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Tengo Elpidio Valdés … y mucho más

De los 29 dibujos animados en concurso, nueve han sido realizados en los Estudios de Animación del ICAIC

José Luis Estrada Betancourt
Fotos: Angelito Baldrich

Nuevos aires soplan, desde hace algún tiempo, por los Estudios de Animación del ICAIC. Se respiran cuando aprecias que, de los 29 dibujos animados en concurso en el XXVII Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano, nueve son realizados en esta institución cultural, lo mismo por consagrados directores, que por otros muy jóvenes que ya se hacen notar. Entre los primeros están Ernesto Padrón (Yeyín y el cazador androide), Tulio Raggi (El negrito cimarrón y los molinos del marqués), Mario Rivas (Historias de las abejas: el panal, Filminuto 60 y 62) y Juan Ruiz (La abeja que quería ser guerrera, Filminuto 61), mientras que con mucho empuje se insertan en la pelea por el Coral, Homero Montoya (El güije enamorado) y Ulises de Jesús (El lápiz).

El güije enamorado, explica Montoya, quien se estrena como realizador con este corto, se convertirá en una serie de aventuras, donde este personaje folclórico no dejará de salvar algún animal o especie endémica de Cuba. Él andará detrás de cazadores furtivos, vigilando que no se talen indiscriminadamente los árboles y enfrentándose a todo lo que pueda afectar al medio ambiente.

“Es un corto de aproximadamente tres minutos dirigido a los niños. Surgió como parte de un proyecto del Canal Educativo. Fue muy estimulante que escogieran a los animadores más jóvenes y de poca experiencia para llevar estos proyectos adelante”, dice este muchacho de 26 años que aprendió a dibujar de una manera autodidacta.

El lápiz, por su parte, es un dibujo contra la guerra. Y como El güije..., La historia de las abejas es una serie, de la cual ya se hizo con anterioridad El viaje (cómo llegaron a Cuba). Ahora está en competencia El panal, y Rivas piensa reflejar la vida en la colmena y cómo se produce la miel.

El guión de La abeja que quería... es de Juan Ruiz. Este reconocido realizador representa también a la Isla con el Filminuto 61, resultado, según explica Armando Alba Noguera, subdirector de producción de los Estudios, de la aplicación de las nuevas tecnologías, “que ha permitido aumentar los niveles de producción de una serie tan conocida y disfrutada por muchos. Cuando llegamos a este edificio en el 2003 se había llegado hasta el Filminuto 55, y ya hay diez más, dos de los cuales pertenecen a Rivas el autor del corto animado de ciencia ficción con corte ecológico, Yeyín...

“Aspiramos a presentar una mayor cantidad de materiales el próximo año, a pesar de que posiblemente se comience Meñique, de Ernesto Padrón, un largometraje que será el séptimo de los Estudios en sus más de 40 años —con anterioridad se filmaron Elpidio Valdés, Elpidio Valdés contra dólar y cañón, Vampiros en La Habana, Mafalda, Contra el águila y el león, y Más vampiros en La Habana.

“Cuando esto ocurre se inicia una carrera maratónica, en la que todos nos inscribimos. Aunque parezca un número muy pequeño de películas, te puedo asegurar que somos el único país de Latinoamérica que tiene esa cantidad, gracias a que contamos con una industria de cine y con el apoyo del gobierno”.


LARGO PROCESO

Según explicó a JR Armando Alba Noguera, también director de fotografía de Más vampiros en La Habana, el proceso de producción de un dibujo animado es muy extenso. “Una película de siete u ocho minutos, como las que están en competencia, toman de seis a siete meses, porque este es un trabajo que se efectúa a mano; dibujo tras dibujo”.

Explica que lo primero que se necesita es la idea, con la cual se escribe un argumento para desarrollar el guión literario. El director del futuro proyecto diseña un story board (guión dibujado), que luego es analizado en un comité de proyectos. Todo esto forma parte de la preproducción, la cual también incluye la puesta en escena.

A diferencia de lo que casi todos creen, cuando la película todavía es solo un embrión, se graban las voces de los actores, quienes no tienen ni la más remota idea de cómo lucirán y se moverán sus respectivos personajes. Serán los animadores quienes les pondrán cuerpo y alma. Luego aparece la producción, donde otros especialistas materializarán lo que hasta hacía un tiempo eran bocetos e ideas. Y buena parte de ello es responsabilidad de los animadores, entre los que se encuentra Nelson Serrano Rubio, autodidacta, de 32 años.

“A partir de la propuesta de la puesta en escena, donde están los personajes con algunas poses y las indicaciones de cómo se quieren los movimientos, empezamos a dibujar. Nosotros somos los encargados de hacer las llaves (los dibujos extremos) para que el asistente haga los intermedios. Es importante tener sentido del movimiento, saber leyes físicas. No se trata solo de dibujar”, explica el autor del premiado corto Sueños.

Otro animador que ya dio el salto a la dirección fue Alexander Rodríguez, de 29 años. Él es creador de Nené traviesa, que rompió esquemas en el ICAIC, por sus innovaciones en los diseños. “Ahora estoy involucrado en una película más complicada, con fondos, personas y trama reales. Quietud interrumpida es un remake del primer corto de Titón titulado El herido. Será una especie de thriller sobre un hecho ocurrido tras el asalto de Palacio Presidencial del 13 de marzo del 57”.

EL ARROZ CON POLLO

Al mismo tiempo que en el departamento de Animación estos muchachos se enfrascan en su tarea día y noche, en el de Infografía otros se dedican a preparar los fondos, tomando como base los layouts de fondos (bocetos). Ese es el caso de Manuel Ramírez Brezo, de 32 años, y de Rogelio Sierra Valdés, de 30. El primero fue el encargado de pintar el bosque donde el güije se enamoraría; y el segundo, de los escenarios donde habitaron los vampiros de Padrón y el negrito cimarrón de Tulio.

“Hay dos maneras de hacer el fondo, explica Manuel: la tradicional, que es sobre cartulina y con pincel; y otra más moderna, donde se aprovechan las nuevas tecnologías: se escanean los layouts y con programas como el pantier o el fotoshop se rellena de color y se le da formato digital”.

Afirma Rogelio que el fondo representa el 50 por ciento de lo que se ve en pantalla. “Esta es una labor que es independiente del proceso de animación y se trabaja en una relación muy estrecha con el director. ¿Y lo más difícil? Llegar a un acuerdo con él”.

La prueba a lápiz es otra de las piezas clave de este proceso. Así lo hace saber Julio Ernesto González, de 32 años, y lo argumenta: “Es aquí donde se hacen las pruebas en blanco y negro de la animación, de los movimientos de cámara de todos los dibujos. En este punto, el director determina si hay algún error, lo que conllevaría a otro ajuste del plano y a dar color”. De esto último se encarga, entre otros, Ana Cruz, quien desde hace 37 años forma parte de los Estudios. “Anteriormente en Línea y relleno se aplicaba el color igualmente con pinceles. Era algo mágico, y esa sensación tampoco se pierde con el ordenador”.

Al igual que Ana, Dagmar Lorenzo lleva ese tiempo rodeada de dibujos animados, solo que ella comenzó como camarógrafa en el ICRT. “La computadora te facilita ver el resultado en el momento. Antes teníamos que filmar todo esto y enviarlo al laboratorio. Con esta máquina se puede hacer desde un zoom (acercar o alejar la imagen) hasta movimientos de cámara. Es una maravilla”.

Así y todo esto no es tan sencillo, se encarga de aclarar Mayckell Pedrero Mariol, quien lleva en este departamento cinco de sus 29 años. “Empecé como asistente de animación, pero lo que más me atrajo fue el trabajo con la fotografía y la composición de imagen, que es lo más difícil para mí. Conformar un set es como armar un rompecabezas, luego tienes que revisar esa secuencia para ver si todo está en orden”, apunta este joven que confiesa que su mayor sofoco fue con Yeyín y con el negrito.

Es el departamento de Edición donde, a decir de la experimentada Rosa María Carreras, se termina el “arroz con pollo”. En este espacio, donde se midieron las voces es donde se culmina todo el proceso técnico artístico. “Después que grabamos a los actores, se hace una edición para darle tiempo y ritmo. A cada sílaba le corresponderá un determinado número de cuadros, lo cual permitirá más tarde que coincida el movimiento de los labios con los parlamentos de los actores.

“Después que están montados los planos según el guión, se sincronizan con las voces, y los efectos sonoros y de archivo. El cine de animación nuestro se caracteriza por tener una banda sonora muy rica. Si la comparas con la de otros países te percatarás de que muchos efectos se repiten. En Cuba eso no sucede, porque tenemos, por ejemplo, un mago como Marticorena. Él crea para cada película el efecto que más le ajusta, mientras que los editores y sonidistas son muy exigentes. Igual ocurre con la música que, por lo general, es original.

 “Como vez, tenemos todos los ingredientes: el arroz y el pollo, solo falta mezclarlos y cocinarlos. La edición de un dibujo animado es igual que la de un material de ficción o un documental. Es una labor muy acuciosa, porque trabajamos a nivel de fotogramas y no de pie de película. Nos diferencia únicamente el proceso que nos antecede, pero como aquellos, estamos locos por el séptimo arte”.

 

Nuestra bandera es la alegría
Esther Hirzel Galarza, directora de los nuevos Estudios de Animación del ICAIC, considera que no hay una ruptura entre el antes y el después. “En un principio nacieron para informar al pueblo. Los animados llegaron más tarde. Y hoy, además de hacer películas para niños participamos en las campañas de Cuba vs. Bloqueo, o de bien público; en la lucha nuestra en la Comisión de Derechos Humanos. Con la Batalla de Ideas es como si regresáramos a nuestros orígenes.

“La continuidad también está en la concepción de la capacitación y en el desarrollo del personal, porque esta es una especialidad que no se aprende en ninguna parte. Tenemos el privilegio de contar con un comité de proyectos conformado por consagrados: Juan y Ernesto Padrón, Tulio, Mario Rivas... Y esos experimentados y exitosos directores están coexistiendo con los talentosos jóvenes que viven su tiempo, pero le imprimen a sus obras un inconfundible sello de cubanía.

Este colectivo de 180 trabajadores (125 pertenecen a la esfera artística), con un promedio de edad de 34 años, lleva siete años consecutivos como Vanguardia Nacional del Sindicato de la Cultura. Ahora, a los galardones que el dibujo animado del patio había recibido en España, Estados Unidos, o Portugal, añadió dos terceros lugares y un segundo recibidos en agosto pasado en el Festival Iberoamericano Prix Jeunesse, en Santiago de Chile.

“Nuestra misión hoy es inmensa: incrementar los minutos de animación y seguir descubriendo todas las posibilidades de las nuevas tecnologías. Aprendemos con la práctica, porque es el único modo de cumplir nuestro compromiso con los niños cubanos y con Fidel. Sí, se trabaja mucho, pero siempre estamos contentos. Ese es el único modo de entregar  amor y calidad. Nuestra bandera es la alegría”.