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Entrevista con Leonardo Padura
 

EL HOMBRE QUE AMABA LOS PREMIOS

Fecha de publicación 22/02/2012

 
Quienes conocen su obra figuran en el autor de El hombre que amaba a los perros a un polemista incansable. En exclusiva comenta aquí sobre el éxito de su más reciente novela, su tirada en Cuba por Ediciones Unión y sus próximos proyectos...
 
El éxito de Padura comenzó mucho antes de que este siglo naciera. La génesis del triunfo entre el público cubano tiene un nombre que hoy es mito: Mario Conde. (Foto: Liliana Batista Esquijarrosa)

Por: Yoel Suárez Fernández

Él no me conocía más allá del teléfono. Yo lo vi en persona por primera vez el día anterior. Cuando la Sala Villena se abarrotó de seguidores y curiosos que buscaban el último libro del escritor cubano más leído en la Isla y el extranjero.

Puntuales nos encontramos a la entrada de la UNEAC. Me adelanté a sus pasos. Los ojos saltones del hombre buscaban al estudiante de periodismo con el que había quedado aquella tarde serena.

Pronuncia mi nombre. Asiento. Extiende el brazo. Saludos, presentaciones, ella es Liliana, tomará fotografías. Mucho gusto. Síganme; vamos a otro lugar; a casa de una amiga para conversar mejor. Antes de alcanzar la calle llegaron nuevos saludos. ¡Padura! ¡Leonardo! ¡Compadre! El escritor da la vuelta. Estrecha manos, corresponde atento a la charla, y finalmente se escabulle para memoriaguiarnos al auto.

…Leonardo Padura Fuentes es el novelista cubano más publicado en el exterior. También el más vendido. En la Isla es el más buscado. Y fíjense que digo buscado. Porque su obra reciente (quizá la más atractiva) no cuenta con las tiradas amplísimas de otros autores, a pesar del interés de un público lector que la persigue a ultranza…

La casa de Vivian Lechuga, su editora cubana y amiga de años, nos sirve de refugio para grabar la entrevista. La mujer nos acoge sonriente, y promete una colada de su mejor café. También nos recibe Goya, un cocker spaniel sordo que acude a las manos de Padura como si reconociera en ellas a un amigo.

Un apagón matutino dejó a media luz la casa, y ahora la tarde avanzaba tragándose el resto del sol. Vivian despeja la sala para que conversemos, y sin decir palabra se mete en la cocina. Leonardo se acomoda en un mueble en forma de L; Liliana y yo lo imitamos.

…El éxito de Padura comenzó mucho antes de que este siglo naciera. La génesis del triunfo entre el público cubano tiene un nombre que hoy es mito: Mario Conde. Un detective sui géneris que, paralelo a sus casos, desnuda a la sociedad con una crítica audaz. La serie de novelas con el investigador al centro fue un homerun editorial para la Cuba de entonces. Pero el volcán Padura haría erupción más adelante; tiempo después de otros libros de entrevistas sobre música y deporte. La auténtica polémica arribaría al panorama literario con propuestas con La novela de mi vida, y su trabajo periodístico en la agencia IPS…

La barba nevada se adueña de un breve mentón, de mejillas, hasta quedar conectada con la blancura del pelo a ras del cráneo. Como un abanico se abre una mancha oscura de vellos justo bajo la boca. El rostro abultado tiene una expresión taciturna si responde a una pregunta. Busca un punto invisible en el piso hasta que ha terminado de hablar. En cambio, si espera ser interrogado enfrenta a su interlocutor dos ojos prominentes, y el amplio matiz expresivo que sus cejas le permiten. A veces parece que busca en las palabras algo agazapado, que tratara de ocultarse. Quizá espera le pregunten lo mismo de todos los días; lo mismo en las tres entrevistas que concede por semana.

La crítica que Leonardo hace de circunstancias, pasajes e incluso la historia misma, resulta deleitable. No es un ataque burdo a lo sacralizado; ni una burla despiadada a las desgracias de Cuba; tampoco es la detracción a la esencia de la Patria. Padura juega con elementos prohibidos en el borde de la hoguera. Mezcla su fino humor con la fórmula de lo silenciado, lo vedado, lo provocativo… pero en la exacta medida, para que la receta no se vuelva de veneno…

El caso es que este autor no es del agrado de todos. La crítica duele a los responsables del mal. Quienes conocen su obra figuran en Leonardo a un polemista incansable. Me consta que inspira las más violentas pasiones. Pero fuera de excepciones, millones de lectores disfrutan y acosan la obra de Padura, que no más publica un libro lo desaparecen del mapa (y saben a qué me refiero).

…Leonardo ha sido (junto a Daniel Chavarría) el novelista criollo más laureado fuera de fronteras en las últimas dos décadas. Pocas veces el nombre de Cuba se ha elevado a planos de tal prestigio literario. En este sentido merece especial alusión su última obra ficcional: El hombre que amaba a los perros. Un volumen que tiene como eje sucesos relacionados con la vida del asesino de Trotsky (un extremista español que pasó sus últimos años en la mayor de las Antillas). El texto ha encontrado la gracia de expertos fuera y dentro del caimán. Ha recibido entre otros lauros el; el Roger Caillois; y el Premio de la Crítica 2011. No obstante, los medios de comunicación tradicionales han permanecido inmutables ante tal avalancha de galardones…

De tres mil ejemplares fue la tirada que hizo Ediciones Unión de la más reciente novela de Padura, El hombre que amaba a los perros.
 

“Mira –me alerta con voz gruesa. Aproxima hasta mí tres cuartillas engrapadas, llenas de datos impresos-, estas son la cantidad de referencias que ha hecho la prensa francesa al éxito de El hombre... se quita los espejuelos- y aquí, en mi país, las personas se enteran de estos acontecimientos por publicaciones extranjeras. “

…Leonardo no se confiesa amante de los premios, al menos no de esos que tradicionalmente nos indica la palabra. Prefiere los premios verdaderos, como es, por ejemplo, la estima del lector. Un lauro más permanente que el de las instituciones…

El propio pueblo cubano -con su instinto fabulador- ha creado toda una mítica, entorno a la novela. Se dice que en la última Feria del Libro (2011) no se vendió la cantidad de ejemplares prometida, y que un buen número de las copias de la Editorial Unión siquiera llegó a las estanterías. Simplemente se esfumaron. En medio de ese ambiente enrarecido se han pronunciado los rumores más variados: recursos, política, derechos de exclusividad…El inventario de causas posibles es variopinto, pero el más mínimo soplo lo cierra a la certeza, porque en verdad, hasta hoy, Padura no ha hablado del tema.

Un nuevo caso para Mario Conde

La tirada que Ediciones Unión hizo de El hombre que amaba a los perros ha gestado las más disímiles habladurías. Se ha rumoreado que median motivos de carácter económico o político. No hace mucho alguien me explicaba que un sello español tiene derechos de exclusividad sobre la reproducción de la obra… En fin, ¿quién tiene la razón?

Te cuento cómo es la historia. Desde el año 1996 he hecho contrato para cada una de mis novelas con una editorial de España: Tusques. Cuando en ese año gané el premio Café Gijón, ellos leyeron la novela Máscaras, les gustó, y por eso sale publicada en 1997 por esta editorial.

Después de Máscaras vino Paisaje de otoño, recuperaron Pasado perfecto y Vientos de Cuaresma (que ya estaban publicados en Cuba y México), y luego fueron saliendo La novela de mi vida, Adiós Hemingway, La neblina del ayer. Y ahora han publicado una edición de La cola de la serpiente (aquel relato que venía con Adiós Hemingway en la edición cubana), y, en 2009, El hombre que amaba a los perros.

Desde que comenzó esta relación editorial Tusques le da un permiso a Ediciones Unión para que haga una tirada, que es vendida en moneda nacional para los lectores cubanos. En ocasiones a Tusques se le ha pedido permiso, incluso, para hacer una reedición de algunas de mis novelas y siempre ha dicho que sí. Al igual que ha dicho que sí a la cantidad de ejemplares que la editorial cubana pida. Para la edición de El hombre Unión pidió tres mil ejemplares porque era el papel que tenía para publicar, y Tusques dio permiso para tres mil libros. Si le hubieran pedido cuatro mil o cinco mil igualmente se le hubiera dado. A pesar de que muchos de esos libros impresos aquí salen del país por varias vías.

Existen comentarios de que durante la Feria del Libro no se vendieron la cantidad de ejemplares prometida, y que un buen número de copias no llegó a las estanterías. Que simplemente desaparecieron. Los más osados apuestan a que fueron robados. ¿Está enterado de estos rumores? ¿Puede sacarnos de este ambiente enrarecido?

Desconozco realmente qué cantidad de ejemplares se vendieron, si en verdad hubo esos cuatroscientos libros que se perdieron misteriosamente del almacén. No sé nada.

Estoy al tanto de que han habido ejemplares que vendidos a diez, quince, veinte CUC, por vendedores de libros viejos, y gente que se dedican a eso; que en Revolico. com ha estado el libro en venta…

¿¡En Revolico!?...

Pero los detalles de lo que ocurrió, realmente, no los conozco, tampoco me he preocupado demasiado por investigarlo, tengo que investigar otras cosas que son mucho más interesantes para mí, y esto…bueno, pasó, y no sé exactamente lo que ocurrió.

Los cubanos que no alcanzamos a comprar El hombre… en la pasada Feria del Libro, ¿podemos guardar la esperanza de una reimpresión?

Debe haber una reedición, porque por lo general, los libros que ganan el Premio de la Crítica son reeditados. Y espero que ya Ediciones Unión le haya pedido permiso a Tusques, porque lo que supe es que varios meses después de que se había hablado esa posibilidad, aún no le había escrito a Tusques pidiendo permiso.

En fin, todo depende de la cantidad de material que Unión quiera poner para una reedición.

LA HISTORIA PARA ENTENDER EL HOY

Ya se adelantaba en algo de lo que quería hablar, y es que este 2011 mereció el Premio de la Crítica y su obra tuvo una acogida extraordinaria en la Isla. Especialistas y lectores han elogiado su estilo ¿Esperaba tal éxito?

Mira, lo de los premios es muy aleatorio. Puede ser que un libro como La novela de mi vida, la que yo considero mi mejor novela -porque es donde hay un mayor equilibrio entre la proposición literaria y lo que consigo literariamente-, no haya tenido el mismo éxito. En cambio, creo queEl hombre… ha encontrado una comunicación especial no sólo con los lectores de Cuba y fuera de Cuba, sino también con determinadas instituciones.

El primero de los premios que ganó fue el de los libreros independientes franceses. Después ganó el Francesco Guelmi, que se le concede a la mejor novela histórica publicada en Italia. El Roger Callois, y el Prix Calbert que se da para escritores del Caribe; y además, fue seleccionada la mejor novela histórica del año, en Francia.

La obra ha obtenido premios que me satisfacen mucho y no los esperaba. Y que creo ayudan mucho a la difusión de la novela y a una presencia mayor del volumen no solamente en los medios, sino también en las librerías. Porque, como se sabe, a la semana en países de Europa y en Estados Unidos los libros envejecen, todo muy de prisa, y este tipo de cosas permiten que El hombre… permanezca mucho más tiempo en circulación.

Como decía, en abril de 2011 El hombre… mereció el Premio Francesco Guelmi di Caporiacco, adjudicándose el primer escaño en Novela Histórica por encima de 32 obras en competencia. Cuando escribía la obra, ¿hasta qué punto pensaba darle un enfoque historicista?

No creo que tenga un enfoque historicista. Es que no me interesa escribir novela histórica para contar una época. Me interesa mirar la historia para entender el presente. Por eso tanto en La novela de mi vida, como en El hombre que amaba a los perros, o enLa neblina del ayer,las historias en el pasado siempre tienen unas consecuencias en el presente. La historia es una continuidad de acontecimientos con causas y consecuencias, que van conformando un proceso que en algún punto nos toca la espalda. Ese es el presente. Y entenderlo me parece tan importante como estudiar lo ya acontecido. Voy en busca de determinadas claves del pasado para expresar un entendimiento del presente. Por eso no creo que escriba novelas propiamente históricas.

Hace poco una importante intelectual cubana recordaba sabiamente que nuestro Martí no había recibido más premio que una medallita escolar por una buena composición. Teniendo en cuenta esta gran ironía histórica, ¿cuánto cree que las premiaciones legitiman a un escritor?

La capacidad de legitimización de un premio, depende de su propio prestigio. Como se sabe, hay galardones –en España pasa mucho- que entregan sellos editoriales, premios millonarios, concedidos bajo determinados condicionamientos. Generalmente se les dan a autores de la casa editorial, a autores que quieren sumar, o a un libro que prometa un buen negocio. Hay otros premios que son menos jugosos económicamente, pero tienen un prestigio mucho mayor. Ese es el caso del Roger Caillois. Y eso se ve sólo con detenerse en la lista de galardonados tan notorios: algunos de los autores indiscutibles de la lengua.

El premio es uno de los mecanismos para legitimar una obra; el mercado es otro recurso, aunque no siempre dice la verdad.

Me contabas lo de la medallita de Martí, y te puedo recordar que el pintor más cotizado en el mercado en algunos momentos ha sido Van Gogh, y en vida no vendió una sola pintura, y no por eso deja de ser un maestro.

De tres mil ejemplares fue la tirada que hizo Ediciones Unión de la más reciente novela de Padura, El hombre que amaba a los perros.
 

Es decir, a veces los reconocimientos y el mercado no acompañan una buena obra. También, qué ocurre: en los últimos treinta, cuarenta años, el sistema de estímulos literarios ha crecido muchísimo. Y al ocurrir esto, su carácter legitimador se ha distendido. Afortunadamente algunos premios todavía conservan la honestidad, como hay otros que uno ya sabe quién lo va a ganar y las razones por las cuáles lo gana.

ROGER CALLOIS, EL SILENCIO Y EL PREMIO VERDADERO

Este noviembre asaltó a no pocos medios internacionales con el titular de que por primera vez un cubano se alzaba con el prestigioso galardón literario Roger Caillois. ¿Qué significa para usted incluirse en una lista donde ya leíamos nombres como Carlos Fuentes, Adolfo Bioy Casares, entre otros grandes de Latinoamérica?

Creo que lo más importante del premio es eso. La dotación económica es simbólica. Es un lauro que hacia el interior de Francia no es tan importante como hacia el exterior (América Latina, fundamentalmente). Y sobre todo es un premio que lo han ganado algunos de los autores más grandes todavía vivos y actuantes durante los últimos veinte años.

Nunca se le había conferido a un cubano (a los que viven fuera o dentro de Cuba). Me lo otorgan por el conjunto de mi obra, y muy impulsado por lo que ha sucedido con El hombre que amaba a los perros. Y resulta curioso que la repercusión de este suceso haya sido mucho más importante en otros países (como España, México, Argentina, Chile) que en la misma Cuba. A veces me pregunto qué razones deben existir para que no se valore adecuadamente el hecho de que un escritor cubano –con independencia que se llame Leonardo Padura- gane un premio de este tipo.

Creo que para la cultura cubana es un reconocimiento muy importante, después de varios años en los que no ha aparecido ningún escritor del patio entre los más promovidos de la lengua. Y sin embargo, hacia el interior ha existido esta sequía de información respecto al tema. Yo recuerdo, en otras ocasiones (cuando trabajé como periodista en el Caimán Barbudo, La Gaceta y Juventud Rebelde) que un acontecimiento así, hubiera significado en La Gaceta, por ejemplo, dedicar un dossier al autor, dedicar un número de la revista Unión, no sé, algo que desde las redacciones culturales diera a entender la magnitud de este suceso para la literatura nacional.

No sé cuáles puedan ser las razones. Pueden ser desde carácter político hasta de carácter personal. Puede haber una gama muy variada de motivaciones para que esto ocurra, incluida la mezquindad. Pero el hecho es que ocurre, y me parece lamentable, porque muchas veces se habla de la insuficiente promoción de la literatura cubana, de la dificultad de la literatura cubana de llenar espacios editoriales fuera del país; y cuando esto se revierte, pues no hay reconocimiento alguno. 

Sin embargo, de pronto te enteras que un músico hizo un concierto en la casa de cultura de la tercera ciudad más importante de Dinamarca, y sale un cuarto de página en el periódico, se comenta en la televisión. Y eso crea una desproporción en cuanto a la posibilidad de valoración real de determinados acontecimientos artísticos que tienen mucho que ver con lo que está ocurriendo en Cuba hoy en las diferentes manifestaciones artísticas.

Creo que el pollo del arroz con pollo está en lo siguiente: Mientras hay poco reconocimiento institucional, yo me siento muy, pero muy realizado con la relación que he desarrollado con los lectores cubanos. Una novela con El hombre que amaba a los perros fue muy difícil de escribir, porque es una obra en la cual tuve que pensar en dos lectores: uno cubano y uno no cubano. Esto, debido a la capacidad de acceder a información que hemos tenido casi todos en Cuba. No de que alguien la tengan (puede que una persona u otra tenga información), sino a la capacidad de acceder a información por parte de estos dos lectores potenciales.

Por ejemplo, un lector extranjero puede ponerse rápidamente al día en lo que fue la vida de Trotsky, los Procesos de Moscú, los últimos textos sobre la República Española y la presencia soviética en la Guerra Civil. Pero un lector cubano, no. Por lo tanto, mientras me llenaba de información para escribir, y después, cuando escribía tuve muy en cuenta que debía complacer y llenar las expectativas literarias de ambos lectores; y que además, tenía que colmar las expectativas informativas del cubano. Y eso es muy complicado en la narrativa, porque la novela no está para explicar. La narrativa muestra, sugiere, dibuja una realidad; pero no es un ensayo para exponer un concepto, por ejemplo.

La respuesta que he tenido del lector nacional (desde mucho antes que fuera publicada El hombre…) constituye el reconocimiento más grande al que puede aspirar un escritor…

…Padura coagula el diálogo. Detiene las palabras como un tren poco a poco la marcha. Levanta el rostro, y las manos reciben el blanco pelaje de Goya. Vivian llega hasta nosotros envuelta en el aroma del café recién colado. Dispone las tazas en una mesita cercana. Te traje un poquito de agua, Leonardo le dice que sí, que qué bien hizo en traerle, porque como está hablando se le saca la garganta. Vivian se retira sigilosa, no sin antes preguntar si alguien más quiere agua. La tacita de porcelana con detalles de Portocarrero se pierde en la anchura de las manos del escritor. Bebe lentamente; y cuando acaba el café llega el tiempo de fumar. Busca la cajetilla en la camisa. Desenvaina un cigarro y expone la punta al fuego. Todo en silencio, como si fuera un ritual. Sale denso de su boca un buche de humo gris. Mientras, el cigarro humea tristemente en una mano como si hubiera perdido la vida con la última fumada. En cuanto despide la primera bocanada retomamos la entrevista…

…Te decía, que ese reconocimiento tan importante (que ha sido patente y evidente) por parte del público, es el que sustenta que pase algo como lo de ayer. Cuando la presentación de un libro de periodismo (La memoria y el olvido, Editorial Caminos), se convierte en un acontecimiento social más que cultural, con más de doscientas personas que llegaron a la sala Villena de la UNEAC aún cuando hubo una escasísima divulgación (afortunadamente, porque si no hubiera sido un gran problema para los organizadores).

Y esto es una muestra del reconocimiento del lector, que para mí es mucho más importante que el reconocimiento institucional. Entre otras cosas porque las instituciones cambian, los directivos también; los jefes de revistas entran y salen (aunque en Cuba a veces la gente dura demasiado al frente de un centro de cualquier tipo). Pero la gente que vive en un país, si bien cambia, es mucho más permanente que las personas al frente de determinadas instituciones.

PRÓXIMAS HEREJÍAS

¿Se confiesa un amante de los premios?

No, no. Soy un amante, sobre todo, del oficio de escribir. Soy un escritor que trabaja todos los días, aún en condiciones bastante complejas (porque la vida cotidiana y la profesional a veces te llenan las mañanas de complicaciones). Soy un hombre que se levanta temprano y todos los días está en función de la literatura. Cuando no es una novela escribo un ensayo, hago periodismo, preparo un guión de cine, un prólogo o una conferencia. Siempre estoy trabajando porque no sé hacer otra cosa que trabajar.

He tenido una inmensa fortuna con los premios y el mercado. Y es que mis libros se venden en una cantidad suficiente que me permiten vivir de mi literatura y sobre todo, vivir para mi literatura. Ahora mismo estoy en medio de un proyecto de novela que hace dos años comencé a trabajar (pocos meses después de terminar El hombre…); y me va a llevar un año más de trabajo. Requería una etapa de investigación y búsqueda de información que debía hacer básicamente en España y Holanda. Pude viajar a ambos países (pagándolo de mi bolsillo). Y puedo hacerlo con una relativa tranquilidad, porque los libros anteriores me permiten dedicarme por entero a este nuevo libro, y espero que cuando lo termine este libro, él también me ayude a terminar el siguiente.

¿Sabes?, ese es un elemento del que no se habla demasiado: la seguridad económica del escritor. Creo que el artista contemporáneo –por las condiciones del mundo en que vivimos- necesita cierta seguridad económica. No estoy hablando de riquezas o yates; sino de esa estabilidad que te permite escribir con la tranquilidad de saber que la comida que va a comer ese día, la gasolina que le pondrá al automóvil o la electricidad que pagará para que la computadora funcione no se le va a convertir en un problema. Y eso ayuda muchísimo al artista. Le da seguridad y, más aún, le garantiza independencia.

Me hablaba de una próxima novela. ¿Tiene un título provisional? ¿Qué historia cuenta esta vez?

Pensé que se iba a llamar Los Herejes. Pero me di cuenta de que hay una hilación fonética entre palabras; y entonces le voy a poner simplemente Herejes.

Es una novela que cuenta cuatro historias, que tienen conexiones y desconexiones entre sí. Cronológicamente, aunque no es la inicial en el libro, la primera es la de un judío sefardí que vive en Holanda, en la época de Rembrandt, y quiere ser pintor. Para los judíos estaba prohibida la representación de figuras, pero este hombre se acerca al gran creador, entra a su estudio y ahí se produce toda una reflexión sobre la decisión de este hombre de violar una ley Mosáica, y el conocimiento de la pintura a través de Rembrandt, en un momento en que Holanda es el lugar más rico y libre del mundo, y donde, sin embargo, hay libertades que no son permitidas.

Este sefardí pinta un cuadro, y esta pintura tendrá conexión con una historia que ocurre en la Cuba de los años 40 y 50, con un judío asquenazi (de Europa del Este) llegado a la Isla de niño. Sus padres iban a venir a Cuba en un barco famoso por su historia trágica (el San Luis) donde, además, llegaría la pintura. Y aunque no los dejan desembarcar en La Habana, con el tiempo aparecerá en Cuba aquel misterioso cuadro.

En Herejestambién trato la historia de este hombre que, renunciando cultural y religiosamente a su condición judía, se convierte en un cubano. Después este individuo se va a Miami en el 58, por algo que ocurre en la Isla; y es entonces que la historia se conecta con un personaje que ayudará a la revelación de este misterio: Mario Conde.

Un hijo de ese judío asquenazi que se fue a Miami, viene a Cuba para entender por qué su padre se fue y por qué no llevó consigo el cuadro que formaba parte del patrimonio familiar y busca la ayuda del Conde.

Mientras, Conde está investigando la desaparición de una muchacha emo, que también optó por su libertad, se aportó de todos para participar de una tribu, y desaparece en el momento en que ha decidido dejar de ser emo.

Es una novela que tiene mucho que ver con las decisiones de los individuos, con la búsqueda de reafirmación, de una opción de libertad para las personas, que casi y en algunos casos sin casi, pasa la línea de lo herético.

Cubre un arco de trescientos años, con personajes completamente diferentes, pero que en un momento determinado toman la decisión de optar por su libertad individual.

“Debe haber una reedición, porque por lo general, los libros que ganan el Premio de la Crítica son reeditados”, dice Padura. (Foto: Liliana Batista Esquijarrosa)

El trabajo investigativo debe haber sido muy complejo…

La parte más compleja ha sido entender la cultura y el pensamiento judíos, porque no hemos vivido entre judíos. Nos es mucho más fácil comprender una religión afrocubana, aunque no la practiquemos, a entender el judaísmo que tiene más de cuatro mil años, toda una historia riquísima, y un pensamiento complejo.

También fue difícil aprender a pintar como Rembrandt. Aunque soy incapaz de coger un pincel y dar dos trazos, pero pude asimilar el concepto renovador de la pintura de Rembrandt, que entregó las artes plásticas barrocas a la modernidad de manera asombrosa. Me ha obligado a estudiar muchísimo.

PERSONALÍSIMO

El año pasado nos llegaba una buena noticia: Padura hará otra vez de guionista… Cómo le fue con esos Siete días en La Habana.

En este caso no era propiamente un largometraje, porque son siete pequeñas historias. Mi esposa –Lucía López Coll- y yo, trabajamos escribiendo una serie de argumentos para que los posibles directores escogieran qué historia le interesaba.

Algunos escogieron de esos relatos, y algunos nos pidieron que escribiéramos el guion. Lucia y yo trabajamos en el guion de los cuentos que dirigieron Benicio del Toro, Juan Carlos Tabío, Julio Médem, y el argumento del cuento de Trapero, el argentino. Los de Laurent Cantet, el francés, Solimán, el palestino, y Gaspar Noé, son ideas independientes.

Fue una labor bastante grata. Tenía experiencia en largometrajes, en cortos y documentales. Pero creo que el trabajo en esta película me reafirmó la idea que siempre he tenido: los escritores no deben escribir cine, porque siempre se queda uno con un sentido de insatisfacción, en la medida que es un trabajo de servicio, en el cual escribes lo que necesita un director, o un productor, o los dos a la vez. No es un trabajo en el que tu creatividad es la que decide qué cosa se escribe, sino lo que esperan el director o el productor que tú escribas.

Prefiero no escribir cine, lo hice en ese caso, porque recién había terminado El hombre que amaba a los perrosy necesitaba alejarme de esa novela. Apareció ese proyecto, era económicamente rentable y artísticamente atractivo, y por eso decidimos Lucía y yo meternos en él.

Ahora se está negociando la posibilidad de hacer algunas películas con algunas de mis novelas, -incluidoEl hombre que amaba a los perros-, y yo no quiero trabajar en los guiones. Sin embargo, sí voy a trabajar con Laurent Cantet, en un guion a partir de una idea, un punto, de La novela de mi vida, y aunque va hacer una historia completamente aparte, el origen está ahí, en el libro.

Y lo voy hacer porque realmente creo que trabajar con un director del nivel de Laurent Cantet es un privilegio que poquísimos escritores tienen. Pienso que él es un hombre tocado por el cine y con quien, a pesar de que nos comunicamos en inglés —él no habla español, yo no hablo francés—, lo cual hace que nos falte a los dos la sutileza, hemos logrado una comunicación muy armónica en las cosas que hemos ido trabajando y hablando. Y quiero hacer ese trabajo con Cantet, posiblemente este verano.

Durante la reciente presentación en la UNEAC de su libro La memoria y el olvido, se refirió a los 80’ como una etapa que desde su mirada actual le parece un período artificial. ¿A qué se refería?

Sí. De pronto fue un período en el que en Cuba había cosas, se vivía bastante bien, había más guaguas que en otros años, había más comida que en otros años, había más ropa, más café, más ron, más cigarros. Había más de todo.

Pero cuando llegó el año 1990, la caída del Muro de Berlín, el principio, y después en el 91, la desintegración de la Unión Soviética, nos dimos cuenta de que todo ese estado de bienestar que se había logrado en la Isla era absolutamente artificial. Se debía a una inyección de capital soviético, y de los países del Este, y que Cuba por sí sola era incapaz de generar tal riqueza.

Todavía estamos pagando las consecuencias de eso, y secuelas de cosas que ocurrieron después incluso. Nos dimos cuenta por ejemplo, de que en esos años se hubieran podido hacer cosas sustanciales en Cuba a nivel industrial. Quizá la cosa más importante que se puede hacer en nuestro país, algo que es absolutamente imprescindible es una fábrica de ventiladores, una buena fábrica de ventiladores. Aquí hay dos cosas sin las cuales no se puede vivir: un refrigerador y un ventilador. Sin el refrigerador no puedes guardar comida -y en Cuba hay que guardar comida-, y sin el ventilador no puedes dormir en verano -y necesitamos dormir todos los días. Entonces, fuimos un país que tuvo ese estado de bienestar absolutamente artificial, pero que además ni siquiera lo aprovechó para lograr un futuro menos artificial, un poco mejor.

¿Quiénes son Vivian Lechuga y Ciro Bianchi?

Vivian es, primero que todo, mi amiga, y es la persona -fuera de Lucia-, que más me complementa y ayuda. Edita mis libros, los lee, me resuelve problemas cotidianos, que a veces son complicados para alguien que vive en Mantilla; y tenemos una relación de amistad muy, muy estrecha.

Ciro fue uno de mis primeros modelos de periodista. Él lo sabe. Su periodismo siempre fue un punto de atracción, allá por los finales de los 70, cuando yo no pensaba ya ser periodista, -porque yo hubiera querido estudiar periodismo, sobre todo para escribir de deportivas-, y después deseché la idea cuando matriculé en Filología.

Imagino, el periodismo que ejerció desde medios como Juventud Rebelde ha favorecido el olfato investigativo para crear y recrear historias como la de El hombre…

Mira, yo no soy periodista de profesión, soy filólogo, y desde que estaba en la universidad comencé a colaborar con el El Caimán Barbudo, escribiendo críticas literarias. Y tuve la suerte de que, al graduarme, estaba por cubrir la plaza de corrector de esa revista. En el 80 empecé a trabajar como corrector, y a los cuatro meses ya me convertí en redactor. Ahí trabajé hasta el 83, cuando que me expulsaron por mis problemas ideológicos, y me mandaron para Juventud Rebelde.

Ese primer periodo en el El Caimán fue muy importante, porque me permitió entrar en contacto, en un nivel de igualdad, con los creadores cubanos más significativos de aquellos momentos. El Caimán era la revista cultural más importante de Cuba, en esa etapa, y eso me nutrió muchísimo. Ese es el período en que escribo casi completa mi primera novela Fiebre de caballo, y casi completo mi primer libro de cuentos Según pasan los años.

Pero cuando voy a Juventud Rebelde, tengo que aprender a hacer periodismo -aunque en el proceso de aprendizaje, realmente apliqué lo que ya conocía de la creación narrativa en función del ejercicio periodístico. Así, muy pronto empezó a surgir una mezcla de periodismo y literatura poco concientizada, no era un proyecto, no era una teoría que estaba tratando de aplicar, sino era las soluciones que tenía.

Claro, por mi desconocimiento de las técnicas periodísticas, y por la necesidad de hacer un periodismo que comunicara información, tuve la suerte de que muy pronto empecé a trabajar en un equipo especial que hacía el diario de los domingos. Aquel periódico que hacíamos en Juventud Rebelde se convirtió en una referencia que creo ya es histórica, me atrevo a decir que uno de los momentos más… brillantes de la prensa plana nacional. Uno de los momentos más creativos, irreverentes, de mayor calidad en cuanto a la creación literaria en la prensa.

Pero en esos seis años que trabajé en Juventud Rebelde yo no escribí literatura. Uno o dos cuentos, y uno o dos ensayitos muy breves sobre Carpentier, porque me dediqué por completo al periodismo.

Cuando en el 89 salgo del Juventud Rebelde tengo la posibilidad de trabajar en La Gaceta -oficialmente en el 90 y ahí soy el jefe de redacción, hasta el 95. Pero en ese momento, en 1990, yo comienzo a escribir Pasado perfecto, y escribo un cuento que se llama El cazador. Y me doy cuenta de que se ha producido en mí una apropiación de la capacidad narrativa de construir y contar una historia que no tenía antes de esos seis años en el periódico.

Creo que en el diario viví una importante etapa de creación,así lo siento -porque lo considero una etapa creativa, no lo considero para nada un oficio con el cual me ganaba la vida. Por eso todavía muchos de esos trabajos son tan vigentes como los cuentos y las novelas que escribí en aquel momento. Antes de Juventud Rebelde yo era un escritor absolutamente amateur, cuando empiezo a escribir después que salgo del diario, soy un escritor profesional.

Y a partir de ahí he ido aprendiendo, aclarando y enfrentando desconocimientos; porque cada vez que uno (por lo menos me pasa a mí), cada vez que uno empieza a escribir una novela, tiene que aprender a escribir esa novela, por mucho que crea que ya sabe escribir novelas. El acto de la escritura de un nuevo libro te impone nuevos retos, nuevas necesidades de encontrar la mejor expresión para la idea que quieres transmitir.

Por lo tanto es un aprendizaje que no termina nunca -yo no quiero que termine nunca- y por eso cada vez que finalizo un libro que parece muy complicado, me propongo a hacer otro que sea más complejo. Porque me sería muy fácil poder escribir ahora una novela como Pasado perfecto, o Vientos de Cuaresma, desde el conocimiento literario que tengo ahora. Y me resulta muy difícil hacer una novela como Herejes porque estoy aprendiendo a escribirla mientras la escribo.

 

La Habana,1ro de Febrero de 2012

 

 

 
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