TRIBUNE: Jorge Semprun

The last death of Ramón Mercader
By Jorge Semprún - 20/10/1978

In the early 1960s, any visitor to the Cuban Embassy in Paris would be usually welcomed by a distinguished-looking, white-haired lady of a certain age who was apparently in charge of the reception and the telephone. However, one day someone realized she was actually Cuban-born Caridad Mercader, or better said, Caridad del Río, who had been married to the Catalan Pablo Mercader and given birth to Ramón Mercader, Trotsky’s assassin. How had she gotten that job? Who had put her there? Be that as it may, her presence was deemed unusual, not to say offensive, to a number of the Cuban Revolution’s official representatives to Europe. For instance, Martha Frayde –then Cuba’s delegate to UNESCO, a woman with a spotless record as a fighter who is now facing outrageous charges of being a spy at the service of the U.S.– managed to inform Raúl Roa of such a disturbing fact. A few days later, Mrs. Mercader disappeared from the Cuban Embassy in Paris. According to all existing historical records and objective data, Caridad del Río Mercader was recruited by Stalin’s intelligence services and not entirely unaware that they also did her son Ramón. Is she still alive? If she is –which is likely to be the case, for her death would have surely made headlines everywhere– how could she be feeling on this new anniversary of her son’s death? Ramón, who was trained as a killer for being a faithful, selfless and unconditional member of the PSUC and, coincidently, died in Cuba, as if his entrance to the abode of the deceased would be like going back to his mother’s lap and the sinister haven of a stifling and deadly maternity…

Some months ago, a Catalan newspaper reported Teresa Pamies’s comments about the publication by Editorial Grijalbo of Georges Soria’s Guerra y revolución en España, a true monument to historical fallacy and a full-blown fact-twisting enterprise. (These are my words, of course, not Teresa Pamies’s.)

What had moved her enough to make her voice so many schmaltzy reminiscences was one of the book’s countless photographs –Soria, in 1937, had been the author of a forgotten pamphlet about the POUM (the Workers’ Party of Marxist Unification), described as a hotbed of spies at Franco’s service– where she recognized her old comrade-in-arms Ramón Mercader, the young communist militant from back in the glorious days of the civil war. In other words, Ramón Mercader was one of us –and the very thought of it terrifies me– one of so many loyal fighters who were parishioners of Stalin’s church, eventually recruited for the shadiest and most criminal counterrevolutionary undertakings.

Today, on this anniversary of Ramón Mercader’s death, after so many decades of stubborn and baleful silence, will the devoted militant’s comrades say anything? Will they finally, without risk but also without any remarkable merit, speak out and tell us the truth of their long-lived memories and everything they know about those days?

At any rate, let us hope that, when Ramón Mercader’s mortal remains are buried in Cuba, someone will very discreetly place on his grave the Hero of the Soviet Union medal he received for killing Lev Davidovich Bronshtein. Mercader was Stalinism’s exemplary hero. That is, exactly what a communist should never be.




 

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TRIBUNA: JORGE SEMPRUN

La última muerte de Ramón Mercader

 

JORGE SEMPRUN 20/10/1978
A comienzos de los años sesenta, los visitantes de la embajada de Cuba en París solían ser atendidos por una señora de cierta edad, de buen porte y pelo blanco, que hacía los menesteres aparentes de recepcionista-telefonista. Pero alguien se percató un buen día de que dicha señora, era Caridad Mercader. O, mejor dicho, Caridad del Río, nacida en Cuba, esposa del catalán Pablo Mercader y madre de Ramón Mercader, el asesino de Trotski. ¿Cómo había obtenido ese puesto?.¿Quién la había colocado allí? Sea como fuere, aquello pareció un tanto insólito, por no decir indecente, a algunos de los representantes oficiales de la revolución cubana en Europa. Así, por ejemplo, Martha Frayde -delegada de Cuba en la UNESCO por aquel entonces, mujer de limpio historial combatiente, hoy monstruosamente acusada de espionaje al servicio del imperialismo- se las arregló para informara Raúl Roa de tan inquietante presencia. Al poco tiempo desapareció la señora Mercader de la embajada de Cuba en París.Todos los testimonios históricos, todos los datos objetivos hasta ahora reunidos permiten afirmar que Caridad del Río Mercader ha desempeñado cierto papel en los servicios especiales de Stalin. Permiten suponer, asimismo, que no fue del todo ajena al reclutamiento de su hijo Ramón por esos mismos servicios. ¿Vive aún Caridad del Río? Sí así fuera, y así es probablemente, ya que su muerte difícilmente habría escapado a la atención de las agencias informativas, ¿qué pasará por su mente, en este día de la muerte de su hijo Ramón, adiestrado como asesino porque fue un fiel y abnegado, y ciegamente incondicional. militante del PSUC. ¿En este día de la muerte de Ramón Mercader, en Cuba, como por casualidad. como si para Ramón Mercader entrar en el sueño de la muerte fuese volver al regazo materno, al tenebroso amparo de una mortífera maternidad sofocante?

Hace uno! meses, en un diario barcelonés, Teresa Pamies comentaba la publicación, por la editorial Grijalbo, de Guerra y revolución en España, de Georges Soria, verdadero monumento de falacia histórica, indecente empresa a todo lujo de falsificación de los hechos. (Esto lo digo yo, claro, no lo decía Teresa Pamies.)

Lo que emocionaba a Teresa Pamies, provocando en ella frases de nostálgica cursilería, es que en una de las incontables fotografías del libro de Soria -autor, en 1937, de un olvidado folleto sobre el POUM, calificado de agencia de espías franquistas había reconocido a Ramón Mercader, compañero suyo de antaño, joven militante comunista de los gloriosos días de la guerra civil. O sea, que Ramón Mercader era uno de los nuestros -lo digo con pavor retrospectivo-, uno de los tantos fieles militantes, feligreses de la iglesia estaliniana, reclutados en aquella época para las más turbias y priminales empresas contrarrevolucionarias.

Y hoy, en este día de la muerte de Ramón Mercader, después de tantos decenios de terco y torvo silencio, ¿hablarán los companeros de juventud de aquel militante abnegado? ¿Nos dirán, ya sin riesgo, ni pena, ni gloria, las verdades de su vieja memoria, nos explicarán, al fin, lo mucho que saben de aquella época? .

En cualquier caso, cuando sean sepultados en Cuba los restos mortales de Ramón Mercader es de esperar que alguien, discretarnente, coloque sobre su tumba -la medalla de héroe de la Unión Soviética que le fue otorgada por haber asesinado a Lev Davidovich Trotski. Y es que Mercader ha sido un héroe ejemplar del estalinismo. O sea, exactamente lo que un comunista nunca debe de ser.

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