Por lo tanto, las continuas noticias sensacionalistas sobre genes de delincuencia, alcoholismo, demencia u homosexualidad no son del todo verídicas”. Página 88.

O esta otra argumentación: “Ahora los genes para conductas humanas normales tan variadas y muchas de estas repudiadas, con o sin base biológica, como: la criminalidad, la homosexualidad, el tabaquismo, el divorcio, el alcoholismo, la infidelidad, la timidez, el liberalismo político, la religiosidad, la inteligencia y la búsqueda de novedad, son los chivos expiatorios”.

No es hasta la página 104, cuando en un paréntesis que parece escrito a regañadientes, hace referencia a las concepciones actuales sobre la homosexualidad: “…los primeros estudios sobre el efecto de los genes en la homosexualidad (ahora considerada una variante normal de la sexualidad y no una enfermedad), se hicieron con gemelos”.

Pero a continuación da crédito a un estudio que podría ser muy discriminatorio y hasta misógino, cuyos “resultados sugirieron una transmisión de esta conducta por la rama femenina, vía el cromosoma X, que los varones solo heredan de su madre”. Página 105.

Para continuar con otra extraña disquisición discriminatoria que diferencia entre homosexuales por su género:

“Para muchos, si bien aceptan ciertas influencias genéticas en la orientación sexual, la homosexualidad masculina y en menor medida la femenina, está mucho más influida por el ambiente sociocultural que por los genes, y aunque ya se han descartado viejas hipótesis acerca de sus causas no genéticas (padre ausente, madre sobreprotectora, trastorno hormonal, timidez extrema), ahora se han planteado muchas nuevas, tales como: diferencia en ciertas estructuras cerebrales y orden de nacimiento. Todos estos agentes ambientales biológicos y sociales, deben ser muy tenidos en cuenta a la hora de buscar genes de la homosexualidad”.

¿Y por qué no buscar los genes de la heterosexualidad?, me pregunto. Será por una de las conclusiones a la que llega en la página 108: “Aunque cada cierto tiempo, los investigadores registran el hallazgo de genes asociados a variantes conductuales normales o anormales (esquizofrenia, homosexualidad, agresividad, alcoholismo, inteligencia), muchas veces con posterioridad, niegan sus propios hallazgos, ya que estos no pudieron ser replicados.”

Y unos párrafos después, en otra enumeración peyorativa,  plantea que en las conductas “puede o no mediar la conciencia y pueden ser independiente de los valores morales que le dan los humanos (infanticidio, homosexualidad, agresividad, infidelidad, etcétera)”. Página 109.

En cuanto a posibles matices de racismo, el autor emplea términos racistas ya superados como “esquimales” (Páginas 20 y 138). Solo en la página 40 les llama “esquimales Inuit”.

Igualmente, ilustra con una foto de un indígena y un europeo, para destacar las “diferencias fenotípicas marcadas en cuanto a desarrollo corporal, entre un humano de cultura primitiva y otro de cultura más desarrollada” Página 33.

Ello contradice, incluso, algunos de los planteamientos del propio libro: “El verdadero investigador de la conducta humana, sabe que al descubrir diferencias genéticas entre individuos o grupos, estas no implican en ningún momento superioridad o inferioridad, con respecto a ninguna de las conductas estudiadas”. Página 43.

En relación con la discriminación por género, constantemente iguala a la especie humana con el hombre, e ignora a la mujer, y utiliza indistintamente hembra y varón como sinónimo de hombre y mujer, de manera que desconoce el carácter social de esta última categoría. Página 8 “el hecho de ser hombre o mujer (lo que está determinado por los genes)

Por supuesto, ni hablar de lenguaje de género: “el chimpancé y el hombre, o el adulto y el niño perciben ambientes que están configurados por estímulos y situaciones no comparables del todo” Página 115; o esta otra “Al aceptar la teoría de que el hombre es parte del reino animal, de que entre ambos no existe separación alguna, las diferencias que separan al hombre del resto de los animales se disminuyen…” Página 115.

Pero eso no es lo más grave, pues todavía es usual en Cuba no emplear un enfoque de género en el lenguaje científico ni político. No obstante, el libro va mucho más allá. Al hablar del dimorfismo sexual de los simios como una herencia que reciben los hombres y mujeres, al parecer acepta como hechos verídicos diferencias que podrían estar disminuyendo indirectamente a las mujeres:

“…ello no implica que, porque los hombres tengan mayor habilidad para las matemáticas y esto sea en parte hereditario, sean “superiores” a las mujeres. La afirmación solo implica que los hombres tienen, dado un determinado ambiente, mayor probabilidad de desarrollar mejores habilidades matemáticas que las mujeres, lo que no excluye la existencia de mujeres que sean mejores en este aspecto que los hombres”. Página 94

Y a continuación expone una tabla que titula “Diferencias demostradas entre los sexos humanos, para varios caracteres conductuales”, cuya fuente no especifica, y que plantea que los hombres tienen más desarrolladas que las mujeres la capacidad de orientación, habilidad matemática e infidelidad, mientras que ellas solo les superan en el cuidado de los hijos y las aptitudes orales. Página 95

En esa misma página plantea que “la sociedad y la cultura pueden hacer del hombre un estricto monógamo, independiente de su predisposición genética a tener muchas parejas” para seguidamente hablar de “la mejora de nuestra especie, en término de buenas conductas morales” (¡!)

Más adelante, plantea que la infidelidad “es más común entre los hombres que entre las mujeres, hecho que se explica en términos de costos y beneficios para la reproducción. El costo de producir espermatozoides es muchísimo menor que el de producir óvulos, razón por la cual los hombres, si buscan relaciones fuera de la pareja, buscarían cantidad y las mujeres calidad, por lo que serían más selectivas” Página 105

¿Y el poder diferenciador de la sociedad patriarcal, con una base económica? No hay ninguna referencia a otro factor ajeno a la biología para explicar la dominación del hombre sobre la mujer. Al contrario, el autor también lo justifica por razones biológicas:

“… pero en los humanos el cerebro fue reprogramado para ser monógamos y fieles, al menos durante un tiempo, en función de la necesidad de ayudar a la madre a criar a los bebés humanos que nacen tan desvalidos. Mutaciones en determinados genes que controlan la conducta paterna, harían a los hombres menos paternales y más infieles”. Página 106

En otro momento, matiza lo anterior con el planteo de una duda o incertidumbre, recurso frecuente en el texto: “Nadie duda de que conductas como la materna y la sexual puedan tener un componente instintivo, pero hasta donde han quedado superadas por los efectos sociales, es cosa que aún se ignora” Página 125.

Pero casi al finalizar, al comparar el comportamiento sexual entre especies animales, lo extiende a las personas: “resultan similares a los papeles sexuales desempeñados de forma tradicional por hombre y mujeres en la mayoría de las sociedades humanas” Página 129

Y continúa con algo que después define como “pura hipótesis”, sobre la cual “no hay evidencias”, pero igual lo aventura: “No cabe duda de que el fenómeno conductual que se conoce como machismo, debe poseer un gran componente sociocultural, pero de nuevo no deben ignorarse hechos como los señalados, los cuales denotan una posible influencia biológica sobre esta conducta”. Página 129.

Y para rematar, en la página 136, hace un paralelo entre un grupo de mujeres y de aves, solo porque su norma cultural es diferente: las hembras mantienen relaciones sexuales con varios machos (poliandria):

Entre las mujeres singalesas Kandyan de Sri Lanka, algunas practican la poliandria y su similaridad (sic) con el sistema de la Gallinuela de Tasmania es impresionante (…) Si solo se admiten las causas sociales como las generadoras del fenómeno poliandria en Sri Lanka, ¿por qué la coincidencia con la gallina de Tasmania?”.