Trabajadores newspaper
December 12, 2005
Some things know no tremor
By Juvenal Balán Neyra

A CubaNews translation.
Edited by Walter Lippmann.
    
Only physical exercise relieves      When we come, the people invite The Pakistani doctors writes in
the cold.                                      us into their homes and serve us   his daily log, helped by the Cuban
                                                   milk, a typical local beverage,       nurse
                                                   says Miguel Cabrera, chief of
Fotos: ROBERTO SUÁREZ          the camp, second from the left.

A Pakistani father arrives carrying his child and asking for a doctor. Ernesto, the orthopedist, comes to his aid. They put the little boy on a stretcher, examine him, and use an electric saw to cut the plaster cast from both his feet. The noise frightens those present. Perhaps they have never seen anything like it around these mountains. The boy is crying nonstop and quite scared of what they’re doing to him. After a few minutes the worst was over and his small legs were free. In a matter of days he will be walking around the same paths traveled by the mules his country’s soldiers ride on to reach the farthest places.

Meanwhile Marlén, the medical drug technician, is kindly responding to her coworkers’ requests. Some are consulting mothers who have brought their children along while others attend to an almost dehydrated woman with vaginal bleeding who receives an IV and gradually recovers her compromised vitality. In another tent a patient who needs minor surgery gets an ultrasound test.

Since early in the morning women and men, children and senior citizens come and go all around. Many use hardly passable roads to come down from high mountains in search of a helping hand to ease their pain only days after the terrible earthquake.

The news was timely published by The Nation daily: Commander-in-Chief Fidel Castro assured Pakistani president General Pervez Musharraf over the telephone that Cuba joins the Pakistanis in these times of grief by offering as much help as necessary with medical personnel.

On the same day, 160 kilometers from Islamabad, on a high Danis Sharada mountains plateau in Hatian, Kashmir province, at a post near the Indian borderline, our flag flutters atop a wooden pole identifies the Cuban physicians’ campsite.

Comprising 4 women and 9 men led by enterprising doctor Antonio Vargas González (nicknamed ‘Bebito’), the group worked tirelessly since they arrived to put up their field hospital.

In addition to an operation room, the Cuban medical settlement on this Hatian mountain counts on X-ray, EKG and ultrasound equipment.

The same hands that are now auscultating a child or a woman are the same ones that previously knotted ropes, drove stakes into the ground, and set up tents, and also made very hot coffee as Cuban in style as possible to tone up the stomach in such a cold place or cook well-spiced spaghetti that everybody likes.

Surgeon Raciel Matos Sardiñas, from Bayamo, says that in a rather short time they have treated around 200 cases of infected open wounds, traumatism, etc., as well as acute respiratory disease, infected scabies and intestinal parasitism, and we vaccinate each patient we see against tetanus.

Manuel Almeida Frutos, a veteran of past medical missions in Nicaragua, Angola and Surinam, rose to the challenge and assemble a darkroom with the minimum conditions to provide X-ray services and install ultrasound facilities. He told us they have already stumbled upon spread thyroid lesions in children, an illness rarely seen in Cuba.

In the late afternoon, little Pakistani children gather near the camp together with electrical medical equipment engineer Fidel to learn further words in Spanish, while an all-boy group throws a cricket game Cubans try to play using baseball principles, though their swings with the wide bat missed the ball more than once.

Around these isolated regions the earth keeps quaking now and then, but as the untiring ‘Bebito’ points out, “The only thing that knows no tremor here is the hearts of Cuban doctors".

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En camino hacia un pueblo cercano.
A esa hora de la mañana sólo el
ejercicio físico alivia el frío.
Fotos: ROBERTO SUÁREZ
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Jared, cerca del cielo
ALINA M. LOTTI, ENVIADA ESPECIAL
12 de diciembre

nacional@trabaja.cip.cu

http://www.trabajadores.cubaweb.cu/ayuda-medica-cubana/jared.htm

Jared no es un punto olvidado de la geografía norte de Paquistán. Casi a los pies de las montañas del bajo Himalaya, el poblado —otrora zona turística— es ahora un escenario donde lo real es casi inimaginable, y lo rural acentúa la pobreza y la nobleza de las personas.

Al derroche de belleza natural, se suma hoy el desastre provocado por el mayor terremoto que aquí se recuerde, ocurrido el pasado 8 de octubre, el cual en tan solo segundos destruyó la felicidad y la tranquilidad de miles de personas, y casi a las puertas del invierno las dejó sin refugio alguno.

Por las laderas de esas montañas empinadas, cubiertas de nieve y cerca del cielo, transitan campesinos con rebaños de animales, niños que se ríen cuando descubren a los forasteros, y mujeres cuyos trajes típicos apenas dejan ver sus rostros inocentes.

Hoy Jared es un pueblo destruido; colmado de cientos de casas de campaña donde por temor a que puedan ocurrir otros temblores los paquistaníes se resguardan de las frías madrugadas. Las torres eléctricas y las pocas construcciones de hormigón están en el piso. Mientras, las miradas de desamparo oprimen los corazones de quienes han venido de muy lejos a   extenderles una mano: los médicos de Cuba.

 

UNA EXPERIENCIA BONITA Y DURA A LA VEZ

 

Pese a las bajas temperaturas que ya se registran a principios de diciembre, alrededor de cero grado celsius en ocasiones, los médicos cubanos que “viven” en Jared se sienten felices.

El campamento está ubicado en un pequeño valle rodeado de montañas, una de ellas totalmente cubierta de nieve; los habitantes del lugar la denominan la Reina.

Los amaneceres son fríos y las escarchas aparecen en la hierba y encima de las casas de campaña. Pero nada amilana a nuestros galenos en su afán de servir a esta población  Necesitada.

El jefe del campamento del hospital de campaña número 13 es el cirujano Miguel Cabrera, quien en Cuba labora en el hospital de Jatibonico, provincia de Sancti Spíritus. Esta es su segunda misión internacionalista y aun cuando llegó a Paquistán a mediados de noviembre, ya tiene qué contar.

“Nuestro colectivo lo integran 43 personas, entre ellas 29 médicos —nos cuenta—. Desde un principio apoyamos al galeno paquistaní que estaba en este lugar cuando llegamos. Ahora continuamos trabajando con él, y ya damos consultas en el campamento, realizamos ultrasonidos, electrocardiogramas, y vamos a otros pueblos cercanos para hacer labor de terreno, que aquí le decimos ‘de montaña’.

“La experiencia es bonita y dura a la vez, pues no estamos acostumbrados a este clima, a las nevadas que se aproximan y a este relieve montañoso. La acogida de los habitantes, a pesar

de las diferencias de idioma, ha sido excelente. Cuando vamos al pueblo la gente nos invita a sus casas y nos brindan té con leche, una bebida muy típica por acá.”

 

MÉDICO PAQUISTANÍ INTEGRA LA FAMILIA DE LOS CUBANOS

 

Cada jornada en Jared resulta emocionante.  Los nuestros no pueden sustraerse a ese paisaje que por momentos parece copiado de una postal. El campamento está aledaño a una unidad militar que también tiene un hospital de campaña.

“Hemos quedado muy impresionados ante con el desastre –dijo en inglés el capitán Ashfaq Ahmed, médico paquistaní, quien llegó a la zona dos días antes que sus homólogos cubanos.

“A más de un mes de haber ocurrido el terremoto pensé que no iba a encontrar heridas graves. Sin embargo, aún hoy atiendo casos complicados, como el niño que recientemente llegó a la consulta con un trauma craneal y hacía diez días que estaba sangrando por el oído. Todavía se ven esas cosas, pues muchos de estos habitantes no tenían por costumbre atenderse con un médico.

“Al contar con el equipo de especialistas cubanos, me sentí más seguro. Gracias a ellos, y a la ayuda que me brindan las enfermeras, asistimos diariamente a unos 100 pacientes. El equipamiento que trajeron los cubanos ha permitido detectar hasta un cáncer de vejiga. Antes evacuábamos para su atención en otro lugar, de cinco a diez personas; hoy las cifras han disminuido notoriamente, pues entre estos profesionales hay radiólogos, ortopédicos, cirujanos.

“Estos médicos son excelentes —agregó— y las enfermeras son expertas en todas las técnicas y procederes de la especialidad. Estoy sorprendido al ver tal participación y mi pueblo ha apreciado muchísimo de esta contribución tan humana.”

 

UN DÍA EN EL CAMPAMENTO

 

El día en el campamento comienza con los comentarios sobre el frío de la madrugada  y del amanecer. Luego del chocolate caliente y del matutino, algunos van a las montañas, otros se dirigen al pueblo cercano, atienden el cuerpo de guardia o refuerzan al médico paquistaní.

La localidad más cercana a Jared está ubicada a unos cuatro kilómetros. El trayecto se hace la mayor parte de las veces a pie y a esa hora de la mañana sólo el ejercicio físico alivia el frío.

Paquistaníes y cubanos se saludan con afecto por el camino, y ya en el terreno se preparan las condiciones para iniciar las consultas. Las doctoras atienden a las mujeres y a las niñas, y los médicos a los hombres y a los niños. La tradición es así y las costumbres se respetan.

Algunos profesionales tienen frescas las experiencias de Venezuela. Gerardo Márquez, especialista en Medicina General Integral, de Pinar del Río, laboró dos años allá, hasta que como integrante del Contingente Henry Reeve llegó a Paquistán.

“Lo más difícil aquí es la diferencia de idioma y el frío —explicó—. Esta geografía no la había imaginado, pero siempre antes de llegar a los lugares me hago la idea de que todo es bien difícil, y luego, cuando afronto las circunstancias, me desempeño mejor.”

Para Orandelis de los Santos Machín, otro pinareño, médico de la familia en el municipio de Los Palacios, Paquistán es su tercera misión. Gambia y Venezuela las han antecedido; pero sin dudas, esta será inolvidable.

Cuesta trabajo despedirse en Jared. Los galenos acompañan a los periodistas hasta la salida del campamento. Los compatriotas sienten nostalgia por la familia y Cuba, como la doctora de

Sancti Spíritus, Glicer Medina, y el enfermero instrumentista, de Ciego de Ávila, Daniel Armando Herrera.

Son pasadas las tres de la tarde y el sol empieza a esconderse entre las montañas, la retirada hay que hacerla a tiempo. Dentro de dos horas ya será de noche.