La Habana, viernes 11 de mayo de 2012. Año 16 / Número 129

Dos directores, una preocupación

ROLANDO PÉREZ BETANCOURT

Divos de la actuación convertidos en directores, ni Clint Eastwood ni George Clooney pudieran considerarse, atendiendo a sus éxitos recientes, referentes del denominado "cine de autor", sino más bien productos de una industria que, a lo largo de muchos años, impuso sus dictados artísticos y estéticos.

Los idus de marzo, de George Clooney.

Llama la atención, sin embargo, la preocupación de ambos por tratar historias sociales y políticas de su país a las que les sobran los cuestionamientos.

Ya con una vasta obra como director, el caso de Eastwood es significativo por cuanto el otrora Harry el sucio, de ser un ciudadano conservador y definido por él mismo como ampliamente nacionalista, está dando muestras, en sus últimos filmes, de una lucidez ciudadana calificada por sus antiguos seguidores de polémica, y hasta de "políticamente incorrecta" (no fueron pocos los que le desenterraron el hacha cuando dio a conocer Gran Torino, 2009).

Historia acerca de un veterano de la guerra de Corea, encarnado por el propio Eastwood, Gran Torino es a simple vista un drama de odio-racismo-violencia-amor y redención. Pero en sustancia, constituye una metáfora acerca de un país que al viejo personaje le resulta "extraño", un Estados Unidos sin certeza de hacia dónde se dirige, ni cuál será el final de su rumbo.

Gran Torino permite apreciar una conexión con dos filmes anteriores de Eastwood, Iwo Jima y Carta a nuestros padres, principalmente en su discurso crítico de la parcialidad, ese imaginario colectivo de parte de una nación, Estados Unidos, encaprichada en creerse el ombligo del mundo y con ello considerar al resto de los mortales como un ente de segundo orden. Un "discurso del elegido" que en Gran Torino es enarbolado por el protagonista en un primer plano junto a la bandera norteamericana, que en esta ocasión ––a diferencia de tantas otras veces–– se utiliza como interrogante de valores y no para reafirmar supuestas convicciones patrióticas.

El pasado año, tanto Clint Eastwood como George Clooney dieron a conocer dos filmes que se hicieron sentir por la trascendencia política de sus historias. Al hacer un enfoque intimista del hombre que dominó el FBI durante casi cuarenta años, reinando por encima de varias administraciones (J. Edgar, 2011), Eastwood, aunque no lo dice abiertamente ––como indican las reglas del buen decir artístico––, permite sacar importantes conclusiones, entre ellas que el llamado primer país del mundo estuvo bajo la férula de un ser oscuro y elemental que ponía en el mismo plano a todo tipo de delincuente, o personas contrarias al sistema social de su país, un jefe que no era capaz de darse cuenta de que muchos de los "demonios" que combatía eran fruto, o estaban alimentados por el sistema que buscaba defender.

Y otra vez, al desnudar a J. Edgar Hoover, instaba el director a reflexionar sobre la sociedad norteamericana, el poder y el balance social contemporáneo de muchos aspectos que se fueron retorciendo a lo largo de los años.

Se sabe que el FBI y la sociedad J. Edgar Hoover empezaron por darle todo el apoyo al proyecto de Clint Eastwood, pero cuando se enteraron de que no sería una película complaciente en lo absoluto con el hombre de mano dura que también inspiraría los métodos de la CIA, le viraron los cañones al director.

En cuanto a George Clooney, ya había demostrado con Buenas noches y buena suerte, que para él el cine, como recurso artístico, tiene demasiados asuntos importantes que dirimir como para ponerse a filmar historias que no sean pura sustancia. Y la sustancia en Los Idus de marzo, que pronto será vista en nuestras pantallas, es un thriller político relacionado con unas elecciones primarias en los Estados Unidos, en la que el actor-director interpreta a un gobernador carismático que aspira a la presidencia. Historia con un recordatorio para incautos: aquellos candidatos que entren al círculo de la política (o de la politiquería estadounidense), saben, o sabrán ––o la vida les enseñará, para no ser rotundo–– que el juego es tan feroz que la mentira y la corrupción acabarán salpicándolos, o bañándolos por completo.

Excelente filme con un antecedente noticioso no menos interesante: su director lo iba a realizar en el año 2008, pero la victoria del presidente Barack Obama en las presidenciales ––respaldado Obama públicamente por George Clooney–– pospuso la filmación por aquello de que no fuera a pensarse que el candidato demócrata de la película tenía algo que ver con el candidato de la vida real. O lo que es lo mismo: el director y actor aguantó el proyecto de su película hasta finales del año 2010 en que ––como el mismo George Clooney ha confesado–– la esperanza en la que le hizo creer el presidente al que un día apoyara, le dio paso, una vez más, al desencanto y al cinismo, tan tradicionales en la política norteamericana.

http://www.granma.cubaweb.cu/2012/05/11/cultura/artic01.html