Havana, Wednesday, March 14, 2012. Year 16 / Number 72

WHO SWAYS WHOM?
by Manuel E. Yepe

A CubaNews translation. Edited by Walter Lippmann.


It is known, because surveys repeatedly show it, that most American citizens would like to have friendly relations with Cuba, despite of the venom the media have been feeding them for more than half a century.

The gigantic machinery disinformation against Cuba OF which few Americans are aware KEEP THEM FROM LEARNING that every year almost all the world's governments vote in the UN for a resolution condemning the blockade

In the US there are many who wonder what the reason for the economic and commercial blockade imposed on the neighbor country is, and what purpose is served by the prohibition of US citizens travelling to Cuba.

It is a pity that not all those who think like that base their view on the fact that such policies violate fundamental norms of human coexistence and basic principles of international law. As a consequence of the hostile propaganda against Cuba, there are many who only see the issue from the perspective of what is convenient to the interests of the US, or from a humanitarian perspective.

John Layfield, an entrepreneur who hosts his own Internet radio show, wrote on March 9 for Fox Business network: “Our Cuban policy is the perfect definition of insanity -- doing the same thing for more than 50 years straight -- day after day, week after week, year after year, decade after decade and constantly hoping that somehow you would get a different result. What is it about Cuba that makes it impossible for us to make decent decisions, and we always make decisions we know are wrong, simply for political reasons?”


There is no question that the gigantic disinformation machinery against Cuban independence is responsible for the fact that millions of Americans still believe that the island is suffering a global isolation (something Washington can no longer impose). They do not realize that it is the anti-Cuban policy of the US that is now suffering from a profound and growing isolation.

It is rare to find a US citizen, even among those who manage to get a license granted by their government to travel to Cuba, who is informed that every year almost all the governments in the world, with the sole exception of Washington and Tel Aviv, vote at the UN General Assembly in favor of a resolution that condemns the blockade against Cuba.   

Both the economic and commercial blockade and the prohibition of travel to the island have had, along the half century since they were imposed, temporary attenuating measures adjusted according to the correlation of forces surrounding each different president. But the essence of both policies has remained unchanged as if they were dictated by a supra-administration that nobody elected but that exerts total control.     

Since 2001, as a result of a strong campaign in Congress by the agricultural lobby, supported by humanitarian organizations that denounced the cruelty of denying medicines and food to the Cuban population, the US government has allowed, through a complex bureaucratic procedure for each transaction, the sale to Cuba of agricultural products in terms that are like a normal commercial relationship. Cuba cannot export to the US, cannot enjoy credits, and must pay for its purchases in advance, and in cash. These are not normal, or fair commercial relations.  

Cuba is the only nation in the world to which US citizens are forbidden to travel by their own government. They can even travel to countries with which the superpower has had, or has, serious conflicts such as Vietnam, China, North Korea, Iran or Burma, provided they get a visa from these countries.

But perhaps, because this prohibition violates a freedom guaranteed by the Constitution, all the presidents who have had to deal with the restrictions have tended to dictate certain exceptions and give some flexibility to the measure. On several occasions they have done so arguing that the contacts among citizens from both countries would contribute to the purpose of undermining the political system chosen by Cubans, as the visitors will bring them closer to the advantages of capitalism and will weaken their appreciation for their socialist achievements.

Of course, if this were really the belief of the US administration, the logical thing to do would be to eliminate the prohibition of travelling to Cuba for US citizens, so that the free exchange of ideas among the citizens of both countries and the comparison between their economic systems would determine what is best for all. 

Cuba has never doubted the outcome of such a comparison, and the government of the island has always been for friendship with the US people and for respectful relations on equal footing.

March 2012


http://www.granma.cu/espanol/noticias/14marzo-quien.html
http://www.granma.cubaweb.cu/2012/03/14/interna/artic01.html

   
   
La Habana, miércoles 14 de marzo de 2012. Año 16 / Número 72

¿Quién capta a quién?

MANUEL E. YEPE

Se conoce, porque las encuestas reiteradamente así lo indican, que la mayoría de los ciudadanos estadounidenses desearía tener relaciones de amistad con Cuba, no obstante el veneno que hace más de medio siglo les han estado inyectando los medios masivos de información.

La gigantesca maquinaria desinformativa contra Cuba hace que pocos ciudadanos estadounidenses estén informados de que cada año casi la totalidad de los gobiernos del mundo votan en la ONU por una resolución de condena al bloqueo.

Son muchos los que en Estados Unidos se preguntan la razón del bloqueo económico y comercial impuesto al país vecino y para qué sirve a la superpotencia la prohibición de viajar a Cuba que pesa sobre los ciudadanos estadounidenses.

Es lamentable que no todos los que así piensan fundamenten sus criterios en que esas políticas violan elementales normas de convivencia humana y principios básicos del derecho internacional. Por efecto de la propaganda hostil a Cuba son muchos los que solo ven el asunto desde el punto de vista de lo que conviene a los intereses de Estados Unidos, o a partir de consideraciones humanitarias.

John Layfield, un empresario que transmite su propio programa radial de comentarios en Internet, escribió el 9 de marzo último en la cadena Fox Business que "nuestra política cubana es la perfecta definición de una locura: hacer algo por más de 50 años consecutivos —día por día, semana tras semana, año tras año, década tras década— esperando siempre obtener un resultado distinto... ¿Qué tiene Cuba que se nos hace imposible tomar decisiones decentes y siempre tomamos decisiones equivocadas por motivos políticos?".

Es incuestionable que la gigantesca maquinaria desinformativa contra la independencia de Cuba es responsable de que millones de estadounidenses sigan creyendo que es la Isla la que sufre una exclusión a nivel global (que ya Washington no puede imponer), sin advertir que es ahora la política anticubana de Estados Unidos la que padece un profundo y creciente aislamiento.

Es raro encontrar un ciudadano estadounidense, incluso entre los que logran obtener las licencias que otorga su gobierno para viajar a Cuba, que esté informado de que cada año casi la totalidad de los más de 190 gobiernos del mundo, con la sola excepción de Washington y Tel-Aviv, votan en la Asamblea General de Naciones Unidas una resolución de condena al bloqueo impuesto a Cuba.

Tanto el bloqueo económico y comercial, como la prohibición de viajar a la Isla vecina han tenido, a lo largo del medio siglo de su imposición, atenuantes temporales fijadas de acuerdo con la correlación de fuerzas en torno a los presidentes de turno. Pero siempre manteniendo inalterable el meollo de ambas políticas, que parecen dictadas por un supergobierno que nadie ha elegido pero es el que más manda.

Así, desde el 2001, por efecto de una fuerte campaña del lobby agrícola en el Congreso, apoyada por organizaciones humanitarias que destacaban la crueldad de negar medicinas y alimentos a la población cubana, el gobierno de Estados Unidos ha permitido que, previa engorrosa tramitación burocrática para cada operación, se vendan a la Isla productos agrícolas en condiciones que no son propias de una relación comercial normal. Cuba no puede exportar a EE.UU. y debe pagar sus compras sin crédito, por adelantado y en efectivo, por lo que no se trata de una relación de intercambio comercial verdadero o normal. Cuba es la única nación del mundo a donde les está prohibido, por su propio gobierno, viajar a los estadounidenses. Pueden hacerlo incluso a países con los que la superpotencia ha tenido o tiene graves conflictos como Vietnam, China, Corea Democrática, Irán o Myanmar, siempre que obtengan visas de esos estados.

Pero, quizás porque tal prohibición es violatoria de una libertad que garantiza la Constitución, todos los presidentes que han tenido que lidiar con esta restricción han sido propensos a dictar algunas excepciones que han dado cierta flexibilidad a la medida. En no pocas circunstancias lo han hecho argumentando la idea de que los contactos entre ciudadanos de los dos países tributarán al propósito de socavar el sistema político que han escogido los cubanos, al acercarlos a través de los visitantes a las bondades del capitalismo para debilitar en ellos el aprecio por sus logros socialistas.

Naturalmente que, si este fuera verdaderamente el criterio del gobierno de Estados Unidos, lo más lógico sería que levantara la prohibición de los viajes de sus ciudadanos a Cuba para que del libre cotejo de ideas entre los ciudadanos de ambos países y la confrontación de sus respectivos sistemas económicos derivara lo que es mejor para todos.

En Cuba nunca han existido dudas acerca de cuál será el resultado de tal confrontación y el Gobierno de la Isla ha apostado siempre por la amistad con el pueblo de Estados Unidos y unas relaciones respetuosas en pie de igualdad.